Madre (Parte 1)
-Puede comenzar.
- Para dar pie a mi relato, debo advertir de la mejor y más noble de las advertencias, que si me juzgan por mis palabras desde una fría y muy lejana empatía, temo que solo seré objeto de una chocante clasificación psiquiátrica como a cualquier loco. Incluso si yo me oyese, tampoco me creería en absoluto y me haría acreedor al estigma social. Sin embargo, presumiendo de cierta lucidez en mi pensamiento, podría jurar que desde mi posición ahora soy consciente de que hay cosas en este mundo que no entendemos. Cosas que para una mente lógica entre comillas, solo transcurren en el mundo de las fantasías y la metafísica. Muchos podrían rechazarlo categóricamente con solo pronunciar su nombre, pero si existe la palabra "paranormal", esto se debió obligatoriamente a una causa que le dio pie a su estudio. Si un fenómeno de esta índole no hubiese ocurrido, seguramente ni lo hubiésemos imaginado, pero existe, y existe por algo. Pero para no seguir por este camino teórico que busca reducir el escepticismo del que me oiga, trataré de ser claro en lo que sucedió.
Yo trabajaba en la ciudad, en una página de divulgación cultural e informativa que tenía mucha audiencia en Facebook y Youtube. Emprendí una misión que en un inicio era llamativa. Una búsqueda a otro estado. El viaje era muy largo como para ir manejando 8 horas en coche, por lo que opté rápidamente por tomar un avión que me dejara lo más cerca del estado, ya que este no tenía aeropuerto. De ahí, tomaría un autobús que tardaría dos horas a lo mucho y por fin buscaría un hotel para descansar e instalarme. Aparte de todo, tendría tiempo de volver a hojear la información que pude recabar en los primeros días cuando la noticia aún estaba en su auge. Todos se concentraron en los crímenes que cometió Rubén, de su perfil criminal, de sus víctimas, de sus gustos y otras cosas morbosas, pero nadie se acordaba del único de sus familiares que aún vivía. Su madre. Todos discernían que era un hombre solitario sin familia, porque así lo había declarado y durante años todos sus conocidos tenían la misma convicción. Sabía que era cuestión de poco tiempo para que se dieran cuenta e intentaran hacerle una entrevista a la mamá del nuevo asesino serial. Era una oportunidad de oro que vertiginosamente convenció a mi editor en jefe para que me autorizara este viaje. Recuerdo aún la sorpresa al enterarme gracias al favor de un amigo de la policía. Quería en un inicio saber sobre su biografía para que con el equipo creativo, se realizara un pequeño video sobre cómo se convertía de niño a un asesino de 15 personas (comprobables). Esos temas siempre habían llamado la atención a las masas, pero nosotros lo veíamos como algo rutinario. Al conocer de su lugar de origen, mi amigo me llamó para decirme que aún seguía viva la madre. La emoción era increíble y de inmediato propuse que aparte de la biografía, la declaración de la madre sería algo exclusivo. Esto solo fue dos días después de su detención.
Rubén Olvera, hombre de 43 años, soltero y sin hijos, moreno y de estatura media. Llegó a la ciudad con la intención de conseguir mejores oportunidades de las que le podía proveer su pueblo natal, abandonando a sus padres. Vivía y trabajaba en una casa de dos pisos ubicado en un vecindario tranquilo que pertenecía a unos extranjeros alemanes. El matrimonio solo pasaba una temporada de alrededor de un mes en la casa y después se regresaban a su país, lo que a Rubén le brindaba libertad de once meses sin que le molestaran. El señor Fassbinder, era un empresario originario de Stuttgart que había realizado negocios algunas temporadas en México y en estas estadías le encantó el país en gran medida. Le motivó a buscar un departamento para venir con su familia en vacaciones, pero lamentablemente su esposa no era muy aficionada a los países latinoamericanos, y solo concedía estadías cortas a pesar de que su esposo obtuvo la oportunidad de comprar una casa de dos pisos. Rubén había estado trabajando para la familia durante 8 años, pero además trabajaba en un taller de imprenta. Estaba juntando buen dinero para que dentro de unos años más, ofreciera comprarle la casa a los dueños. Parecía un sujeto normal, de esos que te sonríen amablemente o te ayudan con las bolsas del mandado, pero que luego te das cuenta que resultó ser un criminal peligroso. Destripaba a sus víctimas, dejando expuestas sus viseras pero sin comerlas o hacer otra cosa. Tiraba los cuerpos envueltos en sábanas hasta los barrios pobres y solitarios, realizando viajes de una hora en las madrugadas. Nadie sabía sobre los cuerpos y no había pistas que condujeran al responsable, mas que una idea poco clara sobre el tipo de monstruo al que se enfrentaba la justicia. Algún psicópata sádico que obtenía placer exponiendo las vísceras de sus víctimas, pero que era interesante la forma en que lo hacía. Las heridas siempre fueron post mortem, y el estado de descomposición entre una víctima y otra, no era siempre la misma. Todos se intrigaban en saber en qué