C a l c u l a t o r .

Contigo nunca calculé bien. Tal vez lo nuestro -si se puede llamar así- falló por mi culpa. O tal vez tú fuiste el culpable de tan meritoso desastre. O tal vez la culpa fue de los dos. De momento voy a asumir parte de culpa, por no calcular bien. Siempre que veo un principio, trato de ponerle un final. Si consigo ver uno, entonces es que no vale la pena. Pero nunca fui capaz de imaginarme algo así contigo. Al principio, porque nisiquiera imaginaba un comienzo. Siempre estuviste presente, aunque no fue ahí cuando entraste en mi vida. Tuviste alguna que otra agradable aparición en ella, sin embargo. No recuerdo nuestra primera conversación. Hará algunos años pensaba que las primeras cosas eran especiales y más que eso, importantes. Pero nuestra historia ha resultado ser completamente diferente a cualquier cosa que hubiese llegado a planear. Sin planes, sin predicciones, sin final. Sin cánones, sin perdiciones, sin brutalidad. Con sonrisas, con mucha ternura, con pasión. Con prisas, con algo de cordura, con razón. Con razón todo aquello pintaba tan bien. Bien no nos hizo lo que pasó, y no era lo esperado. Yo siempre esperé que me esperases, pero tu ya esperabas a alguien más. Más, yo siempre quería más. Más de nuestras conversaciones, más de tus risas y más sonrisas tuyas contra la mía. Más hablar, más reír y más besar. Y menos silencios sin ti, risas de otros y centímetros lejanamente distantes. Menos callar, menos celos y menos echar de menos cuando siempre siento que quiero echarte de más. Siempre. Siempre quedarás en mi memoria como el mejor buen mal que me tocó vivir. Ahora lo eres, al menos. Y es que tampoco voy a esperar que sea así para siempre porque, como ya habrás deducido, contigo nunca calculo bien.

Palabras: 300.