Contemplo el espejo. ¿Qué veo? Consumido por un destino que no fue, me observo desde el otro extremo del pozo. Cierro los ojos y veo miles de estrellas que nunca alcanzaré pero, sin embargo, algo encandila mi corazón al mirarlas. Solía pensar que las sombras me consumirían y que sólo quedaba esperar el fin. La eternidad ahora se asoma por mi ventana a diario y comienzo a creer que tal vez los finales sean un lujo para unos pocos. El coraje, la voluntad, la intención, la determinación. Nadie los recordará. No llegué a escribir el final de mi libro y no tengo amante ni hijos que sigan mi legado.

En la eternidad por lo menos no estoy solo. Miles de almas perdidas anhelamos la vida mientras la oscuridad se lleva nuestra mente. Es tan sencillo dejarse abrumar que da miedo. Pero lentamente nosotros también nos corrompemos. El tiempo los quiebra a todos. El rencor los va ganando uno a uno hasta que se convierten también en sólo una silueta. ¿Por qué buscan alimentarse de nosotros? ¿O es cierto que son tan sólo nuestro reflejo? ¿Siempre estuvieron? ¿Vinimos primero o fue al revés? ¿Por qué no todos son tan susceptibles a ellas? ¿Por qué yo no fui especial? Cada vez siento más desde lo profundo de mi ser la voluntad de darme una segunda oportunidad a costa de algún pobre infeliz.

Día a día, pensamientos que no me pertenecen van invadiendo mi ser. Es como si fuese olvidándome de cómo era estar vivo. El reflejo de mi espejo se desvanece más y más. Es hora de que entre en términos con lo que me ocurre. Seguiré sin ser especial. La noche me consumirá como a todos y continuaré perpetuando inevitablemente un perverso círculo de muerte y corrupción. Tenía grandes planes. ¿Qué será de los que quedan? ¿Cuánto tiempo habrá pasado ya? ¿Me recordará alguien? No dejé ninguna marca y creo que lo único relevante que terminaré haciendo es arruinarle la vida a alguien, sin elección. El dolor me es ajeno hace tanto tiempo que la simpatía me ha abandonado por completo.

Qué ironía. Mi sombra cambió lugares conmigo. Sería sencillo culpar fuerzas sobrenaturales, pero ésta vez fue mi propia culpa. Yo alimenté esa oscuridad. Disfruté verla crecer y le cedí mi lugar con gusto. Ahora estoy atrapado en mi propia mente por toda la eternidad. La vida y la muerte pasan ante mis ojos y contemplo la existencia con cada vez más enajenamiento. Esto no es ni el cielo ni el infierno. No existen tales cosas. La desconexión entre el cuerpo, la mente y el alma pueden hacerlo morir a uno de otras formas. El remordimiento corroe nuestras entrañas a diario hasta que ya no queda nada.

¿Qué queda por hacer? ¿Será eternidad o venganza? ¿Merezco un final o sólo seguiré huyendo? ¿Siquiera recuerdo si morí o si me arrebataron el cuerpo? ¿Podré averiguarlo?

No. En éste castigo existe la justicia que merezco. No hacer nada es una conclusión correcta para mí. No merezco el lujo de descansar. Al final, es mi propia culpa que las cosas hayan resultado así. Sólo seguiré contemplando la existencia y la eternidad a través de las ventanas de mis ojos desde la oscuridad.