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Pequeño ingenuo


—¡No quiero ir al colegio! ¡Lo odio! ¿Por qué tuvo que existir?

— Hageo, eres un niño y necesitas aprender muchas cosas, deja de decir bobadas y levántate ahora mismo, a no ser que quieras irte caliente para la escuela. Tienes dos minutos para pensarlo.- la madre termina de hablar y se retira del cuarto del niño. Hageo no lo piensa mucho y se levanta de la cama. Ha de preferir los golpes de sus compañeros que las pelas y decepciones de su madre. Él ama a su mamá con todo su corazón, sabe que ella sólo quiere el bien y quiere que él sea un buen estudiante, pero el colegio es una dificultad muy dura para ser mejor, así lo cree en su interior.

Hageo es un niño como cualquier otro. El diente que dejó bajo la almohada esperando encontrar monedas al amanecer, es un evidencia más de que su infancia es como la de los demás, su inocencia lo delata, pero tiene unas cuantas cosas que lo diferencian mucho. Él vive en una de esas casas que han sido abandonadas, pues los dueños se habían ido y la gente decía que era por los fantasmas que habitaban. Sus padres no le dieron mucha importancia a los chismes y la compraron porque estaba muy barata y tenían la necesidad.

— Mami, hay nuevas pegatinas, todos mis compañeros las tienen y yo no.

— Hageo, sabes que no tenemos plata para gastar en eso. Si yo tuviera, te la daría, pero no hay, muy bien lo sabes.- sus palabras fueron muy sinceras, pero el niño no se conformó con ellas y de manera brusca le soltó la mano a su mamá.

— ¡No es justo! Ellos tienen de todo.-renegó y cruzó los brazos.

— No te comportes así. No voy a estar por ahí alcahueteando tus caprichos, y menos si no hay dinero.

— Mami... -su voz no sonó molesta, sino un tanto con dolor — ¿Por qué no puedo tener lo que ellos? Ellos dicen que no puedo entrar a su grupo si no tengo stickers, álbumes y juguetes.

— No te preocupes por eso, pequeño. Te contaré un secreto ¿sí?- los ojos de Hageo se iluminaron y su madre se agachó para decirle algo que le haría sentir dichoso.— Cuando yo era pequeña, mi mamá me leyó una historia que a ella le encantaba, era sobre un mundo fuera de lugar. Para ser feliz no necesitas tener lo que los demás, necesitas tener imaginación, creerte lo que piensas y volar bien alto.

— ¿Si yo quiero tener un juguete, imaginando lo puedo tener?- preguntó curiosamente.

— Claro, es lo que te estoy diciendo, y puedes obtener hasta más.- la felicidad volvió triplicada al niño, le agarró la mano a su madre y la meneó como si ella fuera su vida misma hasta llegar al colegio.

— Mami, eres muy linda.

— Tú más, Hageo- le da un beso en la mejilla a su hijo. —Ya sabes que si te molestan, me debes decir.- Hageo se fue corriendo con mucha emoción al colegio por lo que su madre le dijo. En su cabezita no dejaban de rondar preguntas.

— Ahora mismo empezaré a actuar. Se me puede convertir realidad y no ser sólo un cuento- susurro para sí mismo.

— ¡Hageo! ¿A que nos sabes? ¡Mira! ¡Lo que tú nunca tendrás!- Hageo se olvida de lo que su madre le dijo y se encierra para sí. — ¡Mira! ¿Por qué no lo haces? ¿Te duele que no lo tengas?- los compañeros que le rodeaban se empezaron a burlar. Él inofensivo niño trató de seguir su camino.

— ¡Dejénmen en paz!- risas burlonas acallan la voz de Hageo.

— Lo siento, tú no debes hablar, eres un sucio y sólo tienes derecho a observar y... Pues no sé, sólo no trates de defenderte, no lograrás ganar- ante ciertas palabras Hageo salió corriendo y entró directo a su salón. No miró a nadie, ni dijo nada, sólo estaba perdido en aquel lugar. Es un niño fuerte, ha resistido mucho en demasiado tiempo.

En el transcurso del día se mantuvo en silencio, trató de decirle a sus profesores lo mucho que le molestaban pero sus maestras no harían nada, así que permaneció como siempre, callado.

Al llegar a su casa saludó a su mamá, tomó agua del refrigerador y salió corriendo hasta su cuarto, tiró el bolso y se quitó el uniforme de inmediato, no quería perder más tiempo. Debajo de su cama tenía algo por descubrir, algo referente a lo que le había dicho su mamá, algo de magia que estaba guardada en ese espacio, ese mundo fuera de lugar que podía ser posiblemente el que estaba esperándole. Hageo puso cortinas en la ventana hasta que no cediera la luz y a la puerta le puso seguro después de decirle a su mamá que dormiría un largo rato por el cansancio que tenía. Le fue difícil decirle eso, pues nunca le había mentido, pero "la situación lo amerita", pensó él, sino intentaba lo que haría, sería una vez más recocha de los otros y no quería, no quería más eso. Apagó la luz de su cuarto. Como las patas de su cama sólo tenían treinta centímetros de largo, se recostó en el suelo y entró rodando hasta el centro, lo que no tuvo en cuenta fue que el piso estaba sucio y por lo tanto se llenó de polvo. Hageo tosió de seguido, cuando se calmó, recogió su cuerpo hasta el punto de poder abrazar las piernas con sus manos, cerró sus ojos y como no se llevó consigo nada más que la imaginación, empezó a utilizarla, al principio fue muy complicado pensar en algo, pero recordó la vez que mientras dormía algo alumbraba debajo de su cama y él sentía que le llamaba y ahí algo aclamaba por él, así poco a poco se dejó ir en sus memorias, pues estas se combinaban con el poder que había allí.

Hageo quiso imaginar juguetes pero no podía, quiso pensar en los stickers que anhelaba para conseguir aceptación, pero otro pensamiento más fuerte se sobrepuso y le inundó, el niño se sintió desnudo y sin fuerzas, su cuerpo empezó a temblar y algo electrizante le puso de verás débil, no podía abrir los ojos ni moverse, estaba atado a una fuerza que era indescriptible para él, Hageo sólo quería hacer realidad algo sencillo, ¿Pero a costa de qué?

—Hola, Hageo.- dijo una voz maliciosa, lo horrible era que el niño no podía salir de aquel pensamiento, era lo que ahora anhelaba a parte de estar con su mamá y abrazarla, pero este no le dejaba. —Te preguntarás quién soy yo.- aquel monstruo soltó una risa. —Soy el amo de tu imaginación, siempre he estado alrededor tuyo para devorarte, no sabes cuanto estuve esperando este momento, querido Hageo, este instante en el que tu infantil acto te traería hasta mí. Ahora deja que te convierta en un amuleto de mi más preciada colección.

Hageo no sentía su respiración, todo lo veía oscuro, su corazón parecía querer estallar, él tenía miedo, pero a parte de ese gran temor que lo embarcó, tuvo unos segundos en los que pudo ver a su  mamá y creía ser salvado por ella, pero en la realidad no había cómo, él le había mentido y ella le había creído, ahora sin querer eso ¿tenía una consecuencia?

Su cuerpecito comenzaba a ser torturado. Sus dedos estaban siendo cortados, sus ojos ansiaban salir revotando, su piel obtenía cada vez más rasguños y lo peor era que no podía decir nada, no podía gritar, ¿tenía un bozal en su boca? sólo las lágrimas podían salir y él las estaba expulsando con ahínco, como si con ellas pudiera traer socorro de algún otro lugar que no fuera totalmente negro como el que se estaba imaginando y lleno de cabezas de niños con sus rostros asustados, meláncolicos, ¿y dichosos? Su cuerpo bajo la cama empezó a convulsionar y sólo espuma salía de su boca, ¿Quién creería que de un deseo inevitable podía aparecer la muerte de un pequeño ingenuo?


Pequeño ingenuo.

Zully MBM.

Lo siento si te hice sentir mal, esto es una realidad llena de metáforas, lo quise escribir con un sentido profundo. Muchos niños en su inocencia, por querer ser aceptados dejan de ser ellos mismos o hacen actos indebidos, por decirlo así, y no se dan cuenta que de esa manera firman su muerte.

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