Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

XXVI

—Crystal... —murmuró Dylan al verla.

Ante la mención de su nombre ella retrocedió lentamente con los ojos vidriosos, pero llenos de ira, mientras tensaba la mandíbula, contemplándonos con una mezcla de repulsión y decepción.

El chico que me acompañaba en la habitación hizo un ademán para aproximarse, pero finalmente no lo logró, ya que la chica de ojos verdes salió corriendo por el pasillo.

Creo que era la primera vez que veía a Crystal tan vulnerable.

—Realmente eres un imbécil —opinó Victoria con una sonrisa torcida mientras ladeaba la cabeza, alternando la vista entre el pasillo por el que Crystal había huido y Dylan, quien estaba parado como una estatua con expresión perdida.

—Ve tras ella, Dylan —dije para hacerlo reaccionar.

—Otra relación que tiras por la borda por causa de esta perra —comentó la rubia desde la puerta.

—No soy violenta, pero ahora mismo tengo ganas de romperte esa cara de niña mimada —gruñí, aproximándome a ella a una velocidad pasmosa. Pronuncié cada palabra a centímetros de su rostro de forma amenazante. La sangre me ebullía en estos momentos.

—No era yo la que estaba follándose al novio de su mejor amiga —replicó ella de forma serena, lo cual me hizo apretar los puños.

—¿Cuándo lo superarás? ¿Tenías que vengarte usando a Crystal? —mascullé.

—¿En serio vas a culparme? —preguntó con tono escéptico—. Tal vez mi intención era joderte, pero le hice un bien a esa chica al mostrarle la basura que eres.

Ante sus palabras mi mandíbula se tensó.

—No perderé más tiempo contigo. Iré tras Crystal. Dylan, ¿vienes? —emití sin apartar la mirada de la rubia.

—¿Qué? Ah... sí... —balbuceó, totalmente ido.

—Cuando la veamos —me dirigí a Dylan— vas a disculparte con ella y van a volver.

—¿Qué? —chilló, escéptico.

—Lo que escuchaste. Pídele perdón, dile que la amas, que no puedes vivir sin ella, que esto fue un error estúpido que no volverá a pasar.

—Marina... yo no...

—No me interesa lo que vas a decir, Dylan —lo interrumpí—. No sé de qué forma lo harás, pero vas a conseguir que te perdone —dictaminé, severa.

—Si Crystal los perdona, es porque es una idiota —opinó Victoria.

—Apártate de mi camino —ordené entre dientes, dándole un empujón para que se hiciera a un lado y luego salí de la habitación dando firmes zancadas mientras percibía que alguien me seguía. Supuse que era Dylan.

Bajé las escaleras rápidamente con la esperanza de que Crystal no se hubiese largado. El primer piso estaba abarrotado de gente, pero en medio de la multitud que bailaba logré hallar a Elle y a Ian, moviéndose muy acaramelados.

En otras circunstancias evitaría hablarles porque probablemente interrumpiría, pero en estos momentos todo pasaba a segundo plano para mí.

—Chicos, ¿han visto a Crystal? —pregunté al llegar a su lado.

—Hace un momento la vi salir. Estaba un poco agitada. Fui tras ella, pero cuando la alcancé me dijo que quería estar sola. ¿Sucedió algo? —dijo Elle con expresión preocupada.

—Entonces, ¿está afuera? —indagué, ignorando su pregunta.

—No lo sé. Probablemente —respondió, insegura.

—Vamos, Dylan —me dirigí a él al ver que se posicionaba a mi lado.

Nos dirigimos rápidamente a la salida. Realmente esperaba que no se hubiera ido. Elle e Ian nos siguieron, pues terminaron preocupándose debido a mi actitud.

Al salir, la vi sentada en las escaleras del porche.

—Crystal —la llamé y ella, al girar y verme, se puso en pie y avanzó dando firmes zancadas.

Corrí para alcanzarla y extendí mi brazo para colocar mi mano en su hombro, provocando que se detuviera.

—¡No me pongas una mano encima! —chilló, dándome un fuerte manotazo que me sorprendió ligeramente. Su enojo era más que evidente. Sus ojos verdes denotaban haber expulsado su llanto, pero a la vez evidenciaban su más profundo repudio.

—Deja de huir, por favor. Eso que viste... —murmuré.

—Como me digas que "no fue lo que estoy pensando" no sé de qué soy capaz, Marina —me interrumpió con tono sarcástico, pero iracundo.

—Claro que no te diré eso —me apresuré a decir—. Yo solo... quería pedirte perdón... —murmuré, apenada—. Tú... no debiste haber visto eso...

—¿Ahora resulta que el problema fue que yo los vi? —preguntó, escéptica—. Claro, si yo estuviese por la fiesta vagando como una imbécil mientras te follabas a este —miró de arriba abajo a Dylan, quien se encontraba a mi lado—, todo estaría genial porque no me habría enterado —emitió, exaltada.

Su bullicio provocó que los adolescentes que estaban en el jardín, que no eran pocos, comenzaran a rodearnos, algunos incluso sacaron sus teléfonos para grabar la discusión. Definitivamente la gente necesita buscarse una vida.

—No digas eso —pedí en un murmullo con expresión arrepentida.

—Es la verdad, Marina —aseguró, severa—. Y de nada servirá que montes tu show de falso arrepentimiento porque no pienso creerte.

—Al fin alguien con cerebro —escuché decir a Victoria.

—¡Tú, cállate! —le grité al girarme—. ¡Si no te hubieses entrometido como la chismosa que eres, nada de esto estaría pasando!

—¿En serio la vas a culpar? —preguntó la chica de ojos verdes, incrédula, haciendo que me girara para prestarle atención—. Aquí el punto no es que Victoria me haya llevado hasta donde ustedes estaban —comenzó a aproximarse con pasos lentos—, el punto es que estabas a punto de follarte al novio de tu mejor amiga —hizo comillas con los dedos en la frase "tu mejor amiga"—. Digo, si es que no te lo has follado ya —se corrigió, alternando la vista entre Dylan y yo—. Por la expresión culpable de este ya lo hicieron —concluyó.

—Crystal... —emití con la mirada en el suelo—, aquí lo realmente importante es que Dylan te quiere a ti, ¿no es cierto? —me giré, buscando su apoyo, pero él solo evadió mi mirada.

Luego escuché resonar en el aire una enorme carcajada, la cual tenía un toque de incredulidad.

Era Crystal.

—Eso es una vil mentira. Sé que este idiota está enamorado de ti. Siempre lo ha estado, ¿no es así, Dylan?

El chico de ojos azules bajó la mirada.

Pensé que se quedaría en silencio, pero de pronto respondió:

—Sí... Siempre fue la única para mí... —admitió aún con la mirada en el suelo.

Mierda, Dylan.

—Da igual lo que digas tú, Marina. No regresaré con él y mucho menos te perdonaré —dijo a centímetros de mi rostro.

—Crystal, por favor... —pedí con voz lastimera—. Yo lo siento de verdad. Fue un impulso estúpido. Fui una inconsciente, no pensé en las consecuencias, pero te juro que estoy realmente arrepentida.

—Mentirosa —gruñó con mirada iracunda.

Ok, era evidente que me tendría que humillar para ablandarla, así que mis ojos como buenos aliados comenzaron a fabricar lágrimas de un segundo a otro y por mis mejillas corrieron las pruebas de mi supuesto arrepentimiento.

—Por favor, perdóname...

—Tus lágrimas no me van a convencer. Sé que son más falsas que tú.

—Crystal... —pronuncié, "ofendida".

—Te conozco demasiado bien, Marina. Más de lo que quisiera... Puedes manipular a todos menos a mí —aseguró—. Sé que tu arrepentimiendo es mentira, que no te importó que Dylan estuviera conmigo. Seguramente ni pensaste en mí cuando estabas a punto de follártelo.

—No sabes cuánto me duele que pienses eso de mí —sollocé.

—¡Deja de fingir! ¡Me irrita que quieras tomarme por idiota! No soy como el resto, Marina. Yo sé cuán baja puedes llegar a ser, siempre lo he sabido. Por una vez en tu vida deja de mentir porque no te va a funcionar. Sé que no te importo —masculló.

—Bien —cedí, secándome el rostro delicadamente con cierto toque teatral—. Tienes razón. Fingir contigo no tiene caso. Como tú misma dijiste me conoces demasiado bien.

Ella asintió levemente, ceñuda.

—Hasta que dejas caer tu máscara...

Yo arqueé una ceja ante su comentario.

