Capítulo 5: 'Finesse'
Finesse: Sin traducción directa al español, sustantivo relacionado a la gran habilidad o estilo de sobrellevar situaciones.
Bella
5 de noviembre.
En unas horas, mis padres se marcharán para regresar a Portland: habían pasado la noche en el hotel, a mi lado, y eso era suficiente para despejar mi mente de todo lo que me atormentaba.
Ahora, nos encontrábamos comiendo en el Ocean Prime, un delicioso restaurante de mariscos al lado del mar de Boston.
—Esto está delicioso. —murmura mi padre disfrutando de una de las ensaladas más especiales. —Gracias, hija.
—No es nada. —sonrío llevándome una pieza de sushi spicy tuna a la boca.
—Entonces, ¿cómo ha sido viajar por tantos sitios en tan poco tiempo, querida?
—Oh, es agotador. —musito pasándome la servilleta por la comisura de los labios. —Y lamento no comunicarme demasiado con vosotros, debería llamaros más a menudo pero la tarifa internacional no siempre va como debería. —mi padre hace un gesto restándole importancia. —El caso es ese: es devastador absolutamente. Miradme, —farfullo señalando mi peluca. —no soy Bella Jones. Cambiar de identidad cada semana es fatídico...
—¿Y los sitios en los que has estado que te han parecido? —cuestiona mi madre, curiosa.
—Europa es maravilloso. —contesto. —África tiene una belleza que es dura de ver, mientras que Oceanía está demasiado lejos de todo. El Medio Oriente, como mujer que está sola, es absolutamente aterrador y Asia es frío y distante. Al menos así lo he percibido yo.
—Entiendo... —musita mi padre.
—Entonces, ¿nada mejor que haberte quedado en Estambul?
La pregunta me toma desprevenida y casi me atraganto con el spicy tuna.
—Amy, por favor... —susurra mi padre. —No la presiones más.
—John, estoy preocupado por mi hija. —refuta mi madre. Me paso la servilleta por la comisura de los labios de nuevo. —Está dando vueltas por todo el mundo porque huyó de la ciudad que la mandaron en menos de dos meses por algo que todavía no sé. Estoy en mi derecho de, como madre preocupada, preguntar.
—Pero llevas intentando obligarla a hablar desde que tuvo que marcharse y ya ha dicho que es algo complicado, Amy... —continúa mi padre.
—Papá, déjalo. —le corto. —Se lo voy a contar. Así terminará su preocupación y soltaré este lastre, ¿vale?
Tomo agua antes de contarles todo lo que sucedió en aquella ciudad cuyo nombre aún no quiero nombrar. <<Pero visto lo visto me veo obligada>>
Respiro profundo antes de aventurarme a contarles que fue lo que sucedió en realidad.
—Cuando llegué allí, —aún no me sale el nombre de dicho lugar. Los recuerdos son demasiado fuertes. —mi caso era con un criminal acusado del robo de un banco. —las memorias llegan a mí en banda. —Este hombre padecía de un grave trastorno mental relacionado con la cleptomanía, cosa la cuál quise demostrar con un informe psicológico, pero este señor no acudió a la cita. El caso es que, con el paso del tiempo, se fue obsesionando conmigo, de maneras perturbadoras y enfermizas. —noto mis lacrimales moverse pero lo evito aleteando las pestañas. —Un día, estuvimos en la misma discoteca, y yo coqueteaba con un hombre... que acabó matando por celos.
Mi padre abre mucho los ojos y mi madre se queda boquiabierta, desconcertada.
—Hija... —dice mi padre, sé que no quiere que siga.
—Fue entonces cuando la policía me 'reclutó' para capturarlo. —cuento. —Hacía hasta brujería con mis fotos, era surrealista... —tomo aire. —Dicho hombre que él asesinó era un mafioso que se paseaba por los lares de la discoteca. Esto provocó que él tuviera que sustituir al muerto en esa banda, poniéndome en peligro. Cuando conseguimos encarcelarlo, los compañeros de su banda me acecharon y acosaron. Mataron a mi mascota de ese momento y a mi mejor amiga. Por eso, CEBI decidió darme pasantía para estar lejos de ellos.
