1#: Mejores amigos
Tipo: vanilla-kinky
Personajes:
-Originales, no canon (Travesti-dos AU)
-Gwendolyne + Eric
Punto de vista: primera persona
GWEN
Había llegado tarde a la escuela, otra vez. No había podido dormir bien y, el poco sueño que pude tener, se arruinó con cosas que ni siquiera había logrado descifrar.
Sabía que era normal tener sueños algo eróticos, sí. ¿Pero con chicos? Ni siquiera había estado con uno como para eso. Al contrario de alguien que conocía, por supuesto.
—Llegas tarde —me advirtió mi mejor amigo, mirándome mal.
Sufrí un escalofrío. Traté de poner mi mejor sonrisa para que él aflojara su ceño fruncido, sin éxito. Terminé entonces por rendirme y sentarme a su lado, derrotado por cuarta vez en la semana. O tal vez quinta. Era difícil cuantificar la tortura diaria.
—Dime por favor que aún no toman lista —rogué, devolviéndole el saludo con la mano a otros compañeros—. O que nada mágico pasó.
Eric me observó por unos segundos, analizándome. Sabía que él tenía aquella costumbre de examinar hasta el último detalle, callado, pero nunca me terminaba de acostumbrar a eso. Sus ojos celestes —con una mezcla de verde, ¿quizás? — me juzgaron por aquel pequeño rato que le pareció una eternidad. Luego de hacer su veredicto, por fin, desvió la mirada.
—El profesor no vino —mencionó—. Te apresuraste sin necesidad. ¿Olvidaste que había paro hoy?
Apreté los labios, sin decir palabra alguna al respecto. ¿En serio tenía tanta mala suerte como para ni siquiera poder peinarme y que el desgraciado del profesor no se hiciera presente?
Entendía que estaba luchando por sus derechos, pero mínimo pudo avisar por email o por algún medio que no teníamos clase. Aunque había altas probabilidades de que lo hubiera hecho y, gracias a mi hermoso problema de distracción, no lo leí.
Apoyé los codos sobre la mesa, para después llevar las manos a mi rostro, tapándomelo. No podía creerlo. Podía haber seguido durmiendo.
—No. La vida me detesta —me quejé—. ¿Para qué vine, entonces? Ya comprendo por qué el aula está tan vacía. O, mejor dicho, la escuela. ¿Los demás se fueron?
—Probablemente. Solo dejaron ir a los que tienen permiso.
Me quité las manos por un momento y me mordí el labio, pensativo. Eric parecía en su propio mundo leyendo algo sobre cultura, por lo que no me prestaría atención en todo el día. Bueno, a decir verdad, nunca lo hacía.
Desde que había llegado a la ciudad, el maldito rubio ni siquiera me hablaba tanto a menos que fueran cosas que le emocionaban a él.
¿Cómo iba a hacer para no aburrirme ahora?
No había traído ningún libro y tampoco tenía tantas ganas de ir a mi casa. Y aunque quisiera... no contaba con el permiso para hacerlo. Aún me faltaba un mes para ser mayor de edad.
—¿Por qué no te has ido? —consulté curioso—. Tú sí tienes dieciocho. Sí tienes permiso.
Eric quitó la mirada de las hojas que leía, suspirando. Se notaba de sobra que la poca paciencia que me tenía se estaba desvaneciendo. Bastante irónico, puesto que solo habían pasado pocos minutos desde mi presencia. Esperaba que no se hubiera levantado de malhumor.
Por suerte aquel me tenía suficiente pena y cariño como para darme los pocos gramos de atención que necesitaba en mi vida diaria.
—Me da pereza ir a casa.
—Ah... Entonces... ¿Quieres salir? Al pasillo, al menos. Tener un poco de aire —contesté, tratando de convencerle—. ¿Por favor?