—No tiene sentido llorar por algo que en realidad no me importa —repliqué y ella tensó la mandíbula—. Pues sí, Crystal. Tienes razón. No me importas —admití relajadamente—. Cuando estaba en ese cuarto a punto de follarme a Dylan, a quien ya me había follado, por cierto, no me importó que estuviera contigo. Incluso recordé eso por un segundo, pero aun así continué porque me da igual.

—Eso, deja salir tu veneno —emitió ella, haciendo un intento de sonreír, pero yo también la conozco. Sé que solo está intentando hacerse la fuerte.

—No creas que lo digo para herirte, Crystal. Aunque no lo creas, esa nunca fue mi intención. ¿Sabes por qué? Porque si estás feliz o triste... simplemente no me interesa.

—Siempre supe que no valías nada, pero me negaba a creerlo. Una parte de mí se aferraba a pensar que nos querías, de una forma extraña, pero que nos querías. Estaba tan equivocada... Siempre has sido una egoísta sin escrúpulos y no cambiarás por nada ni nadie. No importa cuánto intentemos salvarte, te niegas a ser salvada.

—¿Terminaste? —emití, ladeando la cabeza mientras arqueaba una ceja—. Siempre supe que eras una envidiosa, pero por dramática nunca te tomé.

—Yo nunca te envidié —dijo entre dientes.

—¿Ah, no? —emití con una sonrisa torcida—. Pensé que estábamos sincerándonos, Crystal. Ya admití que no me importó follarme a tu chico, ahora admite que siempre me envidiaste.

—Eso no es cierto...

—Siempre fui mejor que tú. Todos me prefirieron siempre antes que a ti por mucho que te esforzaste en ser perfecta. Todos siempre pensaron que eras una amargada.

Ante cada palabra que salía de mi boca sus ojos se iban llenando de lágrimas y su mandíbula se tensaba más y más. Parecía que iba a quebrar sus dientes. También me percaté de que había tensado sus puños. La ira no cabía en ella.

—Por eso yo era la favorita de todos. Yo atraía y tú espantabas. De nada sirvió tu esfuerzo porque yo sin mover un dedo siquiera fui capaz de alcanzar todo lo que tú deseaste.

—Cierra la boca... —gruñó mientras una lágrima rebelde se desplazaba por su mejilla.

—Que no lo diga no hará que deje de ser verdad. Todos me han preferido siempre. Dylan fue al que me follé, pero todos tus novios siempre me coquetearon. Hasta los chicos que decían quererte preferían follarme a mí —confesé con una sonrisa, la cual se desvaneció al sentir en mi dolida mejilla el fuerte impacto de la mano de Crystal, quien hizo girar mi rostro con una sonora bofetada.

Mi mano viajó rápidamente a mi mejilla derecha, la cual había recibido el golpe, y lentamente volví a mirarla. Mi sonrisa no tardó en regresar. Crystal estaba iracunda. Su habitual sangre fría no le estaba funcionando en este momento.

—¿Duele oír la verdad? —pregunté con una sonrisa torcida—. En realidad, incluso tus padres me han dicho que les hubiese encantado tener una hija como yo.

—¡¡¡Cállate, maldita zorra!!! —bramó después de abofetearme nuevamente, pero esta vez en la otra mejilla. Realmente su furia saltaba a la vista en cada gesto, pero sobre todo en sus bofetadas, las cuales dejaron mi rostro ardiendo—. ¡¡A mis padres no los metas en tus asquerosas mentiras!! —dictaminó.

—No son mentiras, Crystal —repliqué, sonriente, mientras apartaba de mi rostro un mechón de cabello desordenado debido al fuerte impacto de su mano—. De nada te sirve intentar ser la hija responsable que se esfuerza por triunfar siempre. Por mucho que lo intentes todos piensan que eres una odiosa amargada. Incluso tus padres te cambiarían...

Ante mis más recientes y crudas palabras la respiración enfurecida de la chica de ojos verdes se tornó aun más inestable.

—Crystal, no... —sollozó Elle al ver que la susodicha iba a abalanzarse sobre mí mientras se colocaba entre ambas.

—¿Vas a defenderla, Elle? —preguntó la pelinegra con tono escéptico, pero a la vez dolido.

—No me gusta que discutan. Somos amigas —argumentó Elle con voz lastimera ante lo cual Crystal se echó a reír exageradamente.

—¿Amigas? —repitió, incrédula—. Elle, ¿en serio eres tan ingenua como para pensar que esta nos ve como sus amigas? 

