Las Cucarachas
Un olor repugnante provenía del suelo de la sala que empezaba a invadir mis fosas nasales, nuevamente. Llamé al exterminador de plagas para que revisara el piso si es que había alguna rata o animal muerto que producía ese fétido olor.
A la media hora tocaron la puerta de mi casa, era el exterminador que estaba listo con todos sus implementos. Era un hombre de contextura gruesa, lentes circulares, cabello rizado rojizo y con shorts de pescador. Tuvo que sacar la madera del suelo con mi ayuda, pero lo que encontramos fue horripilante y macabro.
Lo que producía aquel desagradable olor era un cuerpo humano en plena descomposición con la boca llena de larvas hambrientas, la piel morada, los ojos desorbitados sin vida y el cuerpo doblado en una posición inhumana. En la parte de su abdomen, se encontraba un nido de cucarachas que desesperadamente revoloteaban en el estómago de la pobre mujer para conseguir algo de carne, o bueno, lo que quedaba de ella.
Al momento de observar la horrible escena comencé a tener arcadas, puse mi mano derecha en mi boca y corrí rápidamente al baño del primer piso y arrojé lo que tuve que vomitar.
Cuando regresé a la sala, encontré al exterminador desmayado e inmediatamente llamé a emergencias y posteriormente a la policía.
La ambulancia se llevó al exterminador en una camilla, al parecer le había dado un ataque al corazón por el susto y la policía se llevaba el cuerpo de la mujer en una bolsa negra donde trasladan a los cadáveres. Uno de los oficiales se acercó para hacerme unas cuantas preguntas mientras sacaba una libreta y un lapicero negro.
—¿Desde cuándo reside en la vivienda?
—Desde un par de días me mudé aquí —hice una pequeña pausa—. Sentí un extraño olor proveniente del suelo así que llamé al exterminador porque días antes salían algunas cucarachas y las moscas rondaban por esa parte del piso.
—Entiendo —dijo el oficial serenamente mientras apuntaba algunas palabras en su libreta— Y dígame, ¿quién le vendió la casa? ¿Conocía bien al propietario anterior?
—No exactamente. La casa la compré en una subasta del banco así que no sé nada de su historia.
Nos pasamos unos 20 minutos más entre preguntas y respuestas y finalmente, cuando terminamos, los policías se retiraron y también los investigadores, fotógrafos, entre otras personas que se encontraban en mi casa. Colocaron la típica cinta amarilla donde decía: "Escena del Crimen, No Pasar".
Ya había sacado una maleta con algunas prendas de vestir, un poco de dinero, algunas cosas de higiene personal y unos chocolates para comer en el camino. Me tenía que hospedar en un hotel que quedaba a unas calles de mi casa hasta que pasara la terrible situación. Mi cabeza daba vueltas mientras conducía mi auto, intentando procesar el descubrimiento. ¿Cómo la chica terminó allí?, ¿quién la mató?, ¿cómo sucedió?
Tenía muchísimas preguntas, pero no me quería involucrar, solo quería descansar y olvidar lo sucedido.
Cuando llegué al hotel, pagué por solo tres noches, me llevaron a mi habitación y me dieron las llaves. Coloqué mi maleta encima de la cama y me recosté a un lado. Eran las 4:50pm y era muy temprano para dormir, sin embargo, estaba cansado por el trabajo y el estrés acumulado y decidí dar una siesta de unas horas.
Me metí debajo de las sábanas y me acurruqué como un niño pequeño, estaba conciliando el sueño rápidamente hasta que sentí un pequeño cosquilleo en el pie, me rasqué con el otro pie y no le tomé mucha importancia. Al segundo, sentí el mismo cosquilleo en ambos pies, alcé las sábanas y me encontré a dos cucarachas en mis pies, una en cada lado. Salté de mi cama al ver a esos insectos y recordar que ellos estaban devorando el estómago de esa chica y con solo recordarlo, me causaba náuseas.
Una parte de las sábanas cayó al suelo, dejando ver una parte de los pies de la cama, me acerqué a esta para matar a esas diminutas criaturas, quité las sábanas y dejé al desnudo la cama, no obstante, no encontré nada. Rebusqué entre esas telas, pero el resultado fue el mismo. Asumí que lo había imaginado.
Me dirigí hasta el lavabo del baño, me lavé el rostro mientras me miraba en el espejo. Volví a lavarme la cara por última vez y en el fondo del hoyo del lavamanos, sobresalían unas delgadas antenas y luego un cuerpo de color marrón amarillento, era otra cucaracha.