Sonreí al ver cómo mi mejor amigo cerraba los ojos, probablemente contando hasta algún número alto. Hacía poco desde que aprendí que así era como él tomaba energías para aceptar lo que yo le proponía en su momento.
A veces funcionaba.
Aunque ahora solo le estaba pidiendo caminar un poco en los pasillos, tampoco era para tanto. ¿De qué se quejaba?
Tuve algo de miedo al ver una mini sonrisa de su parte. Eso significaba solo una cosa y no era buena.
—Depende. Solo si me haces un favor —advirtió.
—¿Solo por salir a tomar aire? —me quejé.
—Me estás haciendo mover de mi silla, por supuesto que me debes algo al menos.
Rodee los ojos. Me giré un poco para enfrentarle.
Su sonrisa pícara me asustaba. Estaba seguro que me pediría un favor vergonzoso. Eric siempre aprovechaba para hacerme sentir vergüenza delante de otros. Más si se trataba de nuestros compañeros y compañeras, los cuales ya hasta habían comenzado a emparejarnos y burlarse de que éramos pareja. Asunto que no me molestaba, pero sí me hacía tener sueños que no debía.
—¿Qué qui...?
No pude terminar de hablar. Eric se había acercado rápidamente, apretándome ambas mejillas con una de sus manos delgadas. En menos de un segundo, había hecho que ambos uniéramos nuestros labios en un corto beso.
A la misma velocidad que aquel me había besado, también se había separado, riéndose.
No pude terminar de procesar.
Todas las veces que Eric lo hacía, siempre finalizaba... así. Mis mejillas terminaban rojas y mi cara en una especie de limbo entre confusión y vergüenza. Mientras mi victimario, que se creía muy gracioso, se reía y se alejaba como si de una broma de niños se tratara.
A veces me preguntaba qué tan inocente creía que yo era como para pensar que eso no me afectaba.
Es decir, tenía hormonas. Tenía tipos de placeres. ¿Él lo hacía a propósito o en serio no estaba enterado? Porque si era lo segundo, sería extraño. Con la confianza que teníamos, hasta nos habíamos contado nuestros fetiches. ¿Cómo no saber que yo sí tenía hormonas sabiendo lo que me gustaba?
—Favor listo, ¿vamos? —preguntó Eric, poniéndose de pie.
Asentí ya derrotado, copiándole el movimiento.
Antes de salir le hice señas a mis compañeros que también se reían de la reciente escena como si nada. Esperaba que se mantuvieran callados y no hicieran comentario alguno. De lo contrario, no tendría problemas en darles algunas patadas. Para algo entrenaba.
Sí, para patear idiotas. Se oía bien.
Los pasillos se encontraban completamente vacíos a tal punto que apenas se escuchaban los pasos de ambos. ¿En serio fui el único bobo —junto con otros pocos— que ni siquiera se había acordado del paro?
Hasta me hacían sentir bastante irresponsable pese a que era el profesor el que se había ausentado.
—¿Crees que el otro profesor no venga también? —consultó Eric, seguro para dar tema—. Aunque nos debía dar los temas para el examen.
—Tú nunca estudias —me quejé con un tono brusco, sin querer. Seguía ansioso por el beso—. Oye, Eric, ¿puedo pedirte una cosa?
—Depende. ¿Me va a llevar mucho esfuerzo?
Fruncí el ceño. ¿Hablaba en serio? Ya me parecía increíble que aquel hasta se esforzara poco por su vida y pese a eso... fuera casi perfecto.
Guapo, con buena figura, notas medianamente altas y ni hablar sobre el cabello rubio con ondas. ¡Incluso tenía pecas! Y ni hablar del color bonito de piel que él llevaba, contrario al mío que parecía un blanco opaco enemigo del sol.
—¿Podrías dejar de besarme? —pregunté, ya molesto—. No es que me incomode mucho-mucho, pero...
—¿Te enfada lo que están diciendo los demás? Mira que solo lo hago de broma, eh.