Elle fijó la mirada en el suelo, titubeando por un segundo.

—Ahora están enojadas. Tienen la cabeza caliente. Estoy segura de que Marina en realidad no piensa eso —opinó Elle, intentando sonar convencida.

—¡Elle, reacciona! —gritó Crystal, zarandeándola—. ¡A Marina no le importamos! ¡Date cuenta de una puta vez!

—Crystal, no digas eso, por favor —sollozó Elle—. Tú sí nos quieres, ¿verdad, Marina? —se dirigió a mí con ojos vidriosos.

—Claro que te quiero, Elle. Eres mi amiga —respondí.

—No puedo creer lo que escucho —soltó Crystal, torciendo los ojos—. Supongo que es mi culpa por hacer que la perdonaras...

—No, Crystal. Hiciste bien. Somos amigas. Las amigas deben estar unidas. Hagan las pases, por favor —nos pidió, alternando la mirada entre ambas.

—¡Elle, ya basta! —gritó Crystal, zarandeándola nuevamente mientras Elle dejaba caer sus lágrimas, mordiendo su labio inferior en un intento por contenerse—. ¡Deja de pensar que el mundo es color de rosa y que con un simple "lo siento" todo se arregla! ¡No seas tan ingenua! ¡Las palabras de cariño de Marina son vacías! ¡Ella es una persona vacía! ¡No quiere a nadie! ¡No me quiere a mí y tampoco a ti!

—No la escuches, Elle —intervine antes de que lograra convencerla. Elle siempre se dejó llevar por la opinión de Crystal. La veía como un ser omnisciente—. Crystal está mintiendo. No la escuches.

Elle alternaba la mirada entre ambas. Ella era muy insegura, motivo por el cual no sabía en quién confiar.

—No te atrevas a ponerla en mi contra, Marina —masculló la chica de ojos verdes.

—¿Acaso tienes miedo de que incluso Elle me prefiera antes que a ti? —repliqué con suficiencia.

—Ella no haría eso. Nunca podría preferir a una traidora egoísta como tú. Yo seré una amargada, pero al menos no me follé al chico que le gustaba.

—¿Qué? —emitió Elle con ojos desorbitados.

—Lo que escuchaste, Elle —articuló la pelinegra con su mirada fija en la mía mientras yo tensaba la mandíbula—. Marina se folló a ese chico que tanto te gustaba, Shawn...

—No puede ser... Ella no haría eso... —balbuceó Elle con la mirada en el suelo—. Eso no es cierto, ¿verdad, Marina?

Ante su triste mirada no me atreví a mentirle.

—Prometiste que nunca se lo dirías —gruñí, enfocando mi rabia incipiente en Crystal.

—¿En serio piensas que te mereces mi palabra? —preguntó escépticamente—. Ese es tu problema, Marina, que te crees merecedora de todo, pero no mueves un dedo para ganarte nada —opinó, mascullando.

—Nunca te agradé realmente, ¿verdad, Crystal? —concluí.

—A decir verdad... lo peor es que en algún punto sí quise ser tu amiga y tener tu cariño, pero tú me lo hiciste imposible. Solo logré odiarte... Te odio, Marina... Siempre te he odiado —gruñó a centímetros de mi rostro.

—Deberías buscarte una vida, en serio —opiné, sonriendo burlonamente—. Ese odio enfermizo acabará restándole oxígeno a tu cerebro.

—No te preocupes por mí —dijo, retrocediendo—. Lo único que quiero es que te esfumes de mi vida y de la de Elle.

—Relájate, no estoy donde no me quieren.

—Más te vale...

—¿Eso fue una amenaza? —pregunté, arqueando una ceja mientras ladeaba la cabeza.

—No pienso ensuciarme las manos contigo. Si sigues así, te vas a quedar sola... y el día que alguien decida ensuciarse las manos contigo... a nadie le importará ayudarte...

Dicho eso, rodeó a Elle (la cual seguía sollozando y sin poder creer lo que había escuchado) y se adentraron en la casa, desapareciendo entre la multitud.

Yo simplemente me quedé allí de pie, procesando las últimas palabras de Crystal. Parecían un augurio...

—¡Bueno, ya no hay nada que ver! ¡Se pueden largar! —escuché vociferar a alguien—. ¿Estás bien? —me preguntó con delicadeza.

Era Dylan.

—Sí... —murmuré—. Estoy bien —afirmé con mayor fuerza—. Solo quiero irme a casa.

—Yo puedo llevarte —se ofreció.

—No, tú no. Ya tuve suficientes problemas por tu causa —escupí y luego hice una seña a Ian, el cual estaba con Tyler cerca del porche.

—¡¿Qué?! —exclamó, interponiéndose en mi camino para evitar que continuara avanzando—. ¿Insinúas que todo esto es mi culpa? —emitió, escéptico.

—Dylan, no quiero buscar culpables. Solo quiero largarme y no ver más tu cara —dije descortésmente. Su expresión se tornó dolida ante mis palabras.

—Es increíble como caigo en tus mentiras una y otra vez.

—Es tu culpa por no aprender de tus errores —repliqué.

—Es que para mí tú no eres un error. ¿Cuándo rayos lo vas a entender? —preguntó, ligeramente exaltado mientras me zarandeaba por los hombros—. ¡Abandoné a Crystal por ti, pasé todo esto por ti!

—¡Ya basta, Dylan! —grité, liberándome de un manotazo—. ¡Lo que hayas hecho, lo hiciste porque quisiste, yo nunca te pedí nada!

—¿Está todo bien, chicos? —nos interrumpió Ian con tono preocupado.

—Perfectamente. Llévame a casa, por favor —le pedí.

—Yo... pensé que... —balbuceó Dylan lastimeramente.

—Deja de pensar tanto, Dylan. En el fondo sabes que te usé como uso a todos los hombres. Tú no eres especial. Lo que hice contigo lo puedo hacer con cualquiera.

—Me niego a creer eso... —dijo con un hilo de voz.

Si no quiere creerlo, tendré que demostrárselo.

En un impulso agarré el rostro de Ian y, colocándome de puntillas para alcanzarlo, estampé mis labios contra los suyos. Inmediatamente capté que se había tensado por mi acción, ya que permaneció inmóvil.

Al separar nuestros labios, observé su expresión ligeramente sorprendida y luego divisé a Dylan, el cual tenía una lágrima solitaria surcando su rostro.

—¿Lo ves? Eres uno más. Deja de perseguirme. Luces patético.

Dicho eso, di media vuelta y caminé hasta el auto de Ian. Ambos subimos al auto y nos marchamos.

Inicialmente sentí que el ambiente estaba pesado e incómodo. Observé por el rabillo del ojo a Ian, pero lucía relajado, como si nada hubiera pasado.

—Ian... yo... lo siento... —murmuré.

—Tranquila, fue solo un beso. A decir verdad me dejó sorprendido, pero fue solo un beso.

Sus palabras me dejaron aliviada. Él es muy moralista, así que pensé que se enojaría por el hecho de que lo usé para herir a Dylan.

—Aunque creo que no fue la mejor forma de enfrentar la situación. Dylan es un buen chico, no merecía eso —añadió—. Él está muy enamorado de ti, deberías darle una oportunidad.

—Ian, eres mi mejor amigo, pero no me des consejos amorosos. Sabes de sobra que no estoy interesada en toda esa mierda.

—Bien, no hablaré más de Dylan. ¿Qué tal si hablamos de Crystal y Elle?

Oh, oh.

—Ian, sermones no, por favor —dije con tono suplicante. Era tarde y lo último que necesitaba eran regaños.

—Quiero dejar claro que no estoy de acuerdo con nada de lo que hiciste. Ellas no merecen esto. Son tus amigas y te quieren. No puedes ser tan egoísta ni pasar por encima de los demás para lograr tus objetivos, mucho menos si tienes que lastimar a las personas que te aman.

—Está bien, está bien. Tú tienes razón —dije para que se callara—. Me disculparé, ¿contento?

—Lo estás diciendo solo para que me calle —replicó.

—No, no, es en serio —mentí—. Es más, tú podrías ayudarme. Elle te adora y Crystal te escucha bastante.

—Quiero que ustedes sean amigas otra vez... De acuerdo, te ayudaré.

Sonreí, satisfecha y luego permanecimos en silencio.

En el trayecto estuve mirando mi móvil debido al aburrimiento, pero mi ocio me llevó a lo que más quería olvidar: las amenazas que estaba recibiendo.

Hasta ahora no había logrado descifrar casi ninguna. Necesitaba ayuda...

Ian permanecía indiferente a mis preocupaciones, absorto en la carretera.

—Ian... —llamé su atención.

—¿Sí?

Debía hallar ayuda. Debía decirle, pero por alguna razón de mis labios solo salió:

—Nada...

***

Mi noche fue pésima. Entre la discusión que tuve con las chicas, los regaños de Ian y la preocupación que habitualmente me acompañaba no logré dormir en toda la noche.

Era muy temprano cuando decidí ir a tomar un vaso de agua.

Al entrar en la cocina, me encontré a nuestra huésped.

—¿Tú tampoco podías dormir?

—Marina... hola.

—Tú y tus padres se van hoy, ¿verdad?

—Sí, nuestro vuelo sale en unas horas. Dentro de poco iremos al aeropuerto. Ellos aún están descansando.

—Tú deberías descansar también.

—Desde aquel día no he podido dormir bien. He tenido pesadillas horribles... —dijo con un hilo de voz y luego se rompió a llorar.

—Tranquila, Alix —la alenté mientras rodeaba su cuerpo tembloroso en un reconfortante abrazo y acariciaba su cabello.

Ella se separó ligeramente de mí y me contempló de una forma extraña para luego aproximarse depositando sus labios sobre los míos.

Esto es nuevo...

Sus movimientos eran delicados y tímidos al igual que su personalidad. Yo, por mi parte, opté por ir a su ritmo, ya que no quería espantarla, aunque ella fue la que tomó la iniciativa.

Una de mis manos se desplazó lentamente hasta llegar al borde de su blusa y comenzó a ascender por debajo de ella, acariciando su piel hasta alcanzar y palpar sus generosos y suaves pechos.

—Marina... —murmuró y a la velocidad de la luz me detuve, retrocediendo unos pocos pasos—. No... no lo dije para que te alejaras...

—Aún estás vulnerable. No voy a aprovecharme de tu sensibilidad... ni de tu inexperiencia...

Ella se limitó a observarme.

—Alix... sé que sigues dolida y que amabas mucho a Edwin, pero fue mejor que no te casaras con él. Aún eres joven. Debes explorar y conocerte, no entregarte sin dudarlo a la primera persona que te preste atención.

—Yo... tengo miedo... de... esto... —confesó, avergonzada, mientras miraba el suelo.

—¿"Esto"? Tus deseos no son algo de lo que debas avergonzarte. Vívelos. Lo que la sociedad diga no es importante. Es tu vida y tu cuerpo. Puedes entregárselo a quien desees...

—¿Eso quiere decir... que soy... lesbiana?

—No. Simplemente eres Alix, una chica que siente y desea.

—Gracias, Marina... —murmuró—. Recordaré tus palabras. Tus amigas tienen suerte de tenerte.

Muchas personas estarían en desacuerdo con eso, mi querida Alix...

***

Ian me había propuesto llevarme a un lugar para relajarme.

Íbamos en el auto, pero aún no había querido decirme a dónde nos dirigíamos, así que opté por no volver a insistir.

—Alix y sus padres se marcharon hoy —comenté para no ir en silencio.

—Supongo que ella sigue devastada. Seguro amaba mucho a Edwin.

—Pues sí —me limité a decir.

—La forma en que se miraban es propia de las personas que están realmente enamoradas —opinó.

—¿Lo dices por experiencia propia? —indagué, arqueando una ceja.

—Tal vez...

Ante su respuesta recordé el juego de anoche. Todos se habían enamorado, excepto yo. Ian y yo no solemos hablar de esos temas, pero me pregunto quién fue o es la afortunada, aunque tengo una teoría. Elle e Ian siempre fueron muy unidos, pero este verano lo estaban más que nunca... Nunca me he detenido a pensar cómo se miran las personas enamoradas, pero tal vez sea como ellos lo hacen.

Cuando estaba a punto de preguntarle él emitió:

—Llegamos.

Al bajarme del auto y observar los alrededores, le pregunté, ceñuda:

—¿Estuviste tan misterioso solo para traerme al bosque que hemos visitado desde niños?

—Aún no has visto lo mejor —comentó, dirigiéndose al maletero para luego sacar una escopeta.

Ok, eso sí era nuevo.

—¿A quién le vamos a disparar? —bromeé, aproximándome al maletero también. Dentro había otra escopeta y algunas municiones.

—A nadie —respondió, divertido.