Mis palabras los dejan desconcertados, mi madre no sabe qué decir ni hacer y mi padre no dice nada.
—Cariño, lamento que lo hayas pasado mal...
—Deberías tener más cuidado con donde te metes. —le corta mi madre. —Ese hombre es peligroso y...
—¿Y qué? —farfullo. —Yo no hice nada para que se obsesionara conmigo.
—Seguro...
—Me da igual, mamá. —continúo levantándome del asiento. —Y si lo hice, nada justifica lo que pasó. Pero ya sabía que, como siempre, la culpa sería mía.
Ando saliendo del lugar sin decir nada más. Mis ojos se llenan de lágrimas y salgo del establecimiento.
—Bella, espera... —oigo a mi padre venir detrás mía.
—Por eso no quería contar nada. —musito adolorida. —Sabía que diría eso.
—Lo siento, cariño...
Mi padre me abraza y me reconforto en sus brazos, esperando que en cierto momento, ella salga para disculparse, pero tal y como siempre ha sido, eso jamás sucede.
***
Vi a mi padre unas horas después de la discusión en Ocean Prime, se fueron por la tarde y mi madre ni siquiera se despidió de mí.
No he hablado con ella, no sé cuándo lo vuelva a hacer pero ahora mismo me encuentro abordando mi avión hacia Birmingham, Inglaterra.
¿Me preocupa? En lo absoluto, estoy segura de que se le pasará pronto y me llamará para disculparse, así que eso no baja mi estado de ánimo.
Sujeto mi transportín de mano, donde Bimba —que está aquí de milagro, para el siguiente viaje ya superará el límite de peso— descansa con agua y comida. Va a ser duro dejarla en bodega a partir de bastante pronto, pero debe ser así. Ando hasta mi sitio en primera clase y me acomodo bien preparándome para siete horas de vuelo hasta la ciudad inglesa de Birmingham.
***
Aeropuerto West-Midlands, Birmingham, Inglaterra.
El hombre de inmigración sella mi pasaporte asegurándome la entrada al país. Dirijo mi maleta queriendo buscar la salida: solo sigo los indicadores de la salida y fuera me encontraré con quién deba recogerme para llevarme a The Grand Hotel.
Doy varios giros observando el barullo de gente en el aeropuerto. El vuelo ha sido bastante turbulento; me ha tocado agarrarme a un santo para mantener la esperanza de que ese trozo de metal no cayera en picado. Debería estar acostumbrada a que el avión se mueva, después de tantos vuelos, pero no es así. África es fatídica, en todos lados hay vendavales y tormentas de arena enormes que dificultan despegues y aterrizajes. Sobrevolar la selva es una experiencia poco recomendable para un vertiginoso.
Finalmente, encuentro la salida al dar el último giro a la derecha y salgo pasando un cristal translúcido. Al pasar, el tumulto de gente me impide ver a alguien con el cartel con mi nombre.
Me desplazo a la derecha apartándome un poco del tumulto y entonces veo a un hombre que se me hace algo familiar sosteniendo un cartel. Alcanzo a ver mi nombre en él, pero este, dado la vuelta, no me permite ver su rostro.
Me acerco carraspeando la garganta y al llegar, se gira dándome la posibilidad de ver su cara.
Abro mucho los ojos, sorprendida, boqueo como un pez fuera del agua.
—¿Joao? —musito atónita al ver al jefe de todo CEBI aquí. —¿Qué haces aquí?
Normalmente, él se encuentra en la sede principal de CEBI en Cincinnati. Sé que tiene revisiones puntuales en el resto de sedes de CEBI en el mundo, pero también sé que aquí, en Birmingham, no hay.
—Bella, buenas tardes. —dice irónico dándome un abrazo.
—Sí, sí, buenas tardes. —replico. —¿Qué haces en Birmingham?
—Estoy aquí para serte de apoyo. —farfulla.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Ahora te lo explico. Ven, vamos para el hotel. —toma mi maleta. —Con permiso.
