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8. El reloj extraviado, P1

El reloj extraviado

Pareja: Shaina x Radamanthys

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Shaina despertó aquella soleada mañana sintiéndose indispuesta, la cabeza no le daba vueltas pero definitivamente no estaba como para salir a dar un paseo, la luz que se filtraba por la ventana abierta la deslumbraba haciendo que la joven se cubriera con las mantas sin ánimos de levantarse. Al observar el espacio a su lado noto que su acompañante temporal había marchado antes de que ella despertara o, ¿fue ella quien le pidió que se fuera?

No lo sabía bien ahora que lo pensaba con calma, la pregunta no era ¿qué paso anoche? Más bien el pensamiento que comenzo a rumiar su mente, apenas noto el vacio a su lado, era ¿por qué paso? Es decir, de todos los invitados de la fiesta, de todas las personas disponibles tenia que elegirlo precisamente a él. Las bebidas, el coqueteo descarado, los besos intensos que intercambiaron en un pasillo aledaño sin que nadie lo notara y, luego, la huida del evento sin ser vistos hacia un lugar más privado lejos de ahí completaron aquella travesura secreta.

Eso había sido todo. No recordaba con claridad el rostro de su acompañante ni había preguntado su nombre. Nada. Ninguno de esos datos eran importantes, únicamente la pasión desbordada del momento, de lo que habían hecho era lo que tenía en la cabeza en esos instantes. Lo que aún permanecía en su memoria a largo plazo era la ferocidad de este, algo de violencia para encender el fuego y llevarlos a ambos al frenesí, pero nada más al parecer.

Eso estaba muy bien pero... ¿por qué con él? Esa era la cuestión sin respuesta.

La joven se levanto pesadamente puesto que ahora tenía un dolor de brazos y piernas ligeramente molesto, se vistió con lo primero que encontró en sobre el mueble más cercano para bajar a la cocina y comer algo. Desconocía la hora, pero se veía que ya era bastante tarde, aunque siendo fin de semana no le importaba pues podría holgazanear el resto día para recuperarse de sus molestias.

—Vaya, miren quien decidió aparecer. Es más de medio día —Marin la observó desde el sofá frente a la escalera sujetando una taza de café o té mientras leía un libro en el lector electrónico—. Veo que lo pasaste muy bien anoche —indicó sonriente mirándola con picardía.

—Si... supongo que lo pase muy bien —respondió pensativa—. Sabes... ni siquiera sé por qué ocurrió todo.

Fue directo a la cocina evitando responder más preguntas, o cualquier comentario incómodo, seguida de su compañera quien iba pocos pasos detrás de ella.

—¿No recuerdas que, de pronto, te fugaste de la fiesta dejándome?

—No estabas sola, ibas con alguien más —respondió la joven de cabellos verdes con toda calma preparando un poco de café mientras llevaba algunas tostadas y mermelada a la mesita—. De haber ido las dos únicamente, no me hubiera marchado así sin más.

—¿De verdad? Tu amigo y tú tenían tal urgencia que... creo que ni siquiera paso mi nombre por tu cabeza.

—Por supuesto que... —Shaina sabía la respuesta aunque no quisiera decirlo en voz alta: Marin no cruzó por su cabeza durante toda la noche.

Había tenido aventuras en el pasado, era cierto, había salido con un par de personas luego de conocerse en alguna reunión de amigos y tal, aunque era la primera vez que se iba a la cama con un hombre al que, realmente, acababa de conocer. Mientras el café estaba listo tomo asiento delante de su amiga observándola sin saber qué decir.

—¿Al menos el sexo fue fantástico? —Marin no dejaba de mirarla inquisitivamente, divertida, esperando ponerla en un callejón sin salida solo para su satisfacción.

—Si, todo parece indicar que sí... —respondió en medio de una encrucijada, no encontraba la respuesta adecuada guardando silencio por un momento mirando a su amiga— No lo recuerdo bien, en la fiesta todo ocurrió tan rápido ni siquiera puedo decirte por qué me fui con él o que tenía de impresionante... no tengo idea.

—El tipo era uno de los amigos de Kanon —la revelación no había causado el efecto esperado pues Shaina la miró con calma esperando la información restante—. De hecho este se quedó sorprendido cuando los vio marcharse muy abrazados y todos los miraron abordar un taxi.

—¿De verdad? Dioses... que penoso, delante de todos los amigos de él. ¡Qué horrible! —dejo caer la cabeza en ambas manos por un momento para empezar a reír levemente, una risita que denotaba la travesura cometida— Bueno, ¡no importa, como haya sido seguro estuvo increíble! El amigo "sin nombre" debió haber hecho bien su trabajo, si es que no desperté de mal humor, o bien no lo corrí a patadas de la casa.

—Creo que deberías ser un poco más desconfiada y no darte a la fuga con desconocidos así nada más.

—Yo creo me inspiró confianza —respondió encogiéndose de hombros mientras bebía café y servía un poco más a Marin—, algo en la charla o en la interacción. No creo que debas preocuparte por eso, como sea estoy bien. No tiene importancia quien sería el sujeto en cuestión, pero puedo decir lo siguiente: me lo tiré y me gustó, supongo.

—¿No preguntarás a Kanon quién era, ni siquiera por curiosidad?

—¡No, por supuesto que no! Imagina que le llame para hacerle semejantes preguntas... correría enseguida a decirle a su amigo que tuve el atrevimiento de preguntar por él, no Marin, no tiene relevancia —respondió turbada—. Solo fue una noche y basta, la vida continua.

Tras el ligero desayuno fue que Marín se excusó ya que tenía una cita y debía marcharse cuanto antes. Shaina, por su parte, subió a su habitación para tratar de poner un poco de orden en medio de aquel caos notando que la ventana de la habitación estaba abierta, había olvidado cerrarla por la noche. Decidió ignorarla para retomar lo que hacía aunque el detalle llamaba su atención. La ropa que llevó el día anterior a la fiesta estaba en el suelo junto con sus zapatos altos; tras ir levantando las prendas fue que, debajo del vestido, se encontró con un accesorio que no le pertenecía: un reloj de pulsera de hombre.

Lo levantó mirándolo con curiosidad, pues la correa era ancha, de piel oscura y se veía de buena calidad, la enorme carátula era una de esas cosas que ya no se veían en esos días, era blanca sin dibujos y las manecillas doradas cuyo diseño era realmente bonito y estilizado se movían con lentitud. Un reloj análogo, se dijo, la mayoría de los relojes de pulsera que había visto recién eran digitales así que ese, en particular, tenía algo especial.

Y ese algo le decía que, quizás, en algún momento su dueño fuera a tratar de localizarlo. Al girarlo noto que no llevaba ningún grabado en particular, si acaso, una letra W en el centro. Quién sabe si sería la marca del reloj o la primera letra del nombre del amante desconocido. Lo depositó sobre la mesa de noche pensando qué hacer ya que, no deseaba levantar ninguna sospecha, nada que le diera a Kanon y sus amigos de qué hablar, adicional, a lo presenciado anoche. Por lo que, informarle que ella tenía el reloj era una pésima idea.

No quedando más opciones decidió dejarlo hasta que el dueño apareciera por sí mismo.

Si aquel desconocido deseaba recuperar su reloj perdido, pues tendría que ser él quien emprendiera la búsqueda. Sin más, luego de darse un baño rápidamente, se vistió con ropa cómoda bajando al salón de estar a buscar series en el servicio de streaming por el resto de la tarde.

Al mirar la repetición de una conocida serie americana fue que empezó a pensar, más a detalle, en la fiesta de anoche. Kanon llevaba unos dos o tres años cumpliendo 30, sin querer aceptar su auténtica edad, por lo que cada año celebraba por todo lo alto; ese año no fue la excepción así que invitó a un ejército de colegas suyos: caballeros de Atena, marinos de Poseidón, entre otros que ella no tenía idea de quiénes eran. No acudieron todos pero si eran muchas personas en un PH como ese.

La intención de Shaina iba sobre otro objetivo: divertirse únicamente. Llevaba ya cierto tiempo siendo soltera y lo disfrutaba mucho como para estropearlo con alguna relación que acabaría fallando. Marín, su pareja y ella llegaron entrada la tarde en medio del bullicio siendo recibidos por los colegas que ya los conocían. La joven lo estaba pasando realmente bien entre la parrillada, las bebidas y el sano buen humor de sus amigos por lo que, supuso ella, entre las bebidas y el hecho de que la cantidad de invitados aumentaba fue que lo conoció.

No lo ubicaba entre sus caras ya familiares, no sabía de dónde lo había conocido Kanon y no había necesidad de preguntar. La comida los hizo acercarse, el alcohol desinhibirse, la charla se tornaba más y más amena y conforme pasaban las horas cruzaron varias miradas aumentando la tensión entre ambos; aunque no podía recordar el color de sus ojos o las características de su rostro. ¿Estaría demasiado eufórica por la fiesta? La charla, el baile y el ambiente los hizo coquetearse de una forma muy sutil, sin palabras pues solo era un juego de miradas.

Un estilo muy diferente de Milo, por ejemplo, quien hacía gran uso de su labia para flirtear y dar los pasos que necesitara en pos de sus objetivos. Siempre había sido directo y eso a ella le agradaba, no obstante ese tipo de táctica perdía el misterio pronto. Razón que la hizo aburrirse de él y, por consiguiente, pedirle un poco de tiempo antes de considerar dar otro paso. Tiempo que ya llevaba extendido más de un año. Quizás por eso no había aceptado la invitación.

—Debió ir a divertirse y no actuar como niño —pensó con algo de cansancio.

Luego del coqueteo con el desconocido fue que las cosas subieron de tono ya que, hacía la medianoche o más, ambos se dejaron llevar, sin saber el por qué, apartándose del grupo yendo a un pasillo lo más desolado posible del PH rentado para dar paso a una sesión de besos y caricias que iban tomando tintes más bien eróticos. En ese momento llegó a su mente que aquel hombre olía realmente bien, en su fragancia había algo que la incitaba a llevárselo a su casa y no darle tregua.

La forma en que sus manos la recorrían y su boca besaba su cuello la hacían mantenerse firme en esa decisión, sin embargo el hecho de que no lo conocía era el freno que no la dejaba avanzar. No le gustaba acostarse con desconocidos, debían salir un par de veces si quiera. Pero ya estaban muy entrados en lo suyo así que sin más, salieron del edificio pidiendo un taxi.

Así la joven lo llevó a su casa.

Entraron en silencio yendo directo al piso de arriba, a la habitación de ella. Lo jalo de la mano indicándole que no hiciera ruido y, tras cerrar la puerta, retomaron lo que hacían dejándose caer en la cama directamente. Shaina lo besaba rodeándolo con sus brazos mientras el hombre hacía lo propio pasando de sus labios a su cuello.

Ahora lo recordaba, no a detalle, pero mejor que antes. Fue que notó que la ventana de la habitación estaba abierta y seguramente todos los vecinos la escucharon gemir orgasmicamente pues su amante resultó ser muy bueno con las manos y con la boca que devoraba su cuerpo sin piedad. La joven rememoró aquello con un poco de vergüenza ya que la hizo enloquecer y, claro que, ella no se podía quedar atrás.

La velada privada resultó en una interesante sesión por ver quien dominaba al otro, quien lo llevaba al éxtasis primero sin vergüenza alguna. Parecía más bien una lucha de poder que terminó equilibrándose de alguna forma pues el sujeto la dejó ser ella, la dejó tomar el control y llevarlo a la locura al levantarlo de la cama para clavarlo en la pared y juguetear con su miembro hasta que este se olvidara de todo.

Y así fue que la embistió ahí mismo recargados en el muro pues era lo suficientemente fuerte para poder con ella. En algún momento fue que dejó caer el reloj de pulsera sin darse cuenta pues ambos estaban concentrados en lo que hacían cambiando de posición sin parar, usando prácticamente toda la habitación, culminando en la cama.

Y, de verdad, que ni siquiera le pregunto su nombre ni él lo hizo. Lo llamo "el amante del reloj" a falta de un mejor apelativo. La joven analizó todo realmente satisfecha y una sonrisa traviesa se dibujó en sus labios. No se arrepentía de nada y algo le decía que él tampoco. Se levantó a buscar su teléfono móvil para mirar las fotos de la fiesta, si es que algún miembro del grupo las subió, esperando que no hubiera preguntas incómodas entre sus mensajes pendientes por leer.

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Minos y Aiacos estaban en la cocina terminando de almorzar esperando a que Radamanthys se les uniera, ya llevaba varias horas de retraso puesto que había vuelto casi por la mañana así que, seguramente, estaria durmiendo aun. Ambos le echarían en cara el haberlos dejado en la fiesta de anoche para desaparecer y no volver a saber de él el resto de la velada.

—¿Crees que salga de la cama el día de hoy? —pregunto Minos con tono curioso.

—Practicamente regresó un par de horas antes del desayuno —respondio Aiacos mirandolo con incredulidad—, ¿tú crees que pueda ponerse en pie siquiera?

Antes de que pudiera responder algo fue que ambos oyeron un pasos sorpresivamente lentos por las escaleras, aquello era muy extraño pues su colega era de esos que en dos saltos subian o bajaban pero, por alguna razón aún desconocida, este iba a la cocina a paso de tortuga. Radamanthys se dejo ver por la puerta y, a juzgar por la expresion de su rostro, lo estaba pasando realmente mal. Ninguno dijo algo tan solo se limitaron a observar como este trataba de tomar asiento apoyando ambas manos sobre la mesa.

Lanzo un suspiro tal que parecía haber logrado una proeza.

—¿Qué sucede amigo? —inquirió Minos filoso tratando de ocultar la sonrisa en su rostro— ¿te paso por encima el tren en el que venías?

—Si, algo así —respondio en un hilo de voz.

—¿Estás bien?

—Si, todo bien.

No dijo más tratando de alcanzar la taza más cercana para servirse un poco de café.

—¿Dónde estuviste toda la noche? —Minos lo observó con curiosidad pues estaba deseoso de todos los detalles— ¡Prácticamente nos abandonaste en esa fiesta!

—Por favor Minos —respondió mirándolo con molestia—, ya estás algo grandecito como para estar por ti mismo en un evento y no había desconocidos a tu alrededor, por si no lo recuerdas.

—¡Pero no fue educado de tu parte largarte así sin más!

Aiacos solo los observaba divertido, estaban por empezar un pleito a esas horas de la mañana. Tan solo se limito a continuar con su café mientras esos dos discutían.

—Bien, pues lo siento. ¿Estás contento?

—Supongo que olvidaste que hoy saldríamos los tres, ¿verdad?

—Es cierto... aunque no lo olvidé —indicó serio sin mirar a Minos—, pero tendrán que salir sin mi. Apenas puedo conmigo y no quiero poner un pie afuera.

—Vaya... bien, siendo así, volveremos más tarde —respondio molesto sin añadir nada más.

—De acuerdo.

Minos se levanto enfadado al no obtener el paradero de su colega durante la noche, pero lo conocía y sabía de sobra que no se lo revelaría pues era discreto con ese tipo de cosas. Demasiado discreto.

Radamanthys agradecio infinitamente que ambos se marcharan pues carecía de humor para escuchar sus voces ese día. El dolor en su cuerpo lo estaba matando y no recordaba haberse sentido así antes; al menos no con esos malestares pues sentía que con cada paso que diera las piernas se le partirían en dos, los brazos los tenía como si hubiese levantado pesas o algo muy pesado por horas y la cadera ni se diga. No pudo seguir desayunando así que, apenas escuchó que el auto se alejaba de la casa a toda velocidad, seguramente Aiacos iba al volante, fue que haciendo uso de ambas manos recargadas en la mesa, logro levantarse de la silla.

Pretendía regresar a la habitación aunque, al ver la larga escalera delante de él, se cuestionó seriamente si era necesario ir arriba o si podría quedarse en la planta baja el resto del día. La realidad era que tenía que volver a subir por lo que, respirando hondo, se armó de valor para ir escaleras arriba imaginando que iba por la difícil cuesta de una alta pirámide, el segundo piso se le antojaba verdaderamente lejos e iba tan lento sujetándose con ambas manos por el pasamanos que, llego a creer, que sus colegas volverían y él no habría podido llegar al piso superior.

—Maldicion... —se decía en voz baja.

Sabía perfectamente por qué estaba en esa condición pues fue a causa del torbellino de cabellos verdes que le paso por encima la noche anterior. No pensaba ir a esa fiesta para terminar en la cama de alguien, eso era lo que menos tenía en la cabeza, simplemente ocurrió y ahora debía pagar por ello. No se quejaba en lo absoluto puesto que la velada fue más que memorable, pocos amantes le habían seguido así el ritmo reconociendo abiertamente que esa chica era un "digno oponente". No era común que una mujer aguanatara embistes con esa intensidad puesto que siempre preferían un trato más delicado, por decirlo así, y las veces en las que él estaba de humor para eso, se buscaba compañía femenina y grata. Con los hombres era distinto pues, aunque estos solían tener más resistencia, terminaban sucumbiendo a su voluntad. Así él siempre tenía el control.

Sin embargo aquella joven resulto ser una grata sorpresa. Cada vez que este aumentaba la intensidad del acto ella tomaba el mando y lo superaba con creces convirtiendo la habitación en un campo de combate. Parecían estar en un cuadrilátero en vez de una cama. A pesar de todo, el joven afirmo para sí mismo que experiencias como esa bien valía la pena vivirlas en carne propia. En fin, eso ocurrió anoche y ahora él debía ocuparse en que su cuerpo volviera a la normalidad.

Al entrar en la habitación, luego del martirio de tener que subir la escalera, fue que noto que algo no estaba bien. Revisó la mesa de noche y debajo de la almohada y no estaba; no encontraba su adorado reloj de pulsera pensando que, quizás, estaría bajo la cama lo cual sería terrible pues tendría que agacharse para buscarlo. Tuvo que resolverlo acostándose boca abajo sobre el colchón para así poder mirar debajo encontrando que no estaba tampoco. ¿Dónde habría caído? Pensó con preocupación puesto que, si hubiera perdido algo sin importancia como el endemoniado teléfono móvil no le preocuparía, pero su reloj de pulsera era otra cosa.

Era suyo, siempre lo había tenido consigo y necesitaba encontrarlo. Se giro sobre la cama tratando de hacer memoria, ¿dónde podría estar?, ¿se le habría caido en la fiesta, en el tren o quizás...?

—Se quedó en la habitación de esa chica —dijo con preocupación—. No puede ser... —se tapo la cara con ambas manos puesto que aquello no se lo esperaba.

La situación era una tragedia que iba en aumento ya que, la única persona que podría darle razón de la muchacha, era Kanon y, lo que menos deseaba era llamarle por teléfono para pedirle los datos de contacto; conocía a su amigo y le asaltaría con un millar de preguntas incómodas cuyas respuestas no eran de su incumbencia. Sin embargo, si deseaba tenerlo de vuelta necesitaba localizarla como fuera sin pedirle el favor a un tercero. Tras respirar hondo fue que busco el teléfono movil para llamar a su colega, era desconsolador no tener más opciones.

—¿De quién necesitas que te dé el contacto? —pregunto Kanon adormilado al otro lado de la línea.

—Una de tus invitadas era una chica de cabellos verdes —respondió puntual—, es de ella de quien necesito el número.

—¿De cabello verde? —repitio pensativo— Déjame hacer memoria.

Radamanthys estaba por decirle que se dejara de tonterías y le diera el bendito numero, pero se contuvo ya que si se molestaba el otro le cortaría la llamada.

—Solo dime el número y nombre de la chica, ¿quieres? —repitió para molestia de su amigo.

—Espera, estoy buscando quien puede ser.

¿Cuántas muchachas de cabello verde había en la fiesta, cien quizás? Pensó con ironía. Si la memoria no le fallaba, solo era ella según pudo apreciar en medio de toda la multitud de personas; Kanon lo hacía parecer como si revisara el detalle de un listado larguísimo de invitados con las mismas características.

—¿Me recuerdas el nombre? —preguntó el gemelo.

—No lo tengo —indicó cortante—, no había más chicas con cabello verde. Deja de jugar.

—Ok y ¿para qué quieres contactarla?

—Hay algo que necesito preguntarle —respondió cortante de nuevo.

—¿No quieres que le pregunte yo directamente y te dé su respuesta más tarde?

—No te molestes, lo haré personalmente. ¿Tienes el numero? —repitió contando pacientemente del uno al diez.

—Si, si lo tengo, espera —tras unos instantes le llego al mensajero del telefono el contacto de la chica, se llamaba Shaina.

—Te agradezco.

—¿Oye, no vas a decirme para qué la estás buscando? —en su tono de voz se notaba que le corroía la curiosidad.

—No por ahora, ya te lo diré más adelante, adiós —corto la llamada sin más—. Mucho, mucho más adelante o, quizás, nunca —pensó mientras abría la tarjeta de contacto para llamar.

Shaina miraba y miraba las fotos de la fiesta y, por ningún lado, se apreciaba alguien que pudiera ser el tipo con el que se escapó. Lo dejo por la paz, tal vez fuese extranjero o quien sabe, el mundo era pequeño y, como fuere, solo paso una sola noche. Tras dejar el teléfono a su lado intento mirar por décima vez el capítulo de la serie americana en el televisor sin poderle prestar atención; no sabía por qué se sentía tan inquieta, como deseando que algo extraordinario ocurriera. Sus pensamientos fueron interrumpidos de pronto por el vibrar del teléfono y al mirarlo noto que se trataba de un numero que no tenía registrado.

De hecho, era un número extraño, evidentemente extranjero. Lo analizó un poco más antes de decidir si tomaba la llamada o no, pero algo le decía que lo hiciera, que respondiera la llamada.

—Diga —respondio con calma esperando a la persona al otro lado de la línea.

—¿Eres Shaina? —una voz educada, profunda y con acento de serie de television extranjera, se dejo oir dejandola gratamente sorprendida.

—Si, ¿quien es? —trató de ser lo más diplomática posible pues la voz le inspiraba respeto aunque no supiera quien era el interlocutor.

—Disculpa que te moleste, te llamo porque creo que deje mi reloj en tu casa.

Estaba totalmente perpleja por aquello, al fin había aparecido el dueño del reloj, el amante de anoche preguntando por su accesorio perdido. No se lo esperaba tan pronto aunque supuso que aquel acudió a Kanon para pedirle su número telefónico, y como claramente se veía que le importaba su reloj, fue que no tardó ni un dia en llamarla.

—Si, es correcto lo dejaste aqui —respondió sintiendo como las manos le sudaban—. ¿Tu quieres... venir a recogerlo o... lo llevo a algun sitio?

—Me alegra saber que no está perdido —respondió sumamente cortes—. No quisiera importunarte en tu casa así que, ¿podría ser en un lugar publico, un centro comercial o algo así?

El estaba en total control mientras ella hacia un esfuerzo sobrehumano por mantenerse ecuánime y segura. Vamos, el hombre ni siquiera estaba ahí con ella y la había pescado con la guardia baja. No podía ser, no con él.

—Si, en el centro comercial me parece adecuado. ¿Te queda bien hoy mismo alrededor de las cuatro? —respondió más firme.

—Me parece muy bien, te agradezco —corto la llamada sin más dejándola sin habla.

Aquello era inesperado ya que no lo anticipó, al menos no tan pronto, penso que quizás el tipo tardaría meses en reaparecer o simplemente se le pasaría el reloj extraviado, pero ahi estaba preguntando por el aparato. Al mirar el móvil se dio cuenta que solo tenia un par de horas para llegar al lugar acordado y más valía darse prisa.

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Continuará...

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