
Relato 3.2.2 ¿Un demonio puede amar?
N/A: Como mañana son los wattys y esto se va a poner como terreno de guerra, les comparto el cap. De una vez. Emmm advierto de nuevo que puede dañar a personas susceptibles, así que lean bajo su propia responsabilidad ^u^ pofavo.
Felices Wattys!!
Comenzamos...
En la comodidad de su pequeña habitación, las sabanas de satín rosaban su cuerpo desnudo a espera de las caricias de Dvur, hasta que la hiciera suya por completo.
Solo que en esta ocasión ella lo abrazaba por el cuello y él la recostaba en la cama, mirándola hasta estar completamente convencido de que estaría despierta para sentir todo lo que le hiciera.
—¡Hey! —le dijo Asmadoth sonriente— Tienes que estar consiente, o no podré ver tu expresión cuando te corras.
—¿Un sueño? —preguntó ingenua tocando la cara de él.
Dvur sonrió.
—Puede ser. Dime si esto es igual que un sueño.
Y diciendo esto, tomó el mentón de ella, escaneo todo su rostro y comenzó a excitarse viéndola tan abandona entre sus brazos.
Es así como normalmente sería una fantasía nocturna de Isela. La realidad no podía ser más cruda.
Ni Asmadoth esperaba que ella sintiera placer, ni la veía excitado por estar entregada a sus deseos. En su lugar, ese imbécil arquitecto apretaba los ojos con fuerza mientras ella jugueteaba con su lengua y mordía el pecho de Dvur pasando de vez en cuando por sus pezones.
Como mujer, estaba destrozada y ahora con la mutación en su sangre, estaba dispuesta a destrozarlo a él.
—¡Wuo muñeca, espera! —gritó sin poder apartarla cuando los colmillos de Isela se clavaron en su costilla.
Trató de reír, solo que su sonrisa se desvaneció cuando un ardor desconocido siguió en su piel.
—No tienes que reprimir tus gritos —ella lamió las gotas de sangre que salieron de los pequeños orificios—, Estas dulce —dijo emocionada cuando saboreo la sangre.
La luz de luna llena se filtraba por el quema-coco del auto, reflejando los ojos negros en su totalidad de la laboratorista.
—¡¿Pero que demon... —Asmadoth trató de moverse sin resultados.
¡Esperen!
¿Son conscientes de lo que les digo?
El demonio de la lujuria estaba siendo presa de su propio pecado. ¡¿No les parece divertido?!
A mí sí y puedes borrar de tu mente mi sonrisa, porque... te aseguro que lo que pasó después... no es muy grato incluso para mí.
—Voy a disfrutar tanto destrozarte señor Arquitecto. —A Isela se le distorsionó el rostro cuando se quitó el vendaje.
En otro momento Asmadoth se divertiría con esos pechos regordetes en sus bordes, pero no cuando sentía el pánico que cualquier humano en peligro sentiría.
—¡Mal nacidas templarias! —gritó, a sabiendas que su transformación fue producto de la droga.
—Uy, ¿Alguien tiene miedo? —habló sarcástica bajando intimidante hasta su cremallera— Ya verás que no es tan malo, en la universidad tuve tiempo de practicar —remojó sus labios.
La respiración del arquitecto se entrecortó.
—Te-te parece si dejamos esto para desp...
Demasiado tarde. Isel había sumergido el miembro varonil de su arquitecto en la boca. A Dvur le saltaron los ojos cuando sintió la garganta de ella junto a su viscosidad y músculos de la lengua que lo abrazaban.
<<Es... esto ¿Qué es?>>
Este niñito no sabía la diferencia entre recibir un oral siendo demonio y siendo humano. No... no te estoy mintiendo. El nunca fue humano antes.
—Veo que te gusta —se emocionó Isela envuelta en su irrazonable personalidad.
Volvió a poseerlo con su boca, siguiendo con el cabeceo que tanta buena fama le había dado en la universidad como homosexual. De pronto recordó las palizas que se ganó también porque no sabían que era mujer.
Isela sujetó el cinturón de él para impulsar sus caderas llegando a aumentar el tamaño del pene dentro de su boca. Quería desquitarse de alguna manera.
Los dedos del licenciado estaban comenzando a desentumirse siendo su único escape el poder aferrarse a la orilla del asiento.
—No... no jodas —se quejó el arquitecto cuando sintió venirse.
<<Fue... muy rápido>>
—Eso fue rápido —rio ella casi como si estuviera escuchando los pensamientos de él.
El semen del hombre frente a ella escurrió por la comisura de su boca, ella se limpió y observó sus manos.
—Amargo —susurró—, tan amargo como siempre...
Amargo como ella, tan vacío como su vida.
Los ojos de Isela regresaron a la naturalidad cuando su corazón se llenó de dolor.
¿Tan mala mujer era como para no poder sentirse, por una sola vez, amada?
Estaba distraída. La droga en Asmadoth estaba pasando y a él, le pareció una buena arma el vendaje.
Lo siguiente que vio Isel fue el rostro enfurecido del demonio, sin embargo, no sintió nada. Su mente estaba en otro lado, en un lugar utópico donde sus fantasías se hacían realidad.
Donde él le decía que... la amaba.
En eso, el dolor en sus muñecas la regresó bruscamente a la realidad. Asmadoth inmovilizó sus manos en el volante usando el vendaje como soga.
—Suéltame —susurró. Cuando captó lo peligroso, gritó—; ¡Suéltame!
Dvur bufaba encolerizado por el dolor en la herida de sus costillas que lentamente sanaban.
—Me hiciste pasar... un rato interesante.
—Por favor. Suéltame —pidió tranquila guardando sus lágrimas.
—Ya lo hago. —Tocó sus muñecas y tarareo al ritmo de la canción en la radio.
Isela sintió una esperanza. Tal vez no era tan seco como creyó.
Los dedos de Dvur golpearon quedo la frente de Isel.
—Dah, tontita ¡te la creíste! —dijo sujetando sus piernas abrazando sus costados— Ni creas que esto se quedará así.
—¿Qué haces?
—¿No es obvio? —preguntó desgarrando la ropa interior de ella— Creo que el trato era este ¿no?
—Ya no quiero. Suéltame —suplicó.
—Uhm ...Mejor no. Tengo que desquitarme por lo que me hiciste.
—¡No te hice nada malo! —gritó temerosa cuando sintió el miembro tratar de entrar por su vagina.
Lo quería, pero no así. Sobre todo, cuando no tenia en claro los sentimientos de él... aunque en el fondo, sabía que se estaba engañando. Eran obvios los sentimientos de ese hombre.
—Y esto ¿Qué es? —le señaló su herida. Isela se sorprendió ¿Cuándo le hizo eso?
<<¡¿Qué es lo que hice?!>> se decía.
—No pensé que fueras una zorrita ¿eh?, mira que tener esas habilidades... Bueno, también la droga hizo lo suyo. Veamos si logra sorprenderme de igual manera aquí.
Y sin más, le dio una estocada llenando su interior hasta rebotar con su útero.
Su grito desgarrador se escuchó en todo el bosque. Las lágrimas volvieron a brotar y su fantasía nocturna, se convirtió en su peor pesadilla.
Las uñas de Dvur se clavaron en las caderas de Isela obligándola a subir y bajar complaciéndolo un poco.
<<Sigue siendo lo mismo que con cualquiera. ¡Bah!>>, pensó él al saber que las sensaciones humanas habían pasado.
Miró al cielo de nuevo y reflexionó sintiendo el sube y baja del cuerpo de Isela.
—Oye —habló Dvur— ¿Por qué reprimes tus quejidos? Al menos déjame oír para acabar pronto.
No obtuvo respuesta.
—Pensé que serias una autentica mujer. Qué decepción.
—La espalda —susurró ella.
—¿Uhm? —Dejó de ver al cielo para mirarla.
—Mi espalda me duele...Por favor, por lo que más quieras Asmadoth, desátame. Te juro que no haré nada, pero por favor... desátame.
Los ojos grises de la científica estaban opacos, no se veían profundos y sin límites cómo siempre lo hacían cuando lo miraban.
—Pensé que lo estabas disfrutando —habló disminuyendo la fuerza de su agarre—, no tienes porqué llorar.
Sí. Era un completo imbécil.
Isela mordió sus labios y pensó que, si terminaban más rápido el acto, dejaría de sentirse bacia para volver a vivir solo por su trabajo.
Ella movió más rápido sus caderas, sorprendiendo a Dvur. Batía su pelvis sobre el pantalón de él, creando cosquillas en la punta de su pene cada que sentía como rozaba con la pared uterina.
Una gota de sudor le cayó en el ojo y le ardió. Un demonio no puede sudar, querido mortal. Eso fue lo que sorprendió a Dvur.
En su abdomen algo cosquilleaba y sentía como una sensación entre gozo y calor subía o bajaba por todo su cuerpo hasta la garganta.
—¿Qué... que estás haciendo mujer? —dijo con respiración cortada apretando el asiento.
—Acaba ya... acaba ya —susurró Isel rompiendo en llanto deteniendo sus movimientos por el cansancio y la frustración.
Se odiaba.
Y mucho.
No por haber caído en esa situación, sino porque, pese a prometerse que nunca más se entregaría a una relación donde lo único que importara fuera la lujuria, su mayor conflicto en ese momento era que en el fondo disfrutaba sentir a Asmadoth por dentro.
Y con esa culpa, continuo con sus movimientos. Esta ocasión, intercalando en sube y baja dibujando ochos con sus caderas.
Tenía que ser sincera, era bueno sentirlo, le gustaba esa combinación dominante y dominada, pero volvía a caer en llanto cuando recordaba que eso siempre seria lujuria y no amor.
Entonces se cuestionó si ella sería capaz de amar y al saber que nunca podría, descartó de inmediato que también nunca nadie la amaría.
Amor...
Una palabra desgastada.
¿Qué es el amor?
¿Qué está mal y bien dentro del amor?
Yo tampoco lo sé ahora.
De lo que sí estoy seguro, es que la conexión que sintió Asmodeo con Isela no tiene comparación con ningún otro personaje. Incluso podemos decir que el culpable fue su experiencia como humano o el corazón latente de Isela que vibraba abrazándolo en su interior.
Si ella no podía amar, por lo menos trataría de imaginarse con su cuerpo lo que era, compartiendo esos sentimientos en Dvur.
—PARA —gritó Asmadoth— De-deja de moverte —suplicó a Isela bajando la cabeza reprimiendo sus deseos de querer acariciar su rostro lloroso.
<<Se corrió>> pensó Isel. Todo había acabado. Ella volvería a su laboratorio, él la olvidaría y el frio seguiría junto a ella. Atormentando cada una de sus noches.
Mientras se concentraba en su desgracia, las muñecas fueron liberadas cuando Dvur arrancó el vendaje.
—¿Asmadoth?
El miembro de él se movió en su interior al escuchar su nombre, advirtiendo a Isel que todavía el acto sexual no acababa.
—¿Qué hiciste? —preguntó Dvur cubriendo sus ojos y desgarrando su propio pecho en el lado del corazón que palpitaba al mismo ritmo que el de Isela.
La sangre brotó desde los arañazos y el ardor martirizó a la mujer casi como si fuera su propio cuerpo.
—No —ella trató de impedir que se hiciera daño. A cambio, su mano fue bruscamente hostigada por Dvur y su cuello fue apretado.
—¡Cállate! —gritó apretando más fuerte para tratar de ahogarla.
A pesar de sus intentos de querer asesinar a esa mujer, un río en llanto desbarato su interior. Asustado, la soltó. Cubrió su boca y sintió lo que para él fue agua en sus mejillas.
Isela tocio, recuperó su aliento y abrió la puerta del auto dispuesta a salir corriendo. Solo que, la mano cálida de Asmadoth tomó su mejilla quitando sus deseos de huir.
—No te vayas... por favor—imploró Asmadoth.
Una señorita dentro de sus cabales, hubiera huido en la primera oportunidad, pero recordemos que esto pasó en una dimensión muy alejada de tu realidad y allí todo puede ocurrir.
Yo creo que la actitud tan irracional de Isela fue una de las razones por las que Asmodeo sintió tantas complicaciones desde la primera vez que la vio. Solo que, en su naturaleza demoniaca, nunca quiso aceptar.
—No sé qué me ocurre —confesó él—. Es solo que no soporto ver tus ojos así y al mismo tiempo quiero...
Isela lo interrumpió besándolo desprevenido. Su tono de voz no era el mismo confiado de siempre, parecía desesperado. Como un pequeño que no comprende las crueldades de la vida.
Así que pensó; Si ese tipo era un psicópata, ella también podría serlo. Porque aún no cabía en Isela la posibilidad de que en serio fuera un demonio, completando la maravillosa ironía de que justo fuera el demonio de la lujuria. Lujuria de la que siempre quiso escapar aun siendo su propia naturaleza.
¿Quieres que romantice su primer beso?
¡Vamos! ¿¡Esperas romance en estos dos?!
No voy a contarte mentiras e incluso puede que omita algunos detalles porque soy envidioso, así que iré al grano.
Distintos cuerpos, distintas vivencias. Sueños rotos sumergidos en exceso de crueles realidades, donde dos mundos y ambos cuerpos se decían entre caricias que las fronteras no existen.
Isela sentía placer al estar siendo correspondida y Asmadoth experimentaba algo nunca creíble para su raza. De alguna manera, por fin comprendía porque Memo, quiso quedarse con esa híbrida humana.
A cada caricia de Isel, todo su cuerpo se erizaba. A cada movimiento de ella sobre él, lo hacían sentir inestable. El gozo solo podía llevarlo a más placer con cada estocada, provocando espasmos vibrantes que no le permitían sentir hasta donde era el limite entre su propio cuerpo y el Isela.
No eran las mismas sensaciones durante el sexo que siendo un demonio puro. ¡Oh, nunca podrían ser comparables! Diríamos que es... ¿Un castigo divino? Sobre todo, cuando el cuerpo de un demonio es prefabricado con tal de poder convivir entre los humanos y juguetear en la tierra.
Cuando un demonio prueba las delicias del cuerpo humano, hará lo imposible por no desprenderse de el y eso es, lo que Asmodeo estaba dispuesto a cumplir sintiendo a Isel como suya.
Durante el acto, las fuerzas le volvieron, incrementaron su vigor y giró hasta quedar sobre la humana, solo que esta vez, el lecho sexual no era el auto, pues en un pestañeo, se habían teletransportado hasta la habitación de Isela.
Ella estaba tan concentrada en como su interior se expandía en los puntos donde sus propios dedos la tocaron pensando en él, que no fue consciente del acto paranormal.
Asmodeo se encontró en pleno éxtasis. No sabía lo que le ocurría y tampoco se preocupaba por eso, solo quería sentirla más, besarla y estrujar su pecho. Seguir viendo sus caras orgásmicas y sentir satisfacción por saberse el medio estimulante de su lujuria.
—Asmadoth —gritaba ella entrelazando sus piernas alrededor de la cintura mientras con los pies retiraba su pantalón hasta sentir rozar su trasero firme con sus piernas.
Él la abrazó en plena pasión.
—Llámame por mi nombre real Isela —pidió, exponiendo en un murmullo su nombre.
El resto de la noche Isela no paro de repetir su nombre, logrando hacerla sentir lo que él como demonio representaba con una pizca de algo más, a lo que llamaremos amor.
En el último momento del acto sexual, la voz de Isela incentivó al demonio y la droga se evaporó por completo de su sangre. Dvur al instante lo ignoró, pues estaba concentrado en llenar a esa hembra por completo, en poseerla entera y dejar que imprimiera toda su esencia sobre él.
Isela lo miró, quería grabarse sus gestos lascivos, ver por una sola ocasión su rostro llegando al orgasmo. Sujetó a su amante desde el cuello y lo atrajo hasta ella. La sensación cálida en su vientre volvieron a hacerla dichosa, distorsionando de nuevo su mirada. Cuando Asmadtoh se enderezó, lo siguiente que Isela vio fue irreal.
La cabeza de Dvur, tenía rostro de carnero.
Isela abrió los ojos junto a un grito e inspeccionó donde se encontraba. Era su habitación.
Buscó con terror a Dvur y estaba sola. Las sabanas de su cama estaban empapadas de sudor como cada noche acostumbrada a sus sueños húmedos y como cada mañana, siempre acompañada de su soledad.
—Un sueño —se dijo. Luego soltó una risilla.
El ring del teléfono casi le hizo vomitar su corazón.
—Isel al habla.
—¿Dónde estuviste anoche? —dijo Valentina al otro lado del teléfono—, llevo buscándote toda la mañana.
—¿Pasó algo? —preguntó tomando un pantalón de su closet con la otra mano presintiendo lo peor con los gemelos.
—Elizabeth quiere hablar contigo.
—No te preocupes. La señora Montserrat debe necesitar nuevamente asistencia para su etapa de crisis sexual.
—No creo que se trate de eso esta vez.
—¿Por qué lo dices?
Valentina hizo una pausa.
—Isel, ¿En serio estas bien?
—Sí ¿Por qué? —Isela se miró en el espejo apartando el largo cordón del teléfono. Buscó la cadena del collar con la llave y de inmediato buscó entre las sabanas impaciente al no encontrarla tampoco en el piso.
—Vi salir a Dvur esta mañana de tu dormitorio —soltó Valentina— ¿Sabes?... él no es un buen hombre.
El auricular se le zafó a Isela de las manos.
—¡¿Haló, Isel?!
Mientras tanto. Asmadoth se sentía vigorizado un kilómetro alejado de los dormitorios.
—Nuca vi un sol tan hermoso ¿No te parece Gulhóm? —le dijo a uno de sus obreros regordetes que no dejaba de atragantarse con emparedados.
—Si usted lo dice señor, es verdad.
Asmadoth sonrió y suspiró pensando en Isela.
—El señor Sferatu ha llegado, mi señor —interrumpió un joven de cabello rojizo— Y los explosivos están donde indicó.
—Tenga cuidado —advirtió el hombre regordete—. Recuerde que estos cuerpos no son como los nuestros —le recordó la gula comiendo otro sandwich.
—Y justo eso...—Dvur sonrió falso a Sferatu, quien se acercaba hasta la construcción destinada a ser demolida—, es lo que me encanta de este mundo.
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