Don Mauricio se agachó y le besó la frente a su hijo, hace días que no lo veía por causa del trabajo. Gracias a Dios tenía un día completo para compartir con Bernel, el niño de pecas y uniforme viejo, al que se le olvida los deberes escolares y de vez en cuando,  para que no le duela tanto, se acuerda de que no tiene a una madre a su lado, ese que molestan por el hedor que expulsa cuando te le acercas, ese que no conoce de comidas, sino de miedos, ese pequeño ángel que no necesita tener alas llamativas o un esplendor riguroso, porque simplemente, aun con su ropa desteñida, sucia y maloliente y con ese cabello despeinado que siempre tiene, sigue siendo lindo e inocente, él es ese pequeño que sueña montándose en un avión o manejando el bus, el del 402, sí, el que va rápido como un avestruz y que cuando menos piensas, ya estás brincando de susto, o gritando, como si tu vida dependiera de ello.

— Papi, ¿Sabes qué? -preguntó Bernel, después de que su papá recibiera la mochila que le regalaron hace dos años unos policías festejando en eso de la navidad.

—¿Dime?

—Pedito, el de....- Don Mauricio le interrumpió.

—Bey, pronuncia la erre bien, tienes once años.- Los ojos de Bernel se concentraron en su papá, simuló que intentaba hacer la erre.

—Pedrrrito.- se ríeron. Soltaron carcajadas sinceras, de esas que te animan.— Mi amiguito, el que canta muy lindo, en el salón, le robaron el sacapuntas y el borrador.

—¿Sí? ¿Y qué más pasó?

—Él no lloró. Me contó que su mamá le dijo que si eso le llegaba a pasar, él no debía llorar, que demás que el que lo cogió, necesitaba amor, amor puro, amor no de abrazo, ¿Puedes creerlo? También le dijo esa frase que anda por ahí, esa que tanto me repites.

—"El fin no justifica los medios".

—Sí, le dijo eso, y que a pesar de que estaba mal hecho, no somos nadie para herir porque nos hirieron, para llorar porque él me robó eso. Ja, es que me perdí ¿Cómo es posible eso, no, Papi?

—Ojalá todas las personas pensarán como ellos.

Ojalá.

Zully MBM.