Yo Soy...
El amanecer en Quantico siempre tenía algo especial para mí. El cielo comenzaba a iluminarse con tonos anaranjados y rosados, y las sombras de la noche se disipaban lentamente. Me encontraba en mi apartamento, preparándome para otro día de trabajo. Mi rutina era una mezcla de disciplina militar y adaptabilidad de calle, características esenciales para alguien en mi posición.
Me vestí rápidamente con mi traje negro habitual, ajustándome la corbata y comprobando que mi insignia y arma estuvieran en su lugar. El café negro que preparaba cada mañana era más una necesidad que un placer, algo que me mantenía alerta y listo para enfrentar lo que el día me deparara.
Al llegar a la oficina, pasé mi tarjeta de identificación por el lector de seguridad y entré en el bullicio constante del despacho. Los agentes y analistas se movían rápidamente, atendiendo llamadas, revisando archivos y coordinando operativos. Saludé a mis compañeros con un leve asentimiento, reservando las palabras para cuando fueran necesarias.
Mi primer destino fue la sala de reuniones, donde el equipo se reuniría para el informe diario. Al entrar, vi a Emma y Xander, mis compañeros de confianza, ya en sus asientos. Emma, es mi jefa y una experta en ciberseguridad, estaba revisando datos en su computador, mientras Xander hojeaba un expediente.
Nadie más llegaría, solo éramos nosotros tres. Entonces Emma, comenzó la reunión con un repaso rápido de las tareas del día. Tenía asignado un caso de tráfico de personas, uno que llevaba meses investigando y que finalmente parecía estar dando frutos. Mi misión era coordinar una redada esa noche, y necesitaba que todo fuera perfecto.
Después de la reunión, me dirigí a mi cubículo, donde pasé las siguientes horas revisando informes, haciendo llamadas y coordinando con otras agencias. La burocracia y el papeleo eran una parte tediosa pero crucial de mi trabajo. A menudo, los detalles más pequeños en un informe podían marcar la diferencia entre el éxito y el fracaso de una operación.
A media tarde, salí del edificio del FBI para realizar una supervisión en el terreno. Me dirigí a un almacén abandonado en las afueras de la ciudad, el lugar donde se sospechaba que la red de traficantes operaba. Con mi equipo táctico y acompañado de Emma y Xander, comencé a coordinar los últimos preparativos.
—Todo el mundo en posición —murmuré por el intercomunicador, mientras me agachaba detrás de un vehículo, observando a través de los binoculares. La tensión en el aire era palpable, el entrenamiento y la experiencia me mantenían enfocado.
La redada fue rápida y precisa. Los agentes irrumpieron en el almacén, deteniendo a los sospechosos y liberando a las víctimas. Me movía con agilidad, asegurando el perímetro y ayudando a identificar a los líderes del grupo. La operación fue un éxito, pero para mí, cada victoria era solo una pequeña parte de una lucha mucho más grande.
De regreso en mi apartamento esa noche, me permití un momento de descanso. Abrí una cerveza y me dejé caer en el sofá, mis pensamientos vagando hacia mis padres. Ambos están orgullosos de mí, pero entendía su miedo. Somos una familia de oficiales, mis padres y sus padres fueron policías y yo ahora era un agente. Yo también sentí el miedo de un día recibir la noticia de alguno hubiera muerto. Mi teléfono vibró, sacándome de mis pensamientos. Era una llamada de mi madre, mi confidente, con quien podía hablar de todo.
—Hola —respondí activando la video llamada—. Mamá, voy llegando del trabajo y estoy agotado. Como está papá.
—Ya lo veras el fin de semana cuando vengas a casa. Espero que me ayudes a hacerlo entrar en razón. Creo que está tiendo otra crisis de edad ahora la de los cincuenta años.
Me encogí de hombros tratando de no soltar una carcajada. Estoy seguro que exagera, pero a veces con mi padre nunca se sabe, es un viejo loco.
La conversación fue un recordatorio de que, a pesar de los peligros y la incertidumbre de mi trabajo, tenía personas en mi vida que me importaban y me mantenían conectado con la realidad fuera del FBI. Esa noche, mientras dormía, mis sueños fueron inquietos. Soñé con un campo abierto, con mi ex novio a un lado y un hombre sin rostro al otro. Sentía una presión interna, una lucha entre mi vida profesional y mi vida personal. Desperté sudoroso, mi corazón latiendo con fuerza.
Necesitaba aclarar mis pensamientos, así que a la mañana siguiente, después de una ducha rápida, decidí dar un paseo en coche. Sin rumbo fijo, terminé frente al edificio que Isaac, un hombre que había conocido hace un par de semana vivía. De vez en cuando me olvido de que soy un agente y recuerdo que soy una persona que también le gusta divertirse. Aunque esa noche en particular no era de diversión, si no que tenía que infiltrarme en una fiesta de disfraces en un bar. Esa noche yo no sería la persona que iría, así que de camino solo pude conseguir una de esas diademas con un cuchillo ensangrentado y un poco de sangre falsa. Desabotone mi camisa, desaliñe mi corbata me puse la diadema y un mucho desangre por todos lados.
Me abrí paso entre la multitud hasta llegar a la barra. Tenía que encontrar a un hombre vestido de gato. Y cuál fue mi sorpresa, el disfraz tenía mucha menos ropa de la yo podía pensar que tendría un disfraz de gato. Eran solo las orejas, bigotes pintados y un calzoncillo ajustado. Me desconecte del mundo por un momento, ver a ese hombre era demasiado sexy para mí, pero me recordé que estaba trabajando.
—Deberías de cerrar la boca —sentí su aliento cálido soplar en mi oreja—. Cualquiera pensaría que quieres comerme.
El desconocido sonrió y se alejó un poco de mí. Me pareció el chico más sexy y más lindo que había visto en mucho tiempo. Ordeno dos bebidas de colores y sombrillas, la verdad es que son el tipo de bebidas que me gustan. Y aunque si quería lanzarme sobre él y quitarle la poca ropa que tenía, estaba ahí por otro motivo.
—Entonces... —me quede pensativo, había olvidado su nombre—. No ayudaras, nos darás la información que tienes.
Y ahora una luz neón se reflejó en su rostro, y yo me quede perdido en sus hermosos ojos. No sabía que color era, pero tenían un brillo especial que me hizo suspirar.
—Si —dijo sin más. Y me dio una sonrisa —. Pero debes prometer salir conmigo alguna vez.
El coloco una nota en el bolsillo de mi chaqueta. Era su número de teléfono, y en una servilleta su dirección. Esa fue la primera de muchas veces que nos vimos. Eso era un problema, nadie debía saber que nos habíamos enrollado, hoy aunque quería verlo y besarlo no podía. Así que después de tres timbrado colgué, guarde la servilleta y me fui de su edificio.
Esa noche, me dirigí directamente a la cafetería, el lugar donde me reunía habitualmente con Isaac, para tener un poco más de información. La noche prometía ser larga, pero sabía que era solo otro día en la vida de un agente, lleno de decisiones difíciles, momentos de tensión y, a veces, pequeños destellos de esperanza y conexión humana.
Al llegar a la cafetería, me senté en una mesa junto a la ventana, observando a la gente pasar. La ciudad tenía su propio ritmo, una mezcla de prisa y calma que siempre me había fascinado. Pedí un café y esperé a que Isaac llegara. Mi mente vagaba entre los recuerdos de la operación del día anterior y las conversaciones con Isaac, sobre qué pasaría después de que ya no fuera útil.
Cuando Isaac finalmente llegó, me saludó con una sonrisa y se sentó frente a mí. Nos pusimos al día rápidamente, hablando de temas triviales antes de sumergirnos en la razón de nuestra reunión. Cada semana él me daba información sobre un grupo de personas que estaban relacionadas con el tráfico de drogas y personas. Me mostró unos documentos y fotos que había obtenido, y juntos empezamos a armar las piezas del rompecabezas.
La conversación fue intensa y productiva. Isaac era un recurso valioso, alguien que desde adentro, era nuestra conexión. Mientras hablábamos, sentía que estábamos un paso más cerca de desmantelar la red de traficantes.
La noche se alargó, y cuando finalmente salimos de la cafetería, seguimos con nuestro montaje. Ambos tomados de la mano caminado hacia nuestros autos, lo deje en el suyo y nos despedimos con un beso en los labios.
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