Feliz Año Nuevo
Se oye una explosión. Otra explosión. Y otra más. Cada una más fuerte que la anterior.
Mi pequeño hermano, acurrucado en mis brazos y a punto de quedarse dormido, se inquieta a causa del gran ruido que hay fuera. Sus ojos se abren y se frota uno de ellos.
—¿Ya es Año Nuevo? —pregunta con voz adormilada.
—Sí —le respondo a pesar de que aún falten horas para que sea medianoche. Una medianoche en la que nadie celebrará nada cuando el reloj de la desértica plaza haga sonar las doce campanadas.
—Feliz Año Nuevo, hermanita... —susurra con su tierna voz infantil. Luego, añade—: Díselo de mi parte a papá y mamá cuando vuelvan, ¿sí?
No soy capaz de responderle, no puedo mentirle de nuevo mientras contemplo en su rostro la ilusión por el regreso de nuestros padres. Me mantengo en silencio, viendo cómo se queda dormido enseguida, sin que el ruido logre espantar su sueño otra vez.
Ojalá yo también pudiera dormir sin que las continuas explosiones hicieran desaparecer mis sueños, pienso al tiempo que una lágrima resbala por mi mejilla.
Maldita nochevieja, maldito Año Nuevo, malditos bombardeos y maldita guerra sin sentido que nos ha convertido a mi hermano y a mí en huérfanos.
***
Feliz Año Nuevo a todo aquel que lea esto y pido perdón si este microrrelato es algo deprimente en medio del ambiente festivo, pero fue lo que se me ocurrió anoche al oír cómo tiraban petardos cerca de mi casa.
Nada más que añadir (el trabajo de reflexionar sobre el contenido del microrrelato os lo dejo a vosotros), salvo desearos que se cumplan vuestros sueños en este año que acaba de empezar.
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