Allí estaba, dispuesto a hablarle después de tantos años. Había reunido todo el valor que poseía para esta tarea, era la ultima oportunidad que tendría, pues ella se iría al día siguiente a un país lejano y tal vez nunca volvería a verla.
Con paso torpe pero seguro se acercó entre la multitud, su corta y rojiza cabellera lo guiaba como una brújula guía a un marinero, lo atraía como el polen a las abejas y le parecía tan hermosa como una tenue llama de fuego en medio de la noche. Bajo la colorida iluminación podía ver su rostro, tan dulce, tan tímido, perfecto ante su humilde mirada. Por un momento ella pareció notarlo en medio de la gente, el gris de sus ojos impacto en los suyos como un golpe, la valentía lo abandonó dejando espacio para la vergüenza y timidez.
No podía hacerlo.
Dio un ultimo vistazo a la dueña de sus sueños y abandonó la fiesta con un nudo en la garganta.