—La conocerás, la amarás pero en ninguna vida, juntos  podrán estar.
Imagina que esas fueron las últimas palabras que escuchaste,  y con ellas se escurre de entre tus manos el último latido.
La maldición de la bruja te persigue a donde quiera que vayas. Su sentencia es un ciclo eterno, destinado a repetirse una y otra vez. Un amor reencarnaría, la verías,  y una vez juntos, ella te seria arrebatada de nuevo, comenzando el ciclo.
Con el paso de los años se hace más difícil vivir con el dolor y la añoranza, pero aun así te alegras… porque verla, aunque sea unos instantes, es mucho mejor que nada.
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Te encuentras en una antigua mansión al borde del pueblo, un lugar que ha sido tu hogar y tu prisión desde que recuerdas. No, más bien estas paredes fueron tu refugio, desde que no se te permitió hallar el descanso eterno, por haber desafiado las leyes de la vida y la muerte, a fin de salva a tu único amor. Cuando cae el sol, las sombras salen a jugar, y el viento susurra secretos a través de las grietas. Nadie ha cruzado estas puertas en años, hasta que un día, ella aparece.
Libertad.
Esa es la primera palabra que viene a tu mente, porque solo ella puede liberarte. 
No hay muchas cosas que sean capaces de encantar a un espíritu solitario, atrapado en un ciclo interminable de noches y días que se fusionan en un sopor eterno. La mansión en la que habitas es un eco de tu propia existencia: grandiosa una vez, pero ahora solo una sombra de lo que fue. En vida, conociste el amor verdadero, un amor que fue arrebatado por las manos del destino y lo sigue siendo. Desde entonces, tu esencia vaga, anhelando lo que una vez perdiste.
Con el paso de los años, has aprendido a aceptar tu soledad, incluso es tu mejor amiga, cuando la ausencia es demasiado insoportable. Observas el mundo cambiar desde las ventanas empolvadas, pero rara vez alguien se aventura a cruzar el umbral de tu morada. Hasta que un día, todo cambia. Alguien nuevo llega a la mansión, y con ella, una presencia que te resulta inquietantemente familiar.
Es ella.
Un tirón conocido y a la vez lejano se aloja en tu pecho.
Y algo llamado esperanza comienza a latir dentro de él.
La mujer que entra es Ágata, una figura de tu pasado, o al menos, así lo parece. Sin embargo, hay algo más en ella; una energía que te resulta discordante. A medida que la observas, te das cuenta de que es la reencarnación de tu amada, pero con una diferencia crucial: en esta vida, es tu enemiga.
Ágata  es una cazadora de lo sobrenatural, enviada para desterrar las presencias, que como la tuya, habitan entre los vivos. Ves en sus ojos la determinación que una vez amaste, pero ahora está dirigida hacia ti con una intensidad que nunca habías anticipado.
Al principio, te debates entre el deseo de acercarte y el impulso de protegerte. La ves recorrer la mansión, estudiando cada rincón, buscando la fuente de la energía que percibe, ajena al caos que desata su presencia en ti.
La ignorancia es una bendición, y más si la persona destinada a destruir tu alma,  también es aquella por la cual una vez entregaste la vida. 
Ella titubea.
Sabes que debe sentir algo, un vistazo de las vidas pasadas, pero está enterrado bajo capas de desconfianza y deber.
Decides manifestarte, pero no de la manera que ella espera. Comienzas a dejar pequeñas pistas de tu identidad, un susurro de tu nombre en el viento, un reflejo en el espejo que recuerda a un amor olvidado. Entonces percibes que, Ágata, aunque escéptica, empieza a dudar de su misión.
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Con el tiempo, la tensión entre ustedes crece. Hay momentos en que su mirada se suaviza, y sientes que el espíritu de tu amada está a punto de despertar. Sin embargo, Ágata sigue siendo cautelosa, dividida entre su deber y una atracción inexplicable hacia lo que no puede entender completamente.

Finalmente, en una noche iluminada por la luna, Ágata encuentra una carta antigua que nunca tuvo la oportunidad de leer en su vida pasada. Es una carta que escribiste en tus últimos días, una que te ata al plano terrenal en más de un sentido. Una misiva llena de amor y esperanza, cuando solías pensar que vuestro amor era invencible. Al leerla, algo dentro de ella se rompe y se reconstruye al mismo tiempo.
Ágata cae de rodillas, lágrimas surcan  sus ojos cuando finalmente recuerda. No todo, pero lo suficiente para comprender que la enemistad que sentía estaba basada en un destino que no eligió. Te manifiestas ante ella, vulnerable y esperanzado, mostrándote cómo eres.
En ese momento, el amor que compartieron trasciende las barreras del tiempo y el odio. Ágata baja sus defensas, pero algo cambia en su mirada
—Mata— susurran desde lejos en una tranquila noche de Halloween— cumple con tu deber y mata.
Ágata está dudosa, pero aun así levanta su arma. Ella no está segura de las razones que la impulsan a lastimarte. 
Quizás... y solo por esta esta vez, fue demasiado pronto.
Cierras los ojos, pero la caída de un objeto, acompañado de un leve sollozo, te devuelve a la realidad
—Gilbert…

LianaMejias
Day998
Melisadiazv