—No sabía que te gustaba cazar —emití mientras caminábamos adentrándonos en el bosque, escuchando las hojas crujir a nuestro paso.

—Mi abuelo me enseñó el verano pasado. Dijo que disparar lo relajaba y la verdad es que tiene razón, así que pensé que tal vez podría ayudarte.

—Tal vez, pero tendrás que enseñarme.

—Para eso estamos aquí —dijo cuando llegamos a un terreno despejado donde habían blancos para disparar, o bueno, en realidad eran botellas de vidrio, pero servirían.

—¿Sueles venir aquí? —indagué, curiosa.

—Solía venir con mi abuelo, pero últimamente él... ha estado ocupado... —emitió, depositando la mirada en el suelo. Sabía que se refería a los asesinatos que el sheriff llevaba investigando todo el verano. No me gustaba preguntarle sobre el tema porque sabía que estaba agobiado por el peso que caía sobre su abuelo.

—¿Empezamos o qué? —dije para romper la pesada atmósfera.

Al escuchar mi comentario, se posicionó hábilmente, apuntó y dijo:

—Mira y aprende.

—Creído —lo regañé, cruzándome de brazos y él simplemente sonrió.

Se tomó su tiempo apuntando y cuando finalmente disparó se escuchó un gran estruendo que provocó que las aves salieran volando con su sonoro aleteo. Al dirigir la mirada hacia el blanco, me percaté de que no se le daba nada mal: le había dado.

—Supera eso, Brewster —me retó.

—Lo haré —afirmé, arrebatándole el arma, ante lo cual él arqueó una ceja, evaluándome—. Cuando me enseñes, obviamente —añadí, provocando que sonriera.

Ian se acercó a mí y me enseñó a tomar el arma mientras me iba dando las indicaciones pertinentes. Juntos apuntamos y su dedo, presionando el mío, apretó el gatillo y luego resonó en el aire el estruendo del disparo.

Estuvimos entrenando hasta que las municiones se estaban acabando, motivo por el cual Ian se ofreció a buscar más en el auto. Yo me quedé practicando para aprovechar las que quedaban.

Después de unos pocos disparos se terminaron, pero Ian aún no llegaba. No podría afirmar si me emocioné con esto de disparar o simplemente él se estaba tardando demasiado.

El bosque estaba muy silencioso, demasiado... Hasta se parecía a ese característico silencio que he sentido antes en el río... Acompañando al silencio no tardó en llegar esa sensación de que alguien me observaba.

Ian se estaba tardando demasiado... Eso no me consolaba en absoluto. Además... estaba ese tema...

Estaba sola... en medio del bosque...

Si algo me pasaba...

De repente todos mis pensamientos fueron interrumpidos cuando sentí que me apuntaban en la nuca.

Inmediatamente mis ojos se llenaron de lágrimas que por alguna razón no caían. Una opresión invadió mi pecho mientras se formaba ese maldito nudo en mi garganta. Lentamente alcé las manos para demostrar que era inofensiva, aunque realmente lo era porque había dejado el arma junto a un árbol cuando las municiones se terminaron. Mi cuerpo comenzó a temblar y mi labio inferior también, pero lo mordí con fuerza mientras apretaba mis ojos, provocando que las lágrimas finalmente cayeran.

No quería morir aquí.

Dicen que en el momento de nuestra muerte vemos la vida pasar ante nuestros ojos, pero yo simplemente pensaba en que no quería morir. Nada más venía a mi mente.

—Por favor... —murmuré.

Al salir esas palabras de mi boca, observé por el rabillo del ojo cómo lentamente se asomaba el arma por encima de mi hombro mientras yo sentía que el oxígeno no llegaba a mis pulmones. Al segundo siguiente se escuchó el fuerte estruendo del disparo, el cual impactó directamente contra la última botella.

—Yo gano —escuché decir a una familiar voz.

—¿Ian? —murmuré después de girarme lentamente. Al ver su rostro, sentí alivio, pero también una incipiente ira—. Eres... ¡eres un idiota! —escupí, dándole un fuerte empujón que lo dejó notablemente sorprendido—. ¡¿Cómo me vas a asustar así?! Pensé... pensé que... —mi voz se apagó, impidiéndome terminar la frase.

—Disculpa, era una broma —explicó, aproximándose para consolarme—. Marina, lo siento. ¿Estás bien? —preguntó, colocando su mano en mi hombro con expresión preocupada.

