XXIII
Marina Brewster.
Llevaba toda la mañana sentada frente a la televisión junto a mi abuelo a la espera de alguna noticia sobre la muerte de Jace y hasta ahora, nada.
Estaba al borde de la desesperación debido a la agonía y a la incertidumbre y lo peor era que debía disimular frente a mis abuelos, ya que se suponía que yo estaba ajena a los casos policiales al igual que el resto del pueblo.
Quería salir de allí y correr hacia la comisaría a preguntar si habían logrado encontrar el cadáver de Jace, puesto que ese bosque era enorme, pero no podía hacer eso.
De repente, una idea cruzó por mi cabeza: Ian. Tal vez él sabía algo. Tomé mi celular y fingí que alguien me llamaba frente a mis abuelos.
—Hola, Ian —dije, llamando la atención del señor y la señora Brewster—. ¿A almorzar en tu casa? Claro, allí estaré.
Luego de despedirme de mis abuelos, me dirigí a la casa de mi mejor amigo. Al llegar, toqué el timbre, pero nadie abría.
Genial.
Tenía que haber llamado de verdad para asegurarme de que hubiera alguien en casa.
Cuando estaba a punto de resignarme a mi miserable suerte alguien abrió la puerta a mis espaldas, lo cual provocó que me girara para que mis pupilas se llenaran con la imagen de un chico alto de cabello oscuro y despeinado y unos lentes ligeramente caídos: Zach.
—Ah, Marina —articuló con desgana mientras sujetaba el picaporte.
—Hola, Zach —saludé alegremente.
—Pasa —emitió sin expresión alguna, dándome la espalda para dirigirse al sofá a ver su programa de televisión—. Cierra la puerta —dijo en su trayecto.
Hice lo que me pidió, mirando discretamente su espalda desnuda y tonificada.
Dios mío.
El pequeño Zach ya no era tan pequeño.
El menor de los Hyde iba con unos jeans rasgados, descalzo y sin camisa, luciendo su musculatura, que aunque no era exagerada, le daba un aire varonil y sexy. Zach al igual que su hermano mayor era sumamente alto, lo cual solo reafirmaba mi idea de lo apetecible que se había vuelto en mi ausencia.
—¿Te vas a quedar en la puerta? —preguntó, subiendo un pie en el sofá mientras apoyaba el codo en su rodilla.
—En realidad, vine a ver a Ian —expliqué con las manos en la espalda mientras caminaba lentamente en su dirección.
—No está —dijo sin prestarme atención.
—¿No está? —repetí—. ¿Tardará mucho? Me urge hablar con él.
—No lo sé. No controlo los horarios de mi hermano —replicó, aún con la mirada fija en la televisión.
Se ha vuelto un impertinente este chico... y eso solo lo hace aun más sexy...
—¿Y tu abuelo? —indagué con la esperanza de que mi viaje no hubiera sido en vano.
—Trabajando. Hay un asesino suelto por si no te habías enterado —escupió.
—¿Y tu madre?
—Creo que fue a llevarle algo de comer a mi abuelo. Su madrugada fue complicada.
—Hasta que al fin me das una respuesta decente —repliqué, tomando asiento a su lado.
—¿Viniste a mi casa a hacer un interrogatorio? Sinceramente, qué flojera —terció, desparramándose en el sofá y con la mirada en el maldito programa de los cojones que ya me tenía harta.
—Entonces, ¿estás solo? —dije, observando el resto de la casa.
—Bravo, Sherlock. ¿Lo dedujiste tú solita? —refutó con sarcasmo y mi ceño se hundió automáticamente. Tomé el control remoto y apagué la televisión.
—¿Qué haces? —chilló, prestándome atención por primera vez desde que llegué.
—Apagué la televisión, crack. ¿Tu única neurona no alcanzó para llegar a esa conclusión? —escupí, sarcástica, llevando el control remoto a mi espalda para que no pudiera arrebatármelo.
—Dame eso —ordenó con el entrecejo hundido.
—No quiero, ¿qué harás al respecto? —lo reté, alzando el mentón.
—Devuélvelo, Marina —gruñó.
—Me divierto sin esa porquería de programa, así que la televisión permanecerá apagada un tiempo —le informé con voz aterciopelada.
—¡Dame eso, maldita sea! —gritó, agarrando mis brazos para abalanzarse sobre mí y hacerme caer en el sofá, pero mi mano se mantuvo en mi espalda, así que su objetivo era inalcanzable.
En medio del forcejeo me percaté de la evidente cercanía y Zach también, ya que se detuvo por un instante en el que contempló mis labios, los cuales estaban a un suspiro de los suyos.
—¿En serio quieres ver televisión en este momento...? —pregunté en un suspiro.
Zach se alejó de mí a la velocidad de la luz, poniéndose en pie mientras acomodaba sus lentes.
—Me voy a mi habitación —emitió, dándome la espalda.
—¿Por qué huyes, cobarde? —pregunté desde el sofá y él se detuvo a medio camino.
—Tus insultos no lograrán provocarme —dejó en claro.
—Pero mi cuerpo sí —aseguré, poniéndome en pie para posicionarme detrás de él y acariciar su definida espalda.
—No molestes —gruñó, regresando al sofá de forma evasiva mientras yo sonreía.
—De acuerdo. No molestaré —fingí inocencia, levantando los brazos mientras me sentaba a su lado nuevamente.
