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Viaje a las profundidades de mi mente

11-04-2013

Practico meditación Vipassana desde hace 4 años. La meditación Vipassana no es una religión ni una secta, ni una filosofía de vida; es la práctica de una técnica de meditación que te enseñan de forma sencilla y racional durante diez días en uno de sus centros.

La Meditación Vipassana se basa en llevar una vida honesta y saludable, y en la práctica diaria de la técnica durante dos horas diarias.

La técnica se basa principalmente en apartar de la mente cualquier pensamiento y concentrarte en la observación de las sensaciones de todo tu cuerpo (presión, dolor, cosquilleo, calor/frío...) A medida que profundizas en la técnica vas siendo consciente de sensaciones más sutiles, llegando a entrar en flujo libre, percibiendo tu cuerpo no como algo material sino como pura energía. Siempre y esto es importante, has de mantener la ecuanimidad, es decir, mantener el control mental ante el deseo de las sensaciones agradables o la aversión hacía las desagradables.

Personalmente, me aporta agudeza de percepción, amplitud de consciencia, sosiega la angustia vital y dota de cierto sentido a mi existencia. Ayudándome, mediante el autocontrol de mi mente, a mantener la ecuanimidad, la calma, la estabilidad personal y emocional entre otras cualidades más, así como un cierto equilibrio en todos los sentidos.

Sin embargo, la característica principal de esta clase de meditación es que te muestra el camino para la purificación de la mente, eliminando "sancaras" mediante la observación de esas sensaciones. La palabra sancara viene a significar algo así como impurezas formadas por esas amarguras, complejos, traumas, miedos, resentimientos, rencores, tristezas... esos sapos que a lo largo de la vida nos vamos comiendo y quedan aletargados en lo más profundo de nuestra consciencia, causándonos desdicha.

En términos generales la práctica de esta técnica me ha ayudado a ser más feliz y mejor persona, al tomar consciencia de la realidad que me rodea. Trato de vivir en esta realidad de la que formamos parte todos, con la mejor de las copias que puedo obtener de mí.

Cada año asisto a un curso de diez días, con la intención de profundizar un poco más e ir sacando esos fantasmas que habitan en las oscuridades.

El anterior curso al que asistí fue en octubre y desde entonces he intentado practicar la técnica casi a diario, llevando una vida saludable en todos los sentidos y acudiendo con un mes de antelación al centro para ir preparándome física y mentalmente para este último.

Si utilizáramos un símil marino diría que me había preparado lo suficiente para iniciar una inmersión en un pequeño submarino hacia las profundidades de este océano que es mi mente.

Seguro, preparado y confiado inicié la inmersión. Sin embargo nada más comenzar, mi mente se precipitó sin control en caída libre, pese a los constantes avisos del maestro que me advertía: "starts again... empieza de nuevo, con tu mente en calma y tranquila, con ecuanimidad, concéntrate en la respiración: aire entra, aire sale; aire entra, aire sale".

Un mal primer día lo tiene cualquiera, pensé. Pero la caída del segundo fue aún peor, la del tercero mejor no recordar y el cuarto terminé por desesperarme.

Si los días eran duros las noches no eran mejores, pesadillas, sueños extraños, y despertares ahogados con el único consuelo de la voz tranquilizadora de un ángel a mi lado. La Cuarta noche soñé que estaba frente a un gran tiburón con dientes de acero que sin esfuerzo me engullía de un solo bocado.

El quinto día me había transformado en ese tiburón y sentado en el suelo imaginaba que devoraba al compañero de al lado, y después mi mente me llevaba a devorar a caras conocidas, a políticos corruptos, a bancos enteros con sus banqueros dentro. Al final del día me encontraba abatido y sin fuerzas.

Busqué el consuelo de la profesora que por seguro ya había notado mi estado y me esperaba pacientemente mandándome todo su metta (amor compasivo).

-No entiendo lo que me pasa, me he preparado bien y no soy capaz de mantener el control, me hundo.

-Seguramente porque estás preparado para algo más grande que quiere salir de dentro de ti.

-Sí, siento todo ese peso, solo quiero sacarlo.

-No puedes sacarlo, está enraizado en tu interior, solo tienes que mantener la calma y observarlo, observar tus sensaciones.

El sexto día fui, poco a poco, manteniendo el control de ese pequeño submarino que había dejado de hundirse; y con la mente más o menos en calma y ecuánime comencé a observar de frente esas sensaciones.

El sueño, en blanco y negro, de esa noche se me quedó grabado en la memoria: Dos hombres frente a frente, un disparo, un grito de mi ángel convertido en mujer, un coche que da vueltas de campana, yo al volante. Una caja, grito desde el interior. Desde la caja veo que también soy yo el que me observa desde fuera.

El séptimo día aquel tiburón estaba frente a mí, mirándome, y como ante un espejo me fui viendo reflejado en él. Me veía a mí mismo, sin apego, sin odio, sin deseo ni aversión. Una parte de mi yo, cargada de ira, de rencor, de miedos, de resentimientos, de amargura.

Comenzaba a comprender el significado de "observa tus sensaciones con la mente tranquila, en calma y ecuánime". Observando esa parte de mí que me causaba desdicha; y así, con la mente en calma, tranquila y ecuánime, sin odio ni resentimiento, sin apego ni deseo, fui observando como poco a poco salía y se alejaba haciéndose más y más pequeña hasta desaparecer.

Hace más de una semana, y todavía estoy asimilando todo lo que ha supuesto este retiro. Quizás ahora con la perspectiva que da el tiempo empiezo a comprender: me había preparado para un curso tranquilo, y lo cierto es que esa preparación me había servido para dejar una parte de mí que suponía un gran peso que me hundía y que quizás nunca me hubiera sacado de no estar preparado.

Siempre digo a las personas que quiero que hagan un curso, que dediquen diez días de su vida a aprender la técnica, que le servirá de mucho en la comprensión de su propio ser.

Algunos lo hicieron, los menos. He escuchado muchas excusas que las personas se ponen, antes siquiera de darse la posibilidad de hacerlo. "Yo no puedo..." pero lo cierto es que todos podemos, solo hay que querer mirarse uno mismo, sin temor a lo que vayamos a encontrar.

El año que viene volveré. Cada año, sean las circunstancias en las que me encuentre, dedicaré 10 días de ese año a hacer un curso, y me prepararé en la medida de lo posible para seguir eliminando todos esos "sancaras" que aún quedan dentro de mi interior.

Porque por muy duro que sea el viaje que haga, más duro es seguir viviendo con todo eso dentro. Porque soy consciente del peso que he dejado en este viaje, lo libre que te sientes, pero también soy más consciente aún de todo lo que queda por salir.

Con todo mi metta hacia todos vosotros.

Que todos los seres sean felices, encuentren la paz, se liberen, se liberen, se liberen.

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