Comienza a andar por el largo pasillo y tomo la correa de Bimba moviéndome detrás de él. Sus casi dos metros me hacen sentir enana, Joao Alveiroa, de ascendencia brasileña, es un hombre atractivo a pesar de estar sobre los cincuenta. Pelo que dejaba entrever canas creadas por la edad, pero músculos firmes y espalda grande que denotaba todo lo contrario.
—¿Me quieres explicar esto? —digo alcanzándolo. Me da mucha rabia no saber qué está pasando en MI vida y que nadie me diga nada. —Debería venir a buscarme alguien del bufete pero no el jefe supremo.
—Pues en esta ocasión vengo yo a por ti. —contesta sin mirarme. —Tu caso esta semana... es algo complicado, Bella.
Ladeo la cabeza.
—¿Por qué? —pregunto extrañada.
—¿A qué te has enfrentado tú como abogada, Bella?
La pregunta me desconcierta pero intento darle una respuesta adecuada.
—A ladrones, estafadores, criminales en general... pero sobretodo a eso.
—Pues tu caso esta semana es algo más fuerte.
—¿Qué es?
Continuamos andando por el pasillo y se queda callado, pensando en cómo decírmelo sin alterarme, seguramente. No sé qué es y me estoy desesperando a la vez que asustando un poco.
—Es... —diviso la salida al final del pasillo. —Ahora te digo, joder, no seas desesperada.
Volteo los ojos, molesta, y seguimos andando hasta llegar finalmente a la salida. Allí, me subo a un Q5 que maneja Alveiroa.
Bimba se acomoda atrás metiéndose en el transportín.
Me ato el cinturón y Joao enciende el vehículo.
—¿Qué tal te trata la pasantía? —cuestiona queriendo hacerme olvidar el misterio al que me voy a enfrentar.
—No me hagas la envolvente, Joao. —replico enfadada. —No estoy entendiendo nada de lo que está pasando aquí y quiero explicaciones, ya. No sé porqué estás aquí pero no noto nada bueno en el motivo...
—Te vas a enfrentar a un asesino, Bella. —dice dejándome helada y cortando mi verborrea de golpe. —Un hombre que ha asesinado a tres mujeres, todas provenientes del trabajo de la prostitución. Un crimen repugnante.
El corazón me late rápido, tanto así que lo noto en las sienes y me imagino lo peor.
—Joao, yo no puedo... —logro decir entre respiraciones agitadas.
—Sí puedes, Bella. Eres de las mejores de este bufete y confío plenamente en ti. —trata de calmarme y se mete a la carretera.
—No me he enfrentado a nada así, Joao. Yo estaba en el penúltimo nivel en Chicago, Joao, de verdad que no voy a poder. ¿Y si me hace algo a mí qué? ¿Tengo que recordar cómo terminó Martinee por ponernos en un aprieto así? —se me corta la voz al mencionarla.
—Bella, no es lo mismo...
—Vale, vale. —accedo agitada. Me cuesta respirar, una lágrima se desliza por mi mejilla. —Lo defiendo. ¡Defiendo a un puto asesino que no tiene manera de ser defendido!
—¡Es tu puto trabajo! —se exaspera parando en un semáforo. —¡Lo sabías, sabías que ibas a defender personas que no eran defendibles desde que te metiste a estudiar derecho! Así que ahora sé una persona madura y no una cría. ¿Cómo defendiste a Rabie Korvachiev, eh? Tú sabías que ese hombre solo quería dinero tanto como yo...
—Era un trastornado diagnosticado... —susurro. —No puedes compararlo.
—Pues busca atenuantes para este hombre. Declan Kim, se llama. —musita.
—Siento que estoy justificando sus crímenes...
—No me jodas, Bella. —se queja. —Tú más que nadie conoces la filosofía de este mundo.
Trago saliva, intentando calmarme y doy una inhalación profunda.
—Comprender, mas no entender.
—Además, tengo otra cosa que informarte...
Ladeo la cabeza invitándolo a seguir.
—¿El que?
