En las brumosas tierras de la antigua Galiza, vivía un joven llamado Cibrán. Era un hábil cazador y conocía los secretos de los bosques como nadie. Un día, mientras cazaba en el bosque, se encontró con una misteriosa mujer vestida con túnicas verdes y largos cabellos dorados.

La mujer le reveló a Cibrán que era una hada del bosque y que había quedado atrapada en el mundo de los mortales por un hechizo maléfico. Le pidió a Cibrán que la liberara y, a cambio, le otorgaría tres deseos. Cibrán, asombrado por la aparición de la hada, aceptó de inmediato.

El joven cazador liberó a la hada del hechizo utilizando sus conocimientos sobre hierbas y rituales antiguos. Agradecida, la hada cumplió su promesa y ofreció a Cibrán tres deseos. Sin embargo, en lugar de pedir riquezas o poder, Cibrán pidió sabiduría para proteger su tierra, valentía para enfrentar los desafíos venideros y amor verdadero.

La hada sonrió ante su nobleza y concedió sus peticiones. A partir de ese momento, Cibrán se convirtió en un héroe conocido en todas las tribus celtas, protegiendo su tierra de invasores y criaturas malignas. Y, mientras cumplía sus hazañas, encontró el amor en los ojos de una bella doncella de cabellos oscuros, con quien formó una familia y vivió en paz el resto de sus días.

Paso el solsticio de verano, y el hada se le aparecio otra vez. Le dijo que los druidas le hacen llamar. Fue hasta el bosque de los espíritus perdidos, y allí entró en el templo del viejo druida. Y la verdad le fue revelada.