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La Droga Caníbal

[La metilendioxipirovalerona o MDPV es una droga psicoactiva que tiene fuertes efectos estimulantes en el organismo. Algunas personas le apodaron como "droga caníbal" o "cocodrilo", debido a que su uso constante ocasiona que la piel se desprenda hasta dejar los huesos expuestos y se vuelva áspera de un color gris verdoso al igual que de un cocodrilo.] Quería aclarar la definición antes de que lean el relato para que lo puedan disfrutar y quería agradecer a todas las personas que leen, votan y comentan, gracias por apoyar este libro y a mí en mi camino de escritora. Ahora ya pueden leer el relato y espero que se asusten un rato.



Estaba sentada sobre las sábanas frías y húmedas de mi cama que con solo sentirlas te dan muchísimo asco.

Observaba el desastre que se había convertido mi departamento a lo largo de dos años. Veía las moscas volar de un lado a otro y posarse en las bolsas de basura amontonadas en la cocina, veía las paredes manchadas de diferentes líquidos verdosos y amarillentos y como el polvo decoraba la mayoría de los muebles.

A pesar de la situación desagradable en la que vivía, no me importaba en lo absoluto. Lo único que tenía lugar en mis pensamientos era inyectarme grandes cantidades de heroína en las venas hasta que alguna de ellas colapsara y finalmente sentir la euforia que conlleva para dejar mis problemas en un absoluto olvido.

Cada vez más me sumergía profundamente en mi adicción y en mi miseria, aunque ello trajera terribles consecuencias.

No me importaba si mi piel se tornaba de un color gris verdoso y se volviera áspera, ni las úlceras que las acompañaba, ni mucho menos que se me desprendiera la piel en algunas partes del cuerpo. No me importaba si perdía algunos dientes y otros se tornaran de un color amarillo intenso.
No me importaba si tenía hemorragias internas o si alguna de mis venas colapsaba. Ni mucho menos me importó la pérdida de uno de mis dedos, debido al uso constante de la droga.
¡Bah! Igual me queda nueve dedos más en las manos.

Sin embargo, un día, después de muchos meses, me miré al espejo, un espejo sucio y roto. No le tomé mucha importancia al hedor nauseabundo del baño, pero sí a mi horroroso aspecto.
Alrededor de mis ojos, se podía observar unas pronunciadas ojeras, como arcos violáceos que me daban un aire triste y muy cansado. Continuaba observando mi cabello despeinado y muy sucio, además de mi extremada delgadez y la terrible condición en que estaba mi piel.

Sin embargo, un mareo repentino me hizo perder el equilibrio y la claridad de la vista, así que me apoyé con las manos en el lavabo esperando que pasara de inmediato. Transcurrieron algunos segundos más y los mareos se intensificaron, decidí volver a la cama y descansar, no obstante, en un abrir y cerrar de ojos, mis manos comenzaron a pudrirse, tornándose de un color negro y a emanar un hedor putrefacto.

Quise gritar, pero solamente de mi boca logró salir un quejido tembloroso. Aquel color de muerte comenzaba a expandirse por mis brazos. Un dolor puntiagudo acompañaba mi piel que cada vez me ardía más y más.

Uno de mis dedos comenzó a desprenderse de mi mano, poco a poco dejando al desnudo el hueso de este. En ese preciso instante, solté un alarido desgarrador y estridente.

Todo mi ser temblaba de pavor y con lágrimas en los ojos miraba como la piel de mi rostro comenzó a desprenderse, la carne tenía un color gris verdoso que se empezó a extender en otras partes de esta. Me agarré el rostro con las manos intentando que la piel se quedara en su lugar, pero era en vano. El suelo del baño se adornó con mi piel muerta.

Mis cabellos negros también se caían, así que con la otra mano apretaba mi cabeza con muchísima fuerza y tanto así que me incrusté las uñas de la desesperación. La carne se podría rápidamente y casi la mitad de mi cráneo se dejaba ver al descubierto al igual que mis dientes.
La piel me seguía ardiendo y sentía un dolor lancinante por todo mi cuerpo, imposible de describir.

Gritaba pidiendo ayuda, pero nadie me socorría. Caí de espaldas, retrocedí alejándome del baño y apoyé mi espalda en una pared cercana. Las moscas y una que otra rata se acercaban a mi para oler mi piel y comer lo que quedaba de mí. Intentaba ahuyentarlas mientras lloraba desconsoladamente.

Golpeaba mi cabeza contra la pared frenéticamente con la esperanza que uno de esos golpes me hiciera visualizar la realidad y no esa horripilante alucinación.

—¡Esta no es mi piel! —gritaba mientras me rasguñaba la piel, incluso, algunos pedazos de carne expuesta.

Llevaba algunos minutos en esa situación, pero los arañazos no funcionaron y la sangre brotaba, manchando la alfombra sucia y polvorienta de la habitación.

—Dios... ¡Perdóname, por favor! Ayúdame... Te necesito... —dije entre sollozos—. Lo siento tanto...

[...]

"Hoy sábado 24 de octubre fue encontrado el cuerpo de la señorita Marie Jackson en su departamento. La joven de tan solo veinte años sufrió una sobredosis al inyectarse grandes cantidades de heroína, específicamente la droga caníbal que dejó que su piel se desprendiera hasta que sus huesos queden expuestos, aunque la policía sospecha que ella misma se arrancó algunas partes de la piel, debido a que en sus uñas se encontró restos de su carne y piel. Vecinos afirman que Marie sufría de constantes alucinaciones a causa de tantas drogas que consumía y que se pasaba las tardes gritando desesperadamente palabras incoherentes, por ello los vecinos no la auxiliaron.

A continuación el reportaje de esta horrible muerte, las imágenes que presentaremos pueden ser altamente sensibles y que para algunos televidentes pueden ser perturbadoras. Recomendamos discreción y tenga mucho cuidado con esta nueva droga caníbal".

Madame Sarmiento

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