El lector de tumbas (parte 1)
A Ramón lo mataba la culpa. Aun no podía creer su realidad, mientras estaba en el cuarto de su hermano con melancólica mirada y fumando con ansiedad, revisando sus pertenencias y esperanzado en que toda fuera una pesadilla. Su cuarto parecía tener la misma vitalidad como si él todavía continuara vivo. Miraba su escritorio con libros de la carrera de medicina aún abiertos, suponiendo que estaba estudiando en ese momento cuando recibió la llamada de sus amigos para ir de fiesta. Iban a organizar una salida entre ellos a un bar cercano del centro y con la confianza de que ahora era un joven de 24 años, responsable y prudente, no fue nada intrincado pedir permiso de salida. Sus padres, sabían que no se iba a exceder más de la cuenta porque eran conscientes de lo comprometido que estaba con la carrera. Todos los días veían como se desvelaba para repasar los temas que se iban dificultando conforme avanzaba en la universidad. Solo necesitaba un lapso de placidez para poder continuar el estudio y prepararse para el examen con mayor sagacidad. Se sentó un momento en la orilla de su cama y veía con alegría su cuarto con posters de bandas de rock clásicas, una guitarra eléctrica tipo Les Paul y la sensación de que en cualquier momento entraría por la puerta. No lo hacía. Solo silencio. No podía creer que se había ido y no toleraba que ese cuarto no tuviera dueño ahora. Olvidó por completo el secreto que le dijo Mario hace meses.
Rompió en llanto.
Se levantó y bajó a la sala con su familia que ya pronto iban a ir al funeral. Aunque el lúgubre ambiente por los familiares se manifestaba con devota claridad, también parecía que buscaban proceder con rectitud y serenidad para que fuera lo más respetuoso posible. Ramón fue a ver a su hija de 8 años, quien estaba sentada con su esposa en la sala esperando a que todos estuvieran listos. Su madre por otra parte, no podía dejar de llorar y es que había perdido a su hijo más pequeño de los tres. Ramón era el mayor, Cristian era mediano con 30 años y Mario, quien había fallecido la noche anterior por alguien que le disparó en el pecho con una 9 milímetros. No estaban claras las circunstancias de su asesinato, pues no le robaron nada, no hubo testigos, no había motivos, simplemente no había nada. Cristian aun no llegaba y era la razón de que todos estaban aún en la casa esperando para partir, pero ya tenía como 20 minutos de retraso. Ramón le llamó a su celular pero lo mandaba a buzón. Le intentó mandar un mensaje y esperar a que avisara dónde estaba. No había respuesta. Todos estaban tristes y no tenían cabeza para pensar, pero Ramón se estaba impacientando por su hermano. Era el único que se daba el lujo de tener la cabeza fría y estricta para que todo saliera bien. Miraba a su hija y recordó que su edad era la misma que él tenía cuando su hermano Mario nació. Recibió un mensaje.
"Moncho diles a todos que los veo en el cementerio. No puedo contestar ahora"
Ramón no podía disimular su disgusto por el cambio de planes de último minuto. Era un hombre que le molestaba perder el tiempo en vano, incluso si fueron 20 minutos. Les avisó a todos y empezaron a salir. Cada quien tomó su coche y llegaron con dificultad por el tráfico. Mientras manejaba, iba resoplando por esa pérdida de 20 minutos, por el congestionamiento vial y por su hermano Cristian.
