Tentación
Tentación
No sé si era temprano o tarde, pero el tema era que estaba pensando en ti, sobre las tres de la madrugada. Mi mente pensaba en ti y mi excitación dudaba de lo capaz que puedieras hacer. Fue cuando decidí imaginárte desnuda en una habitación de hotel, estábamos solo los dos y se notaba que intentabas dormir, pero no lo conseguía o no quería, tenía dudas sobre eso. De lo que yo no dudaba, es que estabas desnuda bajo las sabanas, te había visto meterte en ropa interior unos minutos antes y hablando contigo antes de apagar la luz, te quitas el sujetador y las bragas sin que yo viera nada. No sé si querías provocarme, pero aquel detalle me excitó hasta el punto de que mi mente gozó. Tu tratabas dormir dándome la espalda y se notaba tu silueta de mujer, tan sexy tan excitante y tan perfecta. Saber que estabas tan cerca y desnuda me puso en alerta de que quizás me apetecía intentar algo. La persiana de la ventana no estaba del todo cerrada y era genial que entrara la luz, suficiente para poder ver, y el lugar era perfecto para verte completamente. Yo estaba destapado, con mis calzoncillos blancos puestos y ya se notaba mi incómodo miembro aprisionado a ti. Quise ponerme más cómodo y eso hice, bajarme los calzoncillos, desnudándome para así sentirme libre y preparado para disfrutar. Ya te había avisado que me gustaba dormir desnudo y me dijiste que no te importaba. Yo no podía dormir, mi pene estaba duro deseando que lo mimaran y empezaste a tocarlo. Si te despertabas en ese instante y te girabas, verías claramente que me estaba masturbando y te darías cuenta de mis diecisiete centímetros solo para ti. Eso de que es por culpa de ella se lo diría yo, aunque ya lo sabría. Pero tu seguías durmiendo aparentemente y yo seguía tocándome. Quería apartar la sabana, pero tu te movias, era sexy la escena, muy sexy. Te pusiste boca arriba y se destaparon tus pechos tranquilos, perfectos, apetecibles. Madre mía el día que te trajeron para este mundo , no puedo creer que ante mis ojos puedo ver lo hermoso que es tu cuerpo como la fuente de miel que va chorreando desde tu boca, van bajando por tus montañas erectiles y deliciosas y finaliza su camino en la cueva del placer infinito.
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