Relato de Melany.
No me sentía mal los lunes por no tener dinero para unos zapatos buenos, de color azul y que pudiera lucirlos sin miedo a que se me rieran o me gritaran "pobretona". Mi papá antes de morirse, me había susurrado que "lo bonito de las personas no está en su físico o lo que tiene materialmente, sino en los sentimientos y actos invisibles que casi nadie suele notar".
Ese mismo día, el cual le metieron siete puñaladas sin compasión; decidí ante su cuerpo magullado no ceder los días lunes a la presión del grupo de personas que me rodean, y vaya que me ha servido. Pero el viernes pasado no fue así.
Yo me había puesto el uniforme de física y los zapatos dañados que daban mucha explicación sobre en donde vivía. Había organizando los cuadernos y después de cepillar mis dientes, estaba saliendo para el colegio.
—¡Hey, Dora! ¿Dime qué se siente ser pobretona?- Molestó un compañero de mi clase y traté de reírme.
—¡Pobretona!- Gritó Alicia con euforia.
Ese viernes, por desgracia, se me había olvidado vestirme con la felicidad y llenarme de optimismo, la autoestima la sentía por el suelo y la falta de afecto por parte de mamá dolía más de lo normal. ¿Qué podría yo hacer ante tal pensamiento de pesadez?
—Mira, Dora,- empezó diciendo Manuel.— Hay un programa para personas como tú.
—¿Cómo así?- Alcancé a preguntar con mi voz apenas audible. No me gusta para nada ser fichada con sus estereotipos, pero aún no he hallado la manera de como evitarlo.
—Sí, para personas marginadas, con poca economía o desplazados, bueno, tú entiendes, si quieres puedes ir. Hoy tienen una reunión a las dos de la tarde, en el salón de "Séptimo a".
...
En toda la mañana estuve pensando en si ir o no ir, y para recibir una experiencia nueva, opté por la primera opción. El celador del colegio me permitió entrar sin restricciones y yo había ido directo al punto de encuentro. Durante el recorrido, los ojos se me aguaron, el corazón se me estaba acelerando y de pronto sentía que estaba más sola que nunca.
Las fotos de mi papá demacrado permanecían colgadas junto a frases encomilladas como: "Eres inferior", "No eres nadie", "Tu papá está muerto", "un espécimen pobre como tú es mejor muerto". Gracias a Dios no había escuchado ningún ruido ajeno a mí, esto significaba que podía gritar, llorar y hasta vociferar palabras que necesitaba expulsar, hechos que hice sin pensar.
-¿Acaso la vida podría ser más desgraciada?- pregunté antes de entrar al salón de séptimo a.
Con las manos yo no sabía si cerrar mi boca abierta o tratar de abrazarme para sentir un poco de refugio, si a algo le tenía pavor yo, era al estar encerrada como en estos momentos pensando en todo y a la vez en nada. Estuve entonces aislada mientras un vídeo de ocho minutos se reproducía. Palabras indecentes y atrevidas, dedicatorias con mal humor, chistes nada buenos y un sin fin de cosas que sólo me hicieron apagar más, abordaban mi interior
Cuando llegué casa mamá no estaba, pero sí su celular, así que lo tomé, busqué a Sia en YouTube y permití que al escuchar su voz pudiera destrozarme un poquito más, pero mis planes no son los mismos que los de Dios y sin saber cómo, yo me encontraba escuchando un mensaje de algún maestro o interlocutor que hablaba con dominio sobre la gracia de Dios, una gracia que se inclina hacia la parte más baja y nos susurra un "te amo", una gracia que no espera nada más que nuestro permiso para Dios obrar en medio de ruinas y pesares.
Las lágrimas que rodaban por mis mejillas no eran por lo mal que me sentía, puedo asegurar que era por lo inexplicable de poder apreciar paz en medio de mi angustia, por entender que mi valía no depende de los demás sino por lo que Jesús piense y lo que yo también ¿Y qué más que ese amor que me ofreció cuando murió allí en la cruz? ¿Qué más fuerte que las palabras que mi papá me regaló? ¿Qué más bonito que Dios ha sido el padre que siempre soñé?
Relato de Melany,
Zully MBM.
Iba yo de camino a mi colegio sintiéndome abatida, pues mis zapatos azules desgastados no salían con mi uniforme de Educación Física, y me daba cosa decirle a mi papá que me comprara unos nuevos, pero de repente pensé en que esa pena la podía convertir en un escrito y así fue, gracias a mis zapatos dañados, sucios y con un azul feo pude crear lo que acabaron de leer, espero lo hayan disfrutado.
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