Todos los demás familiares ya estaban alrededor del hoyo y la carroza estaba lista para su llegada. Cristian aun no llegaba y a Ramón le pareció irrespetuoso que le faltara a la memoria de su hermano. Empezaron a echarle tierra y el ambiente se entristeció aún más. De repente, llegaba Cristian con traje formal, pero también venía acompañado de un hombre excesivamente claro de piel. Un tipo bastante estrambótico. Un albino como de 40 años, que usaba un sombrero bombín, camisa negra de cuello de Mao, pantalones negros de piel, botas negras y lentes para sol de tipo aviador. Parecía que en vez de ir a un velorio, iba a un festival de modas y eso le molestó aún más a Ramón, pero se limitó en tener la cabeza baja para despedir a Mario. Como hermano mayor, siempre estuvo en la posición de tener que cuidar de sus dos hermanos y procurar que se comportaran educadamente. Ese papel incluso lo representaba en la vida adulta. Cristian, primero parecía estar avergonzado, pero después reflejaba estar un poco tranquilo y feliz. Ramón le lanzó una mirada de reproche y este se afligió un poco, pero después le ignoró por completo. En cierta medida, era un cínico pero también era conocido por ser el más agradable de los tres. Cristian se había divorciado hace poco y actualmente salía con una compañera del trabajo de Ramón, pero no era tan serio como para llevarla al funeral. Aquel hombre de piel blanca, estaba erguido y sin mirar a otro lado más que al frente. No veía nada y ni siquiera volteó un momento a ver el ataúd que iba desapareciendo por la tierra. Mirando un horizonte desconocido en la misma posición, solo provocaba incomodidad entre los presentes. Poco a poco todos se fueron e iban a sus coches para ir a la casa de la madre y rezar por la memoria de Mario. Al final, solo quedó la familia. Ramón le dijo a su esposa que fueran a su coche mientras hablaba con sus padres y con su hermano. Sus padres también estaban intrigados por el extraño hombre que le acompañaba y hablaron entre ellos. Ramón al ver que ese hombre se apartaba un poco, fue directo con Cristian.
-¿Por qué tardaste tanto?
-Quería pasar primero por él –Decía Cristian con una sonrisa despreocupada.
-¿Y él quién es?
Cristian volteó hacia el sujeto y le hizo señas para que se acercara. El hombre caminaba con mucha lentitud y seguridad.
-Mamá, papá, Moncho... Él es Lion.
El hombre hizo una pequeña reverencia sin inmutar palabra o sonrisa.
-Es un gusto joven, pero... no entiendo –Decía su madre quien ahora estaba más relajada.
-Mamá, es un hombre profesional que quiere ayudarnos. No sé cómo explicarlo sin que suene algo inusual.
-Por favor explícate –Dijo Ramón con impaciencia.
-Es que siento que no me van a creer cuando les diga...
-Soy un lector de tumbas –De repente habló Lion que se había impacientado de tantos rodeos. Tenía una voz demasiado grave y fuerte para alguien con complexión delgada. Su semblante era serio inexpresivo después de decirlo, como si no le importara la reacción que su declaración pudiera provocar.
Todos estaban en silenció por lo que dijo. Incomodos y aturdidos. No sabían cómo reaccionar porque era algo que jamás hubieran esperado. Cristian, ahora miraba al suelo como niño regañado, con temor de la reacción que tendrían. Nadie dijo nada por segundos que por la tensión y sorpresa, parecían largos minutos. Ramón fue el que poco a poco le iba invadiendo la ira por dentro, hasta que sus ojos se clavaron fijamente sobre su hermano.
-¿A quién carajos trajiste? –quería gritar pero estaba a un costado de la tumba de su hermano y procuraba guardar compostura. Como susurrando en voz alta.
-Estoy consciente que suena... insólito, pero les juro que no es un farsante.
-Hijo, te pido por favor y por respeto a tu hermano, que le digas al señor que se retire. –Dijo el padre que no parecía molesto, sino decepcionado- Aquí no necesitamos sus servicios. Ya hablaremos más tarde.
-Por favor, no se pongan así. Si lo he traído es por una razón justificada. Yo amaba a mi hermano e incluso más que ustedes. Tengo derecho y ustedes también a saberlo.
-¿Saber qué? –intervenía Ramón con la misma ira que trataba de contener.
-Lo que sea que pasó.
-Así que es un médium –Quería que sonara lo más sarcástico posible.
-No, yo soy lector de tumbas que no es lo mismo. Un med...
-Señor, por favor no se meta. –Interrumpió Ramón que no podía creer lo absurdo que era.
-No les pido que le den dinero, ni que confíen en él. Les pido solo un voto de fe a todos ustedes. –Suplicaba Cristian- Solo permítanme escuchar lo que dice y ya. No volveremos a verlo.
Todos se miraban en silencio, pero Ramón se mantenía firme a que se fuera. Pensaba que era un estafador y que le había lavado el cerebro a Cristian para creer esas cosas, pero sus padres estaban inseguros. Parecía que lo estaban considerando y a Ramón le sorprendió ver esas expresiones en sus caras. Su madre miró un minuto a su esposo para preguntarle con la mirada si lo consideraba bien, pero en realidad era una mirada para pedir permiso. Estaba muy triste de perder a su hijo y posiblemente era la única forma de comunicarse con él. Mientras, Cristian los miraba a todos con la esperanza de que le permitieran a Lion leer la tumba. Ramón tuvo el impulso de irse y aun en medio del silencio, se volteó y se retiró de ahí. De repente se detuvo en seco a 5 metros de ellos, porque a pesar de ser el más escéptico, también era el más prudente y debía quedarse para supervisar que el albino no intentara pedirles dinero a su familia. Regresó con lentitud y su madre solo asintió la cabeza con resignación.
Lion caminó hasta la tumba y se puso en cuclillas. Ya habían puesto la lápida con el nombre y un epitafio de amor por parte de la familia.
"Tu espíritu encomendado a Dios y nosotros tu recuerdo por siempre"
Aquel hombre no se quitó ni el sombrero ni los lentes y solo se quedó mirando un momento la inscripción. De repente con lentitud, levantó la mano y la dejó descansar sobre la lápida mientras agachaba su cabeza como si se concentrara. Todos lo miraban con atención y con esperanza a excepción de Ramón, que seguía molesto por prestarse a ese ridículo. Miró el reloj con impaciencia y notaba que ya habían pasado dos minutos. Lion seguía en la misma posición y sin moverse un centímetro. Antes de que decidiera Ramón terminar el show, Lion se levantó y los miró a todos de frente. Tenía el rostro relajado y arrogante como si de verdad les hiciera un gran favor a unos pobres miserables. Incluso se dio el lujo de observar unos segundos el paisaje, a sabiendas de que de todos modos ya los tenía atentos a su voluntad.
-Mario, lamentó haber salido en la noche. –De repente habló con su voz grave.
-¡Que estupidez! –Dijo Ramón- No puedo creer que te tragaras las mentiras de este tipo. Eres un imbécil –mirando a su hermano.
-Déjalo terminar –Respondió Cristian en voz baja como si le preocupara más no faltarle al respeto a Lion que a su hermano.
-Pensó en ustedes antes del suceso.
Su madre volvió a llorar y su esposo le abrazaba para consolarla.
-¡¿No me digas?! –Ramón volvía con el sarcasmo- ¿Sabes qué? Ya me tienes harto. Quiero que te largues.
-Tú siempre hacías el papel de papá cuando eran niños.
-Que buena deducción Sherlock Holmes.
-Tú le compraste la guitarra.
Ramón se quedó mudo y con los ojos tensos.
-¿Qué tanto le dijiste de nosotros?
-No le he dicho nada. Por eso me sorprendió cuando lo conocí en otro funeral hace meses.
-Déjenme les explico primero –interrumpió Lion como si ya estuviera aburrido de tener que pasar por la misma situación- Un médium se comunica con los muertos que están en este plano y que no pueden pasar al otro, una ouija es como un teléfono desde la tierra al otro mundo, pero yo tengo otra función. Ellos no me hablan a mí, sino que a través de sus tumbas, y por medio de sus ojos, veo sus vidas antes de morir.
Todos volvieron a quedarse mudos.
-Es la peor patraña que he oído en mi vida. –Dijo finalmente Ramón. – ¿Acaso quieres vernos la cara de tontos?
-Créeme que ya he pasado por ese escepticismo anteriormente, pero con gusto puedo demostrarte que es verdad.
-Escucho –Ramón se quedó de brazos cruzados y esperó a que se lo demostrara.
Lion lo miró un momento de pies a cabeza y Ramón pensaba que era un intento para sacar más información.
-Mario te dijo hace 3 meses que era gay.
Todos hicieron su cabeza hacia atrás por la sorpresa. Los ojos de Ramón se abrieron completamente y se quedó inmóvil. Sus padres voltearon a verlo, como si ya hubieran dado por hecho que Lion decía la verdad y ahora querían saber si era capaz de desmentirlo. Empezó a respirar con dificultad y volvía a enervar la furia sobre Ramón.
-¿Cómo sabes eso?
-Ya te lo dije, soy...
-Un puto fraude. Eso eres. –Caminaba hacía Lion con la intención de golpearlo y sin embargo, él estaba tranquilo y en la misma posición sin dudar ni siquiera un pie atrás. Cristian se interpuso y esta vez miró serio a su hermano mayor.
-¿Es verdad? ¿Era maricón?
-Quítate. –intentaba hacer a un lado a su hermano pero este se resistía.
-¡No, dinos la verdad!
Ramón miró a su hermano con irritación y después volteó a ver a sus padres que seguían esperando una respuesta. Se empezó a sentir avergonzado. Se rindió.
-Sí –Ramón ahora tenía la cabeza mirando al suelo.
Su madre se llevó las manos a la boca y todos estaban desconcertados por la revelación. Ramón no podía seguir ahí y se fue en silencio. Sea verdad o mentira ese Lion, prefirió alejarse de todo. Los demás continuaban en la misma posición y después voltearon hacía Lion de nuevo. Querían escuchar lo demás.
Pasaron meses hasta que volviera Ramón a casa de sus padres. Esperaba que todo el asunto ya estuviera olvidado o por lo menos censurado. Ese día había despedido a su hermano y además había sido atacado a su dignidad. En todo ese tiempo no mantuvieron comunicación. Estaba molesto con sus padres y con su hermano por haberse quedado con ese hombre. Llegó con su esposa e hija, quienes fueron recibidos de manera tan afectuosa. La niña era la consentida de ellos. De hecho, la trataban mejor que a sus propios hijos cuando también eran pequeños. Cuando ellos se miraron a los ojos, había cierta melancolía que era preferible no decir nada. Comieron y después se fueron a la cocina para platicar un momento a solas, mientras que la niña se quedaba con su mamá viendo la televisión. Se sentaron los tres y comenzaron a beber su café acompañado de un pan dulce.
-Lion dijo que no quería confesarnos su secreto. -Sin que le preguntara, su madre empezó con una declaración que sacó de sus casillas a Ramón.
-¿Ya hasta le hablan por su nombre?
-No puedes negar que tiene un don
-No lo sé. Soy muy escéptico para todo eso. Aun no entiendo cómo lo supo, pero debe existir una explicación racional.
-No hay más explicación, hijo. Hay cosas que van más allá de nuestra compresión.
-Sí, pero esta no es una de ellas. Estoy seguro que es un estafador.
-¿Y por qué no nos ha pedido un solo centavo?
-Los quiere engañar. Así empiezan todos. Primero se ganan su confianza,...
-Tú nos ocultaste lo de Mario.
Miró en silencio a su madre, que no podía creer que le reprochara eso.
-No es algo que se pueda divulgar con facilidad. – Ramón bajó la voz pero indignado- Estaba avergonzado Mario. No quería que lo fastidiaran como siempre lo hacían.
-Nosotros nunca hicimos algo...
-Ustedes no nos regañaban por hacer algo malo. Nos querían hacer sentir basura por cualquier equivocación y siempre con sus discursos religiosos. Levantar la voz es pecado, desperdiciar la comida es pecado, decir groserías es pecado, todo era pecado con ustedes. Ahora imagínense decirles que era homosexual. Él sabía que ustedes no lo aceptarían.
Su madre se levantó de la silla y les dio la espalda a los dos, apoyándose en la barra, mientras negaba con la cabeza en silencio. Su padre estaba incómodo. Parecía que la cuestión de Lion solo fuera la punta del iceberg. Lo que de verdad estaba en la mesa y lo que estaba fragmentando a la familia, era las preferencias sexuales de Mario.
-¿Desde cuándo? –Preguntó finalmente el padre.
- Eso no importa.
-Lion dijo que desde los 20.
Empezó a reír Ramón con amargura.
-Primero le creen a un extraño y ahora parece que todo gira alrededor de las preferencias de mi hermano muerto. Me alegro que no esté aquí para presenciar esta decepcionante postura de ustedes.
Se levantó indignado y sin decir nada a sus padres, salió con su familia de esa casa.
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