Día a día, noche a noche, durante un infinito tiempo él estaba ahí; hipnotizado y cautivado por la belleza ajena.

Cuando el tiempo paró y en los brazos de aquella belleza calló, fue cuando se dio cuenta de que no había salida...

"Era una mentira, no, es una maldita mentira. La belleza, sus palabras, todo aquello había sido una mentira y me encontraba atrapado en ella sin tener la mínima posibilidad de poder salir".

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Caminaba escuchaba sus dulces palabras, mis pies eran guiados por su deseo y mi alma cegada por la sed del pecado. Sonreí mirando a la gente a mi alrededor, todo a través de mis ojos coloreados con sangre.

Decidí sentarme en una banca que había libre en el parque y deje que sus suaves palabras me consumieran entre la multitud. Alcé mi vista al cielo y me di cuenta de que este estaba deslumbrante. "En verdad no me creas" recordé las palabras que él me había dicho sin parar y no entendía por qué me afectaba tanto.

Dejé que un nuevo suspiró escapará de mis labios y volví mi vista al frente. Fruncí el ceño y observé hacia todos lados intentando encontrar a alguien, pero no había nadie. Cerré los ojos y los volví a abrir, pero nada había cambiado; todos se habían ido y sus huellas habían desaparecido, pero estaba seguro de que nadie iba a creerme.

De pronto, rompiendo con todo lo que sentía, unos brazos me rodearon y un ronroneo llegó a mis oídos. Me quedé estático, no sabía que hacer o pensar, pero estaba seguro de algo. Estaba seguro de que, si ella me había al cielo... ¿por qué no me tiraría al infierno?

Un calor ardiente me inundo, si todos habían caído, uno a uno, porque yo no habría de hacerlo. La locura por intentar escapar de sus garras, el deseo de olvidar y ser olvidado era una temible tentación que ella me ofrecía en bandeja de plata; en un susurro, con tono bajo y delicado, pero evitaba caer dormido.

Pero termine por ceder.

Rápidamente volví a despertar y descubrí la verdad. Ella solo te hipnotiza y cautiva, te lleva en sus brazos a un lugar hermoso; a un paraíso. Hace que a tu alma le guste lo que ve, hasta que cae cegada por la sed del pecado mientras tú comienzas a anhelar estar en otro lugar.

Nunca te das cuenta, pero en vuelto en el silencio, notas que ya no existe ninguna forma de escapar de sus garras. Sientes que todo se vuelve un placer, que todos deben de disfrutar, algo que, si por casualidad desaparece, necesitas con locura volver a encontrarlo o esa propia locura te consume hasta que no queda nada de ti.

Pero todo es una mentira, una mentira de la que es imposible escapar; una hermosa mentira que consume hasta tu sonrisa. Algo que te hace abrir los ojos y darte cuenta de que nadie te creerá.

Y vuelves a caer, una y otra vez, quedando atrapado en sus brazos, escuchando sus palabras bajo el cielo deslumbrante, hipnotizado y cautivado. Simplemente dándote cuanta de que otra vez estas atrapado en su mentira, pero, por Dios, te hace sentir tantas cosas que no puedes dejar de pensar en algo más, y te dejas, al final, caer en sus brazos por última vez sabiendo que tus ojos no se volverán a abrir, pero en verdad no te importa, porque esa mentira no es una como tal, sino una verdad que nadie quiere aceptar hasta que caes y te vas.

Así como yo me fui en aquella banca, volviendo eso que todos llaman una mentir, una verdad. Ahora, solo los miro, los observó gritar viendo mis ojos cubiertos de sangre y el arma en mi regazo.

No quedo nada de ella, porque ahora estaba a mi lado, observando como las personas hipócritas llaman a urgencias.

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Cr. | Historia original