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El llanto (parte 2)

8 de noviembre 2014

Todo el camino solo iba pensando en cómo sería un cuerpo sin alma. Mientras estaba sentado en el metro dirección a Tláhuac, observaba a las personas que evitaban hacer contacto visual, con expresiones de hartazgo y aburrimiento. Una señora como de 50 años que estaba enfrente de mí, tenía en sus manos un periódico que iba leyendo tranquilamente y yo solo pude leer aquel encabezado insensiblemente satírico sobre la muerte de un hombre en la delegación Iztapalapa: "Se le apareció la pálida". Me sorprendió que la señora leía sin alarma todas aquellas noticias de la nota roja sin inmutarse. Aunque todos sabemos que nos hemos vuelto inmunes a ese tipo de noticias, no deja de ser perturbador que un ser humano pase las desgracias sin inmutarse con solo dar vuelta a la página. En la misma primera plana, se veía al difunto con sangre en su pecho, como si su muerte fuera a causa de un disparo y justamente por eso pensaba en cómo sería un cuerpo sin alma. No pensaba en el muerto, sino en el asesino quien a sangre fría le había arrebatado la vida a otro ser humano, posiblemente por razones que no lo ameritaban, pero al mismo tiempo en aquella señora que ya no sentía nada al ver la foto de un cadáver. Desde que me levanté ese día, las cosas que llevaba en mi cabeza eran solo muerte y espíritus a razón de la persona que iba a conocer. Particularmente soy de las personas que jamás le ha creído a esos fenómenos que todavía están arraigados en nuestra sociedad, sin embargo todos me decían que ella era muy buena.

Bajé en la última estación y tomé un camión que me llevaría por otra hora hasta una zona apartada de toda urbanización. Me senté junto a la ventana y veía como la gente se acomodaba a lo largo de la pecera. No había nadie de traje o con ropa mínimamente de ciudad y por un minuto me sentí como el raro entre toda la gente, sentimiento que se fue mitigando conforme nos alejábamos del metro. Estudié periodismo y tuve la oportunidad de trabajar para una revista que recopila historias interesantes que luego publican cada mes. Hablan de curiosidades sobre la ciencia, gastronomía, un poco de cultura, reseñas de películas o libros, algunas entrevistas a celebridades mexicanas, pero inicialmente comenzó como una revista que originalmente rescata historias y curiosidades de localidades mexicanas. Hace dos meses alguien propuso realizar un artículo sobre algún brujo y su influencia en las personas. Popularmente se les conoce también como curanderos y es que básicamente, en la cultura popular los visualizamos como personas que hacen limpias, amarres y hechizos. Sabemos que hacen oraciones, prenden velas, te pasan huevos o gallinas por el cuerpo para que absorban las malas energías, te azotan con hierbas y otros rituales que dependen del trabajo que se les soliciten. Por lo que averigüé, estas creencias vienen desde la época prehispánica, que se fue modificando gracias al catolicismo y luego con la santería, pero no quería asegurar nada hasta que viera a esta mujer. Cuando propusieron publicar sobre este tema, me pareció obvio que nadie conociera a algún brujo entre sus conocidos, hasta que un pasante levantó la mano. Me propuse para hablar sobre el tema no porque me interesara tanto, sino porque quería cambiar de temas que no fuesen escribir de un nuevo platillo inventado con bolillo en la ciudad.

El que levantó la mano, me dio la dirección exacta y fui con mis cosas, pero no me quisieron recibir esa vez. Al parecer debía hacer cita al menos una semana antes. Apenas este día me dio oportunidad.

Fui el último en bajarme y terminé de nuevo sobre una esquina despejada. Las calles eran angostas y largas, con más plantíos que casas, postes de luz medio inclinados y escasos coches estacionados sobre la vereda. El cielo se veía con la amenaza de una lluvia próxima y me apresuré en caminar por cuatro largas calles hasta llegar a una humilde casa beige con portón negro. El mismo señor que me negó el acceso, me vio y me dejó pasar con una sonrisa como si su negativa anterior jamás hubiese ocurrido. El portón separaba la calle de un pequeño patio donde había gente sentada alrededor esperando su turno de entrar. Había como 14 personas, que en su mayoría se trataba de ancianos con ropa de campesinos y sombrero de paja. A diferencia del camión, ahora sí me sentía algo incómodo por llevar pantalones de mezclilla y camisa de cuadros.

Después de una hora de espera, por fin me recibía ella. Yo pensaba que me iba a encontrar con el típico cuarto oscuro con la santa muerte, cruces, velas y con olor a incienso, pero era la sala de su casa y a diferencia de todo, era una sala muy bonita y limpia. La señora era una mujer sin vestimenta extravagante, un poco más morena que yo, pero en general una mujer normal.

-Buenas tardes, gracias por recibirme.

-Siéntate ¿quieres refresco o agua de limón?

-Agua está bien, gracias.

-¿Qué quieres saber? hace mucho que no recibo curiosos.

-Realizo un artículo sobre la brujería y quería que me permitiera hacerle unas preguntas. Mi revista recopila historias de interés social.

-¿Cómo se llama tu revista?

-"Cuentacuentos"

-La conozco. Recuerdo un artículo sobre los lugares más populares en donde hay prostitución en la ciudad.

-Sí, ese fue hace un año y fue de un compañero mío.

-¿Cuál ha sido tu articulo más popular?

-Bueno, no sé. Han sido muchos estos años, pero creo que el de la isla de las muñecas en Xochimilco.

-Es una buena historia. Fui hace mucho tiempo allá, más o menos cuando tenía tu edad. De hecho esa muñeca que ves en la esquina, es de ahí.

-¿Se robó una muñeca de la isla?

-No, esa muñeca apareció en mi bolsa cuando regresé.

-Bueno, creo que estaría bien empezar mejor con lo de la brujería.

-¿Me vez como una bruja? Toma –Me extendió el vaso con agua y le agradecí con una sonrisa.

-Obvio no de la manera en que pueda faltarle al respeto, sino como el oficio que es bien conocido.

-Mira, hay que dejar las cosas en claro. No soy de esas brujas que te imaginas que te pasan los huevos por el cuerpo para limpiarte, pero puedo hacer muchas de esas cosas con otros métodos. Al final de todo, mis capacidades se enfocan a otro lado.

-¿Qué lado?

-Al espíritu.

-No entiendo.

-Convierto tu espíritu en algo perpetuo, a cambio de tu vida o de alguien de tu sangre.

-¿Por qué quisiera hacer eso?

-Porque nadie va al cielo al morir ¿Sabías que solo el 1% de la población mundial va al reino del señor? Los demás solo mueren. Cierran los ojos y pierden la consciencia toda la eternidad. No hay más. Solo oscuridad.

-¿Yo tampoco iría al cielo?

-Ni siquiera eres creyente.

-¿Cómo lo sabe?

-Lo noto.

-¿Y cómo podría perpetuarse mi espíritu?

-Un ejemplo claro, podría ser el de la leyenda de la llorona. Sabes que está muerta, pero siguen hablando de una mujer que se aparece por las noches en busca de sus hijos. No puedes convencerla de que ya están muertos y que llorar por siempre no hará que regresen, porque ya es su naturaleza cumplir una función.

-¿Me dice que los fantasmas antes dieron su vida para lo que hace usted?

-Toda manifestación paranormal tiene un origen y motivo como todas las cosas. Son personas que deben arreglar algo en este mundo, pero que la muerte ya no lo permite. Yo te haré tener siempre algo que hacer para que no mueras por completo.

-¿Qué caso tiene extender una conciencia a una tarea por toda la eternidad?

-Por la misma razón que el humano no puede concebir en su cerebro la "no existencia". Está acostumbrado a tener de referencia la vida, que al intentar imaginar la muerte, es imposible dar una forma a algo que no se conoce. Entonces llega un estremecimiento momentáneo al ponerse en el escenario en que mueres. Tú sabes que algún día pasará, pero no puedes evitar pensar que no quieres que pase. Nuestra naturaleza es la supervivencia. Nunca elegirás la muerte cuando todavía hay cosas que hacer y como el universo es tan basto en misterios que no se pueden revelar en una vida, bloqueamos los pensamientos de la muerte.

-Aun así, no tiene sentido querer extender para la eternidad algo que solo se reduce a una acción si justamente querríamos extender la vida para más cosas.

-Pero no se puede. La vida es muy corta y aparte no es perfecta. Yo solo te doy un pequeño consuelo, que al compararlo con la realidad, termina siendo lo mejor que tienes. Como a un preso a cadena perpetua en vez de una condena a muerte, o un pedazo de pan a un vagabundo que no le pueden dar una comida digna, o más morfina para que no sufra el moribundo sus últimas horas de vida por una enfermedad letal o a un drogadicto en rehabilitación. ¿Acaso no has sentido que tu vida es un pasar y pasar de esporádicos momentos en los que te aferras por darles sentido?

-La forma de ver la vida depende de cada quien.

-Pero todos comparten en que ciertos momentos carece de gracia. Nuestra memoria recuerda momentos de mayor impacto y por eso es que para un niño el tiempo pasa más lento que a un adulto, porque nuestra rutinaria vida se conforma de específicos patrones que parecen no tener variaciones y por eso los años van tan rápido. Absorbes la mitad de tu vida haciendo cosas para llegar a un final bastante común: una casa, una familia, un coche o algún sitio donde pasar la vejes con tranquilidad.

-Yo no veo tan triste mi existencia, aunque entiendo su punto.

-No trato de ensombrecer de manera exagerada las cosas. Solo trato de que entiendas que dejar tu espíritu no es tan malo.

-¿Qué haría mi espíritu?

-No sé, algo de importancia debes tener.

-Varias cosas, supongo.

-¿Llevas mucho en tú trabajo?

-3 años, es una buena revista ¿Usted cuánto tiempo lleva haciendo esto?

-33 años.

-¿Cómo fue?

-¿Recuerdas que te dije que apareció esa muñeca en mi bolsa cuando regresé? Me asusté con toda razón de eso, pero no la tiré. Por alguna razón no pude dejarla a pesar del susto que me causó y me seguía causando. Entonces al verla a los ojos, supe que había algo dentro de la muñeca. Algo que no se podía liberar. De hecho todavía nos mira desde ahí. En fin, no quiero asustarte. Una noche desperté y prendí una veladora. Me puse a rezar. Después sentí que el tiempo se detuvo completamente. Había un silencio intenso. Entonces los vi por primera vez.

-¿A quiénes?

-A gente que desgraciadamente tuvo que morir.

-¿Y parecían como fantasmas de películas?

-No. Son como tú y yo. Los ves tan claro que no distingues si son o no. Posiblemente hablaste con uno y jamás te diste cuenta. Al menos una vez al día, ves a un muerto caminando por la calle como si nada. En promedio le hablas a uno de ellos dos veces al mes. El que te pidió permiso para sentarse, la enfermera que te ofreció comida, el niño de la calle que te pedía dinero o el compañero de clases que nadie supo su nombre.

-¿Qué querían?

-Seguir viviendo y hacer lo que deben.

-¿Es como en la película? ¿Si terminan sus pendientes descansan en paz?

-No, nunca terminan. Aunque los ayudes, debes entender que el tiempo para ellos es diferente. Son como un bucle infinito. La misma canción que se repite.

-¿Y cómo aprendió su oficio?

-Con sueños diarios. Imágenes que se quedaron grabadas y que yo solo seguí. Ayer soñé con algo increíble y hoy sería la primera vez que haré algo más allá de lo convencional.

-¿Qué cosa?

-Algo prometedor y grande.

-Ya veo.

-¿Eres casado?

-Sí, desde hace poco.

-Felicidades.

-Gracias.

-¿Por la iglesia?

-Fue bastante sencilla porque la verdad no quería algo exagerado.

-Ella quería casarse por la iglesia y tú solo por el civil.

-De hecho, sí.

-¿Por qué accediste si no crees en la iglesia?

-Solo por ella, realmente.

-Pero no eres creyente. Te criaste en una familia católica, sin embargo con el tiempo te formaste agnóstico. La duda sobresale en tus ojos. No puedes comprobar la existencia del Dios que deseas tener y tampoco negarla. Es primordial para ti porque sin él, tu vida pierde ese acobijo y sientes que hay un frío en tu interior. Un niño abandonado que busca desesperadamente una conexión que llene ese vacío y por esa razón cediste a casarte. Creas un lazo inquebrantable que te de la seguridad de que no volverán a abandonarte...

-No creo...

-Tú esposa no es la primera mujer con la que te casas a pesar de que eres joven, pero eres demasiado posesivo y temperamental cuando se trata de alguien que quieres. Pero no las quieres como algo natural, sino como osos de peluche. Percibo alguna infidelidad en tu pasado. Ansioso siempre de buscar ese algo que te falta, pero aunque te acuestes con mil mujeres, jamás llenaras el frío que te dejó tu padre cuando abandonó a tú mamá y a ti. ¿Cómo está ella?

-Esto se está saliendo de control. Mejor regresemos a su oficio.

-Pero según veo, te portaste muy mal con ella y en ocasiones exteriorizas tu culpa a una acción concreta que afecta a los que te rodean. Te justificas con tus acciones como algo innato de tu personalidad, pero en realidad es tu miseria e incapacidad de ser feliz, tratando de negarlo con una pasividad optimista que tiene cualquier anciano, pero los dos sabemos que no es así. Acaba de decirte tu esposa que ella está embarazada y durante nuestra conversación, pensaste en la posibilidad de que tu hijo pase por esa muerte de la que estás convencido. Aquella muerte en donde tu mente solo se vuelve oscuridad y silencio. Te preguntas si vale la pena traer al mundo a un ser tan amado, a un podrido mundo de miserias y maldad. Lo amas tanto que no quieres abandonarlo como lo hicieron contigo, pero sabes que tú mismo arruinarás todo y algo pasará que después te arrepientas, porque a pesar de que te convenzas de que puedes hacer la diferencia, tú tienes la certeza de lo que es verdad. Tal vez no puedas negar o afirmar la existencia de Dios, ni lo que pasa después de la muerte o simplemente lo que pasará mañana, pero lo que sí sabes es lo que eres y es por esa razón que viniste a mí.

-¿A qué?

-A que muera tu bebé antes de que nazca. 

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