De mi mano derecha también se encontraba el mismo insecto subiendo por mi brazo, sentía sus pequeñas patas recorrer mi piel rápidamente, sacudí mi brazo instantáneamente. El insecto cayó al suelo y cuando estaba a punto de aplastarlo, ya había desaparecido. Giré mi cabeza para mirar el lavabo y tampoco estaba la otra cucaracha ahí. Mi piel se erizó, estaba nervioso. No lo podría creer, estaba tan asustado por insectos inofensivos.
Cerré la puerta del baño y empecé a buscar en toda la habitación si había algún agujero por el cual, las cucarachas podían entrar y salir de mi cuarto, sin embargo, no encontré nada, ni siquiera una rajadura en la pared. Todo me parecía tan extraño.
Intenté tranquilizarme, pero la habitación daba vueltas y mi cuerpo no podía aguantar su propio peso. Poco a poco, todo comenzó a tornarse oscuro...
Sentí una pequeña picazón en el rostro y en las manos al mismo tiempo. Abrí los ojos muy despacio, mi vista seguía un poco borrosa y yo aún me encontraba un poco soñoliento.
Al principio, no podía distinguir qué era lo que me causaba aquella comezón hasta que me rasqué el rostro. «¡Mierda! ¡Mierda!». Caí sobresaltado de la cama.
Las cucarachas aún seguían rondando por estas cuatro paredes.
Encendí las luces y por primera vez en mi vida sentí un pavor inexplicable. Las grandes cantidades de cucarachas se movían velozmente y lo peor era que ocupaban todo el espacio del suelo, sin dejar algún rincón. Sentí que mi corazón iba a mil y que en algún momento explotaría. Mis manos temblaban, estaba sudando.
Las cucarachas subían con rapidez hacia mis piernas y yo, desesperadamente, las tiraba con mis manos, no obstante, mientras más segundos pasaban, eran más los bichos que subían, a tal punto que llegaban a mis muslos. Ni las sacudidas de mis piernas alejaba por completo a esos asquerosos insectos.
Tenía que salir de ese cuarto, pero el miedo se apoderaba de mí. Apoyé mi espalda a la pared con el fin que más insectos no recorrieran mi piel, sin embargo, fue un grave error, ya que las paredes también estaban infestadas de estas. Volví a tener mareos y un dolor abdominal muy fuerte.
Sentí aquellos diminutos insectos desplazarse por mi nuca, mis cabellos, mi espalda y mis labios y sus finas patas me hacían tener los pelos de punta. Todo era muy repugnante.
Finalmente, mis piernas reaccionaron y salí corriendo mientras gritaba. Corrí y corrí hasta llegar a la recepción.
—¡Necesito ayuda!, ¡ayúdame, por favor! —dije alterado.
—Señor, cálmese. ¿Cuál es la emergencia? —preguntó el joven pelinegro.
—¡El cuarto está infestado de malditas cucarachas! —grité.
—¿De qué habla, señor? —dijo confundido.
—¿No llamará a un exterminador? —hice una pequeña pausa— Escúcheme, la habitación está repleta de esos insectos y no volveré a entrar ahí hasta que sepa que todos están muertos, ¿entendido?
El muchacho se reusó a hablar.
—¡Oh, por Dios! —exclamé mientras ponía mis manos en mi frente y jalaba mis cabellos.
—¿Se encuentra bien?
—¿Tengo cara de verme bien? —respondí.
Curiosamente miré el reloj, sin embargo, no podía ver la hora. El reloj estaba distorsionado. «Un momento» pensé.
—Estoy soñando...
Desperté agitado y muy asustado por esa horripilante pesadilla. Desesperado, busqué algún rastro de esas asquerosidades, pero no encontré nada ni en los siguientes días.
Cuando mi estadía en el hotel terminó, volví a casa. Decidido que ya no volvería a vivir allí por el macabro descubrimiento. Al llegar, hablé por última vez con los oficiales y empecé a empacar mis cosas, además seguían investigando la casa y aún no habían encontrado algún sospechoso.
Empecé a empacar algunas cosas. Al sacar una de las cajas afuera, me encontré con una cucaracha. La observé un momento, pero mi ira no aguantó más y la aplasté hasta matarla.
Regresé a la casa para sacar otras dos cajas más y colocarlas en el jardín. La cucaracha aún seguía ahí, pero esta vez con las patas arriba y acompañada de varias hormigas.
Las hormigas se amontonaban en su pequeño cuerpo mientras arrancaban la carne de su abdomen, así como las cucarachas revoloteaban en el estómago de la pobre mujer mientras se la devoraban.
Madame Sarmiento
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