Sentí que la cara se me volvía a poner roja de vergüenza. Ese no era el tema.
Entendía que Eric lo hacía de broma. El problema era eso mismo, quizás. Adoraba que aquel me tuviera toda la confianza del mundo como para hacerlo solo conmigo y nadie más. Sin embargo..., ¿qué tal si yo no podía dejar de pensar en ello?
Me detuve cuando vi que el pasillo se estaba terminando. Nos habíamos alejado bastante de nuestras propias aulas.
—N...no, eso me da igual. Sabes que no me importa lo que piensen los demás —expliqué, mirando curioso por la ventanilla de las puertas que nos rodeaban. Estaban vacías—. Pero...
—Oye, Gwen, tienes algo —me interrumpió Eric, señalando mi cabello.
Me toqué algunos mechones, pensando que había alguna hoja o suciedad. Asunto extraño, puesto que me había duchado la noche anterior. Hace algunas horas, si lo pensaba de esa manera.
—¿Qué tengo?
Eric negó con la cabeza.
—No lo estás sacando, idiota. Agáchate, te lo quito yo —me respondió, estirando el brazo hacia mí.
Le hice caso. Me incliné un poco por la diferencia de estaturas para que me lo quitara.
Obviamente, fue un error. Ya entendía por qué a Eric le encantaba burlarse de mí. No había ni una sola vez que no cayera.
Eric volvió a juntar nuestros labios, esta vez más rápido y menos delicado. Si no fuera porque había hecho un pequeño ruido en el beso, seguro ni siquiera me habría enterado de que volvió a hacer justamente lo que me aquejaba. Y ya estaba harto.
¿Para qué se lo pedía de buena forma si ni siquiera me haría caso?
A comparación de otras veces, no me eché para atrás.
Enojado, tomé de su nuca para que ambos labios volvieran a juntarse. Tomé impulso y profundicé el correspondiente beso. Le acorralé por el mismo contra la pared, empujándole contra esta mientras le sujetaba de la cintura.
"Idiota suave", fue lo único que pude pensar.
Pasé de mover mis labios sobre los suyos con cuidado a obligarle abrir un poco la boca, buscando su lengua sin permiso alguno. Sentía cómo Eric tiraba de mi camiseta para empujarme y despegarse, terminando desistiendo al ver que era imposible por la diferencia de fuerzas.
Pude sentir cómo el beso forzado se convirtió en uno correspondido con menos enojo que el mío. ¿Esto en serio contaba como venganza? Porque se sentía... demasiado bien.
Solo me separé al sentir que la respiración se me agotaba. Pese al enfado, terminé alejándome unos centímetros con lentitud por temor a su reacción. ¿Ahora sí aprendería? ¿O solo iba a pegarme en los testículos?
Percibí cómo mis mejillas se ponían rojas nuevamente al ver el rostro de Eric.
Era lo que le seguía a guapo.
Eric demostraba un sentimiento de sorpresa, pero no de disgusto. Sus ojos brillaban un poco y había mantenido los labios rojos y húmedos entreabiertos. Los latidos se me aceleraron al instante.
Esa imagen me pareció lo más excitante del mundo. Y, el estar acorralándole sin escapatoria, me hacía sentir más temperatura de la normal.
Me sentía sucio por tener aquella fantasía a centímetros de su rostro.
Ambas respiraciones estaban agitadas y no podíamos quitarnos los ojos de encima.
Eso significaba que yo no era el único que lo había disfrutado de manera descomunal, ¿verdad?
¿En qué estábamos pensando?
Pasaron unos segundos en aquel ambiente pesado, hasta que el tonto de Eric se rio.
—¿Eso es todo lo que tienes, Gwendolyne? —preguntó.
Fruncí el ceño de inmediato. No solo mi mejor amigo no me hacía caso, sino que también se burlaba de ello. ¿A qué quería jugar?
Para peor, sabía de sobra que lo estaba haciendo a propósito. Después de todo, Eric tenía el doble de experiencia que yo en esas cosas. Él había estado con más chicos.
No le respondí.
Volví a besarle, igual de profundo que antes. Pegué mis labios a los suyos, inclinando la cabeza mientras llevaba mis manos a su cintura. Apreté esta con fuerza, obligándolo a pegar su cuerpo al mío. Tenía claro que estaba actuando sin pensar, pero no me importaba.
Si alguno nos avisaba que estábamos en los pasillos de la escuela, nos habría dado igual.
Eric envolvió los brazos alrededor de mí, correspondiendo el beso otra vez. Tuve la necesidad de sentir todo de su cuerpo, el cual había deseado desde hace tiempo.
Inconscientemente entre el ritmo, a la vez que ambas respiraciones volvían a ser pesadas y agitadas, nuestras caderas comenzaron a rozarse por el mismo movimiento del besuqueo.
Eric comenzaba a soltar algunos pequeños quejidos en mis labios por la fuerza que yo aplicaba en su cintura para que nuestras caderas no se separaran, pero no detenía el beso. Como ambos sabíamos los gustos del otro, tenía claro de sobra que aquel adoraba ese tipo de tratos.
Nos separamos un par de veces, solo para volver a buscar el aire que nos habíamos arrebatado.
Y ni siquiera luego de eso, sin saber cuánto tiempo había pasado, podíamos separarnos.
—Estamos... en medio del pasillo —comentó Eric luego del último beso, mirando hacia el costado.
No le contesté. Al ver que había dejado su cuello expuesto solo para ver si alguien estaba cerca, no tardé en aprovechar y bajar hacia aquel para depositarle algunos besos junto con mordiscos pequeños.
Estaba extasiado. No quería que acabara.
Mi respiración estaba tan pesada que creía haber corrido una maratón. Sentía el cuerpo hirviendo y ni hablar sobre el impulso horrible de querer tomar el cuerpo de Eric con mis manos con tal fuerza para lastimarle. ¿Era eso causa de mis hormonas o el haberme abstenido de hacerlo por tanto tiempo?
Quería seguir rozando nuestras entrepiernas. Se sentía tan bien.
—¿Eso te importa? —pregunté, llevando mis manos hacia detrás, tratando de agarrar sus nalgas todo lo que pudiera con fuerza.
Sentí cómo el cuerpo de Eric se tensaba para bien, enredando su mano en mi cabello para tirar de aquel.
Volví a morderle el cuello, mucho más fuerte que antes, alegrándome de escuchar un suspiro de excitación de su parte.
Sabía que ambos estábamos excitados a no más poder. Nuestros miembros duros, rozándose uno contra el otro a través del pantalón, hablaban por sí solos. Estábamos de suerte que nadie nos encontrara aún. ¿Pero en serio importaba?
Mi miembro rogaba por ser frotado contra su cuerpo. Cosa que trataba de hacer, moviendo mis caderas mientras forzaba a Eric desde atrás a que se mantuviera pegado y se moviera como sabía hacerlo. Ya hubo un pequeño momento en donde él levantó un poco su pierna, poniéndola sobre mi costado para tener mejor acceso a su entrepierna de ese modo.
Dios, estaba tan excitado.
Los pequeños suspiros y quejidos de excitación de aquel me estaban volviendo loco. No podía despegar mis labios de los suyos, besándole insaciablemente mientras tratábamos de satisfacernos solo con el roce de nuestros cuerpos.
¿Eso iba a ser suficiente? No.
Necesitaba tocar más, sentir mucho más.
—V...vamos al baño —rogué con la voz ronca por la excitación, deteniéndome unos segundos—, por favor.
Eric fijó su mirada en la mía, respirando agitado mientras apoyaba la cabeza sobra la pared.
Se veía tan bien. ¿Cómo alguien podía verse tan bien?
