Manicomio.
Recuerdo cada detalle de su rostro como si fuera un rompecabezas. Y tal vez fue así porque logró romper la mía, mi cordura.
Me encantaban sus ojos, eran como balas dispuestas a matar. Su sonrisa era la cuartada, una distracción fatal. Pero sus hoyuelos, ay, esos hoyuelos eran la perfecta invitación a la locura.
La conocí en un lugar inusual que esperaba jamás frecuentar, sin embargo aquí he venido a parar. Estaba encerrada en un manicomio, ella le decía mansión inusual. Todos afirmaban que estaba loca, que en su mente se escondían los planes más macabros, desde un asesinato a sangre fría hasta derrocar toda la seguridad del reclusorio mental. Yo estaba ahí para averiguarlo, infiltrarme en su mente y extraer esos supuestos pensamientos.
Sin embargo fue ella quien se adentró en mi y extrajo lo que quiso, no opuse resistencia. Me entregué por completo, era totalmente suyo.
Los primeros encuentros fueron rutinarios, no parecía ser diferente. Pero después de semanas encontraba detalles fascinantes en su manera de ver el mundo. Comencé a sumergirme en su mundo y poco a poco lo volví mio.
He cometido muchos errores en la vida, pero lo que hice con ella no se cataloga como tal. Lo que sucedió entre nosotros fue mágico, más atractivo que la llama y aún más satisfactorio que el éxtasis. Me enamoré de su belleza, lo admito. Pero fue más hipnotizate su esencia.
¡Oh, la amé como a ninguna!
¡La amé cuál doncella ansia ser amada!
En una sesión se mostró provocadora, seductora y no pude contenerme. Hice uso de mis juegos de palabras para convencer al personal de dejarme hacer la terapia a solas, por el bien de la paciente, por el bien de ambos. Le hice el amor sobre la mesa que nos separaba todas las sesiones, ella se mostró dichosa al igual que yo. Como si lo hubiese esperado desde el primer encuentro. Para ese punto yo no pensaba con claridad, y era consiente de ello.
Pensaba en ella todo el tiempo, en sus palabras, en su belleza en toda ella. Estaba ciego, era peligroso pero aún no lo sabía.
Al cumplirse dos años de tratamiento ya no podía distinguir entre ella y yo, lo que mis superiores aseguraban que estaba mal yo lo veía normal. Fue así que consideraron arrebatarla de mis manos, dejándome fuera de la terapia. Estaba destrozado, no me permitían verla de ningún modo.
Rogué que se me permitiera una última sesión, para despedirme de ella. Afortunadamente lo conseguí. Ese día ella estaba molesta por el cambio, no quería que la dejara sola...y entonces me lo pidió.
"Sácame de aquí".
Así de simple me convenció.
Era cierto después de todo, su mente albergaba los pensamientos más oscuros desde asesinatos a sangre fría hasta derrocar al sistema de reclusión mental.
Durante la noche tenía todo listo, no fue difícil ingresar con mi gafete de psiquiatra. No tuve problema alguno en instalarme en la sala de sesiones para preparar los últimos detalles.
Lo que sucedió aquella noche fue increíble, algo que arrebata el sueño por las noches debo admitir. Los periódicos publicarían en los encabezados: "Masacre en manicomio", "Amorío que termina en asesinato", "Amantes psicópatas", "Escape masivo del manicomio". Sin embargo la verdad fue más cruel.
Cuatro simples pasos.
Soltar a los locos.
Matar a los guardias.
Quemar el manicomio.
Huir con mi amada.
Pero todo salió mal.
Solté a los locos.
Mataron a los guardias.
Quemaron el manicomio y se encerraron dentro.
Algunos huyeron, otros quedaron dentro. Pero mi amada, ella quedó reducida a cenizas. Y eso me tortura todos los días.
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