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Parte/10


Viaje a la capital segunda parte. 

Como te iba diciendo no salimos de la capital. al contrario nos dirigimos al otro extremo de la gran ciudad, entramos a una colonia muy elegante, llegamos a una casa muy bonita, con un cancel negro al verlo pensé, parece un mantel de ganchillo, de afuera se veía el jardín lleno de rosas de diferentes colores, un mozo abrió la reja, pasó el coche hasta la entrada de la residencia, subimos una escalinata hasta un portal a cada lado tenía una ventana en forma de arco, en medio estaba la puerta de madera muy bien pulida, la familia estaba de pie en el portal, papá, mamá, y tres jóvenes, una mujer y dos hombres muy atractivos, después de los abrazos y besos en la mejilla, la abuelita abrazo a su nieta y todos entraron al interior de la casa, yo iba a entrar también, pero una sirvienta uniformada me dijo.

—Tu vienes conmigo ¿Cómo te llamas?

—Rosa María, pero todos me dicen Rosa.

—Yo soy Carmela.

Yo pensé, —újule yo que creí que iba a entrar con ellos por la puerta principal. Y pues nada, entré por la puerta de servicio que daba a la cocina.

—Te voy a llevar a los cuartos de servicio para que te pongas tu uniforme.

—¡Uniforme! ¿Cuál uniforme?

—Bueno aquí todo el servicio usamos uniforme ¿Tu no usas en tu trabajo?

—No, yo no.

—Bueno está bien, a ver que dice la señora, otra cosa, siempre debes de dirigirte a los señores con respeto, señora, señor y a la mamá de la señora, señora grande, a los jóvenes señoritos.

Al oír eso me dio un ataque de risa.

—Porque les tengo que decir señoritos a los muchachos ja, ja, ja.

—Ya me habían dicho que en Guadalajara son muy igualados, pero aquí nos estás allá.

—Está bien, pero no te enojes,

Ella también se empezó a reír—. Ya me hiciste reír a mí también ja, ja, ja, pero no se te olvide.

—¿Y a la muchacha como le voy a decir?

A ella señora, porque ya está casada.

Caminamos al final del jardín.

— Estos dos cuartos son de las mujeres y aquellos que están hasta allá son de los hombres.

—¿Pues cuánta gente trabaja aquí?

—Somos, doña Petra la cocinera y Chila su ayudante, Elvira y yo nos encargamos de la casa, ella arregla todo lo de arriba y yo aquí abajo, don Lencho el jardinero, Eliodoro, el mozo que les abrió el cancel, y los dos chóferes el de la señora y el señor, los señoritos tienen cada uno su coche, pero ellos lo manejan.

Entramos a uno de los cuartos, solo había dos camas individuales, un ropero, una mesa y dos sillas, los escasos muebles eran de baja calidad, nada que ver con la recamara de la otra casa.

—En este cuarto dormimos Elvira y yo, y en la otra doña Petra y Chila.

—Esta puerta es el baño de las mujeres y el de los hombres esta allá junto a sus cuartos.

—¿Y yo dónde voy a dormir?

—Te vamos a poner un catre.

Regresamos a la cocina, la señora me dijo.

—Qué bueno que ya estás aquí, ya es hora de darle su comida a la niña.

Me lavé las manos senté a la niña en su sillita le di su comida, los adultos comían en el comedor, después todos los sirvientes en la mesa grande de la cocina, más tarde la señora me dijo.

Vamos para que la niña salude a la señora grande.

Nos adentramos en el jardín llegamos a una casita, entramos, era una habitación muy amplia, una bonita alfombra cubría el piso, una anciana elegantemente vestida estaba sentada en un cómodo sillón, mientras la señoras platicaban yo pasee la vista por toda alrededor, al parecer ahí estaban todos los recuerdos de la viejita, las paredes y la alfombra eran del mismo color azul marino con estrellitas blancas, varias mesitas largas distribuidas por toda la habitación, una mesa redonda cubierta con un mantel, ni muy grande ni muy pequeña, un secreter con varios cajoncitos a los lados, un librero lleno de libros, tanto en la chimenea como en las consolas había fotografías, jarrones, candelabros con velas y adornos miniaturas de porcelana y cristal cortado, un sofá grande que más bien parecía una cama. De una de las paredes colgaba un cuadro al óleo del río Támesis de Londres.

