XXV
Últimamente no había logrado dormir de forma adecuada, pues mi cerebro no paraba de pensar en el asunto de las amenazas.
Pasé de ignorarlo deliberadamente a no poder pensar en otra cosa.
Contrastando con el hecho de que mi cabeza estaba revuelta por las notas de un asesino, con que mi familia estaba destrozada por la muerte de mi primo y con el luto en general que cargaba este pueblo desde el inicio del verano, yo me encontraba frente al espejo de mi habitación arreglándome para la fiesta de cumpleaños de Victoria Ryder, la cual tendría lugar en pocas horas.
Estaba recién salida del baño y, como costumbre mía, estaba desnuda mientras secaba mi cabello observando mi reflejo cuando de repente desvié la atención de mí para enfocar en el espejo a alguien que observaba mi cuerpo con ojos desorbitados totalmente estático desde la puerta mientras sujetaba la manija.
—¡Ian! —chillé, cubriéndome con la toalla que estaba sobre mi cama—. ¿Qué mierda haces ahí?
—Perdón, perdón, perdón —emitió, curbiendo sus ojos con ambas manos como si fuera un niño pequeño que había visto algo indebido mientras se volteaba para darme la espalda—. Es que tu abuela me dijo que ya estabas lista —se excusó.
—Pues no lo estoy, como ya viste —repliqué, ceñuda.
—Lo siento. Esperaré abajo —dijo, apenado.
—No te preocupes —lo detuve, envolviendo mi cuerpo con la toalla—. Ya puedes voltear.
Él hizo lo que le dije lentamente.
—También puedes abrir los ojos —aclaré, divertida ante su actitud. Parecía un niño pequeño.
—¿Estás segura de que no prefieres que te espere abajo? —cuestionó.
—Tranquilo, Ian. No serás el primero ni el último que me vea desnuda —respondí con una sonrisa coqueta mientras agarraba la ropa que usaría para dirigirme al baño.
—Supongo que la costumbre desinhibe —emitió con sarcasmo.
—Exacto. Además, cuando niños nos bañamos juntos muchas veces —le recordé desde el baño, poniéndome un vestido.
—No vas a comparar, ¿verdad? —replicó, escéptico—. Antes eras una tabla.
—Y ahora soy la chica más caliente que has visto en tu vida —rebatí mientras me dirigía a la cama para ponerme los zapatos mientras Ian permanecía recostado del ventanal de forma relajada.
—Y la más modesta también —refutó, sarcástico.
—Es la verdad, querido —opiné, guiñándole un ojo.
—Chica sin remedio —emitió, torciendo los ojos ante mi gesto.
***
Después de algunos minutos de viaje en auto llegamos a la casa de Victoria. Para ser un lugar en el que ocurriría una fiesta de adolescentes hormonales estaba bastante silenciosa.
—¿Habremos llegado muy pronto? —emití mientras bajábamos del auto. Ian se limitó a encogerse de hombros.
Esperamos unos pocos segundos después de tocar el timbre hasta que por fin nos abrieron la puerta.
—Ah, eres tú —gruñó Victoria al verme mientras torcía los ojos sin disimular siquiera el hecho de que no le agradaba verme allí—. Ian —emitió como forma de saludo para mi amigo, dándonos la espalda.
—Feliz cumpleaños, Victoria —dijo él.
—Feliz cumpleaños —dije yo al entrar—. Te traje un regalo —le informé, mostrándole la bolsa con el obsequio cuando nos encaró.
—¿Qué es? ¿Una bomba?
—Tori, por favor —masculló alguien que se acercó desde la sala: Triana.
—¿Cómo estás, Triana? —pregunté.
—Supongo que mejor que tú. Siento lo de tu primo —respondió.
—Yo también lo siento... —habló Victoria, llamando mi atención. No esperaba eso de ella—. Ni siquiera las personas que te quieren merecen morir así —agregó, venenosa.
—Gracias —murmuré, quedándome solo con sus condolencias.
—¿Dónde está la gente? —preguntó Ian, rompiendo la burbuja de melancolía que se había creado, ya que las tres habíamos perdido a una persona importante en este verano.
