La casa sin sueños
Recuerdo esa mañana de octubre que tuve que tomar una de las decisiones más difíciles, pero claro, las más importantes en tu vida jamás lo son.
El cielo nublado pintado con un grisáceo azulado y el frío de la temporada mostraba con rudeza su presencia. Bajé del auto cabizbajo como si intentara ocultar la imagen cruda de mi mente, alcé la vista y allí estaba, la casa de mi madre. Tan desolada y maltrecha por el descuido, y vacía por la repentina muerte de ella. Hace un tiempo no quería entrar por el miedo de que las viejas heridas me hicieran caer de nuevo ese hoyo que tanto me costó salir.
El olor a polvo fue lo primero que percibí al entrar en esa apesadumbrada casa, las cosas aún intactas, tal cual como ella los dejó, ese pensamiento causó un gran pesar en mí al estar en el lugar que crecí y nunca volví a entrar desde la época de mi adolescencia. Esperaba no tardar mucho, no sabría qué tanto me duraría mi fugaz cordura. La culpa de no haber visitado a mi madre desde que peleamos aquella vez perduró en mente por mucho, nunca volví a esta casa de nuevo, no después de lo que significó que mi padre nos abandonara.
Agarré una caja en intento ser lo más breve posible, vivir con tanto remordimiento me hastiaba. Primero fueron cosas insignificantes, cosas que metía y colocaba en el auto como si fuera un autómata. Hasta que en la última caja fue la que me marcó más, en ella, metí unas polvorientas fotos de mí de niño en el campo de fútbol, sonreía por la grandiosa victoria, pero ella estaba ahí, causándome una risa corta de melancolía. En su habitación encontré un viejo cojín en que ella decía que era su favorito, siempre se quejaba de que papá lo usará, pero en el fondo sabía que a ella no le importaba. En la cocina, pude notar aquellas vajillas que me traían recuerdos, unas cuanta que rompí y las escondía para que ella no se molestara.
En sala solo me llevé un cuadro, los demás no me importan, porque solo uno tenía en mis memorias, el que mi padre compró pensando que lo había pintado un artista famoso y terminó siendo una más de los artistas desconocidos. Una simple copia, pero mi madre lo adoró, diciendo que al menos la copia tenía estilo.
Sonreí al bajar en cuadro y sentirlo con mis dedos, este, era su favorito.
Agarré la taza donde prefería tomar su café matutino, los platos que nunca uso por esperar "el momento especial", las decoraciones de aves que coleccionó por años. Todo aquello que recordaba a ella y aún vivía en mis recuerdos. No pude evitar sentir que mi corazón se estrujaba con cada cosa que agarraba y la sacaba de esa casa.
El eco me recordó la soledad en que me refugiaba y me permití llorar por lo que perdí, por lo que estaba pasando, por lo que pasaría... Cerraría esta casa por un tiempo hasta terminar de arreglar todo para venderla. No quería tener nada de ella, no quería recordar todo el tiempo que perdí por mi orgullo. Hasta que entré... Y supe que no la podía dejar ir, ¡Era mi madre! Sollozo más al decirlo en voz alta.
Voy hacia el jardín y me quedo sentando meditando, perdido en una tormenta de emociones. Me percato de las flores secas, la hierba rebelde cubriendo lo que solía ser un hermoso jardín. «Cuando algo se deja de cuidar se marchita» pienso para mí riéndome de mi comentario.
Pero no todo estaba seco o plagado por la maleza, aún existía una pequeña hoja de esperanza. Una rosa blanca algo pálida y más decolorada todavía, aún estaba viva, sus hojas verdes eran las únicas despiertas en ese desidioso jardín. La tomé de su maceta con delicadeza temiendo que terminara deshojando en mis manos.
No solo me estaba llevando cosas que significaban mucho para ella, sino también mucho para mí. No solo me llevaba cosas u objetos que apreciaba, me llevaba consigo recuerdos que jamás podría olvidar, ¿pero cómo? Era sencillamente inolvidables.
No solo me llevaría una casi marchita flor, me estaba llevando una vida que ella plantó, y yo sería el encargado de hacerla florecer de nuevo.
Salí con una caja en los brazos, y dentro de ella reposaba la frágil flor.
Cerré de nuevo esa casa, ya había tenido una lucha y ya había ganado dejando lo malo atrás. Tomé el letrero que estaba dudoso de colocar en un principio, pero ya estaba decidido de crear nuevos recuerdos en mi propia casa con mis hijos.
«Se vende»
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro