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Capítulo 2: 'Cacería'

Deniz.

Prisión de Paşakapısı, Estambul, Turquía.

La prostituta rodea la cama con una mirada felina liderando su expresión. Me mira con ganas, fuego retenido que comienza a desatar y me empuja hacia atrás derribándome sobre la cama.

Su piel morena brilla bajo la luz de la celda y se me monta encima desabrochando el gabán que lleva. Sus senos saltan desde dentro dejándome verlos y admirarlos. Me estiro para alcanzar uno de ellos con mis labios. La mujer se regodea de mi lengua y me toma por detrás del pelo en lo que trabajo en sus pechos.

A los segundos, vuelve a tirarme sobre el colchón y desabrocha mi camisa y baja hacia los pantalones.

Continúo tocándola en lo que me desabrocha laa parte inferior de la ropa pero un sonido de alguien en la puerta me detiene.

—No me lo puedo creer. —bufo molesto. —¡No me jodas!

—Lamento interrumpir su velada, señor Devrim. —dice el guardia mirando hacia otro lado detrás de la reja. —Pero tiene una visita importante, venga conmigo.

—¿Es necesario que sea ahora? —chisto con rabia. —Esta señorita no puede esperar.

—Le aseguro que su otra visita tampoco. Acompáñeme.

Ruedo los ojos con fastidio y me levanto depositando a la joven al lado de la cama.

—Ahora vengo, cielo. —le digo. —Espérame aquí, bella.

«Ja, ja, ja. Muy gracioso, Deniz»

Me levanto del colchón y la joven asiente. Llego hasta la puerta donde el guardia me abre mientras me compongo.

Paso por delante suya y espero a que cierre con llave.

—No es un buen momento, ¿eh?

—Ya lo siento. —me toma del brazo. —Pero te requieren.

Bufo y comenzamos a andar hasta llegar a una sala cerrada. Abren la puerta y entro en la sala blindada; vuelve a cerrar detrás mía y sonrío al ver al hombre que me espera.

—Vaya, vaya. —me río sentándome enfrente suyo. —Espero que esto sea un vis a vis porque me has interrumpido en un gran momento, amigo.

—Deniz, no estamos para bromas. —habla Akim Morozov sentado en la mesa. —Adâo me ha mandado a hablar contigo y es importante.

—Pues qué raro. Yo estoy aquí espeluznantemente bien. —musito.

—No seas tan irónico; que sí tienes los lujos que tienes como hacer lo que quieras, una celda privilegiada y putas nuevas todos los fines de semana es por el dinero de Adâo.

—¿Qué quieres, Akim? —digo. —Yo desde aquí dentro no puedo hacer nada y no sé porque me requerís.

—Tenemos problemas con el Bando B aquí fuera. —explica. —Se dice que esta gente tiene muchos nuevos aliados; varios de ellos en Estambul y no tenemos idea de quiénes son.

—¿Y...? —lo invito a seguir. —No sé que pinto yo ahí; soy un sicario de la mafia griega encerrado, ¿queréis que me cargue a alguien aquí dentro?

—No lo descartes, estamos investigando. —farfulla. —Sin embargo no es lo principal que debes hacer por ahora.

—¿Entonces qué es?

Se remoja los labios preparándose para hablar.

—Recuerdas ese hombre, que era jefe de tu amiga en su bufete... ¿cómo era que se llamaba? —cuestiona y el nombre aparece en mi mente enseguida.

—¿Demir Fatti?

—Sí, justo ese. —indica. —Para nadie era un secreto que era amigo personal de Adâo y su gente, vaya. Era un secreto a voces. Pues este tal Demir Fatti está siendo investigado por nexos con la mafia. Conocidos, etcétera. Y ahí entramos nosotros, pero también entra la gente del Bando B.

—¿Qué pintaba ese señor con gente del bando B? —pregunto extrañado.

—Lo mismo que con nosotros, quiero creer. —explica. —Adâo lo utilizaba como método de blanqueo de dinero y reuniones en sus propiedades, etcétera. De hecho, hace unos meses que el general de CEBI, Joao Alveiroa, lo destituyó como jefe y recurrió al chefe.

—Entiendo. —digo. —Lo que no entiendo es que pinto yo aquí. No sé que queréis que haga; no conozco a ese señor de nada, solo era el jefe de Bella...

—En estos días ingresará en esta prisión y tú vas a ser quién deba cuestionarle.

Ladeo la cabeza. Haber mencionado su nombre me la ha traído a la mente y solo pienso en su rostro tallado por los dioses y rodeado por esa melena pelirroja.

—Sigo sin entender. —musito como un tonto ya que no he prestado demasiada atención a sus últimas palabras.

—Joder, Deniz. —musita exasperado, pero mi mente no sale del recuerdo de esa pelirroja. —Préstame atención. Hay infiltrados por las calles de esta ciudad, quieren tomar esta ciudad y es importante para nosotros.

—Pero...

—¡Eres idiota! —chilla. —Deja de pensar en ese coño pelirrojo que no has vuelto a ver y hazme caso.

Enrojezco de la rabia ante sus palabras, aguantándome una tanda de insultos.

—Continúa.

—Cuando Demir entre, debes interrogarle para saber sobre los infiltrados, quiénes pueden ser y demás. Por otro lado, también puedes intentar cuestionarle sobre esos nexos que nos unen para destruirlos. Eso es lo que Adâo quiere, ¿entiendes?

Asiento lentamente pensando en que también podré preguntarle sobre Bella, estoy seguro de que él sabe algo.

—¿Y no es más fácil pagarle a la policía para que nos dejen en paz, como se ha hecho toda la vida?

—Con el agente Staffordshire al mando es imposible. —farfulla. —Tiene un expediente perfecto libre de sobornos.

—Menuda mierda.

—Lo es, pero hay que hacerlo así y sí no tenemos a la policía de nuestro lado hay que buscar otras maneras.

—¿Y cómo le saco esa información?

—¡Yo que sé! —se queja. —Córtale los pezones con unos alicates hasta que te diga dónde están.

—Perfecto. —resoplo.

—No puedes fallar en esto, Deniz. —dice levantándose. —Esto es un juego en el que más de uno lleva máscara y parece que hay oferta en la tienda de disfraces.

—Ya... —murmuro. —Oye, una pregunta.

—Dime. —responde yendo hacia la puerta.

—¿Cómo va la vigilancia al mercader?

Akim se detiene y me mira de reojo.

—No puede ser menos importante en esta historia, Deniz. Ese hombre ya ha superado a Bella. Ahora hazlo tú. —farfulla.

Abre la puerta para salir y meto la mano al bolsillo de mi camisa sacando la foto que siempre llevo de ella.

«Jamás lo superaré. Averiguaré donde está y será mía para siempre»

***

Admiro la foto de Bella y cierro los ojos acordándome de los momentos que la tuve cerca. Necesito volver a saber de ella, todavía estoy anhelando volver a probarla.

Tiro la foto a un lado, y aunque pasen miles de mujeres por mi cama no podré olvidar a esta mujer.

Agito la cabeza intentando sacarla de la mente. Me asomo a la ventana de mi celda, esa que da al patio interior de la cárcel y entonces observo.

Antes de ayer vino Akim y hoy, Demir está aquí.

Lo veo entrando por la puerta del patio, observando y analizando todo.

Él está en el ala de crímenes menores, el piso de abajo al mío. Va a ser un espéctaculo llegar hasta allí, pero voy a lograr conseguir la información sobre ese contrato y, si es posible, sobre el paradero de Bella.

***

Adâo.

Lisboa, Portugal.

—Estoy entrando al avión. —digo por la llamada. Radja Corozova me sigue y Alessandro Balenccialli se encuentra al otro lado de la llamada.

—¿Tienes información sobre ese contrato? —pregunta el líder de la 'Ndrangheta. —Sí lo encuentran, entrarán al sistema de la constructora de los Sandoval y ahí sí que nos jodemos.

—No sé nada de ese puto papel. —farfullo sentándome en el asiento del avión. —Martinee fue lista y se los metió en el culo. Capaz y los lleva metidos en el ojete en su tumba.

—Se te va a aparecer.

—Que haga lo que quiera. —me río. —Tenemos que buscar alianzas, Alessandro. Ya tenemos controlada África y tenemos que intentar controlar Europa empezando por Rusia.

—Territorio de Mijail Lazarev. —murmura. —Ese hombre es difícil de convencer para algo. Mejor empecemos por... no sé, Tayikistán.

—Ja, ja, ja. —finjo una risa. —Mejor todavía. Te dejo, el avión está apunto de despegar. En unas horas estaré en Estambul.

—Perfecto.

Cuelgo el teléfono y Radja se sienta enfrente mío. Saca un cigarro y me tiende uno que agarro.

—Tenemos que averiguar quiénes son los infiltrados del Bando B. —me dice la SIR palestina. —Estambul es un punto importante por su ubicación y lo están tomando poco a poco.

—También es importante encontrar a esa pelirroja. —repito. —Estoy seguro de que ella tiene ese contrato.

—No creo, Adâo. Ella es consciente de lo complicado que es y no es tonta. —murmura.

—No lo descartaría. Pero el mundo es muy grande para andar buscándola. —digo. —Ya aparecerá.

Enciendo el cigarrillo que empiezo a fumar mientras charlo con la mujer que tengo enfrente.

***

Las horas han pasado y cierro el portátil frente a mí observando la ciudad de Estambul aparecer por la ventana.

El avión empieza a descender hacia el aeropuerto de Atäturk.

A un lado, diviso el mar atestado de luces mientras que al otro veo la preciosa ciudad en la noche.

—Estamos finalizando la maniobra de aterrizaje, señor Caveira. —musita la azafata. —Abróchese el cinturón que en un minuto llegamos.

Asiento y me quedo quieto durante el resto del aterrizaje. Todo tiembla cuando el avión toca la pista y va frenando disminuyendo la velocidad durante el largo camino de metal.

A diferencia del resto de aviones, el mío se dirige hacia el hangar privado al que debemos llegar. El avión va hasta la entrada del lugar y allí se detiene.

Me preparo para bajar junto a Radja Corozova y nos abren la puerta desde dentro. Agarro todo metiéndolo en mi bolsa y el piloto sale de la cabina.

—Espero que haya disfrutado del vuelo, señor Caveira.

—Efectivamente, Dorian. —contesto. —Ha sido un gusto volar contigo.

Bajo las escaleras para dirigirme hacia el coche que nos va a llevar a la salida, sin embargo, una estampida de luces rojas y azules a mi derecha me detiene.

Me giro mirando hacia la otra punta del aeropuerto y veo los coches de policía que se acercan a una velocidad vertiginosa.

Se me acelera el pulso, los nervios se me suben a la cabeza y detengo a Radja que intenta entrar.

—¡Corre, corre hacia dentro! —musita. —¡Dorian! ¡Dorian!

El piloto vuelve a salir de la cabina y Radja me mira, confundida.

—¿Qué pasa, Adâo? —cuestiona estresada.

—¡Dorian, inicia vuelo otra vez!

—¡Señor, no tenemos gasolina suficiente y el motor está enfriando, tardaría mucho en despegar!

—¿Y en entrar al hangar? —pregunto ofuscado.

—Adâo, ¿me quieres decir que pasa?

—Podemos usar los residuos eléctricos del motor para entrar al hangar.

—Está viniendo la policía. —explico tratando de mantener la compostura. —Están llegando por un lado del aeropuerto.

La palestina me mira sorprendida y se asoma a la puerta aún abierta.

—Están cerca. ¡Dorian, mete el avión al hangar!

El hombre asiente metiéndose a la cabina de piloto. La puerta se recoge hacia adentro y el avión se mueve a una lentitud aplastante.

—¿¡Joder, esto no puede ir más rápido!? —grito molesto. Miro por la ventana encontrándome con las dichosas luces a cada vez menos.

A movimientos diminutos, llega a meterse al hangar.

—¡Abre!

El piloto vuelve a abrir la puerta y los soldados de mi mafia me esperan abajo con el coche.

—¡Chefe! —me llama mi sottocapo, Wilhelm Sobral. —La policía está llegando. No sabemos quién los ha llamado.

—Encontrad al soplón que ha causado esto ¡ya! —grito yendo hacia el final del hangar. —Quiero a esa persona en mi casa a las doce para cortarle la garganta.

Voy hacia los grandes armarios, los cuáles abro pulsando el botón y dejando que mis soldados se atiborren de las armas que hay.

—¡Vamos a acabar con estos cabrones! —chillo. —Y luego nos vamos por la puerta trasera. Moved la escalera hacia la ventana.

Obedecen llevando las escaleras hacia debajo de la ventana. Me subo en ellas, abro la ventana apuntando hacia el coche que hay fuera. Descargo la tanda de tiros que revientan las ruedas y los soldados traen más escaleras para disparar desde las ventanas.

Se forma una balacera y recibimos feedback de parte del cuerpo de autoridad turca, que revienta la pared a tiros fallándolos todos.

Aprovecho los momentos de recarga para seguir la balacera creando un partido de tenis donde ellos disparan y después nosotros.

Se van acercando a la puerta y diviso varios coches más.

—¡Joder! —grito ofuscado. —Hay más de diez coches. Nos largamos. ¡Ya!

Me bajo de las escaleras y me muevo por el hangar a toda prisa marcando el número de Terçi.

—¡Fergusson! —grito cuando coge el teléfono.

—Te noto alterado, Adâinho. —se ríe. —¿Qué pasa?

—Necesito un helicóptero para mi hangar en Atäturk, ¡ya!

—¿Qué? —cuestiona sacándome la rabia. —¿Porque?

—¡No estoy en momentos de explicar nada, Terçi! ¡Estoy rodeado! ¡Mándamelo ya, que venga por la parte de atrás!

Cuelgo el teléfono entrando a la zona de recarga de los aviones, llena de bidones de gasolina gigantescos. Me asomo a la ventana viendo como, efectivamente, estoy rodeado.

—Mierda, mierda. —gruño yéndome hasta la salida trasera, la cuál da a la valla que delimita el aeropuerto y llega a un descampado.

Me giro viendo a los muchachos moviendo cosas para usarlas de barrera.

—Póngase esto, chefe.

Tomo el chaleco antibalas que me brinda y me lo coloco, mueven cajas y andamios para bloquear el paso.

Pasan los minutos llenos de zozobra donde solo oigo las sirenas de los policías, no oigo otra cosa que no sea eso, no distingo ni voces, ni personas, solo las sirenas y el sonido de las esposas cerrándose apresando mis muñecas.

Lo que si logro diferenciar es el sonido que suena a cielo divino; miro por la ventana aledaña a la salida trasera, viendo como el helicóptero de Terçi Fergusson llega al hangar dispuesto a salvarme.

—¡Soldados! —grito observando la muralla de cajas que han logrado formar. —¡Nos largamos!

Mis palabras hacen que muchos de ellos corran hacia mi y abran la gran puerta de metal, la cuál, tiene un seguro y se abre tal y como las puertas del cielo lo harían.

Los soldados empiezan a salir y a vigiliar, listos para saltar la alta valla dando fé de sus entrenamientos. Pero yo voy primero y los seis soldados vigilan en lo que rajo la franja partiéndola y haciéndome un hueco.

Wilhelm pasa detrás mía pero los tiros zumban en el aire. Me giro viendo las luces azules a los lados del hangar, los disparos atraviesan a mis muchachos que intentan defenderse en un vano intento.

—¡Wilhelm, corre! —le grito a Sobral que toma distancia y el helicóptero de Terçi aterriza metros más adelante.

No sé si algún policía habrá muerto, lo que sí sé es que mis defensores sí han muerto y ahora los policías se cuelan por la valla persiguiéndome. Me giro disparando repetidas veces, a ver sí así logro escabullirme.

Parece que no avanzo, creo que no llego pero por fin lo veo cercano.

Wilhelm sube, pero justo en ese momento, un tiro quiebra el sonido de mis pies golpeando el suelo y caigo al suelo con un inmenso dolor en el pecho.

Siento que no puedo seguir y las piernas se me encasquillan. Tropiezo cayendo al suelo.

—¡Chefe! —grita Sobral desde el helicóptero. Me tiende la mano, pero desde dentro, alguien que no reconozco aparta la mano de Wilhelm y cierra la puerta del helicóptero, evadiendo todos los tiros que llegan.

—¡Alto el fuego al derribado! —chilla uno de los policías.

Tengo frío, pero el pecho me arde y los disparos se dirijen hacia el vehículo volador que, dejándome allí, enciende el motor y se marcha. El sentimiento de traición empieza a aflorar cuando se alejan en el cielo y un policía llega hasta aquí tomándome de los hombros.

—Adâo Caveira, está usted detenido por crímenes relacionados con las organizaciones criminales. Tiene derecho a un abogado y todo lo que diga podrá ser usado en su contra.

No digo ni una palabra y me esposan llevándome hasta el coche donde me meten. Me quedo mirando el cielo en lo que el policía arranca y nos dirigimos ya no sé ni a dónde.

***

Días después

—Esas acusaciones no tienen pruebas contundentes, su señoría. —replica mi abogado cuasando la urticaria de la jueza.

—Por supuesto que las tienen, letrado. —el hombre a mi lado intenta decir algo pero la jueza alza la mano evitando que hable. —Ya he tomado una decisión sobre el futuro del señor Caviera, letrado. No lo intente más.

Llevo cuatro días en el calabozo, cuatro días dónde se ha preparado este juicio en mi contra con abogados y generales para encarcelarme.

—Se declara al señor Caviera culpable de todos y cada uno de los cargos implicados, así como homicidio, tráfico de drogas y crimen organizado, siendo sentenciado a cadena perpetua.

Me levanto de la silla automáticamente.

—¡¿Cómo que cadena perpetua?! —me revoluciono estresándome pensando en pasar lo que me queda de vida en una cárcel.

—¡Eso no es posible, su señoría! —chilla mi abogado.

La sala se desestabiliza, los policías vienen a tomarme y pataleo como un niño tratando de liberarme.

—¡Por supuesto que es posible! —contesta la jueza.

—¡Cadena perpetua no, no!

***

La prisión de Paşakapısı me saluda cuando entro seguido de los policías. Me hacen las fotos necesarias con ese atuendo naranja —el cual me queda genial— y salgo de allí entrando finalmente a la cárcel.

Chefe. —oigo la voz del muchacho que sonrío al girarme y verlo. —Bienvenido a prisión.

—Buenos días, Deniz.

***

Segundo capítulo un poco más cortito. Pero no es acostumbréis, eh.

Dije que en esta segunda entrega habría más narradores, concretamente cuatro (casi cinco) que narrarían bastante. Dos son Adrer y Bella, obviamente, el otro es Deniz pero aún no ha narrado el siguiente narrador principal.

Pronto lo veremos.

Espero que os haya gustado misamoresss y nos vemos pronto :D

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