Nuevamente mis pensamientos me consumen, la voz del cantante de la radio se escucha lejana, no parezco yo misma, todo es un caos y ese estúpido no deja de moverse a mi alrededor.

—¿Por qué estás triste?

—No lo sé

Realmente no lo sabía a estas alturas, tal vez porque recordé que no sirvo, o tal vez porque mi mente nuevamente me llevó al viejo recuerdo de cuando mis padres decían abiertamente que no había hecho nada bien en todos mis años de vida; aunque únicamente solo tengo dieciocho.

—¿Quieres jugar?

—Claro

—Genial, ahora golpea esa piñata

Y lo hice, tomé el bate de béisbol del suelo y golpe con fuerza el cuerpo que colgaba en mi habitación. Me desquite de todo y de todos.

Pero el dolor continuó, nunca desapareció.

Solté el bate, caigo con las lágrimas fluyendo en mis mejillas y sigo observando mi cadáver; que cuelga solitario en medio de la habitación.

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Cr. | Historia original