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Atrapada

Dedicado a @BloodyBlackRose_Aten

Simplemente no puedo evitarlo, es como un ataque de hipo, simplemente no puedo controlar cuando sufriré el siguiente ataque, si tan solo no me hicieran meterme en esas malditas habitaciones ni insistieran en cerrarlas, a veces con llave, es lo peor que pueden hacer, casi de inmediato siento que la angustia, que el terror mas absolutos me dominan, entonces pierdo el control y solo puedo sentarme en una esquina, abrazar mis rodillas y dejar que las lagrimas broten de mis ojos, a veces por horas.

Me hacen ir con un supuesto profesional de la salud mental, lo único que ha hecho el tipo para "ayudarme" fue hipnotizarme para encontrar la "fuente" de mi temor.

Todo comenzó aquella tarde hace cinco años, yo era, por así decirlo "normal", yo me preparaba para comenzar otro rutinario día de escuela, desayune con mi familia como todos los días, me asee y me coloque mi uniforme, camine rumbo a mi escuela con un inusitado buen humor, incluso camine con varios compañeros míos y otras chicas que iban en nuestra misma escuela, incluso platicábamos con tanta naturalidad, como si fuésemos amigas de toda la vida; en lugar de perfectas extrañas hace solo unos minutos.

Llegamos a nuestra escuela y nos separamos en dos grupos, cada uno se dirigió a su respectiva aula. Mi grupo llego a nuestro salon, siendo recibidas por su habitual alharaca, juegos y bromas, cada quien se sentó lo mas cerca la una de las otras que pudimos y seguimos platicando animadamente, al cabo de unos diez o quince minutos llego el profesor, pero había una cosa diferente en él en aquella ocasión, llego con una muchacha, supuse por su aspecto que tendría apenas veinte años de edad o veintidós a lo mucho, el misterio de su identidad fue rapidamente resuelto por el profesor que nos la presento.

Resulto que la mujer, que se llama Andrea, era una estudiante universitaria, estaba en nuestra escuela, y específicamente en nuestra aula para hacer algunas horas de practicas que se le exigían para titularse como trabajadora social, cuando Andy (como insistió en que la llamáramos) empezó a hablar, el profesor se dirigió a la puerta sin que nadie salvo yo lo notase, para cerrar la puerta con seguro; en ese momento no le tome importancia y opte por prestar atención a lo que Andy cacareaba.

El inicio de mi suplicio empezó como cuarenta minutos después de que Andy empezó a hablar, no recordaba en ese momento haber puesto mucha atención a su soporífero monologo ni en ese momento ni actualmente recuerdo de que rayos hablo, solo recuerdo que de repente sentí una loca y desesperada urgencia por salir, o al menos de asomar mi cabeza por la ventana, hacia el mundo exterior. Cada minuto que intentaba resistir aquel impulso tan repentino y violento solo empeoraba la sensación de malestar, dicha sensación amenazaba con desbordarse como el agua en una presa después de una temporada demasiado lluviosa.

Tras otros veinte minutos finalmente paso, sudaba como un obeso en un gimnasio; empecé a respirar agitadamente, como después de una carrera tan violenta como repentina; tras varios minutos "Andy" se me acerco tímidamente, casi como si no supiera que carajos hacer. Cuando su mano emperifollada con esa manicura tan perfecta como ridícula por el dibujo en sus uñas de acrílico, estuvo a lo que sentí medio centímetro de tocarme la represa se desbordo, al principio fue un gemido ligero, que provocaron algunas risas, momentos después sentí verdadero pánico, pues podía jurar que veía los seis muros que me rodeaban acercarse hacia mi, provocando que la habitación entera reduzca lenta pero notablemente sus dimensiones a cada momento, empecé a gritar de verdad cuando los muros estaban a solo un metro de mi en todas direcciones, mis compañeros reemplazaron sus risas y cuchicheos por muecas de espanto y algunos intentaron tranquilizarme; en ese momento no soporte mas y me levante violentamente, con la misma violencia e impulsada por la adrenalina que el miedo me provocaba trate de abrir la puerta que me mantenía prisionera, al ver infructuosos mis esfuerzos volví a correr esta vez en dirección a una ventana, dispuesta incluso a saltar como esos acróbatas de los circos, indiferente a la posibilidad de estar a un piso o mas de distancia del suelo. Con una agilidad que jamás mostré ( ni creo volver a mostrar) pase por el marco de la ventana hacia mi preciosa libertad.

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