CUENTO +Cantó y cantó...+
Un nido de pajarillos vivía en un árbol cerca de una zona industrial, siempre con maquinas sonando, señores discutiendo sus horribles labores y maldiciendo todo lo que produjera sombra.
Pajarillos cantaban tranquilamente desde el nido, su madre protegía sus crías, mientras el macho había salido por comida.
No se podría decir si era una actitud extraña en esta familia de pajarillos, y sin embargo ¿Quién podría decir que lo era? No se puede asegurar el actuar de una especie bajo toda una generalidad.
El macho había viajado por muchos lares, surcado demasiados lagos y charcos de agua, atravesó varios climas y dejó caer en sus alas torrenciales y feroces gotas de lluvia.
Todo el viaje valió la pena y logró conseguir comida, lombrices, mejor dicho, para sus crías y su amada hembra.
No era común ver a un nido de pajarillos tan unido, aunque en realidad, hubiera más que rencor entre ellos.
Las crías eran inocentes, pero más temprano que tarde heredarían el sentimiento de rechazo mutuo que la hembra y el macho, padres y compañeros de largos años, se tenían encarnizadamente. Todas las crías, o mejor dicho, tres de ellas, crecieron y vieron como la hembra maltrataba al macho. Los alaridos y canticos eufóricos, enervados, indescriptiblemente atroces, que la hembra lanzaba hacia el macho; padre de ellos.
A pesar de que los tres, parecían actuar igual que la pareja. Sentían rechazo mutuo entre ellos.
Se preguntarán ¿Tres de ellas? ¿Acaso había más crías? Había una más, si que existía, pero en realidad parecía no existir. Era torpe en su actuar y andar; es como si tuviera retraso mental.
Al final de todo, terminó siendo solo un adorno para la familia, un animal que jamás brillaría en la vida, pereciendo antes de ser de valor.
Pero, por más inútil que sea o que fuera esa cría, veía que sus dos padres, el macho y la hembra, por igual y sin excepciones, discutían y daban alaridos horridos entre ellos; en realidad, los dos parecían odiarse a muerte.
Llegó el día que tanto ansiaban los miembros de esa familia de pajarillos, aquel en donde los constructores dejarían el lugar y por fin, dejarían descansar a los pajarillos del nido.
No obstante, en el momento que uno de los trabajadores dejó el lugar, por accidente golpeó el árbol donde reposaban los pajarillos.
Todo el temblor que produjo el golpe, dejó caer a todos los pajarillos, quienes en corto y perezoso, cayeron. Las crías útiles y el macho salieron volando, buscando un nuevo hogar, abandonando a la cría inútil y a su progenitora.
Ella caía y caía de las alturas, protegiendo entre sus brazos a la inútil cría. En el momento que su espalda tocó el suelo y se rompía en pedazos, la cría inútil se dormía, feliz de seguir con vida, a lado de su madre.
Empezó a llover y no obstante, la pajarilla hembra empezaba a lagrimear.
Gritaba "ayuda, ayuda, ayuda" adolorida sin poder moverse. La cria inútil, a pesar de no saber nada, sentía la desesperación y el dolor de su madre.
La cría inútil intentó llamar la atención de las demás parvadas de pajarillos, sin mucho éxito.
Tanto la pajarilla como su cría, pidieron auxilio.
No hubo respuesta.
El hambre consumió a la hembra y a pesar de lo lamentada que estuviera, su cría no tuvo miedo de lo que su madre hiciera con él.
La hembra se comió a su propia cría; era, quizá, el platillo más doloso y poco apetitoso que haya comido.
Por más que su hambre desapareciera, su culpa se acrecentaba con el tiempo. Ahora no solo gritaba por ser salvada de su dolor, si no también, socorrida por su culpa. Todo era una tortura que le hacía llorar, lagrimear a raudales y lamentarse sin sentido.
Chillaba sin éxito por mas despejado, silencioso y lleno de aves que fuera el día. Cantó y cantó... Pero nadie la escuchó... todo eso, hasta que finalmente, murió...
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