No sé en qué momento ocurrió, pero por mi rostro corrían las lágrimas.

—Lo siento, en serio —aseguró, abrazándome—. Nunca te vi así. Lo siento. Con todo lo que ha pasado fue tonto que hiciera eso. Perdóname.

—Ian, yo... tengo que contarte algo —sollocé, separándome un poco de él.

—¿Qué pasa? —emitió, preocupado.

—Yo... he recibido notas durante todo el verano.

—¿Notas? —repitió.

—Amenazas —aclaré, tragando grueso— O advertencias, no lo sé. Solo sé que está relacionado con... todo esto...

En tan solo un segundo su expresión se transformó. No era necesario explicar quién era el remitente.

—Tienes que contarle a la policía —fue lo que dijo.

—No puedo hacer eso —repliqué, secando mis lágrimas.

—¿Qué? ¿Por qué no?

—Si abro la boca, tendré que regresar a Londres con la odiosa controladora de mi madre.

—Marina... —colocó sus manos en mis hombros—, esas notas podrían ser la pista que la policía necesita para resolver todo esto de una vez.

—Antes de irme se las mostraré.

—¡Podría ser muy tarde para entonces! —emitió, exaltado y luego se pasó la mano por el cabello—. Podrían matar a más personas o incluso podrías morir tú.

—Es un riesgo que tomaré —dije sin más.

—¡¿Te estás escuchando?! —gritó, exasperado—. ¡Esto no tiene nada que ver con el hecho de que hagas lo que te dé la gana, ni con el hecho de que no soportes que tu madre te limite! ¡Esto no se trata de ti, maldita sea! ¡Se trata de que hay gente siendo asesinada! ¡Se trata de que tal vez tú podrías haber evitado que muchos murieran si hubieras hablado antes!

Creo que jamás había visto a Ian tan enojado, pero me mantuve impasible y sin emitir palabra alguna.

Luego de expulsar su rabia, respiró profundamente y dijo:

—Vas a contarle a la policía y vas a regresar a Londres. Es lo más seguro para ti. Tal vez tú seas la próxima víctima.

—Tú no tienes derecho a decirme qué hacer —repliqué, altiva.

—Estás siendo egoísta, necia y obstinada —opinó.

—Nunca te di el derecho a opinar sobre mi vida —rebatí.

—Tu vida no me interesa cuando se trata de chicos, pero sí cuando tu silencio implica que podrían seguir muriendo más inocentes. ¿Es eso lo que quieres? ¿En serio eres tan egoísta como para que ni siquiera te importe la vida de los demás?

—Ya te dije. No hablaré con la policía —dejé en claro.

—Si no les cuentas tú, lo haré yo.

—Si haces eso, lo negaré —dije mientras daba media vuelta y me alejaba dando grandes zancadas.

—¡Marina! —me llamó—. El auto no está en esa dirección, ¿a dónde vas?

—¡A donde nadie me dé órdenes!

—¡No seas necia! —exclamó mientras me perseguía y yo avanzaba rápidamente.

En medio de mi huida sentí una pequeña gota mojar la punta de mi nariz, lo cual me hizo detenerme.

Qué raro. Pensé que hoy no llovería.

En un acto natural y casi reflejo llevé mi mano a mi nariz para secarme, pero cuando vi mis dedos estaban rojos.

Sangre...

Lentamente alcé la mirada buscando las copas de los árboles con la esperanza de que mi terrible presentimiento no fuera verdad, pero... sí lo era...

Ante aquella imagen mi boca se abrió por la sorpresa, mi pecho se oprimió y mi piel se erizó.

El cadáver estaba colgado en una rama, una enorme T de sangre abarcaba su torso y abdomen y sus pies estaban llenos de cortadas. La sangre escurría por su cuerpo y goteaba el suelo.

La vista me había dejado paralizada. Solo me pudo regresar a la realidad la voz de Ian al decir:

—Al fin te alcancé.

Pero, al ver mi estado, su azul mirada fue en busca de lo que llenaba mis pupilas, lo cual no fue para nada agradable, pues ante la imagen sus piernas se doblaron, acompañadas de una expresión espantada y a la vez sorprendida. Su cuerpo lánguido y débil junto al ruido de sus rodillas impactando contra el suelo precedieron a una dolorosa palabra que salió desde lo más profundo de su garganta:

—Tyler...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro