El Ponente, p2
Personaje: Saori x Freyr, Julían, Sorrento
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El Ponente
parte 2
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Asgard
Freyr leía con calma aquella carta que recolectó personalmente el día anterior en la ciudad más cercana, Tromsø. Una expresión risueña se dibujó en sus facciones al sacar el delicado papel de los sobres que lo protegieron durante el largo viaje desde el oriente. Ella la había enviado semanas atrás, Saori, su bella amiga de los cabellos lilas, expresivos ojos y hermosa sonrisa.
El noble asgardiano se encerró en su despacho a leer su esquela alejado de todo ruido y distracciones del exterior. Las palabras de Saori merecían su entera atención las siguientes horas, tal y como hacía con cada carta que recibía. Apenas se reencontraron durante aquella ponencia hacía un año, comenzaron a intercambiar correspondencia con mucha frecuencia aprovechando que él tenia un permiso permanente para salir de Asgard con facilidad. Sus viajes a Tromsø los hacía más por el deseo de pasar por la oficina postal ansiosobuscando en su apartado secreto de correos, una carta venida desde lejos.
Jamás descuidaba sus responsabilidades como diplomático, no obstante la alegría al leer buenas nuevas le animaba mucho más.
Seis meses atrás, es que ambos decidieron volver a verse eligiendo una ciudad ubicada a medio trayecto entre Europa y Japón. Así, ambos agendaron una reunión en Vancouver donde se quedaron en el mismo hotel, aunque en habitaciones diferentes, encontrándose desde el desayuno pasando todo el día juntos hasta volver a sus habitaciones por la noche. Aprovechaban los eventos que debían cubrir para darse ánimos y por las tardes acudían a funciones al teatro o salían a cenar gozando de esos breves momentos en la compañía uno del otro.
—Acudiré a una serie de ponencias en los Estados Unidos —anuncio Freyr mientras Saori lo observaba atenta dejando su taza de té sobre la mesa—. Me han invitado como conferencista en un ciclo de seminarios Globales. Asistirán personas de todo el mundo, ¿quisiera saber si ya fuiste invitada?
—Aún no lo sé, Tatsumi no me ha informado nada al respecto, pero no es problema. Podría unirme como parte del quórum los días que expongas delante de todas esas personas —respondió sonriente.
—Me gustaría mucho que acudieras —ambos se dedicaron una larga mirada por varios minutos antes de continuar con sus alimentos.
Se quedaron en silencio un momento contemplando la vista desde el bonito hotel canadiense donde estaban hospedados, luego charlaron un poco más sobre las actividades de Freyr apenas les llevaron un pequeño postre para compartir.
—Los consejeros de Asgard seguro estan agradecidos con las actividades que haces para el pueblo, por su bien.
—Nuestra comunidad se ha visto beneficiada gracias al incremento del comercio hacía el exterior. Nuestras artesanías ya se venden por toda Noruega.
—Eso me alegra.
—Sin embargo, los consejeros no ven con buenos ojos el que salga con tanta frecuencia, a pesar de que no recibo ningún financiamiento proveniente de las arcas de la ciudad.
—¿De verdad, nadie te apoya con los viajes que realizas aún siendo en representación de Asgard?
—Es correcto —respondió Freyr con calma—, no recibo ni un céntimo como apoyo para viajar, todo lo que hago ha sido iniciativa mía y lo pago de mi bolsillo. Jamás uso el dinero del pueblo, pese a que gracias a todo lo que he hecho, hemos recibido ingresos importantes del exterior.
—No tenía idea, lamento mucho esa falta de interés por parte de ellos.
—Está bien. Cuento con el apoyo de las personas que me importan —continuó tomando una de las manos de Saori entre las suyas—, con eso es suficiente.
La joven sonrió de nuevo y ambos acordaron verse en aquella ciudad de la Costa Este estadounidense en la fecha indicada quedando confirmado su siguiente reencuentro. Apenas Freyr volvió a casa, recibió una carta nueva cada poco tiempo siendo la misiva entre sus manos, la que confirmaba que Saori saldría en pocas horas rumbo a América.
El joven sonrió revisando que su equipaje estuviera listo estando impaciente por viajar luego de una larga temporada en casa disfrutando la visita de su hermana Freya quien, luego de contraer nupcias un año atrás, estaba de visita en el hogar paterno ya que dentro de pocos meses añadiría un nuevo miembro a la familia. Freyr comunicó a Saori esta buena noticia apenas lo supo.
El hombre guardó la última carta recibida en una caja secreta oculta dentro de una gaveta, donde colocaba todas las cartas enviadas por la chica de los cabellos lilas ya que era correspondencia secreta.
Nadie en su casa, ni siquiera Freya, sabían que era ella quien le mandaba esas cartas. Nadie en Asgard estaba al tanto de la correspondencia que recibía, Freyr había logrado mantenerlo en secreto ya que, si alguien en la ciudad, se enteraba que recibía cartas del exterior, se le mandaría llamar ante los consejeros en el palacio Valhalla donde recibiría una interminable letanía al respecto.
Una en donde le pondrían un alto a su contacto no profesional con Midgard, la tierra y habitantes fuera de Asgard.
El joven lanzó un largo suspiro sintiéndose afortunado y presionado por mantener el secreto. Las leyes del reino eran muy claras al respecto: todo trato con extranjeros estaba prohibido así fuera por escrito. Freyr tenía ciertas concesiones al respecto siendo solo correspondencia de trabajo la que tenía autorizado recibir.
Las cartas de Saori debían estar resguardadas bajo llave en todo momento.
Tras depositar la carta en su caja secreta, salió de su despacho sintiéndose muy bien sin percatarse que Freya lo observaba desde el otro extremo del pasillo. La joven se preguntaba por qué su hermano mayor sonreía de oreja a oreja con expresión soñadora en su rostro. Aunque, quizás ya lo sabía.
Por los pasillos del palacio se rumoreaba que la señorita Flare, hermana menor de Hilda, recibía mucha correspondencia. Quizás, pensó Freya, era su hermano quien se carteaba con la bella joven. Sin embargo, había que ser paciente y no forzarlo a revelar su secreto. Al menos no por ahora.
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En alguna ciudad de la Costa Este
Estados Unidos
El magnífico Hotel tenía vista a la bahía de Massachusetts, desde su habitación se alcanzaba a ver el mar y las actividades de los visitantes a las playas cercanas. Freyr sonrió un poco sintiéndose culpable por disfrutar demasiado de esos viajes que le permitían recorrer ciudades donde salía el sol cada mañana, el clima era estupendo y podía perderse en el anonimato ya que nadie a su alrededor lo conocía.
El aire salado de la bahía mientras caía la tarde, le invitaba a gozar de la velada acompañado por alguien especial.
Las ponencias del día habían terminado y, tanto a él como a Saori, les esperaba una cena importante en el bonito salón más grande del Instituto de Arte Contemporáneo donde se llevaban a cabo los importantes seminarios ofrecido por una reconocida organización mundial. Tras observar rápidamente su reloj de muñeca, notó que era tiempo de esperarla en el lobby del hotel, se puso en marcha tras cerrar la puerta del balcón.
Tomó asiento en una de las bonitas y cómodas sillas de la recepción observando la zona de los ascensores.
—Siento haberte hecho esperar —Saori se dejo ver por el ascensor central dejando a su acompañante boquiabierto por su bello atuendo blanco con rosa pálido.
—Pensé que... Tatsumi te acompañaría —dijo de pronto saliendo del trance intentando articular palabras y oraciones.
—No —dijo la joven sonriente—, lo deje encerrado bajo llave en el armario. Vamos, que se hace tarde.
Saori no perdía oportunidad de deshacerse de su mayordomo siempre que ella y Freyr tenían alguna salida juntos o deseaban pasar un tiempo sin la presencia de aquel tercero en discordia. El joven le dio el brazo a su bella acompañante mientras ambos se dirigían al auto que ya les esperaba fuera del hotel para llevarlos al Hall del Instituto de Arte.
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Aquel baile que se llevaba a cabo a inicios de Octubre, recibió a la joven empresaria y al emisario de Asgard en el salón más grande y bellamente decorado del edificio. La recepción era privada, lo que garantizaba que no habría fotógrafos de la prensa cerca ni tendría acceso alguna persona no autorizada al evento.
El gran salón era de techo muy alto, de paredes blancas y amplias ventanas de marco dorado al mismo tiempo que una serie de columnas circulares aparecían cada tantos metros entre una ventana y otra. El piso era de mármol pulido que resplandecía bajo el brillo de las altas y alargadas arañas que colgaban del techo. El salón estaba dividido en la parte donde estaba colocada la pista de baile, la zona donde los invitados podían sentarse a charlar gozando de alguna bebida o bocadillo traído por los meseros que se deslizaban entre los sillones, sillas y la gente que llegaba constantemente.
Apenas entraron al lugar observando todo a su alrededor, buscaron donde sentarse un rato antes de que Saori llevara a su compañero a la pista de baile. A esas alturas, la joven empresaria sabía que en cualquier momento se acercarían dos o tres personas importantes a charlar con Freyr como sucedía cada vez que acudían a eventos como ese. A esas alturas de su trato, lejos de molestarle, le llenaba de orgullo el prestigio del que éste gozaba hoy día.
Ocurrió tal cual ella predijo pues, en cosa de pocos minutos, tres personas se aproximaron a ellos siendo invitados a tomar asiento y acompañarlos por un momento. Mientras Freyr y los recién llegados intercambiaban opiniones sobre este y el otro tema, Saori contempló a su alrededor a los demás asistentes encontrando dos que tres caras familiares.
En particular, una resaltaba más que otras no estando segura si lo había visto esos días como parte de los asistentes a los seminarios llevados a cabo, pues no había reparado en él hasta ese momento. Su cabello azul, su actitud despreocupada y parecía estar muy bien acompañado por una joven bella cuya foto habrá visto en las revistas alguna vez.
Julian Solo resplandecía como cualquier otro momento vestido con su traje claro de tres piezas presentando a su atractiva compañera a quien se acercara a saludarlo. Detrás de él, a pocos pasos, se encontraba su asistente –o algo así creía ella– Sorrento, el marino de sirenia quien también se le veía entusiasmado por estar ahí.
La joven sabía que ese chico era intérprete de música clásica, quizás ofrecería algún recital en la ciudad o algo por el estilo, pensó sin dar más importancia enfocándose en los hombres que los acompañaban. Sabía bien que Julían no la inoportunaría o se aproximaría a saludar siquiera pues estaba muy enfocado en otras cosas desde su primer y desafortunado encuentro ocurrido diez años atrás.
No obstante fue Sorrento quien se percató de la presencia de la joven diosa observando discretamente donde se encontraba, pues días atrás esperaba fervientemente que ella acudiera a los seminarios o algo sorprendiendose gratamente al confirmar que asi era aunque no fuese conferencista en esa ocasión. Saori Kido era una más de las invitadas, no obstante algo en esa escena le pareció chocante pues todo indicaba que era acompañante del hombre rubio a su lado.
El marino observó con desagrado que la persona a la que él deseaba ver, iba en compañía de otro hombre, uno al que jamás había visto.
—Sorrento —susurró Julian tocándolo suavemente del hombro—, ¿qué sucede amigo, te noto distraído?
—Mirá hacia allá —indicó el chico de los cabellos lila con discreción.
—Oh vaya, es Saori, no pensé que sería parte de la lista de invitados. No vi su nombre por ninguna parte.
—Creo que acompaña al hombre a su lado.
—Ya veo —Julian abrió mucho los ojos al percatarse de quien se trataba—, no sabía que tenía esos gustos exóticos —continuó mientras Sorrento le dedicaba una mirada de extrañeza—. El sujeto rubio ha dado ponencias en diferentes ciudades de Europa, es un representante de Asgard.
—¿Asgard?
—Si, no entiendo por qué pierde su tiempo con él si te soy honesto. Según recuerdo, las leyes asgardianas son estrictas en lo que respecta al trato con extranjeros. En fin... no es nuestro asunto, ven te presentaré con unas personas importantes.
—Eh... si.
Sin embargo, la atención de Sorrento continuaba puesta sobre la bella joven de los cabellos largos y lacios; en cómo sus hermosos ojos se posaban cada tanto en su acompañante dirigiendole, no una, sino varias miradas risueñas y este parecía corresponder todas y cada una de ellas dedicando una sonrisa o bien tocando suavemente su mano.
—Que desafortunado... —pensó el austriaco víctima de un especie de hechizo que le impedía quitar los ojos de la escena.
Si bien, tanto Saori como el asgardiano, charlaban amenamente con otros invitados, Sorrento podía sentir la conexión entre ambos a pesar de estar, literalmente, al otro lado del salón. El presenciar aquel espectáculo le hizo sentir sumamente incómodo y con deseos de retirarse del lugar cuanto antes.
—Vamos, tranquilízate —se decía tratando de prestar atención a Julian y las personas que lo rodeaban fingiendo lo mejor que podía cerrando los ojos para no ver aquella escena aún grabada en su mente.
Deseaba con ahínco ver a la diosa, a Saori Kido, pues desde hacía tiempo, quería interpretar para ella una bella melodía compuesta especialmente para la diosa. Sin embargo, si el molesto asgardiano planeaba quedarse varios días hasta su recital de música, su plan se estropearía. El sabía con antelación que la joven estaría presente esa noche, su idea era hacerse el aparecido fingiendo un encuentro casual para invitarla personalmente al recital de música que tendrá lugar en dos días.
En los pasados años se la topó por casualidad en el teatro de la ópera en Viena sin poder charlar con ella ni nada, misma situación se repitió en Covenant en Londres hacía unos cuatro años más o menos. Sorrento tardó bastante en armarse de valor para invitarla personalmente como para que todo se fuera por la borda gracias al molesto conferencista representante de Odin.
Minutos más tarde, logró alejarse de Julián lo suficiente como para volver a la zona del salón donde estaba sentada la mujer notando que, tanto ella como su cita de esa noche, ya no estaban por ningún lado. Se aproximó al área de la pista de baile topándoselos justo frente a él.
La joven resplandecía en su hermoso vestido largo y amplio, su mirada, los accesorios en su cabello suelto; toda ella era como una revelación de la que Sorrento no podía apartar su visión pese a que los ojos de la chica estaban sobre otro hombre. El marino soñaba por lo bajo que Saori le dedicara una mirada similar mientras lo observaba interpretar para ella.
Desechó la idea enseguida ya que el corazón le latía con furia buscando volver con Julian sin mirar atrás. En vez de eso, optó por retirarse fingiendo no encontrarse bien.
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Saori no se había percatado de los ojos que la observaban compartiendo un vals con Freyr, cosa que había deseado desde hacía tiempo, consiguiendolo apenas logró apartarlo de los molestos hombres que no dejaban de interrogarlo sobre esto y lo otro. Aprovechó la primera oportunidad para deshacerse de ellos y sacarlo a bailar.
—Me alegra mucho saber que, dentro de poco, serás tío. No imaginé que Freya estuviera esperando, te escuchabas tan emocionado en tu carta.
—Estoy feliz porque haya hecho un buen matrimonio con alguien respetable y que la ama. Creí que tardaría más tiempo en añadir más miembros a nuestra familia, pero ya estamos ahí —dijo sonriente.
—Mantenme al tanto, sé que será emocionante.
—Lo haré.
Tras bailar un par de piezas más, es que salieron a la amplia terraza por un momento tomando asiento en una de las cómodas sillas que estaban por ahí. Charlaron por un instante más antes de dedicarse otra larga mirada, una más intensa que las anteriores. Ambos estaban al tanto de todas las reglas y leyes que los rodeaban estando conscientes de que si cruzaban esa delgada línea entre sus evidentes sentimientos y todo lo que estaba prohibido, no habría marcha atrás.
No dijeron más tomándose de las manos sin dejar de mirarse, de sumergirse en el alma del otro por un largo rato. Después de todo, cruzar esa delgada y frágil línea se antojaba tentador.
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Continuará en "La dedicatoria"
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