—Existe una posibilidad de cancelar tu pasantía...
—No estoy interesada, muchas gracias.
—¿No te has enterado? —cuestiona y entrecierro los ojos.
—¿De qué?
—Han apresado a Adâo Caveira en Estambul y se está planteando su deportación a Portugal.
Sus palabras llegan a mis oídos quitándome el peso que torturaba mis hombres hace tiempo <<Los principales están presos>>
—Entiendo... —resoplo. —Es un alivio, pero no estoy interesada en volver a quedarme en un sitio estática. Estoy bien como pasante; es una experiencia enriquecedora.
—Bella, la pasantía existe para situaciones en las que no se puede permitir estar en un lugar concreto. CEBI es plenamente consciente de los peligros que conlleva nuestra profesión, pero...
—¿Me vas a devolver allí? —pregunto molesta. —No quiero hacerlo, Joao, y eso también es beneficioso para ti, ya sabes que todo el papeleo para devolverme a la abogada de tarifa común es un rollo...
—Es para situaciones especiales, nada más, Bella...
—¡No quiero! —rezongo con el corazón acelerado de nuevo. Pensar en volver allí me descompone en cuestión de segundos. —Adâo está en la cárcel pero su mafia y mil más siguen en pie, ¡no es seguro!
—Esas otras mafias no tienen la cabeza en ti, al igual que el resto de la gente de Adâo Caveira; el jefe ha caído, pronto lo hará el subjefe y la mafia morirá por su propio veneno.
—No puedes obligarme... —dirijo la mirada viendo las luces de Birmingham en la noche.
—Tienes razón, no puedo, pero tanto tú cómo yo sabemos que es un quebradero de cabeza vivir en una pasantía. —habla sin mirarme, sin dar la cara. —Para CEBI, es más costoso mantenerte como abogada pasante....
—Vamos, Joao, tú y yo sabemos que apenas soy coste con todo lo que genero. —farfullo mirándolo fijamente y calmando mi tono.
—Tienes razón. —accede finalmente. —La semana que viene vuelves a Estambul.
En ese preciso instante, la unión de letras permutadas por su voz aterciopelada se mueve por el espacio llegando en ondas electromagnéticas de sonido a mis oídos. Siento que explotan dentro de mí y las sienes me empiezan a palpitar. El corazón se me acelera y los recuerdos son uno; una especie de vídeo que reproduce todo lo que ha pasado en esa ciudad y trae a mí momentos en carne viva con Deniz, con Adrer, con Max y con Martinee.
Trato de hablar, mi pecho va de arriba hacia abajo en un frenesí incierto y me mira.
—Bella, cálmate...
—No... —la boca se me seca y trato de crear saliva para poder hablar. —Joao, yo...
—Solo es una semana. —farfulla. —Es otro lugar de pasantía más, nadie va a notar que tú estás allí, y...
—No puedo volver a Estambul. —susurro con el pecho ardiendo. —Tengo demasiados malos recuerdos, traumas...
—También los tienes buenos, Bella. —dice mirándome por primera vez desde que inició esta conversación. —No te dejes guiar por lo malo, por favor. Los hombres que os hicieron daño ya están apresados...
—¡¿Y qué?! —chillo molesta. —¡Eso no va a devolver a Martinee a la vida! ¡Ni va a causar que, en cuánto Deniz Devrim sepa que estoy allí, se enloquezca otra vez conmigo!
—¡Eso no va a pasar, Bella! ¡No va a suceder!
Me quedo callada tratando de asimilar lo que me está contando pero no puedo, la rabia, el dolor de los recuerdos es un martillo que arde y se me entierra en el pecho, destrozandome.
El silencio se torna tenso, la pesadez se acopla en la falta de palabras, solo cubierta por el sonido de fondo de los coches en la carretera.
—Mira, Bella. —comienza a hablar de nuevo. —Sé que la situación es complicada, lo entiendo perfectamente. Pero entiende que no hay peligro para ti y seremos muy cuidadosos por si acaso, ¿vale?
—Déjalo, Joao. —alzo las manos a la altura del pecho. —Ya veo que, siendo consciente de mi situación, me has vendido mandándome allí de nuevo como si fuera una prostituta.
—Relaja tu tono. Que no se te olvide que soy tu jefe. —farfulla.
—Que no se te olvide a ti que yo soy de las mejores abogadas de este bufete. Aunque suene mal, lo has hecho; me has vendido. Me estás poniendo en dos situaciones como las que son defender a un asesino y volver a Turquía. —abre la boca, queriendo decir algo, sin embargo, continúo haciéndole perder la oportunidad de refutar. —No digas nada más. Lo haré. Saldré adelante, como siempre he hecho. Porque no soy buena solo como abogada; soy Bella Jones. La mujer con más agallas que ha parido y parirá esta tierra. —me mira de reojo; aseguro que apenado y pensando en mis duras palabras, <<Sí me ha vendido>> —¿Puedo saber quién es la persona que debo defender en la Antigua Constantinopla, o ha comprado el pack de misterio y secretismo?
Paseo la lengua por mis dientes frontales en un gesto de fastidio y Joao suspira.
—Marcus Simit. —habla finalmente. —Demandado por un accidente laboral en su empresa. Caso menor.
—¿No había otra persona que mandarle? —pregunto.
—Ha solicitado que fueras concretamente tú. —explica. Eso me suena extraño de más y no me molesto en disimular. —Bueno, tú como Bella Jones no, sino como Alessandra Morgan. Parece ser que te vio en la transmisión del juicio de Rabie Korvachiev. —chasqueo la lengua. —Tranquila, estabas muy distinta, es prácticamente imposible que supieran que eres tú.
Resoplo molesta preparándome desde ya para lo que se me viene encima que no es precisamente poco y tomo aire cuando llegamos finalmente al hotel.
***
Deniz.
Prisión de Paşakapısı, Estambul.
Observo por la ventana de rejas que da al patio interior.
Fijo mi mirada en el objetivo de la mafia ahora mismo: Demir Fatti. Ingresó aquí hace dos días, y tengo el deber de interrogarlo sobre los nexos que lo unen con la mafia y sobre los aliados de los enemigos fuera.
—¿Podrás con él? —pregunta el portugués sentado en la silla de la mesa de mi celda.
—Obviamente. —farfullo. —Ni que fuera manco.
—No, digo, porque como eres así fino y remilgado para mancharte las manos.
—Perdoname por no ser aficionado a sacar tripas y disparar automáticamente.
—Ni que fuera yo un asesino en serie.
Me giro mirándolo y parpadeando varias veces seguidas.
—Hijo mío...
—¿Qué? —se hace el tonto. —Tampoco a ese nivel.
Bufo.
—¿Qué vas a hacer si te deportan a Portugal?
—Lo estoy pidiendo a gritos. —expresa hastiado. —Allí manejo todo más fácil y saldré antes: te lo aseguro.
—También estabas muy seguro de que no te pillaría nadie aquí y mira donde estamos. —refuto. —¿Dónde han metido a Radja?
—Está en la prisión femenina de Bakirkoy, también pidiendo deportación a Palestina. —señala con el dedo. —Porque sí, Palestina existe.
Tocan la puerta de metal que aísla la celda interrumpiendo nuestra conversación y me acerco, viendo a un guardia con una muchacha que se me hace conocida.
—Deniz Devrim, tiene usted un vis a vis.
—Que pase, que pase.
El policía abre la puerta y la muchacha entra dándome una mirada fogosa, como siempre. Me acerco hasta la puerta en cuanto el hombre cierra y me saco los billetes del bolsillo que le tiendo.
—Muchas gracias, señor Devrim. —musita tomándolos y asintiendo con la cabeza.
—Gracias a usted por traernos la bella compañía de esta señorita.
Sonrío y me giro mirando a Adâo.
—Lo que hace el dinero, ¿eh? —dice el portugués.
—Magia que abre puertas de hierro, sin duda. —musito. —Quédate aquí, charlando con la señorita, yo debo ir a hacer un recado.
—Gostoso.
La prostituta se acerca a él quitándose el gabán y ruedo los ojos; abro la puerta de la celda y ando por el largo pasillo, bajando las escaleras que se encuentran a mitad de este y saludando con un gesto a los guardias de la zona.
Giro a la izquierda llegando al patio interior, donde los reos se divierten jugando petanca o parchís en una mesa, mientras que otros presos hacen barras en las mugrientas instalaciones para ello.
Algunos me miran de reojo al entrar y muevo la cabeza en un gesto desafiante. No soy mucho de compartir con otros presos, soy más de habitación y buena compañía.
Camino hasta el grupo de matones calvos y tatuados donde se encuentra Fatti, de espaldas a mí.
Le toco el hombro con el dedo índice y se gira, dándome la cara.
—Oh, buenas tardes. —me dice con ese tono fino y escaldado. —¿Puedo ayudarte en algo?
—Vamos a tu cuarto. —<<Eso ha sonado tremendamente homosexual>> —Tengo algo importante que hablar contigo, Demir.
Ladea la cabeza poniendo una de sus expresiones repelentes. <<Pijo>>
—No sé qué tengo que hablar con alguien que forma parte de la banda que mató a una de mis trabajadoras.
—No te hagas el simplón. —siseo. —Tanto tú como yo sabemos que sí tienes que ver con mi gente y te aseguro que es conveniente que vengas a hablar conmigo.
—Mira, Deniz, —alza las manos a la altura del pecho, como si quisiera detenerme. —estoy en una conversación tremendamente divertida sobre los crímenes de alto peligro, así que te agradecería que te fueras.
Se da la vuelta de nuevo con esos aires de grandeza, de niño rico, vuelve a adentrarse en la conversación y me pican las manos deseosas de agarrarlo del cogote y llevármelo a las malas.
Tuerzo el gesto y giro el cuello con fuerza para hacerlo crujir.
Me acerco a él de nuevo, pero esta vez sin hacer que se dé la vuelta.
—Si no vienes conmigo, Adâo hará que vayas con él. Y te aseguro que él no es tan amigable como yo lo soy, Demir. Tu cara de pijo no lo soportaría.
Voy lentamente hacia atrás, alejándome de él y se gira, sonriente.
—Deniz, —viene hacia mí. —lo que quieras decirme, me lo puedes decir aquí.
—Te aseguro que es más seguro que hablemos en tu celda. Con un whisky, un puro. Hazme caso, no querrás que venga por ti el portugués.
Chasquea la lengua con fastidio y se gira de nuevo.
—Amigos, este señor me requiere en serio pero luego vuelvo. —musita. —No tardo.
Viene conmigo y salimos del patio; lo sigo en dirección a su celda y llegamos a ella en menos de un minuto.
Allí, cierra la puerta y me sirve el whisky que saca de su nevera personal. <<Esta cárcel es un puto chiste si tienes billete>>
—¿Qué quieres? —cuestiona dándome el vaso. —Estaba divirtiéndome hasta que has llegado tú a joder la manta.
—Supongo que sabrás que no vengo a charlar contigo por gusto. He oído por ahí que hay infiltrados de la Mafia enemiga rondando por Estambul. ¿Es eso cierto?
—Ni lo sé ni me interesa. —toma un trago de su vaso de licor. —Si has venido a hablarme de eso, puedes irte por dónde has venido.
—Encantado. —me levanto con la copa aún en la mano. —Pero que sepas que estás desperdiciando una oportunidad de oro; si colaboras, Adâo podría conseguirte un buen abogado que te saque de aquí. Buenas tardes.
Bebo el whisky de un solo trago y me dispongo a salir de la celda. Tomo el pomo para irme pero en ese momento, su voz me detiene dándome una victoria personal.
—Espera. —farfulla. —Prómeteme que Caveira me va a dar un abogado y te lo contaré todo.
—Ya te he dicho que sí. —me giro lentamente. —Habla ya si no quieres que me largue.
Suspira antes de comenzar a hablar.
—Es absolutamente cierto, Deniz. —musita. —Hay infiltrados en la ciudad, de las mafias lideradas por Mijail Lazarev. —<<La Bratva>>
—¿Desde cuándo? —suscito.
—Desde hace unos nueve meses... Más o menos. Creo que justo coincidió con el rollo de la muerte de Martinee y la huida de Bella...
En ese momento se me enciende la bombilla; él habla durante unos segundos más hasta que lo corto. <<Mi Bella>>
—¿Sabes algo de dónde está esa pelirroja? —lo interrumpo desconociendo lo que hablaba hace veinte segundos.
—Para nada. —niega en rotundo. —El jefe de CEBI, Joao Oliveira, dejó de confíar en mí poco después de que ella se fue y dejé de seguirle la pista. Pero, ¿qué importa Bella aquí? —pregunta.
—No te pases de curioso. —advierto.
Abre los ojos y con fingida inocencia alza sus manos a la altura del pecho.
—Esto es un mero intercambio de información.
Chasqueo la lengua.
—Parece ser que Martinee consiguió unos papeles de la casa de Adâo y esa documentación es comprometedora para Elsa Sandoval, la esposa de Adâo, toda su familia y para Akim Morozov, la mano derecha de la mafia turca.
—No entiendo nada. —dice desconcertado. —¿Qué tienen que ver Martinee, Adâo, Elsa y Akim?
—Los turcos, los griegos y los portugueses son casi un mismo eje de las mafias del Bando A; son aliados. Akim era uno de los que prestaba su nombre para las construcciones de la mafia. Martinee robó un contrato de casa de Adâo dónde se menciona al padre de Elsa y a Akim.
—¿Qué hacia Martinee en casa de Adâo?
—Follar. —digo directamente. —Esos dos tenían encuentros sexuales desde que un día fueron conmigo a mi discoteca a las afueras de la ciudad...
—Oh, por Dios. —exclama.
—Parece ser que Martinee escondió esos papeles en algún lugar u objeto que Bella conoce. —explico sabiendo que no estoy hablando de nada crucial para el Bando B, meros chismes sin fundamento.. —Por eso es importante localizarla, saber dónde está, para destruirlos y de paso acabar con ella por cobarde.
—Entiendo que tú no quieres eso.
—Yo quiero lo mejor para la mafia. —rezongo. —Y no sé qué hago contándote todo esto; vamos a lo importante. ¿Quiénes son los infiltrados del Bando B? ¿Y qué haces tú con ellos? Supuestamente trabajas con Adâo.
—Yo no trabajo con nadie. —rechista. —Yo solo ofrezco mi ayuda al mejor postor; ayudé en un negocio para los cubanos y de ahí ya me tomaron por la puta del paseo. Pero tranquilo, las cosas que me cuentes se quedan en una tumba.
—Hombre, sino tendrías un serio problema.
—Los del bando B son seres pensantes, Deniz. —continúa. —Tened cuidado, tienen infiltrados en varios ámbitos que les pueden ser de ayuda.
—¿Pero quiénes?
La pregunta sale con un tono más recriminador de lo que parece.
—Eso es lo mejor de todo.
Cuándo comienza a hablar, los nombres que da son inverosímiles; como todo en este relato.
*****
Espero que estéis entendiendo todo bien, por si acaso, doy un pequeño resumen aquí.
Las mafias del Bando A son las de Adâo, en la que Deniz trabaja, la de Akim (recordemos que este era pareja de Yendal y hace poco la visitó)... también tienen sus infiltrados. Martinee robó un día de revolcones con Adâo un contrato que compromete a este último. Bella tiene ese contrato, pero no se sabe donde (ella tampoco lo sabe)
Las mafias del bando B apenas han tenido importancia, pero son las enemigas de las del bando A. Demir (antiguo jefe de Bella y Martinee) trabajaba principalmente con Adâo, haciendo de testaferro. Pero, como ha mencionado, trabajó una vez con los del bando B y ahora sabe información de ellos (sus infiltrados)
Es importante que lo entendáis todo porque este libro es una verdadera bomba y para disfrutarla, hay que captarla :)
Nos vemos prontooo :3
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