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El Viejo Roble

Manejaba a 60 km/h por la zona residencial en busca de algún hogar en venta, la semana pasada había recorrido todo el sur de la ciudad y esta vez estaba recorriendo el norte. Me detenía en cada casa que tenía un cartel de "Se Vende", por el contrario, ninguna de estas me gustaba, ninguna llenaba mis expectativas.

Estaba exhausta de buscar y no encontrar, decidí dar una última vuelta por la localidad y antes de salir de esta, a lo lejos vi un cartel de inmobiliaria algo oxidado. Detuve mi auto frente al anuncio, salí del coche y observé que el letrero tenía un número de teléfono y una flecha que apuntaba con dirección a la izquierda. No perdía nada visitando esa casa.

Regresé al auto, arranqué y me desvié de la carretera con dirección a la vivienda. Pasé por un bosque muy frondoso y agradable a la vista, luego a la derecha se podía ver un inmenso lago, desde mi punto de vista, el lugar estaba ganando puntos extra, ya que suelo ser ese tipo de persona que le gusta la tranquilidad y estar en contacto con la naturaleza.
A unos kilómetros más estaba la casa, estacioné mi carro y salí de el. Me quedé maravillada por lo hermosa que estaba la casa por fuera. Subí los escalones en camino a la puerta y antes de tocar, me abrieron la puerta.

—Hola, buenas tardes. ¿Viene por la casa en venta? —me respondió una señora de la tercera edad que llevaba en la mano derecha un portafolio.

—Sí, vi el anuncio a las afueras de la ciudad —dije con amabilidad.

—Oh, está bien, pase, pase —hizo un gesto con la mano para que entrara—. Lo siento por no presentarme antes, mi nombre es Elizabeth y el día de hoy seré la agente de bienes raíces —sonrió.

—Es un placer, Elizabeth, mi nombre es —un golpe de las afueras me interrumpió.

—No le tome importancia, esta casa es antigua y necesita remodelaciones o tal vez fue el perro guardián. Sígame, le mostraré la casa —dijo mientras avanzaba por el pasillo—. Como ha podido ver afuera la casa surge de las mismas piedras encontradas en este sitio, que conforman los muros contenedores.

La escuchaba atentamente a todo lo que decía, recorrimos primero la cocina, era muy amplia pero con gabinetes apolillados aunque estos se pueden arreglar, por la ventana de la cocina se podía observar un jardín muy bien cuidado que lo acompañaba con roble gigante.

Luego, subimos al segundo piso en donde se encontraban cinco enormes dormitorios y cada uno con su respectivo baño, adicionalmente el baño de las visitas que en total eran dos, uno arriba y el otro abajo. También arriba se encontraba un ático anticuado que aún tenía las cosas de los anteriores dueños y algunos muebles que podían reutilizarse.
Después, bajamos otra vez para ver la sala, el comedor y la sala de estar en donde se encontraba un estante con muchísimos libros. La sala tenía decoraciones de vidrios Tiffany traídos en 1933 que fue su último año de exportación y producción.

Finalmente, vimos la cochera que tenía espacio para tres autos. El hogar era demasiado grande para vivir yo sola, así que estaba pensando mudarme con toda mi familia y mi única mascota, una gata.
Igualmente compraría la casa, cueste lo que cueste, tenía un ambiente muy agradable y un estilo elegante.

—Señora, la casa es perfecta para mi —dije.

—Me alegra que le haya gustado, señorita, ¿así que la comprará? —me dirigió una sonrisa.

—Definitivamente, sin embargo, me gustaría saber el precio.

—Un momento, traeré los papeles para sacar un precio favorable, espéreme aquí —se fue por el pasillo y salió de la casa.

Estuve rondando por la sala por unos minutos y la señora no regresaba, escuché otro golpe a las afueras de la casa, pero esta vez era en el jardín trasero. Fui a averiguar que había ocasionado el ruido, no obstante, no se había caído ningún objeto ni merodeaba ningún animal.

Sólo se podía observar el hermoso atardecer que se apreciaba en el cielo y el viejo roble. Me quedé mirando el roble por unos segundos, luego me di media vuelta y seguí caminando, asimismo otro ruido se escuchó, pero esta vez era un crujido.
Giré mi cabeza y en las ramas del quercus colgaban varias cuerdas con partes de cuerpos humanos, caían lentamente las gotas de sangre al césped recién podado. Solté un grito desgarrador y corrí en dirección a la sala, para ello tenía que cruzar la cocina, al mismo tiempo que estaba corriendo, me resbalé y quedé tirada en el suelo, sentí que jalaban de mis pies, por el contrario, no eran manos sino ramas.

Los vástagos me dirigían hacia el roble y yo luchaba para salir de estos, además de gritar muy fuerte, sin embargo, estaba consciente de que nadie podía escucharme porque estaba a varios kilómetros alejada de la ciudad.

Una de las ramas me agarró tan fuerte que rompió mis piernas, las lágrimas salían de mis ojos acompañados de un grito desgarrador, las raíces del viejo roble empezaban a desprenderse del suelo, quedando un agujero gigante y los vástagos agarraron mis piernas nuevamente y me arrastraron hacia el agujero. Caí a la húmeda tierra y las raíces estaban regresando a sus lugares y una que otra me incrustaba el cuerpo. A mi derecha pude observar a un chico en la mismas condiciones que yo, él tenía una mirada perdida y sin vida.

—Ayúdame... —dijo en voz baja.

Y todo se volvió negro al escuchar un gran golpe, eso significaba que estábamos debajo del árbol y que  no teníamos oportunidad de escapar.

Madame Sarmiento

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