Te miro directo a los ojos y sé que todo es real. El brillo de sus ojos delata que nada de lo que está sucediendo es mentira, y mi corazón no puede sentirse más lleno.

Nuestros dedos se tocan, y la sensación resultante es equivalente a mil descargas eléctricas que recorren mi cuerpo completamente. El tacto quema, pero es un fuego agradable, que nace en quién sabe y termina no sé dónde.

Dios mío.

¿Cuántas veces había soñado con esto, anhelando éste comienzo? La mitad de mis noches en vela deseando tu presencia y recordado tu aroma, y el resto pasándolo en bares ahogando tu recuerdo en copas de vino que me hacían perder la consciencia, que me hacían olvidar hasta quién era.

Pero nunca pude olvidar tu ser. En cambio, tu memoria sabía nadar entre los litros de alcohol y en más de alguna ocasión me vi llamándote, sin recibir respuesta.

Pero nada de eso ya importaba. Todo mi sufrimiento tuvo una razón de ser, y ahora llegaba la recompensa.

Mi corazón está lleno y sé que tú lo sientes. Porque, maldita sea Dazai, tú siempre has sabido todo de mí; mis errores y aciertos, mis temores y bravuras, mis gustos y disgustos... Soy un libro para ti, un libro abierto. Sabes cómo llegar a mí, como manipularme...

Dices mi nombre con una sonrisa, con esa maldita sonrisa que amo y siento como el metal toca mi piel. Mis ojos se cristalizan y sé que ahora es definitivo.

Te sonrío de vuelta, sintiendo como las personas a nuestro alrededor se alegran por nosotros. Porque desde ahora, pasaré el resto de mi vida contigo, Dazai, y nadie más que la muerte podrá separarnos.

Por fin, nos hemos casado.