En la parte más marginada de la ciudad había una pequeña taberna, donde noche tras noche se llevaban a cabo los duelos por ver quién hacía el cuento más ingenioso; ahora le tocaba al mejor bardo de todos.

—Como todos sabrán Nueva Bhor es una ciudad preciosa que alberga las más bellas construcciones y paisajes. El verde pasto y los despejados cielos son su señal de identidad, pero como todo lo lindo, este lugar también carga sobre sus hombros terribles misterios; que nadie ha podido resolver.

Hizo una pausa para darle un largo sorbo a su jarra de cerveza, luego la colocó sobre la mesa más cercana y continuó:
—¿Conocen el Sarca?

Un cuchicheo llenó el local, ninguno de los presentes se atrevía a decir nada, a pesar de saber perfectamente a qué se refería. El bardo volvió a tomar su cerveza mientras esperaba que el ruido se disipara.

—Cuentan las malas lenguas que hace varios años hubo un grupo de valie… digo imbéciles que decidieron buscar a tan escurridiza criatura. —Se detuvo un segundo producto a las risas que llenaron el salón, para él sus chistes nunca tenían gracia, pero a la gente les solían gustar—. Bueno, como os iba contando,  la bestia tenía aterrorizada a toda la comarca; así que armados de valor los diez hombres salieron tras ella.
»Entraron al bosque entonando cánticos de guerra, aprovechando el valor que les había brindado el alcohol…
—¿Entraron borrachos? —Interrumpió un joven que se hallaba frente a él.

El bardo expulsó un pesado suspiro, odiaba ser interrumpido por preguntas tontas, por lo que solo lo ignoró y continuó narrando:
—La primera noche el silencio los envolvió entre sus pesadas alas, haciéndoles perder poco a poco la seguridad con la que habían entrado. —Nuevamente se detuvo, quería disfrutar de la cara de espanto de los clientes, muchos abandonaron sus bebidas para prestarle mayor atención—. El segundo día se convirtió en una pesadilla, al amanecer oyeron un grito a pocos metros del campamento. Corrieron a comprobar y se toparon con el cadáver de uno de ellos, desmembrado de pies a cabeza.
»Los nueve hombres restantes decidieron seguir las huellas hacia la guarida de la bestia.  Les costó un par de horas dar con la cueva donde vivía, sin embargo, no contaron con que esta vez ellos serían las presas. —El bardo se detuvo. En su cara se vio reflejado un poco de tristeza, pero ninguno de los presentes imaginó el porqué—.  Entre zarpazos, desmembramientos y embestidas aquellos nueve hombres se convirtieron en dos. Uno de ellos intentó proteger a su compañero y a cambio solo recibió una puñalada en la espalda que lo hizo caer frente a esa enorme bestia, tan indefenso como un bebé.

La sala ni se inmutó, todos lo observaron en silencio; algunos esperaban que el cuento siguiera, otros se dieron cuenta de que el relato no seguiría.

Del fondo se levantó un hombre, borracho como si no hubiera un mañana. Caminó hasta quedarse a unos metros del bardo, quien lo miraba con curiosidad.

—¿Es… estás seguro de… de que la historia termina así? —Preguntó apenas sosteniéndose en pie.

El bardo dibujó una cordial sonrisa y le contestó:
—¡Claro buen hombre… todo sale de mi imaginación!

..............

Una vez en su camerino el bardo se aseguró de estar solo. Se sentó y con delicadeza retiró su prenda superior, dejando ver en su espalda una cicatriz causada por un puñal.

Luego se dirigió a un armario, buscó una pequeña caja que había allí; la colocó sobre una pequeña mesa que había junto a él.

Dibujó una amplia sonrisa al ver lo que había dentro, la cabeza de un hombre, con la boca cosida y la palabra COBARDE dibujada en su frente.

¡No vayas al bosque!

Ahora verás por qué.

Los árboles ocultan un gatito.

No pienses que es un mito.

¡No pises ese lugar!

Los árboles te van a tragar.

¡Corre rápido!

El bardo tuvo tiempo.

Sobrevivió, pero tú no.