consistían sus parámetros temporales para realizar sus operaciones. Después del quinto cuerpo, las noticias estaban en su máximo esplendor. Estaba en boca de todos el fenómeno, como en aquel entonces lo era "la mataviejitas". El tiempo entre un cuerpo y otro, variaba entre los dos o los tres meses. Fue cuando después apareció el sexto cuerpo en otra localidad, pero con la misma firma. La policía se sentía tan impotente ante un enemigo del cual no podían enfrentar, que incluso solicitaron ayuda del gobierno norteamericano y argentino. Teniendo tres equipos coordinándose para buscarlo, la gente se sentía más confiada, pero poco duró la unión. En realidad fue suerte después de todo. Una casualidad afortunada que la suerte envidiaba. Una señora originaria de una colonia popular, denunciaba a su sobrina de 21 años por profanar la tumba de su hermana y madre de la sospechosa. La joven al ser interrogada sobre el paradero del cuerpo, explotó en llanto e intentó cometer suicidio con un bolígrafo que estaba sobre el escritorio donde le cuestionaban. La chica lo enterró en su cuello, provocando la conmoción en toda la oficina gubernamental. Al final no murió, pero la perforación había provocado daños irreversibles. Lo insertó entre el musculo omohioideo y la yugular interna, sin dañar mucho la tiroides. El suceso había llamado la atención de los reflectores y comenzaron a conjeturar como todo buen aficionado. Dedujeron que ella sola no podía haber cargado el cuerpo de su madre sin ayuda. Al revisar en la tumba, fue mayor la sorpresa al encontrar el cuerpo de un señor de 30 años con el cuello degollado, identificado como el velador del panteón. Debían investigar por sus propios medios, porque ahora la chica estaba grave en el hospital y aunque se recuperara de la lesión, seguramente no querría colaborar. Interrogaron a sus familiares y salió a relucir un primo de 18 años que confesó que le ayudó esa noche. Dijo que fueron al panteón para recoger una alfombra que le iban a regalar. Ella misma abrió las grandes puertas de la entrada y recuerda sentirse sorprendido de que no hubiera vigilantes. Él se quedó esperando en la camioneta mientras ella iba a buscar al supuesto señor. Le había entrado melancolía porque estaban como a 100 metros de donde enterraron a su tía y después le llegó el miedo. El cementerio en la noche da una sensación horrible y ya había tardado su prima. Oyó que le gritaba desde una distancia algo lejana y él bajó de inmediato. Ella traía en un diablito la gran alfombra de color vino con café y amarrada de los dos extremos. Era como un tronco de poco menos de un metro de diámetro y con una altura de dos. Le ayudó a subirla en la cajuela. Ella fue a regresar el diablito y al salir a la avenida, cerró las grandes puertas como si ella misma se encargara de la seguridad del panteón. Hasta ese momento no se había dado cuenta de que estaba sucia por la tierra. Llevaron la alfombra hasta la casa de un hombre que les estaba esperando en la calle. Abrió las puertas del estacionamiento y dejó pasar la camioneta. Su prima dijo que se la iban a vender al hombre por mucho dinero, pero que prometiera no decirle nada a nadie. Una vez que le dejaron la alfombra, se fueron a su casa y le dio al chico mil pesos, además de advertirle que si decía algo al respecto, ya no tendrían intimidad nuevamente. Ella fue al día siguiente a casa de ese hombre y cuando regresó, se encontró con una patrulla esperando para consignarla a petición de su tía. Al parecer, la tía casualmente había llevado flores a su hermana esa mañana, pero encontró el hoyo al descubierto y a varios policías revisando el área. Recordó que su sobrina había regresado llena de tierra y en altas horas de la noche. Además de testigos que la vieron con la camioneta y abriendo las puertas del panteón. De todos modos era bien sabido por toda la familia, que ellas no se llevaban bien porque sospechaba que sonsacaba a su hijo. Había acertado en sus conjeturas. El joven de 18 años, estaba enamorado de su prima mayor con quien ocasionalmente tenía relaciones sexuales sin conocimiento de la familia, razón de que tardara tanto en confesar sobre el hecho. Vergüenza y algún sentido extravagante de amor a su prima, fue lo que le mantuvo discreto durante dos días. Al buscar al hombre a quien supuestamente vendieron la alfombra, descubrieron que no se encontraba el sospechoso, pero sí un cuerpo abierto del abdomen descansando en el suelo. Confirmaron que se trataba de la recién fallecida a quien profanaron su lecho. Fue cuestión de minutos descubrir que el sospechoso se encontraba trabajando, gracias a la declaración de un vecino, "se llama Rubén Olvera" decía. La policía llegó hasta su taller a cinco kilómetros de distancia. Rubén fue puesto a disposición y llevado directamente al ministerio público, donde no declaró nada. Todos los medios enfocaban sus miradas en el caso y fue en ese momento que yo encontré la oportunidad de llegar a su madre. Julia Hortensia.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro