Nostalgia
Nostalgia
Parajes grises adornan la estación desolada, el viento acaricia las nubes que con verdadero afán apagan al sol. Una lluvia pasada roció toda la ciudad y en sus restos, en suelo embarrado, el hombre vio su reflejo. Vio que un rostro amargo y entristecido le devolvía aquella mirada desganada que tanto le costaba combatir.
«¿Qué hacer? ¿Cuál tren tomar hacía un nuevo futuro igual de ambiguo y negro como los anteriores? No lo sé, ¿O tal vez sí? Todo tan confuso como el tono gris de las nubes ¿Serán blancas o serán negras? No lo sé…»
El hombre observó hacía el andén espacioso y sucio, un tren estaba a punto de partir, sin embargo, no subió a él.
«¿Dónde me llevará ese tren? ¿De allí vine? Ya me pierdo entre carriles sin sentido para mi vista abandonada ¡Sí, sí, es el tren que me trajo hasta aquí! ¡Oh, tren! Dios de los viajes y de las despedidas ¿Qué hacer? ¡Acaso quieres que vuelva dando pasos hacia atrás! Quieres que, sin dudar, regrese a aquel departamento donde he dejado parte de mi corazón. Pero entiéndeme, no puedo hacer eso.
¿Por qué? El porqué no podría decirlo, no por qué no quiera, simplemente es por qué no lo sé. Allí, dónde unos ojos brillantes me dijeron adiós, allí dónde mis lágrimas se hicieron visible una última vez, allí dónde mi corazón quedó encerrado, allí dónde mis pasos quieren ir y mi propia mente grita en diversas formas que allí es mi camino.
Aún no he olvidado las caricias lentas y suaves que recibía, pero tampoco he podido olvidar los malos tiempos, pero… ¿Eran realmente malos? ¿Lo eran? Oh dios de los viajes y las despedidas, respóndeme».
El tren partió hacía algún rumbo y tras él comenzó a lloviznar.
«Sí, la extraño. La extraño como una flor a la lluvia, la extraño como el horizonte al sol, sin embargo, no puedo, no puedo volver ¿o no quiero? Imposible, volvería una y mil veces aunque me pierda en el camino y nunca llegue, con tan sola la ilusión de volver a abrazarla, para luego separarme unos centímetros de ella y observar su rostro pintado de escarlata mirándome como tantas veces he soñado que alguien me viese. ¿Miento? Oh sí que lo hago, por qué me podría ver cualquier persona de aquella manera y no me importaría lo más mínimo. Ya que la única que anhelo desde mi partida, eres tú».
Luego de perder aquel tren, el hombre se echó hacia atrás en el asiento y, desparramado en una banquilla empapada, siguió esperando. Nadie transitaba en aquel día la gran estación a las afuera de la ciudad, solo el hombre y los demás trabajadores eran testigos de las lentas gotas que caían desde el cielo. Pasó un tiempo y otro tren mojado y oscuro arribó a la estación.
«Otro tren, otro futuro, pero ¿Dónde me llevarás tú? Que tanto gritas y anuncias tu llegada ¿A los confines de la memoria, dices? Es extraño lo que mencionas y no entiendo, no entiendo tus referencias ¿Te referirás a un viaje de vuelta al pasado? Si es así, te advierto que mi pasado no es mejor que mi futuro ¿Será mi futuro mejor que mi pasado o mi pasado mejor que mi futuro o serán igual de malos? ¡Qué triste la vida del nostálgico! Extrañando y alejándose de todo al mismo tiempo ¿Acaso quieres que vuelva a aquel pueblo chico que vio mis mejores sonrisas? Dónde mi madre vestía alegres atuendos mientras me frotaba el cabello y me limpiaba la suciedad que rodeaban mis ojos, allí dónde corría y corría hasta que mis piernas se derretían del cansancio. Haría cazo omiso a todo con tal de sentirme de esa manera una vez más, sin embargo, no puedo. No puedo por qué allí dónde mis alegrías no cesaban y mis lágrimas le eran esquivas a mi rostro, ahora, no es más que un poso tapado con recuerdos y tierra mojada dónde descansa una lápida en un extremo y una flor marchita por los años en el otro.
¡Cuánto te extraño, madre! Miro al cielo y sueño con verte una vez más, si tan solo fuese posible sería el primero en intentarlo, así sea suicida la acción que tendría que realizar para ver tu sonrisa o tu rostro enfurecido por mis desventuras. Que gracia me invade al recordar aquellos tiempos, sin embargo, esa gracia desemboca siempre en la peor agonía que la nostalgia pueda regalar»
Las pequeñas gotas cesaban a la vez que sol de la tarde se despedía con grandes haces de luz anaranjados. El hombre vio el tren partir hacía otro rumbo desconocido hasta que se perdió entre las vistas del horizonte.
«Triste es caminar sin rumbo fijo, extrañando lo que uno fue sin poder volver a ser algo más, algo digno de ser extrañado. Volvería a momentos rotos, volvería a momentos sanos, pero no volvería a ser lo que fui, no, no volvería a ser un parásito de momentos felices, ya que, al final, uno consume lo que fue y, a la larga, termina siendo nada, un don nadie para sí mismo. Un hombre vacío sin recuerdos vivaces ni aventuras presentes merecedoras de una futura sonrisa apagada o una lágrima deslizándose lentamente como las primeras gotas de la lluvia»
Los andenes diversos y empapados pintados por el oscuro color del agua reflejaban los tonos anaranjados del cielo mientras la luna se hacía más nítida a cada minuto. De un momento otro, un nuevo tren se detuvo en unos de los andenes, el hombre se despertó a causa del ruidoso rechinando y observó estático al tren marrón. Ya no sabía cuanto tiempo había estado sentado en aquel banquillo descolorido, pero sabía que era excesivo.
«¿Me mandas otro tren? ¿Por qué lo haces? Acaso quieres que siga deambulando entre recuerdos inconexos y aumente está nostalgia que me aprieta cada vez más el cuello ¿Qué es lo que murmuras? Entiendo… aquel tren es el que dices que debo tomar ¿O es el que yo estaba esperando? Tú dices que vuelva a probar fortuna viajando durante largo tiempo hacia un nuevo mundo ¿Piensas que allí encontraré sentimientos y presentes dignos de recordar? Yo no lo creo y tú, en el fondo, tampoco lo crees, tú, dios de las despedidas, me envías este tren esperando que lo renuncie ¿Por qué haces esto? ¡No ves que yo soy débil! Me desmoronó a cada paso y lloro en las eternas noches negras, solo, preso de la memoria. ¿Por qué me envías este tren? ¿Para qué decida tomarlo y no poder escapar de mi tormento? Pues calla aquel chirrido y escucha lo que esté hombre desahuciado tiene para decir. No, no tomaré ese tren, pues el futuro nunca fue amable con este hombre, después de todo, uno vuelve siempre dónde fue feliz… ¡Mentira! Es una enorme mentira, la felicidad es extraña y esquiva ante cualquiera ¿Qué no entiendes? ¿Acaso no escuchas? Nadie vuelve dónde fue feliz, por qué si fue feliz, en algún momento, fue terriblemente triste, ¿Cuándo? Te preguntarás, pues en el momento de irse, en la famosa despedida, en aquel momento la felicidad se extingue y el dolor no tarda en llegar. Allí es cuando uno siente las cadenas que lo atraen y lo alejan al mismo tiempo y que poco a poco una parte de él se queda allí, en el pasado, mientras que la otra continúa obligadamente hacia adelante.
¿Has entendido? Entonces aleja ese tren de aquí, pues nadie lo tomara hoy y tú tendrás el regocijo de verme tomar otro, pero recuerda, uno no vuelve siempre dónde fue feliz, sino que vuelve siempre a dónde fue infinitamente triste»
Luego de esto el hombre se puso de pie y caminó, caminó hacía algún andén y tomó el tren que allí aguardaba, este tren lo llevo lejos hacia un destino desconocido para nosotros, pero no para él ¿O sí?
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