Una vida
—¿Recuerdas aquel día? Fue el día de nuestro primer beso. Teníamos apenas 15 años... Éramos solo unos críos. Tú estabas muy nerviosa, pensaba que el motivo residía en ser tu primer beso. Mi sorpresa fue muy gratificante al descubrir que fue por mí. Yo te ponía nerviosa.
Poco después me pediste salir. En un principio no quería nada serio. Fuiste el motivo por el que intenté madurar. No obstante y muy a mi pesar, éramos muy jóvenes para una relación seria. También fuiste mi primer corazón roto. Nadie se podía creer que una pareja tan perfecta lo había dejado, y en parte yo tampoco. Nunca pude odiarte, una parte de mí siempre fue tuya.
Contra todo pronóstico, llegó el día de mi cumpleaños y tú estabas allí. Me trajiste una preciosa pulsera que no me quité los años que tuvo de vida, hasta que finalmente, gastada por el tiempo, se rompió. El verte después de tanto tiempo, ahí, delante mío, como si no hubiera pasado nada, movió mi mundo. Te encargaste de ponerlo patas arriba en un mísero instante. Tartamudeando, te saludé y tú me obsequiaste con una de tus hermosas y radiantes sonrisas. Esa que no has parado de enseñarme nunca.
Volvimos a hablar, aunque no como antes. Todavía había cierta química entre nosotros. Tú intentaste seguir con tu vida, yo con la mía, perdiendo poco a poco el contacto. Hasta un momento, uno de los más importantes de mi vida.
Mi madre se puso enferma. Tú sabías el amor que yo profesaba hacia ella, que era mi gran soporte, mi vida entera. Que no iba a soportar perderla. Y ahí estabas, otra vez, después de mucho tiempo, poniendo del revés toda mi vida. Esta vez en una habitación de hospital.
Me di cuenta de lo importante que eras para mí. Esta vez fui yo quien te pidió salir a ti. Debido a los fallos del pasado, te mostraste algo reacia a aceptar, pese que al final cediste. No sé si fue por pena o porque aún existían en ti sentimientos hacia mi persona. Sea cual fuere el motivo, aceptaste. Decidiste quedarte. Reconstruir el desastre que me formaba después de tu partida.
Soñábamos por un futuro juntos. La típica casita, con el jardín, los niños y que no falte el perro. Nunca nos imaginamos que pudiera ser real, hasta que empezamos dando el paso de mudarnos juntos, después de pasar más de un año prácticamente haciéndolo. Gracias a mis padres, conseguimos el dinero para nuestra casa, sin la intención de llenarla de niños, pese a la insistencia de nuestros progenitores. Blackie, nuestro perro, ya ejercía la función de hijo.
Después vino él, John, algo inesperado, fortuito, que acogimos con los brazos abiertos. Con él llegó también tu cáncer, que te impidió volver a concebir un nuevo niño. Fueron tiempos muy malos. Sin embargo, así es la vida, una montaña rusa de momentos.
No te voy a mentir, tuve muchísimo miedo. Después de perder a mi madre, no podía tolerar la idea de perderte a ti también. Pero eres fuerte, mucho. Compaginaste tu enfermedad con el cuidado de tu hijo, que no sufrió en ningún momento las consecuencias de esta. Siempre has sido una gran madre.
Por ello, cuando conseguiste salir, volvieron contigo las ganas de llenar de vida nuestra humilde morada. Te decantaste por pasearte de vez en cuando por el orfanato de la ciudad. Yo sabía que querías adoptar un niño, más concretamente una niña, así que no tuve opción de negarme.
Así es como completamos nuestra familia. Acabamos siendo seis en casa. La más mayor se llamaba Karla. Toda una adolescente, decidimos cuidar de ella cuando nos propusieron actuar como padres de acogida, después de considerar a sus padres no aptos para su cuidado. Junto a ella venía Erik, de la edad de John, eran casi gemelos. Finalmente, llegó Maddy, nuestra pequeña de ojos azules que no tuvimos problema en acoger después de un accidente de tráfico que la dejó huérfana.
Con el paso de los años, nuestros pequeños fueron dejando el nido. Primero Maddy. Poco después, Karla. Ella quería esperar a que su hermano alcanzara la mayoría de edad, sin embargo, siguieron caminos diferentes. Los cuatro. Cada uno por su lado.
Si no me equivoco ya te lo dije. Aunque hace muchos años de eso. Nuestra pequeña Maddy decidió estudiar medicina, haciendo voluntariados por todas partes del mundo, ayudando a los más necesitados. Sin duda, eso lo ha sacado de ti.
Nuestro John ha formado una familia, ya tiene 2 preciosos pequeños que, cuando vienen, iluminan mis días y me hacen la persona más feliz del mundo. Mientras tanto, Erik está viajando, no para quieto. Me alegro muchísimo de que pueda ver todo ese mundo que nosotros no pudimos ser capaces de conocer.
Karla está viviendo conmigo, desde su puesto de gerente en esa empresa de fiestas, que tanto le ha costado sacar adelante. Se esfuerza por ayudarme diariamente en todo lo que necesito, y me siento ciertamente culpable por ser una molestia para ella. Sin embargo, ella no deja de cuidarme, y no puedo estar más agradecido por la vida que me ayudaste a construir, mi amor.
No sé cuanto más me van a permitir mis piernas venir a verte y traerte flores. Desde que te fuiste, te he echado muchísimo de menos. Lo he intentado hacer lo mejor, pero la vejez va haciendo mella en mí. —El anciano deja su ramo de flores en la tumba de su amada, fallecida hace años por cáncer. —Siento haber fallado últimamente, pero no puedo hacer el camino andando hasta aquí. No depende de mí. Bueno, creo que se me ha acabado el tiempo, así que hasta pronto, ya sea otra vez aquí, o cuando vaya yo allí a verte. Ya me queda poco. Recuerda que te amo, y que siempre lo haré. Hasta pronto, Estella
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro