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11. El cumpleaños olvidado

Pareja: Kanon x Thetys

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1

Grecia

Julián Solo llevaba varios días en medio de unas reuniones casi secretas con sus asistentes y consejeros, las tenía agendadas con tal prioridad que, parecía, estar descuidando otros aspectos de su trabajo. Cuando Kanon subió a su residencia desde Atlantis, tuvo que verse en la necesidad de esperar en una sala odiando aquello ya que su jefe era aficionado a perder el tiempo en tonterías.

—Dioses... —se dijo molesto aceptando el café que le ofrecieron amablemente.

Sorrento salió de la sala de juntas un momento después tomando asiento a un lado de su colega.

—Llegaste temprano —comentó Sorrento aceptando una taza de café ofrecida por el mayordomo.

—No Sorrento, llegué puntual y ya llevo como media hora esperando —respondió Kanon impaciente y algo molesto—, el jefe me cita aquí y me hace esperar no sé cuánto tiempo.

—Lo siento, es que ha estado ocupado revisando unas cosas.

—¿Que puede ser tan importante como para hacerme esperar tanto tiempo?

—Pues...

Sorrento estaba a punto de hablar cuando le fue anunciado a Kanon que ya podía entrar a su junta programada con Julián.

—Adelante Kanon, perdona la espera. He estado en medio de diversos temas esta mañana.

—Si, está bien —respondio fastidiado.

Julían comenzó a hablar sobre lo que pretendía revisar con el Dragón Marino mientras este observaba todo el lujo de la oficina de su jefe, el piso era de marmol, las paredes blancas con acentos de color, la gran araña en el techo, los amplios libreros repletos y el escritorio de madera fina. Su jefe vivía y trabajaba en medio de la opulencia cosa que le intimidaba haciéndolo sentirse incómodo.

—Antes de que revisemos los pendientes —comenzó a decir el joven empresario—, ¿podrías ayudarme con algo?

—Claro, ¿qué necesita?

—Mira esto —Julián abrio en su portatil una página que le mostró a Kanon através de una pantalla externa.

Kanon no podía creer lo que veía pues se trataba de una selección de joyería, en apariencia valiosa, parecían ser diamantes acompañados por otras joyas de colores como lo eran zafiros, rubíes y otras gemas. No entendiendo por qué eran del interés de su jefe creyendo que, tal vez, planeaba hacer un obsequio a alguien importante aunque, lo que menos le quedaba claro, era el por qué necesitaría de su opinión.

—¿Cuál te gusta más? —pregunto Julián con naturalidad esperando la respuesta de su general marino.

—¿Qué cuál me gusta?

—Si, eso.

—Ehm... no entiendo, ¿es un obsequio o algo por el estilo? —inquirió Kanon para indagar un poco más antes de abrir la boca pues estaba estupefacto con la cuestión.

—Si, así es. Verás he sido invitado a una importante celebración organizada por la Casa Real de un país del norte, no puedo llegar con las manos vacías ya que es el cumpleaños de una prometedora joven y creo que un obsequio como este será suficiente para hacerle ver mis intenciones.

—Ya veo... —Kanon no dijo nada pero allá iba, a presumir que lo habían invitado aquí y allá y se codearía con mucha gente importante, no debía sorprenderse pues asi era su jefe y nada en este mundo lo haría cambiar— Y, ¿qué clase de joven es ella, le gustan esas joyas tan grandes y llamativas o sus gustos son más bien discretos? —trató de fingir interés lo mejor que pudo formulando esa clase de preguntas absurdas.

Odiaba cuando Julián desviaba su atención de los temas importantes con charlas como esa que acababan de tener. Kanon salió del despacho de su jefe algo molesto ya que pasaron una hora entera explorando catálogos de joyería costosa que este pretendía comprar para acercarse a una joven que, seguramente, le daría las gracias sin pasar de ahí.

—Odio cuando perdemos así el tiempo —se decía molesto volviendo a su pilar en el templo marino topándose con Thetys quien estaba sentada a los pies de su pilar observando a la nada aunque ausente— ¿estás bien? —inquirió preocupado.

—Supe que el Señor Julián está buscando un obsequio para una joven noble, ¿no es asi?

—Vaya, que rápido vuelan las noticias —respondió irónico—. Si, así es.

—¿Sabes qué tan importante es esa joven para él? —la sirena lo observó con sus ojos ligeramente enrojecidos, parecía haber llorado hacía un momento— ¿sabes algo sobre ella?

—No lo sé. Vamos, entra.

La dejó pasar a la habitación en el interior del templo mientras ella tomaba asiento sin dejar de suspirar y de estar triste. Fue así que Kanon observó rápidamente la fecha en el calendario: era el cumpleaños de la chica y, al parecer, nadie había tenido la atención de felicitarla. Kanon bien sabía cuan alzados y prepotentes eran los demás marinos así que entendía como debia sentirse la jovencita.

El mismo había sido menospreciado muchas veces aunque su actitud reflejara lo contrario.

—Veo que hoy es tu cumpleaños —comenzó a decir sirviendo una taza de té para ambos—, imagino que nadie te ha felicitado, ¿es cierto?

—Pensé que, tal vez, el Señor Julián lo recordaría, pero no fue así.

—Salgamos a festejar tu y yo —dijo de pronto de la nada—, vamos, será divertido.

—No lo sé Kanon, ¿qué tal que nuestra presencia sea requerida aquí?

—La verdad no creo que nadie lo note, todos están metidos en sus asuntos.

—No quisiera ausentarme más tiempo del que tengo permitido —repitió ella esbozando una sonrisa triste.

De verdad deseaba que su jefe la tomara en cuenta al menos una vez para otra cosa que no fueran consejos de combate u otras simples asesorías que no pasaban de ahí. Kanon no negocio más dejandola con sus pensamientos en la habitación del pilar mientras se ausentaba por un rato. El ridículo catálogo del jefe le acababa de dar una idea.

Así Kanon pidió asesoría a Sorrento sobre un sitio en particular.

—Vaya, quien diría que eres aficionado a la cristalería costosa —comentó el jovencito austriaco observando a su colega con interés—. El sitio sobre el que preguntas está en Viena, pero imagino que tienen tiendas repartidas por todo el mundo.

—¿Pudiéramos ir hasta Viena a buscar la tienda? —preguntó Kanon— Sé que podemos ir a cualquier sitio desde el templo del mar. Me interesa ir a Viena.

—Si, supongo que podríamos. ¿Por qué te interesa ir ahí?

—Debo hacer un regalo.

El sitio en cuestión, era la tienda de una prestigiosa marca de cristales. En una de sus tantas juntas con su jefe, Kanon oyó hablar del lugar con poco interés ya que Julian mencionó que dicha cristalería, si bien vendía cosas bonitas, le faltaba más color y vivacidad. La tienda, cuya matriz estaba en Viena, le parecía corriente y poco lujosa. En esa misma junta Kanon alcanzó a ver el catálogo mostrado por su jefe encontrando los cristales interesantes y bonitos, además no solo vendían figuras de cristal costosas sino joyería relativamente económica y de buen gusto.

Algo así le agradaría a la joven sirena.

Al llegar a la concurrida zona comercial del centro de Viena, Sorrento guio a Kanon por la abarrotada calle peatonal hasta la tienda en cuestion. Un edificio clásico de dos o tres pisos a los que entraron encontrandose con un mar de personas, mostradores, escaparates y objetos brillantes aqui y allá.

—¿Qué es lo que estamos buscando? —pregunto Sorrento.

—Joyería... no sé, colguijes, accesorios para los oídos y pulseras. Cosas así.

—Eres terrible dando descripciones —comentó el jovencito adelantándose a una serie de mostradores que tenían todas las piezas mencionadas por Kanon— ¿que te parecen estos?

Kanon se inclinó sobre el mueble analizando detenidamente las piezas una a una, si bien no sabía que tipo de accesorios se encontraría, si sabía lo que buscaba pues no solo quería un colgante o una pulsera hecha con esos famosos cristales sino algo verdaderamente especial y cuyo diseño fuese diferente de los demás.

Algo que tuviera un detalle azul, como el mar y como los ojos de la sirena que estaba en sus pensamientos. Lo comentó con Sorrento quien también se unio a la búsqueda volviendo un momento después indicando que había encontrado algo que, quizás, se ajustaba a lo solicitado por su colega y superior.

—Vaya, no tienes tan mal gusto —comentó el dragón marino observando las bonitas piezas que Sorrento señalaba.

Eran accesorios de todo tipo: para los oídos, las manos y unos colguijes realmente interesantes acompañados por un toque de color. Parecían tener incrustaciones de zafiro aunque, claramente, no lo era ya que el costo por cada una era uno que Kanon podía pagar con facilidad. Sonrió para sus adentros al ver que había encontrado el obsequio perfecto para una joven triste porque todos a su alrededor olvidaron una fecha importante.

—¿Y se puede saber a quién darás este obsequio?

—A Thetys. Por cierto, todos ustedes olvidaron que es su cumpleaños y estaba muy triste por eso —comentó molesto.

—¿De verdad? Oh como lo siento —respondió apenado—, no lo sabía. La compensaré apenas la vea.

Un momento después, ambos salieron de la tienda dirigiéndose al templo del mar pues Kanon tenía que hablar seriamente con todos.

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Thetis se encontraba en las inmediaciones del templo principal cuando diviso al dragón marino que llevaba una caja en sus manos.

—Hola.

—Hola, dragon marino. ¿Qué es lo que llevas ahí?

—Es para ti —le entregó la cajita color blanco que ella observó sorprendida—. Vamos a la sala de reuniones para que veas que hay dentro.

En la sala de reuniones Thetys analizó la cajita sonriendo profundamente, emoción que se exponenció al ver el contenido: era un juego de joyería de una marca que claramente conocía haciéndola sonreír aún más.

—¡Son hermosos, gracias! —no pudo evitar sacar una a una las piezas luciéndolas para la persona que se las obsequio.

—Te quedan bien —comentó Kanon complacido viendo la felicidad de la festejada—, por cierto. Entre todos te hemos organizado una pequeña fiesta.

—¿De verdad?

—Si, reprendí a todo mundo seriamente por olvidarse de ti, eres uno de los mejores elementos de este grupo de élite y no debes quedar atrás.

—Gracias, dragón marino —respondió sonriente.

—Vamos, prepárate para tu fiesta —el joven le ofreció su brazo amablemente mientras ambos charlaban amenamente rumbo al sitio donde fue programada la reunión.

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FIN

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