1. La joven arpista, P1
La joven arpista
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Pareja: Shura x Pandora.
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Nápoles, Italia
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Se encontraban reunidos en esta ciudad italiana dos buenos colegas: Shura y Deathmask quienes estaban sentados a la mesa de un restaurante esperando a que les sirvieran la comida del día. El primero decidió emprender un viaje vacacional a casa de su amigo durante un par de semanas, estaba algo aburrido de la soledad luego de su ruptura hacía poco más de un año y pensaba que, quizás, ya era momento de buscarse alguien nuevo y diferente. Alguien con quien empezar algo pero no encontraba a nadie, ninguna de las caras bonitas que su amigo le presentaba con tanto entusiasmo lograba despertar algo en él.
Lanzo un largo suspiro mirando al vaso con agua que tenía enfrente.
—Tranquilo amigo. He planeado para esta noche una salida entretenida con varias chicas que conocí hace poco en una fiesta —comenzó a decir bastante animado.
—¿Una fiesta?
—Si, es uno de esos grupos de chicas que hacen turismo durante las vacaciones de verano, hay varias caras bonitas entre ellas. Seguro que con, al menos, alguna te entenderás bien. Les he hablado mucho de ti —le aseguro guiñándole un ojo.
—Me gustaría que las dejaras conocerme para formarse una opinión antes de decirles algún disparate que luego las decepcione.
—Vamos no digas eso, ¡tienes que aprender a venderte! Y ya luego que ellas piensen lo que quieran —vacío su cerveza en un vaso escarchado lanzándole una mirada de desaprobación—. Primero deben pescar el anzuelo.
—No sé, encuentro cuestionable ese método tuyo para ligar muchachas.
—Pues me ha funcionado bastante bien —le guiño un ojo sonriendo al tiempo que terminaba el contenido del vaso—, no por nada este año he salido con bastantes chicas lindas. Ya verás, esta noche conocerás a alguien que llame tu atención y ¡bingo! Te garantizo una noche entretenida con, al menos, una de ellas.
Shura no respondió, sin embargo la idea no lo entusiasmaba siendo honestos. Todas las chicas con las que coqueteaba su amigo tan descaradamente eran, de muchas formas, iguales; tan solo cambiaban los tonos de piel, el color de ojos y cabello pero, en si, eran chicas cortadas por el mismo patrón sin nada realmente diferente entre todas. Trataba de encontrar la mejor forma de zafarse de tal experiencia concluyendo que, en realidad, no había nadie para él en el futuro cercano.
Se quedaron en los alrededores de la playa el resto de la tarde donde Deathmask aprovechó para ligarse a otras chicas que caminaban por los alrededores, siempre alardeando de esto y lo otro mientras Shura lo observaba apenas si sonriendo un poco, apenas siendo educado cuando alguna de ellas hablaba sobre algo. Todas eran turistas que estaban en años sabáticos antes de entrar a la Universidad o bien eran estudiantes o empleadas en días de vacaciones. Lo que el joven percibía era que todas estaban en búsqueda de aventuras desechables que contar a sus amigas para matar el rato, de experiencias fugaces con hombres de otros países y nada más. No era que él fuese la persona más intensa del mundo pero, la predilección de su amigo por las relaciones express terminó por fastidiarlo.
La fiesta que organizo esa noche en su apartamento no fue la excepción aunque Shura hizo lo posible por divertirse teniendo la oportunidad de conocer a un par de chicas que, si bien no eran del todo distintas al resto del grupo, tenían un poco más de charla. Tampoco falto la oportunidad de intimar con alguna, una que otra ya entrada en copas se le acercaba con intensiones de llevarlo a la cama siendo rechazada hábilmente, él no estaba de humor para eso con alguien entrado en alcohol.
Evidentemente su amigo aprovecho varias de las oportunidades ya que se desaparecia por espacio de una hora o así.
En ese momento decidió que era momento de terminar las vacaciones respirando agradecido por volver a la soledad de su casa.
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Bamberg, Alemania
No era un asiduo lector pero reconocía que el Kleiner Espresso que servían en la cafetería de la librería ubicada sobre la calle Maximiliansplatz era su favorito, a veces iba ahí solo por el placer del café y, a veces, por los libros. La visita al apartamento de su amigo en Nápoles no fue lo que esperaba así que cortó antes indicando que debía volver por algo de trabajo, era obvio que este no se lo creía, sin embargo respetaba sin cuestionar el por qué prefería estar solo luego de su trágica ruptura o el por qué no se buscaba aventuras sin responsabilidades.
—Algo así te vendría bien luego de estar atado por tanto tiempo. ¿Cuánto duraste con ella, cinco o seis años?
—Si algo así.
—Bueno pues ya es momento de que espabiles y te diviertas. A nadie le hace mal un poco de frivolidad en las relaciones.
—La verdad creo que llevas ese concepto al extremo —respondió honesto.
—Claro que no —este se recargó en la silla echando la cabeza para atrás—, se venderme pero siempre soy honesto, solo digo lo que quiero y lo que no. Ellas ya saben a qué atenerse. Sería mucho peor si les mintiera y no soy tan caradura como para hacerlo.
—¿Y ellas aceptan tus condiciones?
—Por supuesto que no, siempre piensan que estoy mintiendo que soy un tipo que no sabe lo que quiere o que solo quiere jugar y así.
—¿Valdría la pena dejarse llevar un poco? —pensó mirando el café sobre la mesa.
Observó sin mucho interés a las personas pasar delante de él al interior del establecimiento. Personas de todas las edades entraban y salían de aquella librería, todas se veían iguales a fin de cuentas. Algo hacía que se vieran como muñecos de papel no obstante, una cara puede resaltar de las demás sin que no se lo espere. Una joven vestida de negro iba con paso despreocupado por la calle entrando en la librería, reviso un poco el lugar antes de pasar al interior cruzando la mirada con Shura por unos segundos. Este vio que la chica tenía unos ojos y aspecto muy interesantes, por lo menos se veía diferente de las demás que había conocido estos días.
Se quedo un momento más en la silla hasta que se puso de pie de un salto y entro para buscarla, solo quería verla una vez más corroborando que podía ser capaz de conocer a alguien diferente. Si no había oportunidad alguna bastaría con fingir un poco y salir del edificio en un acto de escapatoria de emergencia.
Recorrió los concurridos pasillos con la esperanza de encontrarla en alguno, una joven como ella no pasaba desapercibida tan fácilmente por lo que ubicarla en medio del bullicio no sería difícil. La encontró revisando los libros en la sección de Literatura Clásica observando los títulos y apilándolos en una de sus manos, llevaba por lo menos seis títulos en diferentes ediciones. Caminó hacia ella tratando de no verse obvio pero al querer corroborar que nadie los miraba choco con la joven haciendo que los libros cayeran al suelo.
—Disculpa, estaba distraído —se inclinó para ayudarla a recogerlos apreciando nuevamente sus ojos, su cabello negro y lacio que hacia contraste con su piel alabastra y su vestido de encaje negro—. Veo que te gustan los clásicos.
—Si, llevaba un tiempo buscando estos —respondió la joven cortes.
La chica lo miro con cierto interés, alguien como él tampoco se encuentra todos los días. Un joven de cabello negro alborotado, ojos verdes y considerable altura llamaba la atención de cualquier mujer, así como ella. Rápidamente calculó que seria unos veinte centímetros más alto y se le veía tan amable como cualquier otro empleado de la librería.
—En el piso de arriba hay unas ediciones más bonitas.
—¿De verdad?
—Si, ¿gustas que te muestre?
—Por supuesto —ella sonrió pensando en lo que los empleados deben hacer para ganarse una comisión empezando por ese fingido interés en las compras de sus clientes.
Lo siguió sin más por el pasillo hasta el piso de arriba mostrandole el estante donde había varias ediciones de pasta gruesa, colores vivos y los títulos en letra enorme color dorado.