—Ojalá no venga nadie —escupió Victoria, dirigiéndose a la sala de estar—. Fue mi madre quien insistió en esta fiesta ridícula. Morfem tiene un muerto nuevo cada semana y ella quiere hacer como si no pasara nada celebrando mi cumpleaños —se quejó.
—Hola, chicos —se alzó una nueva voz.
Frené en seco al escucharla, nerviosa.
Elle...
Cuando veníamos hacia acá Ian me dijo que Crystal y él habían conversado con ella y estaba más calmada y dispuesta a perdonar, pero aun así me ponía inquieta el hecho de verla.
—Hola, Marina —me sacó de mi ensimismamiento con su dulce voz.
—Hola... —murmuré—. ¿Cómo estás?
—¿Cómo estás tú? —preguntó, sonando genuinamente preocupada mientras frotaba mi brazo.
—Supongo que podría estar peor —respondí, desganada y ella me regaló una sonrisa triste—. Elle —llamé su atención—, nosotras... ¿estamos bien? —pregunté, temerosa.
Ella miró el suelo, pensativa.
—Creo que estoy dispuesta a olvidarlo —dijo finalmente.
Yo suspiré, aliviada. Luego ella me abrazó repentinamente.
—Realmente lo siento —murmuré, frotando su cabello.
—No te preocupes, ya pasó —dijo ella.
—Eres de oro, Elle. Te quiero, nunca lo olvides le pedí.
Ella sonrió, conmovida, al separarse de mí mientras secaba el rabillo de sus ojos, los cuales se habían tornado vidriosos.
—Ya tengo hambre —escuché quejarse a Tyler.
No había notado que estaba allí, ya que estaba muy enfocada en mi escena con Elle mientras ellos conversaban.
—¿Por qué no vas buscando el alcohol? —sugirió, desparramado en el asiento con los brazos apoyados en la parte superior del espaldar.
—Porque te lo tomarás todo tú y no dejarás nada para los invitados —replicó Triana, lanzándole un cojín en la cara.
—Si no son puntuales, no deberían tener derecho a lo mejor de la fiesta —opinó él.
—Adolescente que se respete llega dos horas tarde a las fiestas —bromeó Elle, tomando asiento al lado de Ian en el sofá.
—Hablando de llegar tarde... ¿dónde está Crystal? —pregunté, extrañada, ya que solo estábamos presentes Ian, Tyler, Elle, Triana, Victoria y yo.
—Está de camino. Viene con su novio —me informó Elle alegremente.
—¿Novio? —repetí, alzando una ceja—. ¿Qué novio es ese del que yo no sabía nada?
—Todo fue muy reciente. Ella no te dijo nada por todo lo que pasó con Ed... —su voz se apagó en la última frase.
—Entiendo —emití, pensativa.
A los pocos minutos sonó el timbre y la anfitriona fue a ver quién era.
Tal como esperaba era Crystal, pero mis ojos se desorbitaron al ver a quien traía tomado de la mano.
Dylan...
—Siento el retraso, chicos —emitió ella.
—Pero esto sigue vacío —comentó él, contemplando la sala de estar relajadamente, pero esa expresión serena se esfumó al verme.
Mi presencia lo tensó, eso saltaba a la vista. Mis ojos enfocaron su mano unida a la de Crystal.
Obviamente no estaba celosa, pero me molestaba que no me hubiera dicho.
¿Por qué mierda folló conmigo mientras salía con Crystal?
—Todos se quejan de que no hay gente —habló Tyler, interrumpiendo la atmósfera tensa que, al parecer, solo Dylan y yo sentíamos—. No necesitamos más gente para que esta noche sea buena. Miren, lo que tenemos que hacer es un concurso de camisetas mojadas —sugirió con tono sabio.
Ese chico era un pervertido incurable.
—No empieces con tus estupideces —replicó Crystal, quien estaba de pie al lado de su asiento, mientras lo golpeaba en la nuca de forma juguetona.
—Bueno... —se masajeó la nuca el muy dramático, era obvio que no había dolido—. ¿Y si hacemos un juego que implique quitarse la ropa? Así no pasarán frío ustedes solitas —propuso con una sonrisa pervertida.
—¿Quieres que te golpee otra vez? —masculló la chica de ojos verdes, sentándose en el apoyabrazos del asiento de Tyler.
—Bueno, ¿entonces algún juego en el que debamos beber?
—Eres un vicioso —dijo ella.
—Y tú, una aburrida —contraatacó Tyler—. ¿Por qué no sugieres algo tú, lista? —replicó, cruzándose de brazos.
—Yo creo que es buena idea lo de beber —opinó Triana.
—Gracias por el apoyo, Trianita —emitió Tyler, colocándose las manos en el rostro con una fingida expresión conmovida.
—No te emociones, también pienso que eres un vicioso —añadió, mostrándole el dedo medio.
—Bueno, iré por la bebida —dije.
—¿Recuerdas dónde es la cocina? —preguntó Victoria.
—Claro. Fuimos amigas durante un tiempo después de todo...
Dicho eso, me marché.
Mientras sacaba la bebida del refrigerador alguien entró en la cocina.
—¿Qué haces aquí? —mascullé, ceñuda—. ¿Por qué dejaste sola a tu novia?
—Vine a ayudarte —respondió sin más.
—Me ayudaste mucho contándome que te follabas a Crystal —repliqué.
—¿A qué viene este teatro? ¿Estás celosa? —Alzó una ceja.
—Claro que no —aclaré—, pero me habría gustado saber que estaba traicionando a mi amiga. Gracias por haber sido sincero —rebatí con sarcasmo mientras avanzaba hacia él.
—Lo intenté —emitió—. Cuando me fuiste a ver traté de decírtelo varias veces, pero te abalanzaste sobre mí y no me dejaste.
—Eso no es excusa. ¡Tenías que haberme dicho! —chillé a un paso de él.
—¡Tú no me dejaste! ¡Follar era demasiado urgente para ti en ese momento! —refutó, sarcástico y exaltado.
—Como yo estuviera no es justificación, era tu deber contarme —repliqué, más calmada mientras le daba la espalda.
—No entiendo a qué viene esta escena. No entiendo por qué finges ser buena amiga ahora. —Por el sonido de su voz, sabía que estaba acercándose a mí—. Incluso si lo hubieras sabido... —susurró en mi oído— lo habrías hecho de todas maneras.
Sus palabras hicieron que mi cuello se erizara, así que me volteé para encararlo, ceñuda y de brazos cruzados.
—Te equivocas —aseguré y en sus labios se extendió una sonrisa torcida.
—Eso no te lo crees ni tú —dijo, acorralándome contra el refrigerador mientras colocaba sus manos a ambos lados de mi rostro.
—Así que por esto se demoraban tanto... —escuchamos una voz a la entrada de la cocina y rápidamente nos apartamos uno del otro.
—Victoria —articuló Dylan.
—Realmente eres un idiota, Dylan —opinó la rubia. No parecía celosa ni dolida, simplemente lo dijo como si fuera un hecho—. Me engañaste con esta —me apuntó con el dedo— cuando teníamos 15 años y, ¿ahora vuelves a engañar a tu novia con esta misma víbora? —preguntó, escéptica.
—Será que la víbora tiene muchos talentos... —intervine, venenosa, llamando su atención mientras arqueaba una ceja y esbozaba una sonrisa de suficiencia. Dylan, por su parte, expresaba culpabilidad en sus facciones.
—Realmente no vales nada —masculló.
—Yo pensé que ya lo habías superado, querida Tori —emití con simpleza y con una sonrisa de fingida inocencia mientras ladeaba la cabeza en un dulce gesto más falso que deseos de que terminen las vacaciones.
—¿Crees que lo digo porque sigo interesada en ese imbécil que es incapaz de darse cuenta de la porquería de persona que eres? —preguntó con voz aguda e incrédula—. Hace mucho que Dylan dejó de gustarme —aclaró—, pero aun así no merece querer a alguien como tú, nadie merece eso. Amarte es lo peor que pueda pasarle a alguien.
—Al parecer, cumplir años te pone dramática —repliqué, torciendo los ojos. ¿A qué venía todo este show?
—En serio, Dylan —dirigió su mirada hacia él—, esta chica, si es que puedo llamarle así porque para mí no es más que un demonio, es un lobo con piel de cordero —sentenció.
—¿Vas a seguir insultándome? —la interrumpí relajadamente. Su actitud hacia mí, lejos de molestarme, me divertía. Me encantaba hacer que se retorciera del odio.
—No son insultos, es la verdad. Si sigues como vas, acabarás mal, Dylan... muy mal...
Dicho eso, dio media vuelta y se largó.
—Exagerada —opiné en voz baja, rodando los ojos.
—Deberíamos regresar... —murmuró el chico de ojos azules.
Una vez que llegamos a la sala de estar todos estaban acomodados en sus respectivos asientos. En la mesita del centro colocamos la bebida y cada cual se sirvió una considerable cantidad para comenzar el juego.
—¿Entonces, qué vamos a jugar? —preguntó Elle, curiosa.
—Yo nunca nunca —sugirió Triana.
—Yo preferiría "verdad o reto" —replicó Tyler con un puchero.
—Para ese juego no es necesario el alcohol —replicó Crystal.
—Claro que sí, así será más fácil hacerlas cumplir cuando las rete a besarse entre ustedes —explicó con su perversión habitual.
—En serio, estoy pensando en comprarte una muñeca inflable, la necesitas con urgencia —opinó Triana.
—Más tarde te diré lo que necesito... —Al decir eso, su sonrisa pervertida se amplió mientras Triana torcía los ojos.
Tyler era tan inmaduro a veces, pero lo peor es que sus tonterías nos hacían sonreír.
—Empecemos de una vez, por favor —pidió la cumpleañera, hastiada.
—¿Quién comienza? —preguntó Elle.
—Tú misma —sugirió Ian.
—¿Yo? Pues... —dijo con gesto pensativo—...yo nunca nunca he tenido una pelea a golpes.
Al salir esas palabras de su boca, bebieron Tyler, Ian, Dylan, Triana y Crystal.
Todos eran unos violentos menos yo. Yo soy un ángel caído como todos saben...
Realmente me han golpeado porque me he metido donde no debo, pero nunca he golpeado a otra persona.
—Yo nunca nunca me he follado a un profesor o profesora —emitió Tyler.
Ups.
Eso sí lo he hecho, así que como dictamina el juego bebí y me siguió Tyler. Todos nos quedamos observándolo.
—En realidad, sí lo he hecho. Solo quería saber qué otros traviesos me rodean —explicó, sonriente—. De Marina era de esperar, la verdad.
—Yo nunca nunca he hecho algo con alguien de mi mismo sexo —fue el turno de Dylan.
Bebí.
Al alzar la mirada, vi que Triana también bebió, lo cual no me sorprendió, ya que me parece una chica bastante relajada y liberal. Además, no tiene nada de malo; experimentar es algo necesario.
De pronto, llamó mi atención ver que, de forma tímida y titubeante, una tercera persona bebía: Victoria.
Otro detalle que me pareció curioso fue el hecho de que ambas chicas se miraron y, en el caso de la rubia, su mirada fue vacilante, pues la llevó al suelo inmediatamente con expresión incómoda y nerviosa.
Vaya, vaya...
¿Será que estas dos...?
—Mi turno —habló Ian—. Yo nunca nunca me he follado a una persona desconocida.
¡A beber se ha dicho!
Y en mi camino a la borrachera me acompañaron... Tyler, Triana y Dylan.
Definitivamente mis amigos necesitan más emoción en su vida.
—Yo nunca nunca me follado a dos hermanos —dijo Crystal.
Pues yo sí lo he hecho, así que a beber.
Por un segundo recordé a Nick y Luke, pero rápidamente envié lejos ese pensamiento porque no quería deprimirme.
Observé al resto... nadie más bebió.
En serio, están desperdiciando su adolescencia.
—Yo nunca nunca he sido infiel —esa fue Victoria.
Yo nunca he tenido una relación con nadie, así que técnicamente no he sido infiel.
Cabizbajo y avergonzado, Dylan bebió lo que quedaba de su vaso.
La rubia lo observó con una media sonrisa. La muy perra lo hizo deliberadamente.
Todas las miradas recayeron en Dylan, pues fue el único que bebió.
—Pongamos esto interesante... —dijo Triana con una sonrisa perversa—. Yo nunca nunca... me he follado a ninguno de los presentes.
Vaya, vaya.
Interesante.
Como era obvio, bebí. Para nadie era un secreto que Dylan y yo habíamos follado en la fiesta de fin de curso cuando teníamos 15 años, motivo por el cual él también bebió.
Para mi sorpresa... todos los demás también bebieron, todos y cada uno de ellos.
Muy interesante...
—Tu turno, Marina —me sacó de mi ensimismamiento Elle.
Medité lo que diría unos segundos.
No me venía nada a la mente, ya que había hecho muchísimas cosas en mi vida, pero, de pronto, algo arribó a mi cabeza.
—Yo nunca nunca me he enamorado.
—¿Es en serio? —preguntó Triana, la cual no me conocía demasiado. Asentí a modo de respuesta y justo después observé al resto de los presentes beber.
Sin excepciones, todos bebieron.
—Ahora hablaré yo... —intervino Victoria a pesar de que no era su turno—. Yo nunca nunca me he follado al novio de una amiga —soltó, mirándome directamente a los ojos.
Maldita perra envidiosa.
Con la mandíbula tensa terminé de beberme el contenido del vaso.
—Yo nunca nunca he sentido envidia ni despecho porque mi novio se folló a otra —escupí, sosteniéndole la mirada.
—Yo nunca nunca he perdido la cuenta de los chicos a los que me he follado —contraatacó.
—Yo nunca nunca he llorado toda la noche porque mi novio me traicionó con una chica a la que llevo años odiando porque quiero ser como ella, pero no puedo.
—Jamás querría ser como tú, asquerosa. Preferiría morir una y mil veces antes que parecerme a ti siquiera —masculló.
—Ok, chicas. Esto ya se está saliendo de control —intervino Crystal para calmarnos.
—Tú deberías abrir los ojos —le recomendó Victoria.
Mierda.
—¿Qué? —emitió la chica de ojos verdes y, justo en ese momento, sonó el timbre.
—Iré a ver quién es —gruño la rubia.
Crystal me observó con el entrecejo hundido y luego bajó la mirada con gesto pensativo. Estaba dándole vueltas a lo que dijo Victoria.
Maldita.
Cuando la cumpleañera abrió la puerta entró la estampida de adolescentes hormonales.
Los invitados llegaron justo a tiempo...
La noche transcurrió rápidamente entre baile, música ruidosa, juegos, alcohol...
Ya había besado a uno que otro chico e incluso le hice una mamada a uno en el baño porque estaba súper aburrida, ya que mis amigos me habían abandonado.
Ian y Elle bailaban muy juntitos en la pista de baile. Parecía que se habían olvidado del resto del mundo. Ellos siempre han sido bastante cercanos, pero siento que este verano el lazo entre ambos se ha estrechado.
Tyler se había largado a follar con una chica que en mi vida había visto. Me alegraba mucho el hecho de que todo estuviera igual después de lo que pasó entre nosotros. Ese día él estaba extraño. Su sentimiento de culpa me pareció fuera de lugar, pero ahora sigue siendo el mismo idiota de siempre, por suerte.
Crystal se había perdido de mi vista también. Supongo que se habrá ido a follar con su novio.
Me pregunto cuándo habrá nacido ese sentimiento de Crystal hacia Dylan. Desgraciadamente la chica de ojos verdes no me cuenta todo, pues Elle es su verdadera confidente.
Había perdido la cuenta de los vasos de alcohol que había consumido, pero tengo buena tolerancia, así que estaba bastante consciente.
En medio de mi episodio de aburrimiento subí al segundo piso donde estaban las habitaciones. Tal vez hubiese algo interesante allí...
A medida que caminaba por el pasillo escuché muchos ruidos detrás de las puertas.
Así me gusta, que disfruten la vida...
Uno de los dormitorios tenía la puerta entreabierta y, por un segundo, me detuve a observar, ligeramente sorprendida, cómo Victoria era arrinconada contra un armario nada más y nada menos que por su mejor amiga Triana. Lucían muy concentradas y entregadas al momento. En la chica de los anteojos y piercings relucía cierto aire de dominancia mientras que la rubia se veía temerosa y nerviosa, pero su expresión era anhelante... casi suplicante. Las manos de Triana estaban a ambos lados del rostro de Victoria y sus labios estaban a punto de rozarse. El rostro de la chica del cabello castaño avanzaba muy lentamente hacia el de su mejor amiga, la cual tenía los labios entreabiertos, lista para recibirla mientras apretaba, a ambos lados de su cuerpo, sus manos en puños en un gesto de nervios. Juraría que incluso la vi tragar grueso.
Justo cuando sus labios estaban al tocarse Victoria miró hacia la puerta y me vio, motivo por el cual sus ojos se abrieron exageradamente mientras apartaba en un gesto no tan brusco a Triana, la cual se giraba para ver qué había sacado a su chica de la hermosa atmósfera que tenían creada.
Me sentí tan intrusa por interrumpir su momento. Algo me decía que les había costado mucho llegar a este punto, así que, como si fuera una flecha, salí huyendo lo más rápido que pude, pero no fue lo suficientemente rápido porque cuando estaba a punto de bajar las escaleras escuché:
—¡Marina!
Mierda.
—Victoria —emití, girándome para encararla.
—Eso que viste... —balbuceó y pocos segundos después llegó Triana, quien se posicionó a sus espaldas.
—No vi nada —aseguré para tranquilizarla.
—No mientas —gruñó—. Sé que... nos viste... —replicó en voz baja.
—Bueno, sí. Hacen bonita pareja —opiné con sinceridad mientras sonreía, lo cual la hizo hundir el entrecejo.
—No te atrevas a contar lo que viste —masculló.
—Vaya, vaya. ¿Nadie sabe que te gustan las mujeres? ¿Eso quiere decir que te tengo en mis manos? —canturreé para molestarla. Realmente no tenía intenciones de contar su vida, pero eso ella no tenía por qué saberlo.
—Si alguien se entera... —gruñó, fulminándome con la mirada.
—¿Qué harás si le cuento a todos? —la provoqué, calmada, pero sonriente.
—Atente a las consecuencias...
—¿Me estás amenazando, Tori querida? —canturreé, enroscando un mechón de mi cabello en mi dedo índice—. Recuerda que quien tiene información aquí para destruir a la otra soy yo...
—No si yo te destruyo antes —replicó con la mandíbula tensa. Lucía como una fiera a punto de embestir. Triana la miraba, cautelosa. Parecía que esperaba el momento para controlarla si era necesario.
—¿Te avergüenzas de Triana? —pregunté sin burla esta vez. Realmente quería saber. A pesar de que no nos llevábamos bien, sí pensaba que ellas hacían una bella pareja y Triana siempre la protegió. Tal vez siempre estuvo enamorada de ella y finalmente había logrado su oportunidad.
La mirada amenazante de la rubia vaciló ante mi interrogante.
—No... no es eso... —balbuceó.
—Pues no parece —repliqué—. Deberías dejar de fingir ser la chica perfecta y entregarte a tus verdaderos deseos.
—¿Quién te crees que eres para darme consejos? —escupió, retomando su tono hostil—. Nunca seré una libertina como tú.
—Nunca dije que fueras como yo. Solo sé como realmente quieres ser. Triana no merece esconderse porque eres una estrecha cobarde —opiné.
—Eso no te importa —dijo entre dientes.
—Solo quiero ayudarte —emití con sinceridad.
—Eres una perra barata. Siempre lo has sido desde niña. Tú nunca ayudas a nadie. Solo te importas tú.
—Lo que pienses de mí no me interesa, pero, ¿sabes qué? Intentaré ayudarte, aunque para eso deba enterar a todo el pueblo. A veces necesitamos un empujoncito...
—No te atrevas, Marina... —gruñó, avanzando en mi dirección, ante lo cual Triana colocó una mano en su hombro para evitar que se abalanzara sobre mí.
—Les deseo suerte, chicas —canturreé, pasando por al lado de ambas para continuar mi trayectoria por los pasillos.
—Hablo en serio, Marina. Si lo cuentas... —la oí gruñir.
—Ya deja de preocuparte por lo que hago o dejo de hacer. Pareces una acosadora —sentencié, alejándome de ellas.
A medida que caminaba me percaté de que había otra puerta abierta, pero esta vez solo una persona se encontraba dentro del dormitorio. Era un chico y estaba sentado en la cama con los codos apoyados en las rodillas y las manos en su cabeza. Lucía frustrado.
Me tomé el atrevimiento de acercarme para preguntarle qué le pasaba, ya que lo conocía y muy bien...
—¿Qué te pasa? ¿No deberías estar con tu novia? —indagué, tomando asiento a su lado y llamando su atención.
—Discutimos —se limitó a responder con resignación y desgana mientras depositaba la mirada en el suelo.
—Y ella se acaba de largar, ¿verdad? ¿Qué le hiciste ahora? —lo acusé.
—Yo no hice nada —se defendió rápidamente.
—Crystal no es de las que se molesta por cualquier cosa —repliqué relajadamente—. Si tuvieron una discusión y ella te dejó hablando solo, algo grave debiste hacerle. No es fácil sacarla de sus casillas y mucho menos herirla hasta el punto de que prefiera huir. Ella es demasiado fuerte.
—No la conoces tanto como piensas... —rebatió en voz baja.
—La conozco desde que éramos niñas —refuté.
—Hay personas que saben ocultar su verdadera cara a pesar del paso del tiempo y cuando abres los ojos para darte cuenta ya es demasiado tarde.
Fruncí el entrecejo. Él tenía razón. Muchas personas sufrían decepciones y traiciones por parte de sus seres queridos, pero nunca fue mi caso, así que no me lo había planteado.
—Entonces, dime qué pasó —insistí.
—La estaba esperando aquí y justo antes de que llegara entró una chica. Tuve algo con ella hace un tiempo, pero no fue nada serio. Cuando Crystal entró la chica estaba... demasiado cerca... pero no hice nada —se apresuró a decir—, pero Crystal no me dejó explicarme. Para ella siempre seré un traidor por... lo que le hice a Victoria contigo... y además ella dijo algo... que Victoria le dijo mientras jugábamos... que abriera los ojos o algo así. Fue por eso que pensó que la estaba traicionando, pero juro que no fue así.
—Te creo —dije cuando concluyó y él me ofreció una débil sonrisa.
—Es increíble como tú que no sientes nada por mí si eres capaz de ver que estoy siendo sincero y ella, que supuestamente me quiere, no puede.
—El amor vuelve inseguras y temerosas a las personas —respondí con un encogimiento de hombros.
—Y tú eres inmune a eso —dijo en un tono que no sabría distinguir si fue una pregunta o una afirmación mientras arqueaba una ceja, enfocándome con sus hermosos ojos azules.
Simplemente le ofrecí una sonrisa de suficiencia. Él sabía lo que respondería.
—También es increíble como cuando soy inocente me condenan sin piedad.
—Tranquilo, ya se calmará y harán las pases —emití para calmarlo.
—No sé si quiero que eso pase... —dijo en voz baja.
—¿Qué? ¿Qué quieres decir con eso? —pregunté, confundida. ¿Acaso iba a terminar con Crystal por semejante estupidez?
—Que si voy a ser condenado al menos debo haber hecho algo para merecerlo...
—Dylan, ¿qué...? —balbuceé y justo en ese momento me agarró de la zona posterior del cuello y estampó sus labios contra los míos.
Sinceramente me tomó por sorpresa su acto y mis ojos ligeramente abiertos así lo reflejaron, pero luego de forma instintiva comencé a besarlo también, colocándome a horcajadas sobre él mientras sujetaba su rostro con ambas manos y él me sostenía por la cintura para luego depositar sus manos en mi trasero.
En medio de nuestro apasionado beso sentí su incipiente dureza chocar contra mi intimidad y, en ese instante, cierto cargo de conciencia me invadió.
Crystal...
Su nombre resonó en mi cabeza y a la velocidad de la luz me aparté de Dylan.
—¿Qué pasó? —preguntó, descolocado.
—Esto está mal... —respondí, retrocediendo unos pocos pasos mientras enfocaba su expresión confundida.
Nunca pensé que diría eso.
—¿Tú con cargo de conciencia? —se burló, escéptico, mientras se ponía en pie—. Esto sí que no lo esperaba, ahora puedo morir en paz porque ya lo he visto todo.
—Tú eres novio de Crystal —repliqué, ceñuda.
—La dejaré —dijo con una facilidad pasmosa mientras se encogía de hombros.
—No digas estupideces, Dylan. Una discusión tonta no puede terminar con una relación que está iniciando. Lo arreglarán, estoy segura.
—¿Iniciando? —repitió con tono escéptico—. Crystal y yo estuvimos juntos antes de que regresaras al pueblo, pero rompimos y decidimos retomarlo hace poco —aclaró.
—¿Qué? —murmuré.
—¿No lo sabías?
—No... —musité, mirando el suelo.
—Pensé que ustedes se contaban todo...
Yo también lo pensé...
En ese instante recordé la ocasión en que Elle, Crystal y yo visitamos el río y la chica de ojos verdes mencionó que había terminado con un chico, pero no quiso dar más detalles.
Era Dylan...
—Bueno, el punto es que ella me parece atractiva e interesante, pero nunca la he querido de verdad. Mi debilidad siempre fue otra... —dijo, avanzando en mi dirección.
—Dylan —dije a modo de advertencia retrocediendo un paso.
—Tú siempre fuiste mi debilidad, Marina. Por ti dejo lo que sea...
—No estás pensando con claridad, Dylan —repliqué.
—Nunca estuve tan cuerdo en toda mi vida —refutó—. Siempre me gustaste tú. Me conformé con Crystal porque no podía tenerte a ti, pero lo que acaba de pasar es la prueba de que ella no es para mí. Siempre me enloqueciste tú, incluso aunque me rechaces eso no va a cambiar.
—Dylan, ya te expliqué... Pensé que habías entendido... —le recordé, desganada.
—Quien debe entender eres tú —dictaminó, estampándome contra la puerta, la cual se terminó de cerrar debido al impacto.
Una vez más su acto me dejó sorprendida. Nunca vi a Dylan tan dominante... tan condenadamente sexy...
—Te voy a follar ahora... y ni Crystal ni nada de lo que digas me va a detener —dijo a centímetros de mis labios mientras nuestros alientos se entremezclaban.
—Pero... —balbuceé sin saber muy bien qué argumento usar porque en este punto no me importaba hallar palabras para detenerlo porque simplemente quería que siguiera, quería que me follara.
—Yo también te conozco... y sé que ahora mismo... quieres que te folle —emitió, muy convencido. Sus palabras me hicieron tragar grueso y apretar las manos en puños en un inútil intento de contención.
Una parte de mí, una muy pequeña, me decía que lo detuviera y me fuera, que Crystal no merecía esto; pero otra me gritaba que continuara, que me entregara a lo que deseaba, que me dejara llevar por lo que realmente soy porque, siendo sincera, sentir remordimientos nunca fue lo mío, porque la cruda realidad era que Crystal no me importaba...
—Tienes razón... Solo fóllame... A la mierda el resto...
Dylan no esperó nada más, pues, al pronunciar esas palabras, su boca se apoderó de la mía y yo di un salto para enroscar mis piernas en su cintura mientras me sujetaba por los muslos, presionando su torso contra el mío. Yo, por mi parte, enrosqué mis dedos en su cabello azabache, tirando de él con ganas y pasión en medio del beso salvaje y necesitado.
Sin separar nuestros labios Dylan avanzó hacia la cama y me arrojó en ella sonoramente para luego posicionarse sobre mí, continuando así su beso. Mis desesperadas manos viajaron hasta su camiseta para quitársela y luego desabroché el botón de sus vaqueros. Dylan acarició mis pechos por encima de la ropa mientras yo clavaba mis uñas en su espalda y él profundizaba el beso introduciendo su lengua en mi boca.
—Te lo dije —escuché decir a una voz femenina.
Rápidamente nos separamos. Dylan se quedó en pie, totalmente despeinado, justo al lado de la cama mientras yo permanecía sentada.
Ambos observamos estupefactos cómo Victoria sujetaba el picaporte con una sonrisa torcida en el rostro.
Nos había vuelto a pillar.
Pero eso no era lo peor... Lo peor era que justo detrás de ella, mirándonos con una ira inusitada, se encontraba:
—Crystal... —murmuró Dylan.
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Wenasss!!! :D
Cómo están, apreciadas nefronitas de mi riñón? :)
Qué les pareció el cap? :)
Ay, Marina, qué estás haciendo con tu vida? :(
Espero que les haya gustado.
Ya veremos qué pasa a continuación.
Hasta la próxima.
Chau, chau :D
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