Es Lanry's por la noche y hace mucho frío afuera, Janet aumenta la calefacción a pesar de saber que no será suficiente, su hijo Wallace corre por las escaleras hasta llegar a ella:

—¡Mamá! ¡Mamá! ¡Él está aquí! —grita el infante emocionado.

Janet no comprende porque su hijo actúa de esa manera, ¿de quién está hablando si viven solos en ese establecimiento? Desde que embargaron su casa, decidió vivir en su restaurante para no pagar servicios en dos lugares.

—¿Qué tienes? ¿quién está aquí? —pregunta preocupada. No hay nadie que pudiera visitarlos a esas horas de la noche y mucho menos en una noche decembrina como esa.

—¡Santa Claus! —grita Joss. —¡Santa llegó! Lo vi en el techo.

La mujer sonríe pensando que los niños son demasiado ocurrentes y continúa revisando la calefacción porque no está resultando como esperaba. El niño se sienta junto a la estufa, ya que es un lugar cálido y tranquilo para sentarse.

Ruidos y golpes resuenan desde el segundo piso, llamando la atención de Janet.

—Te dije, mamá, ¡Santa está aquí!

Ambos logran escuchar cómo una ventana se quiebra en el piso superior y pasos pesados rebuscar entre las habitaciones. La mujer, pensando en un ladrón, tomó una pala de la habitación de limpieza y protegió a su hijo, dejándolo en la cocina. Wallace no comprende la situación, él cree que Santa Claus no encontró la chimenea y su deber le obligó a quebrar la ventana para dejar los regalos junto al mini árbol en la barra de ordenar.

La madre enciende todas las luces al revisar cada cuarto, lo que ella desconoce es que no se trata de un ladrón, y está justo sobre ella en estos momentos. Ella voltea al sentir una respiración en el cuello y, en el techo, una cabra antropomorfa mostraba sus ojos con descaro mientras se colgaba del ventilador.

Janet desconocía si se trataba de una alucinación, pero el terror al verlo abrir el hocico la hizo gritar. La bestia responde emitiendo un sonido aturdidor, como las voces de mil y un demonios en busca de venganza. El estruendo le revienta los oídos, ella cae al suelo y pierde de vista a la criatura.

Janet escucha los pasos de su hijo bajar las escaleras, pero sabe que no es él. Las memorias sobre las leyendas del pueblo comienzan a brotar, "Si no te duermes temprano, el coco te comerá". Recuerda varios casos antiguos de niños y niñas desaparecidos en estas épocas, todo lo que ella tachaba de psicópatas y enfermos terminó siendo verdad todo lo que la Loca Sara dijo alguna vez antes de morir congelada por su situación de calle.

Corre hacia la cocina, buscando a su hijo para no exponerlo a esa criatura pero la cocina se siente como un infierno ardiente. El sudor corre por su frente, la piel se siente como la seda en la cama del demonio y el líquido como un elixir derramado del cielo, su corazón palpita como si galopara lejos de allí porque le aterra la idea de lo que esa bestia pudo haberle hecho a su pequeño, ¿dónde está? Si ella lo dejó ahí y espantó a aquella aberración, ¿dónde está?

No hay nada en el cuarto de limpieza, bajo las mesas tampoco. Una corriente gélida llega desde la entrada hasta acariciar su cabello. La puerta está abierta.

Sale del local corriendo, dejando la calefacción dentro y exponiéndose a un frío infernal, el aire congelado inunda sus pulmones y eriza su piel pero no importa porque no encuentra a su hijo ni rastros de la criatura que les atacó.

A lo lejos, con una linterna en sus manos, está la Loca Sara. Janet la creía muerta. Al acercarse, ella le toma la mano y la mujer siente como todo el calor vuelve a ella. Tras unos pasos, se encuentran a la bestia tomando a Wallace de la mano. El hijo se aferra a su madre y, junto a la muerta y la bestia, se internan en lo más profundo del bosque para no volver jamás.

Es Lanry's por la noche y hace mucho frío afuera.

Janet dejó encendida la calefacción y la estufa.

La falta de oxígeno les hizo alucinar.

La falta de aire les asfixió.