—Son hermosas, gracias por la recomendación —dijo la chica sonriente.
Nuevamente apilo sobre su brazo unos seis títulos por lo que, Shura aprovecho para ofrecer su ayuda y llevar todo eso a la caja. La joven no dijo nada y solo permitió que este la ayudara agradeciendo el gesto. Ella pago mientras el cajero guardaba todos los títulos en una amplia bolsa.
—¿Alguien te ayudara a llevar todo esto? —pregunto observándola con interés.
La joven únicamente sonrió cerrando los ojos, ya se olía una treta como esa. Bien, iba a seguirle el juego un rato más ya que ahora sabía que no era un empleado de la librería sino alguien que solo estaba en búsqueda de algo rápido y sin compromisos al parecer.
—¿Podrías ayudarme tu? —respondió guiñándole un ojo.
—Claro.
Ambos salieron mientras él llevaba la enorme bolsa con todos los libros dentro.
—¿Hacia dónde te diriges?
—Hacía allá —la chica señalo calle arriba, hacia Vorderer Graben—, es muy cerca de aquí.
—De acuerdo, te ayudare a llevar esto a tu destino. Por cierto, ¿cuál es tu nombre?
—Soy Pandora —respondió cortes andando a un lado suyo.
—Es un nombre poco común pero suena bien.
—Gracias. Eres muy amable por ayudarme a cargar la bolsa cuando no tenías por qué hacerlo.
El se encogió de hombros mientras caminaron por unos minutos más hasta llegar a un hermoso edificio color claro con amplias ventanas cuadradas al final de la calle. Pandora se detuvo delante de la puerta mirándolo con amabilidad.
—Es aquí.
Shura leyó un par de anuncios que había fuera indicando que ese edificio era el Conservatorio de Música. No se esperaba que lo fuera a llevar ahí.
—Toco el arpa en la orquesta —se adelantó a responder la pregunta que él no sabía como formular ya que, claramente, no se esperaba ese giro. Era seguro que ese joven, como los demás, esperaba que ella lo llevara a su casa o algo así—. Esta noche daremos un recital por si estas interesado en asistir.
—¿De verdad? —si que era diferente, era la primera que le decía que era interprete— ¿a qué hora es?
—Es a las ocho.
Ella le mostro el cartel del evento que estaba colgado afuera del edificio. Shura capturo una foto rápidamente con la cámara del móvil.
—La entrada no es costosa, puedes traer a quien gustes, como tu novia por ejemplo.
—Eh... no hay novia y si, suena interesante. A las ocho entonces —le entrego la bolsa sonriendo.
—Si. Gracias por ayudarme a cargar esto. Vielen dank —dijo sonriente.
—Gerne —le respondió con un gesto que llamo la atención de la joven.
Ambos se despidieron y Pandora entro en el edificio llevando la bolsa con los libros colgada al hombro. El guardia del edificio la miro sonriendo.
—¿Uno más a la lista, Señorita Pandora?
—Uno más a la lista —respondió triunfante.
No era la primera vez que un hombre la abordaba en algún establecimiento, ya fuera en el supermercado, en la farmacia o en la librería, como en este caso, siempre había alguien que se acercaba a ella con la intención de ligarla, siempre usando discursos variados y diferentes tretas que iban encaminadas a lo mismo. Al principio eso la molestaba pero, con el paso del tiempo, aprendió a sacarle provecho logrando que estos hombres le llevaran las compras hasta la puerta del Conservatorio o donde ella indicara y donde acababa el juego. Con todos aplicaba el mismo método: los invitaba a los recitales de música obteniendo el mismo resultado: ninguno asistía y a ninguno lo volvía a ver.
Los demás miembros de la orquesta bromeaban con ella diciendo que era imán para sujetos a los que no les gustaba la música y, estaba segura, de que el hombre de la librería no iba a ser diferente. Carecía de sentido preguntarle su nombre siquiera.
—Es una lástima porque me pareció un sujeto lindo —decia ella acompañada por su buen amigo Sorrento—, me gustaron sus ojos y su porte. No entiendo por qué atraigo a hombres que jamás regresan, solo los invito a escuchar música.
—¿Lo dices en serio? —Sorrento rio ante tal afirmación mientras sacaba la flauta de su estuche— Todos creen que lo haces a propósito para alejarlos.
—A veces si —reconoció— pero, no siempre lo hago con esa intención —ambos rieron un momento antes de iniciar el ensayo del día.
Shura miro el reloj verificando que eran las cuatro de la tarde, por lo que, contaba con unas cuatro horas para ir a casa, comer algo y prepararse para el evento. No sabía mucho de música pero la joven muy amablemente lo había invitado al recital; una chica a quien, prácticamente, acababa de conocer. Aquello pintaba interesante.
Emprendió el camino a su apartamento con paso rápido. Ya en casa telefoneo a su amigo de Italia para narrarle todo lo ocurrido mientras este le respondía con gran interés.
—Así que conociste a una chica que viste de negro —dijo entusiasmado para sorpresa de Shura— seguro es una de esas chicas.
—¿De esas chicas?
—Si claro, de esas que usan ropa interior negra de cuero y sacan un látigo cuando menos te lo esperas.
—¡¿Que dices?! No... no creo —estaba rojo de la turbación mientras su amigo reía al otro lado de la línea—, no parece de ese tipo.
—Acabas de conocerla así que no creo que te lo diga de inmediato. Yo digo que, si lo fuera, hagas el intento por probar algo diferente. Es una experiencia interesante, lo digo de primera mano.
—No necesitaba saber eso —respondió molesto—. Se que te gustan todo tipo de fetiches pero a mi no.
—Bueno he conocido a chicas con látigo en el pasado y reconozco que me gusta su estilo.
Estaba a punto de pedirle que se callara y dejara de decir sandeces pero se contuvo. No era necesario ahondar en esa clase de información.
—Esta toca en una orquesta.
—Mejor aún, las chicas que tocan música tienen unos fetiches interesantes con sus instrumentos. ¿No te conté de la flautista que...?
—No, no me dijiste y no sé si quiero saberlo.
—Aquello fue memorable. Como sea solo lánzate de lleno y deja de estar en casa los viernes por la noche, ¡sal y conoce chicas nuevas!
—Eso intento.
Al terminar aquella llamada tan bizarra Shura puso algo de música del estilo ya que no conocía muy bien la música que Pandora interpretaba, revisó la foto en el movil y solo estaba escrito "Recital para arpa y flauta todos los miércoles a las 8PM" en grandes letras blancas.
—Interpretando obras de Mozart, Handel y otros —Shura leyó el resto de la miniatura del cartel pensando un momento y sin tener idea de quiénes eran todos los de la lista sin embargo, no se desanimó ni un poco. La música se escuchaba, básicamente, así que solo debía disfrutarla y buscarla entre la orquesta.
Tras comer algo rápidamente se preparó para la ocasión y salió con buen tiempo.
Llegó al Conservatorio a la hora convenida y entro en la pequeña sala de conciertos junto con los demás asistentes observando todo a su alrededor, era la primera vez que asistía a un evento como ese. Antes no solía acudir a recitales o conciertos pues su anterior pareja no era muy aficionada a la música de ese tipo. Pasados pocos minutos los miembros de la orquesta comenzaron a colocarse frente a sus instrumentos mientras Shura buscaba a la arpista que había llamado su atención apenas la vio entrar a la librería.
La joven cruzo el escenario luciendo un vestido negro de encaje que dejaba sus hombros al descubierto y le iba tan bien. El arpa estaba justo en medio del escenario junto a otra silla que, seguramente, ocuparía quien tocara la flauta. Shura no pudo evitar el recordar las palabras de su amigo "¿No te conté de la flautista que...?"
—Que horror... —pensó con desagrado desechando esas ideas.
Para su fortuna, la persona que tocaría la flauta era un joven de cabello corto que vestía con elegancia.
Un maestro de ceremonias llevaba un micrófono parándose al frente del escenario para agradecer la asistencia de los presentes indicando que el evento estaba por comenzar.
—Daremos inicio a la velada con la interpretación en Arpa del "Canon en D" de Johann Pachelbel.
Así comenzó el solo de Arpa que Pandora interpretaba con magistralidad dejando a Shura boquiabierto, la joven tocaba el arpa con los ojos cerrados como dejándose llevar por la melodía mientras él la miraba sin quitarle su atención desde la segunda fila, muy cerca del escenario. No pudo evitar hacerle una foto sin que ella notara su presencia si quiera. Penso en buscarla apenas terminara el recital aunque, en ese instante, cruzo por su mente el que pudiera tener pareja o algo y él estuviera incordiando.
—Bueno, si tiene novio o algo bastara con dar las gracias por la invitación y alejarse con la cabeza en alto —penso resuelto.
Por lo menos debía hacer el intento.
Los minutos pasaron muy rápido y en un abrir y cerrar de ojos dieron las 9.30 concluyendo el recital de música. La orquesta agradeció la asistencia poniéndose de pie y Pandora logro reconocer al buen mozo de la librería entre los asistentes dejándola sorprendida. Era la primera vez que alguien a quien invitaba asistía a un recital, hizo una reverencia al publico pero a este le dedico una sonrisa especial.
El público comenzó a dejar la sala dirigiéndose a la salida. La joven arpista no perdió tiempo y salió con prisas buscando a su invitado antes de que este se marchara también. Lo encontró cruzando la entrada del recinto donde estaba la cafetería, antes de irse este se pidió un café haciendo tiempo más que nada, esperaba el momento para buscarla y felicitarla por su magnífica interpretación.
—Hola, me alegra ver que viniste —ella le sonrió con sorpresa observándolo con sus grandes ojos.
—Pues no quería rechazar la invitación, por cierto estuviste magnífica —no sabía qué más decirle pues estaba corto de palabras—. Espero vuelvas a invitarme, me gusto este lugar y la música.
—Todos los miércoles de este mes estaremos aquí. El próximo mes la orquesta se ira a otra ciudad.
—¿De verdad? —respondió desanimado.
—Si, cada mes visitamos diferentes lugares.
—Es una pena que no seas de la ciudad. Me habría gustado invitarte a salir si... no tienes otros compromisos claro —estaba sorprendido por haber ido al grano y decirle sus intenciones sin miramientos.
Pandora sonrió ante la sorpresiva invitación.
—No tengo otros compromisos. No hay esposo o novio si es a lo que te refieres. Mi trabajo con la orquesta no me deja mucho tiempo pero, en unos dos meses más volveré a mi casa en Nuremberg. Espero tengas la oportunidad de visitarme.
—Por supuesto, ¿qué día de esta semana estas disponible?
—Mañana —respondió Pandora guiñándole un ojo.
—Podemos cenar en Hoffmans, te gustara.
—Si claro, me encantaría por cierto... no me has dicho tu nombre.
—Shura. Ese es mi nombre —tomo la mano de la joven dejando un beso en ella.
Pandora estaba ruborizada y no pudo ocultarlo, era un caballero sin duda. Solo pudo articular sonriendo que el nombre le agradaba. La cita quedó cerrada para la noche siguiente luego de charlar un momento más e intercambiar datos de contacto. El debía irse ya que no vivía tan cerca así que se despidió tras asegurarse que ella no tendría problemas para volver al sitio donde se hospedaba.
Esa noche el volvió a casa sintiéndose excelente y muy animado así como algo nervioso por la cita de mañana. Sentía como si hubiera olvidado como cortejar a una chica ¿debía llegar así nada más o comprarle flores?, ¿a las cuantas citas se le daba un obsequio? Era increíble pero estos cuestionamientos no lo dejaron el resto del camino.
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Continuará...
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