Fue un día fascinante en mi viaje a España, ansioso por sumergirme en sus diversas culturas, paisajes y delicias culinarias. Sin embargo, me enfrenté a un dilema: no tenía compañía para explorar este maravilloso país. Aunque me avergonzó un poco tener que recurrir a una guía turística, sabía que era la mejor opción.

Decidí abordar el asunto con el encargado del hotel donde me hospedaba. Le expliqué mi situación con cierta aprehensión.

—Disculpe, señor. Tengo un problema. No tengo una guía que me acompañe en mi exploración de su país.

—¡Vaya! Justo hace poco enviamos a una guía con una familia y una pareja —respondió el dueño con preocupación—. Sin embargo, contamos con un joven que acaba de unirse a nuestro equipo tras terminar sus estudios. Pero me gustaría saber si estás de acuerdo.

—Si posee un amplio conocimiento sobre la cultura y los lugares de interés, no veo ningún problema.

—Perfecto. Permíteme llamarlo y que se una a ti.

—Muchas gracias, señor.

Tuve que unos esperar 20 minutos, y empezaba a creer que el joven guía nunca llegaría. Estaba a punto de salir y descubrir el país a mi manera cuando de repente escuché un grito...

—¡Joven! —exclamó el guía turístico, recuperando el aliento mientras se acercaba corriendo—. Disculpa la tardanza, tuve un pequeño problema con un animal.

—¡Oh! Espero que todo se haya solucionado.

—Un poco, pero no te preocupes, mi jefe se encargará de eso. Ahora estoy aquí para apoyarte, me información que deseas conocer todo sobre España.

—Así es, pero antes de partir, me gustaría saber tu nombre —respondí, Ricardo, con seriedad.

—Tienes toda la razón, disculpa mis modales. Mi nombre es Jesús Gregorio, pero mis amigos me llaman Greek.

—Mucho gusto, Greek, me llamo Ricardo. Por cierto, es un bonito apodo para alguien tan atractivo como tú.

—Gracias por el cumplido —dijo Greek, tartamudeando mientras su rostro se sonrojaba—. Así que, comencemos el recorrido.

Ambos chicos se dirigieron al museo cultural de Barcelona. Mientras Ricardo capturó la historia, las tradiciones y el armamento en fotografías, Greek se aseguró de que no tuviera ningún problema. Al finalizar el recorrido, llegó la hora del almuerzo y decidió ir a uno de los restaurantes típicos del país. Disfrutaron de un agradable paseo hasta llegar a su destino, aunque parecía que Greek se estaba retirando. Ricardo empezó a preguntarle...

—¿Pasa algo, Greek?

—No, solo que... —exclamó Greek, haciendo una breve pausa—. No tengo suficiente dinero para comer en un restaurante lujoso, especialmente uno que sea tradicional de este hermoso país.

—Eso no es un problema, yo te invito a una esquina. Además, podemos aprovechar este momento para conocernos mejor.

—Ricardo... de verdad, no quiero ser una molestia. Aprecio tu amabilidad, pero prefiero que disfrutes tú solo.

—No comeré si mi compañero no disfruta de estos manjares conmigo.

—Está bien, Ricardo. Tú ganas. Solo quiero que disfrutes de tu viaje a este hermoso país.

Ambos chicos ingresaron al restaurante, donde fueron conducidos a su mesa por el mesero. Ambos examinaron el menú con todos sus deliciosos platos y le hicieron saber su elección al mesero. Minutos después, Ricardo rompió el hielo y le dijo a Greek...

—Bueno, cuéntame un poco sobre ti, Greek. Veo que no eres de aquí.

—En realidad, no lo soy. Soy un mexicano-americano, tengo doble nacionalidad porque mi madre es estadounidense y mi padre es mexicano.

—¿Y qué te llevo a estar aquí en España?

—En conseguir trabajo—respondió Greek con angustia—. Como podrás imaginar, emigré a este país, pero una amiga me ayudó a quedarme un tiempo para conseguir algo de dinero, sobre todo porque mi madre murió y mi padre me echó de casa.

—Lamento mucho escuchar eso. No era mi intención recordarte esos momentos difíciles.

—No te preocupes. Forma parte de mi vida. Ahora, más que nada, necesito estabilidad económica.

—Sabes, griego, conozco a un buen amigo que podría ayudarte, pero tendrás que regresar a México.

—La verdad... después de lo que sucedió, no creo que sea una buena idea volver.

—Supongo que te refieres a tu padre, pero si vuelves, tu vida podría cambiar. No quiero que sientas que te estoy obligando, solo te doy un consejo.

—Eres un gran chico, Ricardo. No sé qué decir ante tu apoyo. Nadie había hecho algo así por mí, y la gente me tiene miedo.

—Porque un chico atractivo puede generar miedo.

—¡Es porque soy bisexual!

—Pues bienvenido a la comunidad LGBT. Yo soy demisexual y, sinceramente te admiro mucho, Greek.

—No me lo esperaba. Es la primera vez que algo bonito me sucede.

—No estás solo, Greek. Si quieres, puedo darte mi número de teléfono por si necesitas ayuda, ya sea con trabajo o cualquier otra cosa. Si visitas a mi amigo Mario, tu vida cambiará de forma increíble.

—Muchas gracias, Ricardo. Eres el mejor.

Concluyendo su conversación, los platos llegaron a la mesa, y ambos comenzaron a disfrutar de la comida. Al finalizar, se dirigieron al último destino de su día: el estadio Camp Nou.

Pasó una hora, y ambos admiraron el estadio y su historia. Al salir, se dirigieron de regreso al hotel. Fue entonces cuando Ricardo se despidió de la guía...

—Agradezco su ayuda, griego. Eres un gran chico, y te digo que consideres visitar ese lugar. Se de lo que hablo.

—Gracias, Ricardo. Lo tomaré en cuenta. Le daré una oportunidad.

Concluyendo su conversación, Ricardo desapareció, dejando a Greek muy sorprendido. Observó la tarjeta de la empresa de Mario, quien lo llevaría de regreso a México al día siguiente. Mientras tanto, Ricardo a lo lejos del hotel, se alegró de la valentía del chico, yendo ahora a su habitación.

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