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El Grito de Bramak

Motas de ceniza caían sobre las hombreras de los Enanos, gotas de sudor empañaban sus frentes cubiertas por cascos. En sus mentes había un solo pensamiento: acabar con la invasión a su hogar y demostrar que nada puede con el sentimiento de amor a su patria.

El silencio se apoderó del campo de batalla, este sería testigo de una de la mayores masacres jamás presenciadas en el Continente. Los Collector querían aniquilar todo rastro de los Enanos de aquellas tierras, y ellos solo lo permitirían cuando fueran reducidos a cenizas.

Los Collector no tenían líder, su única guía era la sangre, por ella se movían, por ella vivían; ella los gobernaba. Los Enanos eran liderados por uno igual a ellos, bueno no; Bramak no era un enano común, según su gente este era el mayor guerrero que jamás haya presenciado aquella región; capaz de despertar los volcanes con su grito.

La calma antes de la acción tensó cada músculo de los presentes. Incluso las máquinas enanas parecían nerviosas.

—¡Hoy solo tenemos una opción! —gritó Bramak a todos sus hombres, estos no lo demostraron, pero tenian miedo, temían perder— ¡No me interesa si mueren, no me interesa si tienen miedo! —Se puso el casco para ocultar su rostro, el cual no difería mucho al de sus hombres— ¡Hoy nos vamos a imponer!

Los Enanos sintieron como una fuerza invisible penetró en su interior, por primera vez en mucho tiempo sintieron esperanza, por primera vez veían una luz al final del túnel; aunque esa luz estuviera muy lejos de ser alcanzada.

Bramak observó el cielo por unos segundos, rezó en silencio mientras empuñaba su escudo y espada. No se permitió llorar, aunque lo deseaba. No quería ser el responsable de la extinción de su raza, por eso se ofreció a ser el primer hombre en la línea de batalla.

Meditó por unos segundos hasta que se decidió a romper esa atmósfera:

—¡ATAQUEN! —gritó a todo pulmón el general, y como si de un chispazo se tratase sus hombres embistieron a toda velocidad a través del campo de batalla, armas en mano y furia en el corazón.

Aquel inmenso páramo gris con una ciudad de fondo, se llenó con gritos y el ruido que provocaban sus armas al chocar; el acero resonaba sobre todas las cosas. Se oyeron disparos, explosiones y de vez en cuando el sonido de algún autómata enano acabando con Los Collector.

Bramak encabezaba la ofensiva enana, armado con dos hachas, desmembrando a diestra y siniestra; las garras de los Collector caían de diez en diez. A los pocos minutos el suelo se tiñó de rojo, un rojo carmín muy intenso que revolvería el estómago de cualquiera. Las vísceras cubrieron el terreno, haciendo que el panorama se viera cada vez más repulsivo.

El general tuvo que soportar los gritos de agonía de sus soldados, sin embargo, dibujó una sonrisa al ver que sus hombres podían gritar por el dolor, por la tristeza; pero nunca lo hacían por piedad. Los enanos estaban perdiendo, y lo hacían por mucho, la culpabilidad invadió al general.

Bramak miró a su alrededor y vio que de los miles de hermanos que habían iniciado la lucha ya solo quedaban unos pocos cientos, quizás decenas. No podía más, sintió como el peso de la extinción de su raza caería sobre sus hombros. Los Collector no iban a perdonar la vida de los niños ni las mujeres; aniquilarían a todos.

Invadido por la rabia comenzó a gritar, gritó tan fuerte que atrajo la mirada de todos en el campo de batalla. La pelea se detuvo momentáneamente, todos lo veían, el grito aumentó su intensidad con cada segundo, al punto que las rocas del suelo comenzaron a moverse cada vez más rápido. El suelo se abrió, y el volcán a su espalda hizo erupción. Expulsó tanta lava que esta comenzó a expandirse por todo el campo, arrasando con todos su paso.

Bramak cayó de rodillas y dibujó una sonrisa. Esa magma no solo significaba que él moriría abrasado junto a sus hermanos y enemigos, sino significaba que las leyendas eran verdad; los volcanes despiertan al grito de un enano con el suficiente coraje.

Asedio tras asedio,

los Enanos sufrieron.

Sus enemigos no descansaron,

hasta que al campo los llevaron.

El día llegó, el general combatió,

y el suelo con sangre se tiñó.

¿Las leyendas eran ciertas?

¿Un grito despierta el volcán?

Bramak tuvo coraje,

y lo pudo comprobar.

Los Enanos no celebran,

ganaron, pero no lo hacen.

Hoy perdieron al más grande,

el mayor de sus generales.

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