—¿No es mejor los vestuarios...? —consultó. Su pecho bajaba y subía—. Allí están nuestros casilleros.
Asentí, sin ni siquiera entender a qué se refería sobre los casilleros.
Un poco a regañadientes, me separé para quedarme algo inmóvil, sin saber mucho qué hacer. No había tenido calenturas tan fuertes y menos con alguien cercano como él, por lo que... ¿ahora que hacía? ¿Dónde estaba el vestuario?
Tragué saliva al notar que, sin querer, le había desordenado un poco la ropa y los cabellos por la brutalidad que había puesto encima de su cuerpo. Incluso podía ver la reciente mordida roja en su cuello.
Al notar que no me movía por estar embobado, Eric me tomó de la mano. Acto siguiente, me di cuenta que estaba siendo guiado hacia los vestuarios por él. La caminata se me había hecho muy incómoda por tener que llevar mi miembro rígido en un pantalón deportivo.
Como si del destino se tratara, los vestuarios también estaban vacíos. Nos adentramos fácilmente, cerrando la puerta con pestillo detrás de nosotros.
A Eric no parecía preocuparle mucho la situación en la que nos encontrábamos y eso me daba una tranquilidad increíble. Si a él no le importaba que fuéramos encontrados, ¿por qué a mí sí?
Aunque apenas podía pensar bien. Estaba siendo totalmente guiado por él, incluso cuando se sentó sobre la mesada del lavabo, a un costado libre de canillas. Le seguí para posicionarme frente a él, volviendo a ponerle las manos en la cintura. Esta vez, traté de ser más delicado mientras le miraba con una sonrisa embobada.
Abrió un poco sus piernas, invitándome con una mirada lasciva a que me acercara más.
Admito que, en ese momento, mi cuerpo tembló un poco.
—¿No vas a seguir? —preguntó.
Acerqué mi cuerpo un poco más, notando cómo nuestras entrepiernas volvían a estar pegadas. Esta vez, sin mucho problema. Es más, podíamos movernos libremente en esta posición.
Eric envolvió un poco sus piernas en mis caderas, aprisionándome. No me quejé, puesto que era algo que quería que pasara.
Sin poder responder, volví a acercarme con lentitud hacia sus labios, volviendo a besarle. Intensificamos el beso al instante a la vez que ambos nos atrevíamos a meter la mano dentro de la camiseta del otro. Tuve que quitarme la mía y dejarla a un lado para estar cómodo ante tal temperatura.
Le quité la suya junto con su suéter luego de un rato, clavando las uñas en su piel sin llegar a lastimarle. En cuanto su piel estuvo desnuda totalmente, me animé a llevar los besos hacia sus hombros. Adoraba que estuvieran repletos de pecas. Era tan bonito.
Entre el besuqueo, sentí cómo llevaba su mano a mi entrepierna, desabrochando mi pantalón. Copié su movimiento, llevando mis manos dentro dentro del suyo mientras trataba de bajarle un poco para tocar sus nalgas. Nuestros cuerpos seguían moviéndose un poco en sintonía, empujándonos mientras buscábamos la lengua del contrario primero con suavidad y después desesperándonos un poco.
No lograba pensar. No podía hacerlo.
Gemí en sus labios casi gruñendo al sentir su mano sobre mi miembro, masturbándome la punta. Aquello me hacía sentir de una manera indescriptible pese a que no era la primera vez que me tocaban de esa forma. Mis caderas se movieron inconscientemente, siguiendo la mano de Eric a medida que mi cabeza volvía a dar giros por la alta temperatura corporal.
No tardé en desabrocharle también el pantalón, bajando este y su ropa interior de un tirón con su ayuda. Volví a pegar nuestros cuerpos, ayudando a masturbarnos a ambos con una de mis manos sobre la suya, mientras llevaba mi mano libre nuevamente hacia su cintura y luego a sus piernas, rasguñando y marcando.
Tenía la necesidad irreparable de morderle y clavar mis manos en su cuerpo, para poder escuchar más gemidos y suspiros de sus labios. Estaba tan excitado. Estábamos tan excitados. No podía dejar de mover mis caderas a un ritmo más brusco y fuerte que el de él, que tenía los movimientos limitados.
Juraba que podía seguir con ello por toda la eternidad de lo bien que se sentía.
—G...Gwen —gimió en cuanto le mordí nuevamente con fuerza en los hombros, mientras nuestros miembros se rozaban—, ya hazlo. ¿Por qué no lo haces aún?
Me detuve unos segundos, mirándole cerca sin entender a qué se refería.
Por alguna razón, en vez de miedo e inseguridad, una sonrisa apareció en mi rostro al ver lo que señalaba con la cabeza. A un lado suyo, una caja de preservativos parecía a la espera de mi agarre. ¿En serio nosotros íbamos a...?
—¿Puedo? —pregunté con la respiración agitada, tomando apresurado la pequeña caja—. Es decir...
Eric me miró horrible por unos segundos. Suponía que era consecuencia de que la respuesta era obvia. Habíamos llegado a los vestuarios y nos habíamos encerrado para eso, ¿no?
Era mi primera vez con un chico, pero estaba seguro que no era tan distinto a una chica. Solo debía prepararle más y..., considerando lo bien que se veía Eric mirándome de manera provocativa —probablemente sin querer—, no podía esperar para hacerlo.
—¿Prefieres que me prepare yo? —preguntó, con la voz un poco ronca—. Si fueras otro ya te habría mandado al diablo, así que dime si sabes o no. ¿O necesitas incentivación...?
—P...puedo hacerlo —declaré.
Abrí la caja, quitando los tres preservativos que venían junto con el sobre de lubricante.
Eric, por su parte, se acomodó mejor en la mesada, apoyando ambos pies en esta mientras flexionaba las piernas para dejar ver... mejor.
Tragué saliva nuevamente. ¿Él tenía idea lo bien que se veía...?
Me lavé las manos y me las sequé a su lado. Acto seguido, me acerqué a él, poniendo el lubricante sobre mi dedo medio y el índice, esparciéndolo un poco para que fuera más fácil.
Tenía que admitir que estaba nervioso pero, las ganas de hacerle gemir y sudar, además de marcarle y moverme dentro suyo, ganaban por mucho más a mis nervios.
¿Cómo se sentiría su interior? ¿Apretado? ¿Cálido? ¿Húmedo, como el de las chicas...?
Antes de introducir el primer dedo en su interior, volví a besarlo para distraerle de alguna molestia que aquello pudiera causarle. Aunque también era un poquito porque me gustaba escucharlo gemir sobre mi boca.
El primer dedo fue más fácil de lo que había pensado. La posición que había optado Eric, apoyando la espalda sobre la pared encima de la mesada junto con las piernas flexionadas y abiertas, nos facilitaba el trabajo a ambos. Si es que podía llamar trabajo a algo que me estaba encantando hacer de a gratis.
Moví mi dedo en forma semicircular, presionando hacia la parte de arriba para buscar la próstata de aquel. Noté que pude encontrarla apenas sentí el cuerpo de Eric un poco tenso.
Suspiró pesadamente en mis labios, a la vez que llevaba su mano a mi miembro para seguir masturbándome con lentitud.
No pude evitar gemir por lo bajo ante la tentación de la situación. Me estaba auto-controlando demasiado. Si no explotaba, era porque sabía que todo rendiría sus frutos tarde o temprano.
Agregué el segundo dedo al poco tiempo, volviendo a tocar el mismo punto donde Eric parecía estremecerse un poco. Trabajo aburrido si no fuera por las expresiones que hacía aquel mientras le preparaba y a la vez le masturbaba con lentitud.
El tercer y último dedo fue lo que se me complicó un poco, puesto que no quería lastimarle.
Me dispuse a ponerme el preservativo en cuanto sentí que estaba preparado. Eric ya me miraba casi enojado, como si le estuviera torturándole solo con besos y algunos dedos. Aunque en mi defensa, tal vez sí debía admitir que me estaba gustando castigarle de ese modo.
Volvió a acomodarse mejor, mirándome aún para que ya lo hiciera. En otros momentos tal vez hasta me habría desmayado de la intensidad de sus iris.
Me posicioné entre sus piernas, apoyando mi miembro sobre su entrada. Por fin iba a hacerlo.
—¿Y...ya, entonces? —pregunté en broma, aún un poco agitado por los besos—. ¿La meto?
Eric gruñó, enojado.
—Gwendolyne.
Sonreí animado ante su regaño. Inclinándome para obligarle a que me envuelva el cuello con los brazos, metí la punta con la ayuda de una de mis manos.
Era... apretadísimo. Pero no de mala forma. No sentía dolor o que no podía moverme. Simplemente era...
Empujé un poco mis caderas, metiéndolo por completo con sumo cuidado mientras apretaba con fuerza sus muslos para sostenerle. Eric clavó las manos en mi espalda, soltando una especie de gemido.
Me detuve unos momentos, respirando agitado ante la sensación. Quería moverme. Ya quería hacerlo. Su interior me absorbía y a la vez me empujaba de una manera que no podía explicar.
Comencé a moverme de a poco, tomando a Eric de la cintura nuevamente. Intenté hacer movimientos suaves y semicirculares con la cadera, para llegar al punto que tanto le gustaba.
Mi respiración se volvía pesada otra vez y no podía quitar la mirada del rostro que mi mejor amigo hacía. Sus mejillas estaban rojas y ponía expresiones de placer sin llegar a gemir con mucho ruido. Su espalda se arqueaba un poco cada vez que rozaba su próstata.
Me moví más rápido, llevando una de mis manos a su miembro para masturbarle con velocidad. Mis pequeños gemidos ante el placer que estaba teniendo solo de moverme y mirar la consecuencia de eso ya podían escucharse en todo el vestuario.
Solo cuando comencé a moverme un poco más profundo escuché a Eric gemir, clavando las uñas en mi espalda con fuerza. Pese a que él no podía moverse tanto, intentó mover sus caderas advirtiéndome de que aumentara el ritmo.
Y lo hice.
Apliqué fuerza en el movimiento, tal que se convirtieron en embestidas. Usé su cintura, clavando las uñas con fuerza, para ayudarme a llegar a todo lo profundo que pudiera.
Mordí su cuello y hombros, intentando besarle luego para lograr acallarnos a ambos. Sin embargo, el movimiento y la respiración pesada era tal que terminé desistiendo. Seguí con las marcas.
Sentía un placer inmenso en todo mi cuerpo y los sonidos que Eric emitía no ayudaban a tranquilizarme. Podía sentir mis brazos y piernas ya tensos luego de varios minutos, los cuales apenas me importaban si de escuchar y de verle retorcerse de placer se trataba.
Mi espalda ardía por los rasguños ajenos. Y creía que no podía ponerse mejor, hasta que, en medio de los gemidos y la intensidad, Eric quitó una de sus manos de mi espalda para llevarla a mi cuello. Apretó con fuerza, quitándome el aire.
Le miré unos segundos, extasiado en el placer que ambos nos estábamos dando mutuamente. Me devolvió la mirada, besándome en los labios entre los gemidos. Sus ojos estaban poniéndose llorosos.
Lo mejor de hacerlo con alguien que ya conocía todo sobre ti, era que no había necesidad de decir lo que te gustaba.
La sensación de asfixia fue lo único que me faltaba para sentirme embelesado y absorto en el placer. Terminé por aumentar las embestidas, soltando su miembro para tirarle del cabello hacia atrás mientras sostenía su pierna. Sentí mis manos tensas ante la fuerza que estaba poniendo, pero estaba cerca. Tan solo...
—G...Gwen —gimió Eric, apretando con un poco más de fuerza mi cuello. Sentí su brazo y su cuerpo entero temblar—. Yo... ya...
No pude responderle. Aquella sensación de tirón placentero en mi vientre se expandió por todo mi cuerpo, haciéndome soltar el poco aire que me había quedado dentro de todo. Gemí alto como pude pese a la mano de Eric, dando las últimas estocadas para correrme finalmente.
Sentí cómo segundos después Eric me apretó dentro suyo, también corriéndose sobre su abdomen y pecho emitiendo un gemido final. Ni siquiera al terminar todo podía procesar lo que había sucedido.
Ambos nos quedamos respirando con pesadez luego de que aquel soltara mi cuello, sin poder movernos. Las piernas de Eric aún temblaban un poco por el reciente orgasmo, además de la rudeza con la que yo había manejado su cuerpo.
Apoyé mi cabeza sobre su hombro, descansando un poco antes de salir. Mis músculos dolían.
Sentí un pequeño golpe de Eric en mi hombro después de varios minutos de descanso.
—Idiota —me susurró, aún un poco agitado—, para la próxima... hazlo de esta manera desde el comienzo. Si te aguanté la espera es porque tienes buen cuerpo.
Suspiré. Al menos ahí estaba el Eric de siempre.
—Sí, sí —me quejé, separándome. Le besé en la mejilla, para luego salir de su interior y quitarme el condón—. Para la próx...
Me detuve. ¿Había dicho próxima?
Sentí mi cara arder. Entonces eso significaba que le había gustado. Bueno, técnicamente se había corrido a la par de mí y demostraba que le gustó. Lo había hecho bien.
Até el preservativo, envolviéndolo con papel higiénico para luego tirarlo al tacho de basura. Tampoco era como si quisiera que el personal de limpieza supiera lo que pasó en los vestuarios. Mejor disfrazar la escena, ¿no?
Eric se bajó de la mesada como si nada, limpiándose el abdomen y pecho con un papel. Se volvió a poner el pantalón y la ropa interior solo. Hice lo mismo con el mío, abrochándomelo para luego tomar su camiseta y suéter y ayudar a ponérselo.
—Está bien, no soy un niño, Gwen. Puedo solo —se quejó. Aún así, le acomodé la ropa y el cabello—. Cámbiate tú.
—Estoy bien... —le respondí. Tomé mi camiseta del suelo para volver a ponérmela—. ¿Deberíamos volver a clases?
Eric me miró curioso, para luego sonreír. Parecía tratar de no reírse.
—¿Acaso quieres hacerlo de nuevo? ¿Sí aguantas otra ronda?
Sentí mi cara arder.
—Eric.
—Ya, que era broma. Me hiciste doler todo el cuerpo —siguió, gruñendo—. Tengo tu mano marcada por todos lados. ¿Cuántas veces me mordiste, además?
Apreté los labios. Sí, definitivamente iba a morir con este chico. ¿Quién me mandaba a tener mi primera vez con mi mejor amigo brat?
—Solo dos o tres veces —contesté, abrazándole por la cintura con cuidado de no hacerle doler. Apoyé la cabeza en su hombro de nuevo, inclinándome sin querer separarme—. Perdón.
Eric rio.
—Pues hazlo más veces en la próxima —advirtió en broma—. Sí me gustó.
Sonreí. Por supuesto que mis sueños eróticos con él habían valido la pena. Ahora podía besarle en público el triple de veces que él me había besado a mí.
La campana del receso sonó. Debíamos volver al aula.
Espero que les haya gustado. Seguro publicaré más muy pronto ♥ Si tienen peticiones o ideas, pueden decírmelas. Estoy 100% abiertas a ellas >:)
Salu2, los tkm, horny team
bsitos en la nalga derecha, muack
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro