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La dedicatoria

Personaje: Saori x Freyr, Julián, Sorrento

Notas: Continuación de "El ponente" partes 1 y 2.

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La dedicatoria

En alguna ciudad de la Costa Este

Estados Unidos

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Sorrento volvió a su habitación de hotel apenas pudo tratando de no mirar atrás e ignorando las protestas de su jefe quien, evidentemente, no iría trás de él pues el lugar donde estaban hospedados estaba un par de calles más abajo. Julian lo estaba pasando muy bien en compañía de su bonita cita y no deseaba importunarle, más que nada, por el hecho de que al empresario le costó mucho que la chica aceptara estando seguro de que lo mandaría de regreso a Atlantis, sin escalas, si le arruinaba la noche.

Apenas entró en la silenciosa y oscura suite, trató de no cerrar la puerta con violencia sintiendo una ola de sentimientos encontrados: enojo, tristeza, decepción e intriga.

Enojo porque toda la situación con la diosa no salió como deseaba a pesar de haberlo planeado por semanas analizando todos los posibles escenarios. Tristeza, ya que era incierto si Saori Kido asistiría a su recital de música en el Hall del Centro de Artes de Bostón pese a que deseaba contar con la presencia de la joven. Decepción porque no podría invitarla personalmente por estar acompañada por un asgardiano que no hacía más que arruinar sus planes e importunar con su desagradable presencia.

Aquel sujeto simplón y atado a cientos de leyes internas le causaba mucha intriga. ¿Cómo se daría aquello o por qué comenzó siquiera? No tenía sentido y la aparición inesperada del rubio resultaba un inconveniente mayor con el que no había contado; aquello rumiaba y rumiaba en su cabeza sin parar yendo a un lado y otro de la habitación darse un segundo de sosiego sacándose la ropa arrojándola con violencia a los muebles más cercanos.

—Esto es... ¡No puedo creerlo!

Tomó asiento un momento después sintiendo como su respiración se normalizaba así como los latidos de su corazón. Sorrento se dejo caer en el respaldó del sofá sintiéndose demasiado triste para continuar molesto con todo lo que lo rodeaba reposando su cabeza en ambas manos por varios minutos sin pensar en nada más. Trató de sacar los pensamientos de su cabeza sin ahondar más en ello, no más por esa noche, se dijo cansado tratando de contener un par de lágrimas.

Estaba fatigado por pensar tanto odiando por no poder lidiar con aquello con más diplomacia.

La música era el eje de su vida sin embargo, últimamente se había visto muy limitado de inspiración e ideas para nuevas composiciones topando con pared al querer emular el arte de sus grandes ídolos: Mozart, Bach, Haendel, Beethoven, etc. Aquellos hombres del pasado habían logrado componer grandes piezas de música atemporales siendo ese su mismo deseo encontrando a su musa donde menos lo esperaba: en la figura de la diosa helénica. No solo Atena, sino la misma Saori como tal, le habían inspirado para componer una de sus primeras piezas, de igual forma, la más hermosa y heroica entre las varias de su autoría.

La primera vez que la vio como parte del público en su primer recital le sorprendió mucho ya que no esperaba una presencia como aquella. No era la primera vez que la hermosa mujer atraía su atención ya que, hace mucho tiempo, unos diez años más o menos, el cosmos y bella voz de la diosa cubrió Atlantis durante el clímax de la ardiente guerra santa.

Una voz como ninguna y superior a muchas de las más grandes cantantes de la historia inundó sus corazones con una plegaría elevada al dios Poseidón suplicando que parara, que ya había sido suficiente logrando conmover el corazón de Sorrento como nadie hasta ese momento tratando de memorizar la pieza lo mejor que pudo pese a que Kanon le importunó con sus comentarios impidiéndole gozar de la canción.

—Siempre fui el chiquillo centrado en sus asuntos, el que vaciaba sus sentimientos en alguna bella melodía sin sentirme realmente atraído a nada ni a nadie, pero ahora...

Siempre se consideró a sí mismo un "nerd" de conservatorio que todo el tiempo tenía las narices metidas en sus partituras sin prestar atención a las personas que lo rodeaban. Cuando salía de gira, patrocinado por Julian, era igual. Muchas jóvenes muy bellas y de diversos estatus sociales se acercaban a él deseosas por compartir algo de su fama, de su tiempo y, a veces, Sorrento las complacía con una que otra velada sencilla y sin mayores pretensiones encontrando a esas personas poco interesantes sin pasar jamás de una cena a otros escenarios más íntimos.

Después de verse impresionado por una diosa durante uno de los momentos más importantes de su vida, las demás chicas que iba conociendo le generaban poco interés.

Tras volverla a ver en Londres es que decidió vaciar su inspiración en una bella sinfonía, una "Serenata heroica para flauta y violín" especialmente para ella a la cual dedicó días y días enteros tratando de recrear aquella melodía que cubrió los cielos de Atlantis con la misma intensidad y emotividad con la que ella la interpretó desde el fondo de su corazón.

Sabía que Julian lo miraba con extrañeza todo el tiempo pues ni siquiera el joven empresario llegó a tanto cuando intentó cortejarla muchos años atrás saliendo con ella unas dos o tres veces quizás. El magnate, tras verse rechazado por Saori y libre de la influencia de su dios huésped, es que decidió emplear su tiempo y atenciones en otras personas con quienes tuviera mayor afinidad encontrándose en medio de las antiguas casas reales de Grecia y otros países.

La siguiente semana, su jefe estaría en Monte Carlo pasando el tiempo al lado de la bonita heredera de aquel ducado esperando formar parte de la casa real que aún existía en esa pequeña porción de tierra.

—No se trata solo porque sea una diosa —se dijo el músico austriaco poniéndose de pie buscando algo para beber en la nevera de la suite encendiendo la luz de una lámpara de mesa cercana—, se trata de que la diosa tiene algo que ninguna otra mujer que he conocido. Seguramente el asgardiano impertinente ya lo noto —se dijo molesto girando con fuerza la tapa del agua gasificada en sus manos—. No me interesa —repetía una y otra vez yendo de un lado al otro de la pieza—, pero, si deseo confirmar su asistencia y sacarme esta incertidumbre, debo volver al centro de artes e invitarla personalmente.

Solo quedaba eso, pasar por encima del asgardiano e invitarla al recital de música pues no tenia idea de donde estaba hospedada e intentar buscar ese dato sería una total pérdida de tiempo. Así que, tras armarse de valor, volvió al centro de artes tras revisar que su aspecto fuera de lo mejor borrando todo rastro de enojo.

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Cuando Sorrento regresó al hall donde se llevaba a cabo el baile, la encontró sentada en el mismo lugar y, aparentemente estaba sola, su corazón dio un respingo violento echando una breve ojeada a su alrededor encontrando al asgardiano varios pasos más allá hablando con otras personas, así como a su jefe Julían bailando con su acompañante dedicándole sus mejores y risueñas sonrisas.

—Es ahora o nunca —se dijo armándose de valor sorteando a los muchos asistentes que salían de aquí y allá aproximándose con paso regular sintiendo como su corazón estaba por explotar.

Saori esperaba pacientemente a su acompañante cuando, en medio de los asistentes, noto una cara familiar que se aproximaba a ella con paso decidido. Un rostro y ojos que le eran conocidos de mucho tiempo atrás así como le recordaban una o dos veladas musicales pasadas en sus viajes de negocios. Era uno de los marinos de Julían quien la miraba con interés.

—Buenas noches, señorita Kido —el joven hizo una leve reverencia mostrando sus mejores modales—. Es un placer inesperado verla aquí esta noche.

—Buenas noches Sorrento, veo que acompañas a Julian en esta ocasión. Hace tiempo que no sabía de ti.

—Lo mismo digo. No había tenido la oportunidad de saludarla en persona, ni siquiera esas dos o tres ocasiones en que la vi asistiendo a uno de mis recitales de música.

—Los recuerdo —respondió la joven sonriente invitándole a tomar asiento frente a ella—. Me habría gustado dejar una nota alabando sus extraordinarios dotes musicales. Ese evento en Londres, en el palacio de la ópera, fue una experiencia memorable. Me alegra mucho ver como ha impulsado tanto su carrera.

Un rubor se dejó ver en las mejillas del marino quien desvió la mirada rápidamente pues no deseaba que sus evidentes emociones le delataran incomodandola y estropeando el momento.

—Muchas gracias por el comentario. De hecho, estoy en Boston porque me presentaré nuevamente en un par de días en este lugar como parte de las actividades de una organización filantrópica. ¿Sería posible que me honrara con su presencia? —en este punto su corazón estaba impidiendo que respirara con normalidad ya que muchas cosas esa noche estaban en juego y dependían de su respuesta.

—Déjeme pensar... —la joven se tomó un tiempo guardando silencio un instante— Si, aún estaré por aqui, creo que no habrá inconvenientes con mi agenda. Asistiremos sin falta.

—¿Asistiremos? —pensó Sorrento con desagrado manteniendo su buena actitud— Me alegra saber que estará presente. Le dedicaré una de mis mejores piezas, una compuesta en honor a usted.

—¿De verdad? —respondió Saori agradablemente sorprendida— Me halagan sus palabras.

—Aquella plegaria elevada a los cielos de Atlantis durante nuestra guerra santa dejó una huella imborrable en mí, debía capturar el momento en una hermosa pieza de música.

Saori lo observó con los ojos muy abiertos dibujando una sonrisa discreta mientras se ruborizaba un poco. Había olvidado ese momento por completo quedando impresionada por las palabras del joven músico pues él lo recordaba claramente enmarcando el momento en una composición dedicada a ella. Seguramente el escucharla le haría rememorar, no solo la batalla en sí, si no todo lo que estuvo en juego y que se pudo recuperar afortunadamente.

—Es el primero que me dedica algo asi... No sé qué decir —indico apenada en voz baja.

—Con que la pudiera escuchar me haría feliz... Perdone, si pudiera asistir y escuchar la pieza, me honraría.

—Cuenta con ello, Sorrento.

Estuvo a punto de decir algo inapropiado conteniendose oportunamente. Ella estaría ahí entre los asistentes esperando que la chica eligiera el palco más cercano frente al escenario donde él haría su mejor interpretación; lo daría todo esa noche aún más que su incipiente acompañante. Le pasaría al asgardiano por encima ya que llevaba una clara ventaja, o eso creía el joven músico: era el primero que componía una melodía para ella.

—La veré entonces —Sorrento se puso de pie apenas noto en los ojos de ella que el nórdico venía de regreso—, que pase buena noche.

—Hasta luego, Sorrento.

Se giró sobre sí mismo al alejarse unos pasos observando con melancolía como el rubio tomaba asiento al lado de la diosa dejando un beso en su mano mientras acariciaba suavemente la espalda de la joven.

—Al menos di este paso —se dijo el músico sintiendo que una mano se posaba en su hombro derecho.

—Así que volviste —Julian le susurró discretamente al oído—, vi que huiste de la sala hace un rato y ahora veo claramente por qué volviste.

—Solo regrese para invitar a alguien a mi recital de música.

—Si, por supuesto...

—Me retiro por esta noche. Si me disculpas, estoy muy cansado —Sorrento no dijo más encaminando sus pasos a la puerta principal.

—Ay amigo... —pensó Julian compasivo— Estas a punto de meterte a un callejón sin salida, pero ya lo hablaremos mañana.

Julian pasó toda la noche bailando con su acompañante antes de volver a su hotel durante la madrugada.

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El empresario estaba en la salita de la suite disfrutando de su desayuno aquella bonita mañana cuando Sorrento salió de su alcoba. No quería decirle a su jefe que no había podido dormir dando vueltas y vueltas a sus disparatadas imaginaciones, las cuales, lo llevaron a parajes exagerados y fuera de contexto.

—Buen día, Julian —le dijo tomando asiento delante de él mientras el mesero privado le servía.

—Buen día.

Julián esperaba el mejor momento para tener una charla de "hombre a hombre" con su buen colega quien, parecía estar severamente confundido o, quizás él mismo estaba malinterpretando las cosas. Apenas el mesero terminó de servir, se retiró de la suite cerrando la puerta tras llevarse el carrito de servicio.

—¿Todo bien amigo? Veo que pasaste mala noche

—Si Julian, todo en orden. ¿Por qué la pregunta? —Sorrento evitó los ojos de su patrocinador mientras untaba un poco de mantequilla en un bollo.

—Escucha... te vi charlando anoche con Saori luego de tu repentino ataque de celos —comenzó a decir el magnate bebiendo café levemente—. ¿Qué pretendes amigo? Sé honesto: ¿quieres invitarla a salir o solo que asista al recital de música?

—¿De qué hablas? —respondió turbado por lo directo de las preguntas— Solo la invité a mi recital, solo eso. Ella ha asistido un par de veces y pensé que sería buena idea ya que compuse una pieza para ella.

—Sorrento, todo el recital está dedicado a ella. Por eso mi pregunta pues está más que claro que Saori tiene los ojos puestos en otra persona.

—Si, eso ya lo sé —replicó molesto—, pero no importa. Mientras asista, es suficiente para mi.

—¿De verdad?

—Si, ¿a qué vienen tantas preguntas?

—Es que nunca te había visto comportarte así. Te he presentado a muchas chicas lindas y a ninguna le has compuesto canción alguna además de que nadie te había puesto celoso de esta forma.

—No son celos.

Julían le dedicó una larga mirada esperando que este dijera algo más, pero no fue así. El hermetismo de Sorrento confirmaba que estaba celoso de ver como la única mujer que había llamado su atención, y con quien parecía tener un crush espontáneo y secreto, estaba interesada en alguien más y diferente de su buen amigo. Irónicamente, el interés de Saori era una persona que ella tampoco podía tener, así que todos a su alrededor estaban en una situación complicada y casi divertida .

—Así las cosas... Ojalá compusiera música para mí, al menos —pensó Julian sin añadir más—. Bien, entonces debemos concentrarnos en que el recital sea un éxito. Las recaudaciones para los hospitales, centros comunitarios y demás, saldrán de ahí.

—Lo sé, tengo la mente enfocada en eso.

Sorrento no añadió más indicando que estaría fuera todo el día dedicando su tiempo a ensayar con los músicos de la orquesta local. Todo debía salir de acuerdo a sus planes e itinerario, pero, más que nada, la música debía quedar espectacular y a la altura de la persona a quien dedicaba la sinfonía.

Aunque un nuevo pensamiento apareció de pronto en su mente a raíz de la conversación: una vez que Saori acudiera a su recital, ¿qué sucedería después? Es decir, ¿su fijación con ella terminaría o le inspiraría a crear nueva música? Aunque, secretamente, él había anticipado las pasadas semanas que el recital sería un especie de trampolín para invitarla a salir o, al menos, esas eran sus intenciones.

En sus ensoñaciones compartiría una velada con ella escuchando lo que tuviera que decir respecto a su música, él pondría mucha atención a sus palabras buscando nuevas ideas y horizontes para sus composiciones y la joven sería su musa de ahí en adelante. Sin embargo, la chica era la musa de alguien más no deseando anhelar a alguien que estaba tan lejos de su alcance.

—Por lo menos lo intentaré —se repetía una y otra vez poniendo más y más empeño en su interpretación imaginando que ella estaba en el palco más próximo ovacionandole solo a él.

Esas ideas le llenaban de ánimos para continuar evadiendo lo que era la cruel realidad.

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Saori y Freyr caminaban sin prisas gozando de aquella bella mañana por el amplio parque de Granary Burying Ground acompañados por un agradable silencio mientras iban por el desolado camino tomados de la mano. La joven empresaria envio a su mayordomo a una tarea que le tomaría, por lo menos, todo el día consiguiendo deshacerse de él.

Tomaron asiento por un momento dedicándose una larga mirada seguida de algo más que una simple caricia. El mundo de ambos daba vueltas luego de haber cruzado ese peligroso límite la otra noche durante el evento quedando asi por un largo momento estrechándose fuertemente. Saori sentía el rostro encendido aferrándose a su compañero tocando levemente sus labios riendo un poco retomando una plática pendiente ignorando los pormenores del paso que acababan de dar.

De las cosas en las que no deseaban ahondar.

—¿El recital de música filantrópico?

—Si —Saori le mostró el panfleto que circuló la noche anterior entre los asistentes al baile de gala, justo después de que Sorrento se marchara del lugar—. El músico intérprete me invitó personalmente.

—¿Ya lo conocías?

—Si, es un intérprete virtuoso, tuve la oportunidad de escucharlo por primera vez cuando visite Viena varios años atrás y lo hace estupendamente.

Saori había compartido aquella historia con su acompañante en alguna ocasión complementando el relato con la invitación personal al recital así como el hecho de que ella le había visto interpretar, por casualidad, en dos ocasiones en los pasados años. No obstante, el detalle de que una de las piezas estaba dedicada a ella lo mantuvo oculto no por mostrar desconfianza a su compañero, si no por el hecho de que tendría que explicar donde obtuvo Sorrento la inspiración y quien era él realmente.

Freyr, como cualquier otro asgardiano, no veía con buenos ojos a todo aquel que fuese allegado al reino de Atlantis. Julian Solo era una excepción ya que en Asgard no se le registraba como el dios Poseidón si no como alguien que estuvo poseído por él, así como lo fue Hilda. Sin embargo con los marinos la situación era diferente ya que se creía que participaron en la batalla por cuenta propia tomando a Kanon como referencia directa.

Nadie en Asgard estaba al tanto de que Sorrento, el marino de Sirenia, era el mismo que tocaba virtuosamente la flauta presentándose en diversos foros alrededor de Europa sin haber pisado Noruega ni una sola vez. Saori no quería problemas asi que mantuvo muchos detalles en secreto, al menos por ahora.

—Si dices que es tan buen músico —comentó Frey de pronto observando el horizonte—, entonces valdrá la pena escucharlo en persona.

—¡Estupendo, te encantará ya verás!

Ambos acordaron asistir al evento que se llevaría a cabo al día siguiente por la noche en el centro de artes de Boston.

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Sorrento se preparó con entusiasmo desde temprano ya que el tan ansiado día de su recital de música había llegado no queriendo reconocer que los pasados días su mente había gozado de cierta paz al no tener a la diosa cerca. No obstante, el momento de verla entre los asistentes estaba a pocas horas. No quería verse ansioso aunque, lo cierto, era que sus nervios estaban destrozandolo por dentro soportando las ganas de pedir a alguien que revisara entre los asistentes si ella ya estaba ahí.

—Sorrento... —Julian se presentó en su camerino poco antes del comienzo del evento— Espero que esta noche tengas la mente donde debe ser y no en cierta persona que no has sacado de su mente todos estos días.

—Te equivocas —respondió seguro de sí mismo—, he tenido la cabeza en mis ensayos y para nada he pensado en eso que dices.

—Si claro... En fin, mucha suerte esta noche. Estaremos en el primer palco a la izquierda del escenario ovacionando tu trabajo.

—Gracias Julian.

No pudiendo contenerse más, el músico austriaco pidió a uno de los acomodadores que mirara entre los asistentes en búsqueda de cierta joven de cabellos lilas a quien proporcionó una descripción detallada. El acomodador salio de prisa mientras Sorrento se miraba en el espejo una y otra vez intentando no morderse las uñas esperando que ella ya estuviera ahí.

No deseaba pensar en el futuro ni cuestionarse qué sucedería después, tan solo quería que Saori Kido se presentara, ya fuera con el molesto asgardiano, solo quería que ella estuviera ahí esa noche ya que sería una presentación una única fecha.

—La joven está entre los asistentes, en uno de los palcos a la derecha del escenario.

—Ya veo... muchas gracias.

Sorrento tragó duro. Saori ya estaba en el escenario del centro de artes de Boston esperando que el espectáculo iniciara. El joven no quería saber si estaba acompañada o no, eso no le importaba ni un poco, solo que ella le escuchara con atención y, en cosa de unos minutos más, la obra dio inicio.

El músico salió al escenario conteniendo sus nervios y mostrándose seguro de sí mismo haciendo una reverencia al quórum quien aplaudía dando inicio a la "sinfonía heroica para flauta y violín" a la cual dedicó un esfuerzo y entrega mucho mayor que en todos los ensayos previos. Quería mirar a Saori frente a él, en el palco a la derecha, pero no tenía el valor limitándose a levantar la vista levemente notando que la chica estaba ahí mirándole con atención.

Esperaba que la diosa estuviera complacida con la representación de aquella hermosa plegaría interpretada por ella en lo profundo de Atlantis.

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FIN

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*Notas: No es necesariamente el final ya que planeo continuarla pero será más adelante.

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