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Las Sombras

Margo se acercó a la ventana de su habitación, sintió la suave brisa recorrer su rostro mientras sus cabellos castaños se movían al ritmo del viento. Asimismo, esta brisa hacía hablar a los árboles al momento de chocar sus hojas y algunas de sus ramas, a Margo le gustaba escuchar sus conversaciones. Ella también miraba el brillo de las estrellas y de la hermosa luna, pero al final, lo que le llamó más la atención fue una silueta oscura que se escondía entre los árboles del jardín de su vecino, el cual casi nunca lo veía salir de su casa.

La silueta se quedó en el mismo lugar por unos minutos, Margo la observaba detenidamente hasta que ella parpadeó y la sombra simplemente desapareció. Con su mirada buscaba entre los árboles oscuros a la silueta pero no la encontró, así que cerró la ventana de su habitación.

Entre sus sueños, más bien en sus pesadillas, pudo observar nuevamente a la sombra, aquella silueta la perseguía mientras que ella corría con todas sus fuerzas. La sombra la alcanzaba con facilidad y por querer atraparla, estiró su brazo y pudo alcanzar una parte de la muñeca de la adolescente, rasguñándola un poco. La sombra se hizo más grande y pudo atrapar a la muchacha, tirándola al suelo. Esa oscuridad estaba encima de ella.

Margo tenía mucho miedo y entre algunos movimientos bruscos de su cuerpo por la necesidad de liberarse, se despertó de esa hórrida pesadilla. Ella estaba algo agitada y su corazón le latía con fuerza. Tenía la puerta de su cuarto entreabierta, sin embargo, se escuchaba el sonido de la puerta al abrirse, ese chirrido de madera vieja le hacía sentir mucho temor. Quería meterse bajo sus sábanas hasta quedarse dormida pero era demasiado tarde, el miedo invadía todo su cuerpo y no podía moverse.

Visualizó una pequeña sombra en la puerta que caminaba lentamente hacia ella, pensaba que era la sombra que había visto anteriormente en sus pesadillas. El cuarto estaba muy oscuro para poder observar por completo su habitación, Margo sintió una presión a los pies de su cama, estaba aterrada y el miedo se transformaba en sudor en sus manos. Pero quien le había ocasionado tal susto a la pobre chica era su perro Max, quién venía a hacerle compañía.

Margo soltó un suspiro de alivio, se paró de su cama y con sus pantuflas puestas, se dirigió a la cocina por un vaso de agua. Ella se sirvió el agua en un vaso de vidrio y tomaba el agua mientras se dirigía a la refrigeradora para comer un bocadillo nocturno, tal vez se le antojaba un pie de manzana o quizás un helado, no obstante, antes que pudiera elegir, alguien le tocó el hombro a la asustadiza Margo. La chica dejó caer el vaso con poca agua al suelo, rompiéndose en pequeños y grandes pedazos de vidrio al lado de sus pies y lo pudo observar gracias a la luz de la refrigeradora.

Agarró valentía y giró su cuerpo, tragando saliva visualizó a la silueta negra, pero ya no era solo uno sino eran varias que estaban esparcidas en la cocina y en la sala.

—Corre — le dijo una de las sombras pero no pudo visualizar cual porque ninguna de ellas abrió la boca. La voz era tan suave, que fue como si el viento le hablara y eso le aterraba.

Margo corrió. Ella quería llegar a su habitación para salir por la ventana, pero ¿Por qué no salió por la puerta de la sala que llegaba a la calle? Porque el miedo no le hacía pensar a la pobre Margo.

El pasillo era algo largo, ese pasillo conectaba con tres habitaciones, incluyendo la suya y la de sus padres, quienes se fueron a una fiesta, y un pequeño baño. Poco antes de llegar a su habitación, una mano le agarró el tobillo, haciéndola caer al suelo e intentó levantarse, pero otra mano le agarró el otro tobillo.

Margo era arrastrada por las sombras, ella intentaba agarrase de algún muro o algún mueble a su alcance, pero las sombras eran muy fuertes. Intentó agarrase del suelo, incrustando sus uñas en cualquier hueco, sin embargo, la desesperación se transformó en uñas rotas, despegadas de sus dedos.

La puerta que quedaba en la sala se abrió lentamente, ya no había una calle ahí, ni perros callejeros ni una pista. Se había convertido en un lugar completamente oscuro y frío como quienes la arrastraban. Margo pedía ayuda a gritos pero nadie la escuchaba, rezaba para que no se la llevaran, pero todo fue en vano porque al final la arrastraron, llevándola a un lugar sin salida. Lo único que quedó de Margo fue su pantufla que estaba en la puerta abierta de la casa.

Cuando llegaron sus padres al día siguiente, llamaron a la policía por la desaparición de su hija. Y entre los vecinos conversaban el suceso y todo el vecindario había coincidido que sus hijos habían soñado que entidades oscuras se llevaban a la muchacha y posteriormente, a ellos también. Algunos adolescentes ya sabían que eran los siguientes, estaban asustados, sin embargo, no podían evitarlo. Ese era su destino, ser atrapados por aquellas sombras que los vigilan todas las noches e inclusive en el día, porque son las sombras que están detrás de ti y que siempre te acompañan a donde vayas.

Madame Sarmiento

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