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Verde vómito


Ese día me desperté con la usual monotonía de mi vida, el reloj me despertó exactamente a las 6:00 am, obteniendo así dos horas anticipadas para prepararme, con facilidad prepararía un delicioso desayuno, luego me cepillaría los dientes tres veces de forma dominical, el agua caliente estaría en exactamente 10 minutos, por lo tanto si me demoraba al menos unos 7 minutos más podría dejar listo el almuerzo para mí.

Me levanté perezosamente de la cama, muchos pensarían que estoy loco, pero prefiero hacer las cosas bien y cuidadosamente anticipadas antes de que algo fallará o interrumpiera mi bella vida cotidiana, después de todo era mejor prevenir que lamentar. Llegué a la sala y me quedé estático al ver semejante desorden: una taza blanca chorreada de chocolate se encontraba en la estantería junto a ella una cuchara obviamente sucia, me enoje conmigo mismo por tal inmadurez, no podía ser tan sucio, ¡Ya era un hombre, carajo! Y tales cosas no eran más que fechorías de niños.

Deseé clavarme un puñal en la boca para así evitar que comiera de más: la noche anterior me habían dado un incontrolable deseo de comer algo dulce, pensé que un leve bocadillo nocturno no sería ningún inconveniente y al parecer los insectos pensaron lo mismo; en la taza, justo en las sobras de chocolate pegadas en la cerámica se encontraban una cantidad importante de invasores insecteoides; algunas hormigas y moscas habían muerto al quedar pegadas a la dulce trampa de la tasa; otras en cambio seguían con vida, removiendose e intentando escapar, dándose cuenta que su glotonería los había condenado; deje de mirar la horrible escena de patas y alas además de otros miembros mutilados y separados de los cuerpos de sus dueños, mojé la taza con agua caliente, asegurándome que ningún invasor sobreviviera, la lave con cloro y después le aplique un poco de desinfectante, para finalmente secarla y dejarla en su puesto junto las demás tazas.
Pronto acabe lo más rápido que pude de arreglarme, ya que había desperdiciado muchísimo tiempo con las sobras de la comida nocturna, ¡Y era asqueroso! ¡De tan solo pensar en los gérmenes que esas horripilantes criaturas portadoras de enfermedades le habrían transmitido a la taza en donde usualmente como me alteró! ¡Y aún peor! Fui tan tonto como para no tirarla y de paso contaminar el resto de la vajilla. Decidido a no arriesgarme a contraer alguna enfermedad tomo todo, absolutamente TODO lo que contenía dicha alacena, claro que antes de tocarlo me colocó una mascarilla y un par de guantes para evitar la propagación de alguna enfermedad, cubro mí ropa de trabajo con una bata que obviamente quemaré después y me deshago de cualquier índice de futura enfermedad.

Simplemente es horrible, horripilante, vivir rodeado de esos microbios y parásitos que fácilmente podían acabar conmigo, de tan solo pensarlo...me dan ganas de vomitar. Es como estar atrapado en una rueda de la fortuna, una de la cual no puedo escapar nunca. Debido a mí injustificable falta al haberme arriesgado y a todos a mí alrededor al haber consumido algo y no desinfectarlo decido castigarme sin comer nada en la mañana y cualquier cosa que coma será poca cosa, ya que debo aprender a controlar mi gula.
Llegó al trabajo y rápidamente Eve me saluda, Eve es una chica adorable, es la novia...¿Amiga? ¿Amante? La verdad no lo sé, lo único que sé es que por alguna razón desconocida el jefe la adora y mantiene, no están casados, ya que Eve tan solo tiene 17 años, mientras que el jefe ya ronda los 86. Sea como sea, Eve se me acerca y rápidamente intenta abrazarme, me aparto bruscamente horrorizado por tal cosa, ¿Cómo pudo creer que podía abrazarme? Aún más, ¿Qué clase de gérmenes tendrán sus bellos labios, su hermoso pelo o su voluptuoso cuerpo? De tan solo pensarlo...siento las ganas de vomitar.

— ¿Sucede algo?

Eve me mira algo extrañada por mis movimientos, pero yo me retiro sin decir nada. Ya es bastante malo que todos me consideren "enfermo" por mi compulsivo comportamiento, pero ellos no tienen idea de lo peligroso que es el mundo, ¿Acaso soy el único que ve la verdad? ¡Las guerras no nos matarán pero los microbios sí! Camino hacia mi oficina y antes de trabajar la limpio y desinfecto vigorosamente. Después de un rato en la oficina llega la hora del almuerzo, como siempre me siento solo, ya que prefiero estar en una mesa finamente limpia y muy pocas personas toleran que les rocíe desinfectante en la cara, por eso la mayoría me evita a la hora de ingerir alguna clase de alimento, porque saben que no me detendré, no hasta que todo esté limpio. Para ser sincero el proceso de masticar animales y plantas para después expulsarlos a mí esófago me párese repugnante, por eso usualmente consumo alguna clase de puré de frutas o algo bebible, algo que me evite vomitar.

Cuando finalmente la mesa estaba desinfectada me senté y abrí la ensalada verde que posteriormente había preparado y sí, literalmente era una ensalada verde: lechuga brócoli hervido algunas hojas de hierbabuena y espinaca era lo que conformaban es asquerosa ensalada que realmente no deseaba consumir, pero no tenía más opción, al menos quería llegar a desinfectar mi casa en la noche;  di el primer bocado y al instante me arrepentí, no era tan delicioso como el chocolate o los bombones pero era saludable y completamente puros, ¡Yo mismo los había lavado en cloro! De hecho aún podía sentir el fuerte olor de mi desinfectante favorito, pero no pude disfrutar del olor al sentir a los diversas bacterias masticando el brócoli hervido, simplemente era espeluznante escuchar la cacofonía de mi sistema digestivo y de nuevo las ganas de vomitar atacaron.
Sentí un pulsante dolor en mi estómago, como si algo de desgarrara, como si se rompiera algo dentro de mí, de repente note que todos me miraban, algunas sonreían y pude jurar que el grasosos George me miraba orgulloso.

— ¡Por fin! — exclamó uno de mis compañeros dándome una palmada en la espalda — ¿Ven? ¡Les dije que funcionaría! — lo observé intrigado por su inesperada reacción por parte de mí compañero, creo que no cabe recalcar que en la oficina yo era el bicho raro, por eso mis compañeros poco o nada se fijaban en mí, solo cuando había algo que limpiar y todos eran lo suficientemente perezosos como para limpiarlo por ellos mismos —, ¡Oh, querido amigo! ¿Ves? No has muerto — mi compañero señala una parte cercana a mí, giró mi cabeza y observó lo que los hace sentir tan orgullosos, y mi alma cae a mis pies: justo al lado de mi asiento hay un charco de dudosa procedencia, es un líquido amarillo brillante y ese charco se ubicaba justo en el espacio de la mesa en la que se ubicaba mi comida.

Me aparté violentamente y corrí hacia el baño, lave con desesperación cada parte de mí boca: hundo con fuerza mis dientes en la barra de jabón nueva que tengo para una ocasión así, el sabor es horrible pero peor sería aceptar el final de todo sin luchar, trago hondo los trozos pequeños de la barra de jabón y con desesperó abro el tubo de desinfectante para rociarlo todo por mi boca, el ardor se vuelve insoportable y mi estómago da grandes espasmos tratando de expulsar cualquier cosa en su interior y con ello... finalmente vómito, el vómito precoz solo me altera más; veo los notorios rastros de sangre y no solo eso; una rara pus verdosa sobre sale ante todo, los espasmos no se detienen y horrorizados por mi estado mi jefe me da la orden de irme a casa.

Al llegar a casa corro a lavarme las manos, pero por alguna razón siento que ya no es suficiente, siento las bacterias caminar por mi boca, el dolor y ardor es insoportable, y estoy seguro que la sangre que aún brota por mi boca es culpa de las bacterias, golpeó con fuerza en lavamanos de cerámica dándome cuenta de que lo sucedido no es mi culpa, no... ¡Es de ellos! ¡Si esos tontos no hubieran jugado conmigo así estaría bien! ¡Estaría sano! Pero ahora no puedo hacer nada más que eliminar la parte contaminada. Tomó un cuchillo y abro la boca lo más que puedo, colocó el cuchillo entre mis dos mandíbulas y con ello saco una linterna para ver qué tan grave son los daños: una vez trabada mi boca veo con horror un enorme espacio putrefacto en mi boca; es totalmente negro y los dientes están podridos a más no poder, veo la carne caerse y los gusanos moviéndose debajo de mis encías inflamadas y llenas de pus verde...

Debido a mí asombro el cuchillo se mueve y la filosa cuchilla se clava entre mis encías, arrancó con ferocidad el cuchillo, dejando caer un líquido rojo y verdoso, decidido a amputar cualquier parte dañina vuelvo a abrir la boca, pero nuevamente me invaden las ganas de vomitar.

La oficial Sánchez caminaba de un apartamento a otro tomando las declaraciones de algún testigo. La llamada inició como algo simple: ruidos extraños y el fétido olor proviniendo del edificio número 13, al parecer allí vivía un joven de no más de 22 años, el cual era algo antisocial pero nunca había provocado disturbio alguno. Al llegar Sánchez y su compañero, Rubiano, se encontraron con una escena a primera vista normal; era un apartamento grande, perfectamente limpiado, todo era blanco con exepción de alguna que otra decoración vegetal, como; hojas, cuadros, tallos de flores y una extraña escultura hecha de algas marinas; además de haber uno que otro mueble verde, pero eso sí, productos de limpieza se veían en cada rincón, además de un potentísimo olor a detergente y cloro. Pero cuando la pareja policial llegó al baño se encontró con la escena más aterradora de toda su carrera; el joven muchacho estaba tirado en el piso, con la mandíbula inferior completamente arrancada y su estómago rajado, incluso algunos de sus órganos habían caído unos cuantos centímetros lejos del cuerpo.

— ¿Qué crees que fue lo que pasó? — Rubiano seguía notoriamente impactado por tal escena, mientras que Sánchez mostraba una tranquilidad digna de su oficio.

— No hay signos de entrada forzada, menos señales de que hubo algún forcejeó, las cámaras de seguridad no mostraron nada y a juzgar de que el arma homicida — Sánchez le señaló a Rubiano el cuchillo en la mano izquierda de la víctima — esta en sus propias manos yo digo que él mismo se hizo esto.

Rubiano se carcajeo.

— ¡Imposible! ¿Acaso...? ¿Acaso insinúas que él mismo se arrancó la mandíbula y después se rajo el estómago? Sánchez, puede que sea un novato pero no tonto.

— Todo a punta a que fue él.

Rubiano no podía creer lo que oía.

— ¡Que forma de suicidarse tan extraña!

Sánchez se agachó para quedar frente al cadáver.

— No.

— ¿Qué?

— No fue un suicidio — Sánchez le hizo señales a Rubiano para que se acercará —, mira: el rastro de sangre sugiere que de alguna manera él logró intentar salir del baño, aún cuando prácticamente le faltaban todos los órganos — Sánchez se levantó y abrió la puerta del baño — parecía querer buscar algo y creó que ese algo era esto.

Rubiano se acercó y vio que la habitación estaba repleta de productos de limpieza.

— ¿Limpiador compulsivo?

— Lo dudo — Sánchez siguió apuntando en su libreta — olvidó limpiar ese vómito verde.

Rubiano miró hacía donde su compañera le señalaba y vio un enorme vómito verde que era devorado por diversos insectos, algunos vivos, otros muertos.

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