Dos idiotas
—¿Por qué te piensas suicidar?
— Lo viste antes de que lo borrara.
—Sí.
— Me pienso suicidar, porque tengo miedo, tengo mucho miedo.
—¿Por qué?, ¿te han hecho daño o estás amenazada?
— No hay más después, una vez que mueres se acabó todo, no más "Buenos días".
—Oye, pero hay otras maneras de solucionar tus problemas.
— No, nada de eso, simplemente son pensamientos, que llegan repentinamente, me calmo, pero vuelven, siempre vuelven.
—No pienses en eso tienes una vida por delante. Trata de pensar en otra cosa.
— ¡Yo lo sé! Hay mucho por lo que vivir, pero al final nada sirve, todo se acaba, mis padres morirán, yo moriré y a nadie le importa ¿por qué debería importar a alguien?
—Hay personas que te quieren.
— Siempre trato de pensar eso, me calmo a ratos, pero ellos siempre vuelven, me atormentan desde pequeña y ya no creo que me vallan a dejar. Las personas que me quieren lo han demostrado en más de una ocasión, yo sé qué están ahí, que me quieren o que les agrado, pero no sé, todo se siente tan extraño.
—Oye, yo perdí a mis papás, a mi familia, en un choque, y ahora estoy con mi familia adoptiva, vi a mis papás morir y a pesar de todo, trato de ver el lado positivo siempre hay otras opciones ¿ya trataste de hablar con tus padres, amigos o alguien de confianza?
— Eres una persona admirable, te lo habrán dicho en más de una ocasión. Y gracias por intentar ayudar, espero seas muy feliz, se nota que tienes a buenas personas en tu vida, gracias por hablar conmigo.
—Oye, pero no pienses en esas cosas, nos importas, a mí me importas, a tus amigas les importas, a tu familia le importas.
— Lo sé, pero mi mente no es racional.
—La mía tampoco.
— Entonces comprenderás, que, aunque te den mil abrazos te saben cómo a pocos.
—Sí, pero tarde o temprano tienes que olvidar eso, yo siempre sueño cuando se murieron mis padres, al principio quería ir con ellos, pero aprendes que tienes que vivir tu vida y olvidar el pasado.
— No puedo seguir hablando, perdón, no entiendo.
—¿No entiendes qué?
— Nada, deja de hablar, perdón, pero ya.
—A vale, ¿qué edad tienes?, solo eso quiero saber.
— Veinte.
—Ya estás grande como para pensar en esas cosas.
— ¿En la muerte?
—Sí.
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