Había dos puertas de madera, me imaginé que era el baño y su habitación.

Media hora después mi patrona se despidió, de la señora grande, ella le dijo.

—Fanny si no te incomoda, me encantaría que dejaras a la niña un poco más.

—Por mi encantada.

Antes de salir me dijo.

—Cuando la niña se empiece a incomodar se regresan.

La niña estaba sentada en la alfombra haciendo torres con unos dados de madera, en cuanto la señora salió de la habitación, la anciana me preguntó.

—¿Sabes leer?

Si, señora grande, si se leer.

—Llámame por mi nombre "Ruth"

—¿Y tu nombre Es?

—Me llamó Rosa Maria, pero me dicen Rosa.

—Yo te voy a llamar por tu nombre, por favor toma ese libro que está en la mesa.

Regrese con el libro.

—Ábrelo donde está el separador y sigue leyendo con voz suficientemente alta para que te pueda escuchar bien. Vi la tapa del libro, era una historia de misterio de la escritora Agatha Christie "Muerte en el Nilo".

Empecé a leer con voz clara y siguiendo todas las reglas de ortografía, ella cerraba los ojos yo pensé.

—La viejita ya se durmió.

Pero nada de eso, cuando termino el capítulo abrió los ojos.

—Lees muy bien ¿hasta qué año cursaste ¿Y por qué no seguiste estudiando?

—Porque en el pueblo no hay secundaria oficial, solo en el colegio y mi mamá no tuvo dinero para pagar y como en Guadalajara todo es más caro, mejor me pusieron a trabajar.

Las preguntas siguieron, ¿Cuántos años tienes? ¿Cuántos hermanos son? Etc. No sé cuánto tiempo paso, la niña se empezó a inquietar le dije

–Voy a darle su biberón a la niña y a cambiarle el pañal

—Está bien ve.

Cuando salí de la casa me encontré con la mamá de la niña

—Ya es tarde, déjame a la niña, ve a prepárale su biberón ya se le paso la hora de su baño.

La mujer estaba molesta, y tenía razón a esa hora la criatura ya debería de estar dormida, pero yo no tenía la culpa de que la viejita me entretuviera tanto. Cuando cenamos ayudé a recoger la cocina, las cinco sirvientas nos fuimos a descansar. Puse el catre me dieron una sábana, una almohada y dos cobijas delgadas, me puse el camisón que me dio Mary y me dispuse a dormir, pero no había pasado ni media hora cuando empecé a tener un frío terrible, las mujeres dormían a pierna suelta a pesar de que estaban tapadas igual que yo. Esa noche no pude dormir, la noche se me hizo larguísima. Al siguiente día muy temprano me dijo una de mis compañeras de cuarto.

No se allá en tu rancho, pero aquí nos bañamos todos los días.

Me dio tanto coraje, pero no le contesté.

—Aquí te dejo una toalla por si te animas, ja, ja, ja.

—No le hagas caso, así es ella, pero es buena mujer me dijo doña Petra— ¿No tuviste frío? Uy si muchísimo ni siquiera pude dormir. Ya te iras acostumbrando al clima de aquí ¡Mira ya salió Chila del baño, anda báñate que se hace tarde! Si quieres lavar tu ropa para que se seque. —Si eso voy hacer.

Entre a la cocina, bañadita, cambiadita y peinadita, los empleados empezaron sus tareas, era temprano, tanto los dueños y las visitas estaban en sus habitaciones, Petra y Chila estaban apuradas preparando el desayuno y como dice el dicho, mucho ayuda el que no estorba, fui al comedor, me quede sorprendida, él espacio así como los muebles eran más grandes que en la casa de los padres de la señora Fani, la mesa larga con doce sillas, una vitrina con vajillas de porcelana, con dibujos de paisajes con príncipes y princesas, disfrutando de un día de campo, otra vitrina con diferentes copas de diferentes tamaños y formas, los muebles de la sala eran del mismo modelo que los del comedor, "Estilo Inglés" vitrinas con adornos de cristal cortado, mesitas con fotografía y adornos. A la derecha de la entrada de la casa estaba la escalera con pasamanos de la misma madera de los muebles.

De pronto escuché los pasos de los señores y rápidamente volví a la cocina, le di su comida a la criaturita, en ese momento entró a la cocina la señora madre del señor, me dijo.

Cuando tomes tu desayuno vas hacerle compañía a mi mamá.

—¡A la señora Ruth!

—Si a ella, cuando te dirijas con ella, dile señora grande.

—Bueno yo le digo así, porque ella me dijo que así le dijera—, pero yo le digo como usted quiera. —Está bien, llámala como ella te pidió

—Cuando termine de almorzar voy por la niña. —No, eso no es necesario, nosotras nos encargamos de mi nieta.

En cuanto terminé de comer, me lavé los dientes y me presenté con la señora Ruth, la sala ya estaba limpia y la señora bañadita y elegantemente vestida sentada en su sillón, una enfermera le tomaba los signos vitales cuando entre saludé.

Buenos días. Me contestaron las dos

–Buenos días, pero pasa no te quedes ahí parada, siéntate en el sofá.

—¿Quiere que le lea?

—Si, pero luego, primero dime

Me empezó hacer preguntas variadas.

— ¿Y cómo fue que entraste a trabajar en casa de mi nieto?

Poco después platicábamos amenamente

Después me pidió que leyera, en la habitación solo se escuchaba mi voz y el tic tac, del gran reloj de pedestal que estaba frente a mí, el tiempo pasaba lentamente, levanté la vista del libro para ver la hora, eran las tres de la tarde, me dije.

—Ay ya es tarde con razón ya me empezaron a crujir las tripas de hambre.

No acabe de pensar eso, cuando oí la voz de Chila.

—Permiso señora, traigo su comida.

—Adelanté.

—Chila dejó la charola en la mesa y se retiró.

La señora se levantó del sillón tomó su bastón y fue al baño, yo pensé.

—Chin, me tengo que esperar hasta que coma y yo con esta hambre que me cargo.

Poco después regresó, se sentó en la silla, pero no comia, yo

pensé.

—Híjole, a lo mejor va a querer que le de comer en la boca.

Pero nada de eso, en cambio dijo.

—Puedes ir a comer.

—Gracias doña Ruth.

Cuando entré a la cocina, ya estaban los empleados sentados a la mesa, comimos lo mismo que los patrones, empezamos con la ensalada, siguió la crema de verdura, luego el plato principal que no logré identificar que era, pero estaba muy bueno, al final el postre, manzanas glaseadas, todo eso acompañado de limonada, solo extrañé las tortillas ya que acompañamos la comida con pan de caja o sea pan bimbo. Cuando terminamos la comida, pensé.

—Y yo que creía que no me iba a llenar, ya que los platos no eran muy abundantes que digamos.

Iba a lavar los trastes sucios pero la cocinera me dijo.

—Deja eso, será mejor que te laves los dientes y vuelvas con la señora grande.

Fui al baño me lavé los dientes y aproveché para desahogar la vejiga, me lavé las manos y regresé con la señora y como ya tenía algo de confianza le pregunté.

—¿Me deja ver los retratos?

Yo iba recorriendo las mesitas mirando todo, no solo las fotografías también los adornos, me extraño no ver imágenes de santos o de la virgen de Guadalupe, aunque pensándolo bien tampoco en la otra casa había, mi vista se detuvo en una fotografía de un barco grande toda la gente saludaba con la mano, era muy antigua, le pregunté

—¿Usted iba subida en este barcote?

—Déjame ver la fotografía.

cuando la vio, dio un largo suspiro.

—Esta niña soy yo—Se ve chiquita ¿Cuántos años tenía?

—Recién había cumplido ocho añitos.

–Y adonde iban de paseo.

–No íbamos, llegábamos del otro lado del mundo, estoy cansada voy a dormir la siesta, mientras tanto si tienes sueño puedes recostarte en el sofá o salir al jardín a estirar las piernas.

La ayudé a acostarse, el sofá me llamaba, pero preferí salir a caminar, pero no di ni un paso cuando vi a Carmela la recamarera.

—¿Ya se durmió la señora grande?

Se acaba de acostar.

–Entonces puedes venir a echarme una manita por favor.

—Si, ¿qué quieres que haga?

—Vamos a subir unas cosas al cuarto de juegos, los señoritos van a tener una reunión.

-o-

Yo encantada le ayudé, ya que ardía de deseos de conocer la planta alta. Subimos dos cajas grandes, yo pensé.

—¿Qué será esto tan pesado?

Cuando subimos los escalones llegamos a un recibidor, había un mueble de sala, mesitas, cuadros en la pared, en una esquina había un sillón largo con una cabecera que daba vuelta en forma de codera, me imagine a Cleopatra recostada en él, ya que era igualito al que vi en la película, había un pasillo largo, seguimos por la derecha hasta llegar al final entramos al mentado salón de juegos, era enorme, tenía un bar, una mesa de billar, varias mesas de juegos, en una pared había un círculo para clavar dardos y una sinfonola (rocola), Carmela ya no me dejó ver más, me apuro para sacar el contenido de las cajas que eran bolsas de botana, bajamos rápido, Petra tenía preparados unos recipientes con diferentes bocadillos, se me hizo agua la boca, pero ni modo de meter mano, subimos de nuevo, pusimos todo en una mesa larga, tipo bufet y hasta ahí termino mi ayuda.

—Vamos a bajar rápido porque ya mero llegan.

Con las ganas que tenia de conocer toda la casa.

—Gracias por tu ayuda, le caíste bien a la viejita, ella es muy especial, no soporta a nadie ni a sus nietos

—¡¡Deveras!! sí es re buena gente doña Ruth—Anda tú, hasta su nombre sabes, ¿Y en que te ocupa?

—Pues me pregunta cosas, le leo y platicamos, bueno ya me voy.

—Ándale si, y gracias otra vez.

Regrese al lado de la señora que ya estaba despierta la ayude a sentarse en su sillón.

—Y que hiciste mientras yo tomaba la sienta.

—Ah pues le ayude a Carmela a subir botana al salón de juegos porque los muchachos van a tener fiesta.

—¿Te refieres a mis nietos?

—Ay lo que pasa es que se me olvida que tengo que decirles señoritos, como en Guadalajara no se usa eso.

Ella se sonrió y reanudamos la lectura, poco tiempo después, hasta mis oídos me llegaba los acordes de la música, las risas y las voces apagadas de los jóvenes, perdón (señoritos). En un respiro que di le pregunté

—¿A usted no le gusta ver televisión?

—Si, si me gusta verla cuando estoy sola, pero, por ahora disfruto más de tu compañía

—¡Ah!

Seguí con la lectura. A las cinco de la tarde llego Chila, con una charola con una jarra dos tazas un recipiente con unas rebanadas de pan tostado, otro con mantequilla y otro más con mermelada, la señora dijo.

—Llegó la hora del té—. Chila iba a servir la bebida, pero la señora le dijo.

—Te puedes retirar

Le pregunté.

—¿Va a tener visita?

—No, claro que no.

—Quiere que le sirva su té?

—Si, sírvelo por favor.

Le llene su taza.

—Sirve una taza para ti y acompáñame.

Serví él té, me senté y tomé el líquido en pequeños sorbos tal como ella lo hacía, tuve que reprimir mi repulsión ya que el mentado té me supo a rayos, yo en mi inocencia pensé que la bebida era té de canela o té de limón ya que esos eran los que yo conocía, éste me supo amargo y totalmente desabrido

— ¿Sabías que esta tradición de tomar el té por la tarde viene de Inglaterra,

—No señora no lo sabía.

—Mi abuela materna era inglesa, mi madre se casó con mi padre se fueron a vivir a Alemania ya que él es oriundo de ese país y ella siguió con la tradición del té.

—¡A miré! ¿Y usted también siguió con la costumbre?

—Solo yo la sigo en esta casa nadie más.

—¿Y cómo se llama este té?

—Té negro.

Estábamos en plena charla cuando llegó su hija, al ver las dos tazas de té le preguntó.

—Mamá, creí que estabas sola.

—Pues ya vez que no, estoy en compañía de Rosa María.

Al decir sola, me refería a alguien más.

—Bueno ahora estas tú—, como yo no tenía vela en el entierro le dije.

—Doña Ruth, voy a estar afuerita mientras plática con su hija—Ella movió la cabeza afirmativamente, salí disparada al jardín, me encontré con el jardinero me saludo.

—Buenas tardes jalisquilla.

—No me gusta que me pongan apodos, me llamó Rosa María y así me gusta que me digan, buenas tardes señor.

—A caray, dispénsame no te quise ofender.

—Pues no, no me ofendió, solo llámeme por mi nombre.

—Ya me habían dicho que las jalisquillas eran bravas dime ¿ya habías venido a la capital, o es la primera vez que vienes?

—Es la primera vez.

—Si quieres yo te puedo llevar a pasear el domingo.

—No, gracias—

—Las que te adornan chula.

Yo dije dentro de mí.

—Viejo sangrón.

— Pues tú te lo pierdes chula.

—En ese momento salió la hija de doña Ruth así que volví a su lado.

—¿Sabes jugar cartas?

—¡A la baraja! No, no se jugar.

—Te enseñaré a jugar canasta.

—Se dio a la tarea de enseñarme, en cuanto se metió el sol empezó a bajar la temperatura, le dije a la señora.

—Ay, ya empezó hacer frio ¿me deja que vaya por mi suéter?

—Si, si ve—Afortunadamente tenía el suéter que me había traído la señora Chuy de USA; me gustaba leer para la señora, cuando no entendía alguna frase, ella me la explicaba, a las siete de la noche llegó su cena.

—Por qué le trajeron tan poquito de comer.

—Porque cuando llegas a mi edad, ya no es conveniente comer copiosamente, puedes sufrir una indigestión, pero tú eres joven y necesitas más comida.

—Ve a cenar.

Cuando entré a la cocina solo estaba la cocinera.

—Te voy a servir tu cena para que regreses con la señora

—Y así lo hice, a las ocho de la noche llego la misma enfermera que había visto en la mañana, yo me dije.

—Chin, la viejita ya se va a dormir, aquí está bien calientito, pero a mí me toca irme al frillaso, pero ni modo así son las cosas, los pobres con los pobres y los ricos con los ricos.

Las dos mujeres se dirigieron a la recamara de la señora me acomedí a llevar el maletín de la enfermera ya que quería conocer el cuarto de la señora, mientras esta la atendía yo pasee la vista alrededor, los muebles eran muy lujosos, una cama grande de madera, al pie de ésta había un sillón de tres plazas tapizado de la misma tela de la cortina una chimenea de mármol, un tocador con un gran espejo y frascos de perfume y cremas, me despedí de la señora.

—Buenas noches señora Ruth, yo también me voy a acostar

—Ve por tu ropa de dormir y regresa.

—Si señora voy y vengo

Rápida y veloz fui y vine con mi camisón, cuando regresé la enfermera ya se había ido, la señora me dijo.

—Como me comentaste que tuviste mucho frío y si no te importa dormir en el piso, Susana dejo lo necesario en la otra habitación, ahí puedes dormir, también hay un baño para que hagas tus necesidades, ve a descansar

—¿Qué pase buenas noches señora

—Buena noche, me respondió.

Cuando entré al cuarto estaba totalmente alfombrado, había dos roperos grandes donde guardaba su ropa y un estante con muchos pares de zapatos, yo pensé

—Lástima que están muy feos si no le pedía unos, había otros muebles con adornos en un sillón estaba una colchoneta, una almohada y dos cobijas, preparé mi lecho, me puse el camisón y me acosté, pensé voy a dormir como si fuera rica, al día siguiente a mis oídos me llegaban los mormullos de los empleados, desperté y me senté desorientada pensé—¿En dónde estoy? Ah ya me acorde, me levanté, recogí mi lecho me bañé, con mucho cuidado salí del cuarto, en ese momento llego la enfermera, le di los buenos días.

—Buenos días.

—Buenos días ¿Cómo dormiste?

—Muy bien, no tuve nada de frío.

Esa fue mi rutina de toda la semana que pase con la señora, lo que más hacíamos era platicar, bueno ella era la que más hablaba, creo que lo único que ella necesitaba era quién la escuchara, contaba con una buena memoria, así que me contó desde que era niña, cuando llegó a México desde su lejano país Alemania, todos los miembros de su familia eran judíos, tuvo problemas con sus padres porque su marido era católico, pero aun así se casaron y fueron muy felices, ella asistía a la sinagoga los sábados, yo la escuchaba mi imaginación al igual que su mente viajábamos al pasado, un día antes de regresar a Guadalajara la señora me sorprendió con una pregunta.

—¿Crees que tus padres te darían permiso de venir a trabajar para mí? Claro está que te pagaría más, tendría tu día de descanso.

Mi mente contesto a esa pregunta.

—No, no como cree, que aburrición, una semana está bien, pero para siempre no, no y no, si ya me anda de ganas de volver a Guadalajara ver a mis papás, a mis hermanos, a mis amigas.

—Pues yo les digo a ver si me dejan.

En esta tarjeta está el número de teléfono de la casa, para que me hables y en caso de que te den permiso, yo mandaría al chófer por ti.

El lunes me despedí de ella, me dio doscientos pesos, yo pensé.

—Pues me fue bien en el viajecito, en quince días gané más que en todo el mes. Ah y se me olvidaba me dijo que si me quedaba ella se encargaba de que yo siguiera estudiando.

Regresamos a Guadalajara igual que como nos fuimos, mi familia me recibió calurosamente, mi mamá quería saber todo lo referente al viaje, mis hermanos me preguntaban que les había traído y como no les traje nada les di cinco pesos a cada uno, mi mamá replicó.

—Pero hija cinco pesos es mucho para un niño, mejor me los habrías dado a mí, que más falta me hacen.

—No te apures ama a ti te voy a dar cien pesos y tu estampita de la virgen de Guadalupe que me encargaste esta bendita.

—¿Y de donde sacaste la virgen de Guadalupe?

—Esa me la dio la mamá de Mary la sirvienta de la otra casa.

De la propuesta de doña Ruth ni le mencioné nada, conociéndola capaz que en ese momento me hubiera mandado de regreso con la promesa de que, así como me pagaran le enviará el dinero.

Dure tres meses trabajando en esa casa, ya que los señores se mudaron a la ciudad de Monterrey, obviamente la señora me propuso irme con ellos, pero no acepte, en ese momento tome la determinación de ya no trabajar en casa que me quedara a dormir, yo quería vivir de acuerdo a mi edad, como mis amigas, a mi mamá no le agradó la idea ya que iba a ganar menos dinero, pero al final me dijo.

—Bueno, es mejor poquito que nada.

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