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5. Testimonios

El jefe de Lukas se encontraba frente a su escritorio, tipiando algo sobre un computador tan viejo como él mismo con sus dedos índices. Por fuera, lucía como el estereotipo de viejo gruñón a punto de jubilarse, y por dentro, también lo era, mostrando que esa barba crecida de pocos días y los pocos cabellos canosos que le quedaban seguramente no eran por casualidad.

Lukas permaneció de pie sobre el marco de entrada a su oficina, esperando a que el hombre acabara con lo que sea que estuviera haciendo, pero en vista que seguía con la mirada fija sobre su pantalla le daba una pista que ni siquiera se había percatado de su presencia en primer lugar.

Fue cuando decidió dejar de esperar y se aclaró la garganta.

— Buen día.

Su jefe apenas separó la vista de su ordenador, solo como para enterarse cuál de sus trabajadores debía ser esta vez.

— La máquina de café no va a funcionar hasta la semana que viene si tenemos suerte —murmuró, volviendo su vista a lo que sea que estuviese escribiendo.

—Si...no es por eso que venía. —Hizo un esfuerzo por que su tono permaneciera neutro, por más de sentir una mezcla de risa y rabia que buscaba manifestarse—. Quería-quería solicitar permiso para hoy.

Eso pareció captar la atención suficiente del hombre como para que cesara de tipiar sobre su teclado.

— ¿Para qué sería?

— Necesito...salir, para entrevistar a los conocidos de la víctima de mi caso.

—¿Tu caso era el de la mujer del descampado? —No esperó a que Lukas asintiera—. Eso ya se hizo.

—Sí, pero yo no hice las entrevistas. —replicó.

—No le veo sentido.

—Es que... —vaciló, antes de encontrar determinación en su tono—, la víctima no tenía familia ni nadie cercano, no tengo mucho más si me quedo donde estoy ahora.

Esperó unos largos segundos rodeado por un silencio casi palpable hasta que su jefe volvió a hablar, sin abandonar su actitud gruñona.

— Bien —suspiró tras hacer un gesto con mano—. Haz como quieras, Maciel, solo no me traigas quejas para después.

No pudo evitar que una leve sonrisa se formara en su rostro, que trató de disimular al instante siguiente. Que su jefe recordara su apellido era un avance enorme y que le diera el permiso sin que necesitase pedirlo dos veces...era un avance que no esperaba tener hasta dentro de otro año.

—Muchas gracias, señor. —Tragó saliva, pensando en decir algo más, pero su jefe ya había regresado a su computadora, dando lugar al único escenario en donde Lukas salía de su oficina.

El hombre no era de formalidades, se notaba casi desde el primer día que no le interesaba que los demás adornaran sus palabras antes de pedirle algo. Quería que la gente fuera directa, antes de que pusieran a prueba su paciencia, y, de hecho, a Lukas le agradaba eso de él.

Ahora con su permiso, solo le quedaba salir rumbo al lugar donde Angélica solía trabajar. Necesitaba alguna pista que le dijera que había hecho luego de ese último día tras salir de su trabajo. Necesitaba saber que tanto podía tener que ver la persona que estaba tras esos mails con todo esto.

***

El edificio de Angélica era todo lo que su departamento de investigaciones no era, una estructura alta, moderna y espejada donde no echaría en falta los rayos de luz natural durante el día. No era que a Lukas no le gustara su propio lugar, sabía que había mucho peores, pero a veces se preguntaba si el encargado de haber colocado las ventanas había sido el mismo que diseñó la casa donde estaba alquilando. 

Le tomó algo más del tiempo que le hubiera gustado el esperar por Tomás Bajal, el jefe de la víctima y también la última persona que había visto a la mujer con vida. No sería la primera vez que lo veía, pero dado que Lukas no se había encargado de entrevistarlo, dudaba que el hombre se acordara de él.

No fue hasta pasadas las nueve que Tomás llegó a la sala de espera donde lo tenían a Lukas, lo vio pasar acompañado de otros compañeros de trabajo y algo le hizo sospechar que su prolongado tiempo de espera pudo deberse a que solo hasta ahora terminaba el horario de desayuno.

Vio pasar a varias personas delante de él, yendo en dirección al ascensor que les llevaría a sus respectivas oficinas. No estaba seguro de cuantos pisos podría tener el edificio, pero sospechaba que superaba los diez.

Solo entonces, el jefe de Angélica se acercó hacia él, a la vez que Lukas se levantaba de su silla de espera tras lo que sintieron como horas.

—Señor Bajal, buenos días, soy Lukas Maciel, estoy...a cargo de la investigación de la señora Kang —dijo con cautela, repitiendo cada palabra de memoria cuando le estrechó su mano.

Tomás quedó de pie frente a él por unos extensos segundos en los que solo se limitó a parpadear con extrañez, y solo entonces, tomó su mano devolviendo el saludo.

—Sí, yo...no entiendo ya había hablado con el otro policía antes, creí que era todo—masculló con un dejo de duda en su voz.

Lukas lo observó tragar, no era difícil notar que el hombre se veía entre incómodo y confundido. Por desgracia, era muy pronto para deducir el origen de esa incomodidad. Muchas personas se ponían así cuando les tocaba hablar con un policía o alguien perteneciente al cuerpo de investigación, que para alguien fuera de un entorno, debían ser todos lo mismo.

—No es nada, solo hubo un cambio de prioridades y necesitaba volver a escuchar lo que le dijo a mi compañero. —Trató de sonar amable, aunque no estaba seguro si debía de serlo.

—Oh, es solo eso, bien —suspiró antes de girarse en sentido al ascensor—. ¿Le gustaría hablar en mi oficina o...?

— Aquí está bien, no se preocupe.

¿O no? Sintió una oleada de dudas invadirle apenas le respondió al hombre. ¿Quizás si debió acceder a hablar con él en un entorno más privado? Se suponía que solo sería una entrevista casual, solo una serie de preguntas a responder y seria todo. Después de todo, Tomás no era sospechoso de nada.

Lukas permaneció inmóvil sobre su lugar por más tiempo del que hubiera sido apropiado, en vista que el silencio entre medio ya se comenzaba a notar, se apresuró en volver a hablar.

—Bien, empecemos ahora sino le molesta. —Sacó de su bolsillo una pequeña libreta—. ¿Cuándo fue la última vez que vio a Angélica Kang?

—El día doce, por la tarde, cerca de las seis, Angélica ya había terminado su turno.

—Y, ¿qué fue lo que hablaron?

Tomás se encogió de hombros. —Ella solo quería confirmarme que se tomaría unas vacaciones en las próximas semanas —suspiró—, no se quería apurar hasta saber que podrían cubrirla en la oficina.

—Bien —dijo al escribir sobre su libreta—. De casualidad no dijo a donde iría luego de irse, ¿no?

El otro se apresuró a negar con la cabeza. Por supuesto que no sabría, nunca sería tan fácil.

— Podría decirme un poco, que sabía de ella, sus conocidos o algo que crea... ¿relevante?

—Angélica siempre fue una persona muy reservada, sabrá que no tiene-tenía a sus padres. —Hizo una pausa y prosiguió cuando vio a Lukas asentir—. Y siendo su jefe puedo decirle hasta menos que sus compañeros.

Lukas observó un punto detrás del hombro de Tomás, dudando en cómo elaborar la siguiente pregunta.

—Tampoco —vaciló—, ¿notó si ella se estaba comportando diferente o algo anormal en ella?

Tomás no respondió enseguida, pareciendo como si en verdad estuviese considerando su pregunta, solo para volver a sacudir su cabeza.

—No realmente, era muy puntual, no se excedía en el horario de almuerzo, solo me dijo que estaba ahorrando para viaje la última vez. Es todo.

Lukas guardó su libreta de nuevo, esperando que la decepción no se viera tan directamente plasmada en su rostro. No había sacado nada nuevo en particular y parecía irrelevante seguir preguntando a un hombre que casi no les prestaba atención a sus empleados.

—De acuerdo, gracias por su tiempo.

Luego de eso, el hombre susurró una incómoda despedida por lo bajo, diciendo que te debía de volver a sus cosas, dejando a Lukas solo parado en el mismo lugar que estaba desde antes de comenzar con esta entrevista. Aún no se creía que no había logrado sacarle nada, tal vez si se equivocaba con lo que había creído—

— Ah, disculpe —dijo una voz femenina que no había escuchado antes.

Lukas se giró con rapidez para conocer a la dueña de esa voz. Se sorprendió con toparse con una muchacha que aparentaba ser más joven que él, de un cabello corto que apenas si le llegaba a los hombros. Algo en ella, además de su corte, le recordó mucho a su propia hermana menor.

Estaba seguro que la recordaría si la hubiese visto el primer día que entrevistaron al jefe de Angélica, después de todo no todos los días se cruzaba con una copia casi idéntica de Daniella.

— ¿Si? —sonrió.

—Perdón, no quería ser...metida, pero estaban hablando de Angélica, ¿verdad?

Lukas asintió. —Sí, yo estoy a cargo a su caso. —Ignoró si debía o no de decir eso—. ¿Eras su compañera?

— Mi escritorio estaba al lado del de ella. —Hubo un dejo de nostalgia en su voz.

Lukas arqueó una ceja, extrañado, si mal no recordaba no se había interrogado mucho más a los compañeros de trabajo dado que todos alegaron no haber intercambiado más que unas pocas palabras con Angélica en su último día.

— Así que conocías a la víctima —murmuró más para sí—. ¿Habías hablado con ella?

La muchacha se apresuró en sacudir la cabeza. —No, no, yo estuve-estuve enferma estos días, no estaba asistiendo al trabajo. —Hizo una pausa en la que se aclaró en la garganta—. No era mi intención, pero alcancé a escuchar que mi jefe no fue de mucha ayuda.

—No demasiado. —Le sonrió esperando mitigar su incomodidad—. Parece que ella no hablaba mucho, y eso no me ayuda tampoco.

— ¿Su novio tampoco ayudó?

La mención de un novio le hizo ensanchar sus ojos demás, nadie había dicho nada sobre un novio. Hasta donde sabía, la mujer no tenía a nadie.

—Tenía entendido que vivía sola.

—No vivían juntos, pero... hasta donde sé su novio estaba de viaje de negocios y Angélica planeaba tomarse unos días para ir a verle.

Eso era nuevo. Si iban a irse juntos de viaje su relación no podía ser tan poco seria, y aun así ese supuesto novio no había aparecido en ningún momento, ni llamado, ni nada por su pareja muerta. Era un mal momento para no contar con el celular de la víctima, pero quien sea que hubiese realizado el asesinato se había encargado de desaparecer su teléfono con posibles contactos y posibles pistas.

— ¿Conocías a ese novio?

Ella solo se negó, lo que era obvio, no iba a tener tanta suerte. Aun así, se aventuró a preguntar.

—Tampoco sabrás donde lo puedo contactar, supongo.

La chica parecía que estaba a punto de volver a negarse, cuando un destello se pasó por sus ojos.

—Creo que...—sacó su celular— una vez, me había pedido mi celular para escribirle porque se había olvidado el de ella, sino borré el chat, tal vez...

Lukas pudo adivinar el momento en el que la muchacha dio con lo que estaba buscando con solo ver el cambio de expresión en su rostro.

—¡Lo encontré! —exclamó.

Lukas anotó el número con rapidez, como si este pudiera desaparecer en cualquier momento, llevándose su única pista hasta ahora.

—Te lo agradezco, eh—

—Paula.

—Gracias. —Sonrió, pensando en irse, cuando una nueva pregunta surgió en su mente—. Una última cosa, de casualidad... ¿no notaste algo diferente en Angélica, algo anormal que me puedas contar?

—Ella era un poco más abierta conmigo, pero tampoco tanto. —Su mirada vagó hacia el suelo y se mantuvo allí por un largo instante—. Algunos días, no muchos, la veía más ¿feliz? No sé cómo explicarlo.

— Feliz, ¿cómo?

— No lo sé, parecía de mejor humor y se reía más, pero tampoco era que estuviera así todo el día —suspiró—. No se me ocurre más, lo siento.

—No, no, está bien, me ayudaste mucho. —Le hizo un gesto con su mano libre—. Gracias, Paula.

—Espero que lo puedan encontrar pronto.

—Yo también.

Y en verdad lo esperaba, más si pudiese tratarse de lo que se temía.

—Si necesitas algo más...—dijo con timidez.

—Lo tendré en cuenta.

Con eso se despidió de la chica y supo que por el momento no tenía mucho más que hacer dentro de ese lugar. Cuando estuvo fuera y el aire fresco chocó contra sus mejillas, pudo por primera vez sentir algo de satisfacción consigo mismo.

Lo que había encontrado podía ser un montón, y también podía no ser nada. Pero lo había encontrado él mismo.

Ahora solo le quedaba ver cuando podía llamar a este supuesto novio.

Cuando llegó a su oficina, sintió que, si antes se sentía pequeña, luego de pasar cerca de una hora dentro de ese edificio espejado, ahora todo se sentía diminuto. Las paredes color amarillento tampoco ayudaban más allá de contraste con lo anticuado que todo podía llegar a verse.

Sin embargo, cuando se sentó de nuevo en su escritorio, todo eso pasó a segundo plano. Había querido comunicarse con la pareja de Angélica apenas terminó con su sesión de preguntas. Por lástima, sabía que no sería tan fácil, cuando ya estaba atrasado con el resto de sus tareas.

La llamada tendría que esperar un poco más.

Por curiosidad revisó su mail de nuevo, sin contar con mensajes nuevos. Se debatió por un instante si debería de escribirle algo él mismo al tipo misterioso, antes de descartarlo con la velocidad que correspondía.

En ese momento oyó que llamaron a su puerta de nuevo.

—Lu —dijo Alicia al abrir la puerta sin esperar respuesta previa.

—Hola de nuevo.

—Me dejaste sola en el desayuno ­—le reprochó en tono de burla.

Él se encogió de hombros. —Alguna vez toca interactuar con otra gente.

Ella puso los ojos en blanco.

—Si, como sea, ¿valió la pena al menos irte para allá?

Dudó en su respuesta, en realidad no estaba seguro si aún debería contar lo que había encontrado. Se sentía demasiado pronto el andar diciéndolo cuando no estaba seguro que el supuesto novio de la víctima mantuviera ese número.

—En parte —concluyó—. Depende de cómo siga.

Alicia le devolvió una mirada escéptica antes de verla levantar unos papeles que tenía en la mano.

—En fin, venía por otra cosa. —Colocó esas mismas hojas sobre su escritorio—. Llegaron los resultados toxicológicos de Elsa.

Algo en su tono de voz le dijo que tenía que prestar atención a lo que seguía. Tomo los papeles y los acomodó delante suyo para comenzar a darles una rápida leída.

—Estuvo expuesta a la fenciclidina en sus últimas horas, o polvo de ángel para los amigos.

—¿De dónde sacó esa droga?

—Eso es lo que no sabemos. —Suspiró al llevarse un mechón de su oscuro cabello detrás de su oreja—. Esto solo complica más todo...

Y como para que no, hasta donde sabía el polvo de ángel era bastante difícil de conseguir, y no mucho más. Conocía esa droga, sí, por su nombre tan peculiar pero también sabía que no era lo más común al momento de investigaciones relacionadas con...sustancias ilegales. Tenía un vago recuerdo de haberla escuchado nombrar en las noticias cuando aún estaba estudiando, luego de eso, los casos referidos databan casi siempre con las mismas sustancias.

—Pensé que querrías saberlo, como estabas tan interesado en los informes de Elsa.

—Sí, me sirve bastante saberlo gracias por—

Se quedó en silencio al sentir su estómago gruñir.

—No me digas que no desayunaste.

—Yo si qué, —estuvo a punto de replicar, pero se calló al preguntarse ¿Había comido? Recordaba haber salido de la casa de Marcus por la mañana sin comer nada, porque algo le dijo que no daba, y después recordaba vagamente haber masticado algo como una factura en su trayecto hacia el trabajo de Angélica—, algo comí por ahí.

—¿De verdad? No puedes andar por ahí sin comer hasta ¿qué? ¿la hora del almuerzo?

—Ali, estoy bien...

Alicia abrió la boca a punto de reprocharle algo más cuando su celular comenzó a vibrar, y al ver su expresión cuando leyó su pantalla, asumió que debía de ser importante.

—Come algo —masculló antes de atender su llamada y salirse de su oficina.

Su compañera tenía razón, mas cuando apenas abandonó el lugar, otra idea tuvo prioridad por sobre su ignorado desayuno. Abrió su casilla de mail de trabajo y buscó el contacto de Fran, antes de comenzar a tipiar el asunto del correo.

Solicitud de examen toxicológico.

**

Lukas entró a su recinto cuando la luz del día ya le había abandonado del todo. Dio un largo suspiro y echó la cabeza hacia atrás. Si ayer había sido un día largo, hoy había sido peor. Su cerebro ni había alcanzado a procesar que hoy era viernes.

Cosa que poco importaba en realidad, si mañana aparecía otro muerto a las tres de la mañana.

Pensó luego en Marcus; no había sabido nada de él en todo el día. Si bien él podría haberle escrito algo, esperaba que Marcus lo hiciera siendo que él había alegado lo ocupado que estaría durante el fin de semana. No tenía por qué molestarlo.

¿O quizás...?

Su estómago rugió en ese instante, como si fuera consiente que ya no estaba dentro de su departamento y podría compensar todo lo que no había comido durante la mañana. Se encontró yendo hacia la cocina sin pensarlo demasiado, recordaba de tener algo de pizza que le había sobrado de la otra noche.

Cuando colocó su futura cena dentro del microondas, dejó que sus pensamientos volvieran a dispersarse en todo lo que se había enterado hoy y lo mucho que se retrasaría con el análisis toxicológico con un fin de semana de por medio.

Fue entonces que sus ojos se encontraron con su pizarrón sujeto a su pared y leyó la única nota de tiza que tenía en aquel momento.

Buscar sobre numero privado.

Se vio tomando su tiza y colocó el acento faltante sobre la u sin siquiera pensarlo.

Había olvidado por completo que quería averiguar aquello, y más teniendo en cuenta que hoy nadie le había hecho ninguna llamada extraña. Tal vez su primera idea había estado en lo cierto, tal vez esas llamadas de verdad no habían significado nada más allá de una broma pesada.

A pesar de lo que su lógica le indicaba, Lukas se encontró incapaz de moverse de su lugar, incluso cuando su microondas le avisó que su pizza ya estaba lista su mirada se vio incapaz de apartarse de aquel pizarrón.

Era tonto, había estado apurado en ese momento. Incluso para que olvidara colocar ese dichoso acento.

Era solo que, esa letra...no parecía del todo su letra.

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