—Mejor así. Estoy harto de mi fastidiosa familia para encima tener que soportar tus jueguitos también —masculló, atravesando la pared con sus penetrantes y oscuros ojos.
Omití la parte de "mis jueguitos" porque tenía toda la razón. Para mí los hombres no pasaban de juguetes desechables que solo sirven para dar placer y algunos que ni siquiera para eso.
—¿Fastidiosa familia? —me centré en la parte de su queja que había llamado mi atención. Los Hyde eran maravillosos. ¿Por qué decía eso?
—Quiero decir... No fastidies tú también —gruñó de forma esquiva con el ceño fruncido.
—Tu abuelo, madre y hermano son excelentes personas. ¿Sabes cuántas personas quisieran una familia como la tuya? No entiendo de qué te quejas. ¿La adolescencia te ha vuelto idiota?
—Tus abuelos también son excelentes personas y tú no dudas dos segundos en mentirles o manipularlos. No me des lecciones de moral. Alguien como tú no tiene ese derecho... —rebatió de forma hosca.
—¿Alguien como yo? —Arqueé una ceja. ¿Qué sabes de mí, Zach?
—No te hagas la inocente. También voy a fiestas, ¿sabes? Muchos de mis amigos dicen barbaridades sobre ti.
—Y estoy 100% segura de que todos quieren follarme y a ninguno le doy la hora siquiera. Los hombres que hablan de las mujeres son unos patéticos, en especial, si lo hacen como forma de venganza porque la chica que desean no los mira —opiné, relajada. Lo que dijeran sobre mí me traía sin cuidado—. Además, no desvíes la conversación. ¿Qué pasa con tu familia?
—Bueno, no es con ellos directamente... Es el hecho de que me están presionando para hacer algo que no quiero... —explicó.
—¿Qué?
—Quieren que pase tiempo con mi padre y yo detesto a ese hombre.
El padre de Ian y Zach... Ellos no hablan mucho sobre él, puesto que los abandonó cuando eran muy pequeños. Creo que Ian y yo teníamos 5 años.
—¿Quién se cree que es para aparecer ahora queriendo reconciliación después de abandonarnos? ¿Se piensa que su dinero me va a comprar? Puede que Ian lo haya perdonado, pero yo no pienso hacerlo —se desahogó mientras yo me limitaba a escucharlo con suma atención—. Sus regalos caros para mí no valen nada. Él no vale nada. Recuerdo la forma en que vi sufrir a mi madre a medida que crecía y él simplemente nos visitaba de vez en cuando para darnos obsequios de su asqueroso dinero —masculló, apretando las manos hasta que sus nudillos se tornaron blancos—. No va a comprarme. No lo hará...
—No tienes que hacerlo si no quieres —dije, colocando mi mano sobre la suya, lo cual llamó su atención—. Ellos te entenderán.
—Eso espero... De ese señor solo quiero distancia —murmuró y yo asentí, comprensiva.
Yo tampoco tenía la mejor de las relaciones con mi madre porque ella es asfixiante, controladora y posesiva y yo detesto que me estén vigilando e intentando controlar cada paso que doy. Si no viviste tu vida, no es mi problema; déjame vivir la mía. Es por eso que me gusta mantener distancia de ella.
—Estás tenso —comenté, arrodillándome en el sofá para colocar mis manos en sus hombros y hacerlo girar ligeramente para que me diera la espalda—. Haré que te relajes —añadí, masajeando sus hombros, lo cual pareció gustarle porque cerró sus ojos con una expresión de placer.
A medida que mis dedos se clavaban en su piel, acerqué mi rostro a su cuello.
—Me gusta tu olor —admití y él se tensó—. Tranquilo, solo relájate —agregué, depositando suaves besos en su cuello.
—Marina... —gruñó.
—¿Qué? ¿No quieres ser uno más de mi sucia lista? —susurré en su oído y luego mordí su oreja, provocando que su cuello se erizara y que liberara un suspiro de autocontrol. Posteriormente se apartó un poco para girarse y sujetar mis manos con el entrecejo hundido.
—No quiero ser el juguete de nadie —masculló, liberándome.
—Pero vas a divertirte mucho siendo mi juguete... —dije con voz aterciopelada, inclinándome hacia delante mientras apretaba ligeramente mis senos con mis brazos, haciendo que se realzaran con fingida inocencia.
La vista de mis generosos pechos no pasó desapercibida para el chico de los lentes, ya que la forma en que tragó en seco fue demasiado obvia, lo cual me hizo sonreír, victoriosa.
—Vas a ver —lo obligué a recostarse del sofá de forma autoritaria mientras me sentaba a horcajadas sobre él— cuán divertido es —aseguré, sosteniendo su mirada. Él me miraba como si estuviera hiptonizado. Sus lentes estaban desacomodados en el puente de su nariz, lo cual le daba cierta apariencia de inocencia.
—Marina... yo... lo que pasa es que yo... —balbuceó con la mirada en el suelo y expresión avergonzada.
Oh, ya veo... Zach no ha...
Ante su balbuceo coloqué un dedo sobre sus apetitosos labios, provocando que hiciera silencio y que alzara la vista para observarme.
—No importa... —aseguré en un murmullo con mis labios a centímetros de los suyos y, posteriormente, me aproximé hasta que estos hicieron un contacto suave y prolongado.
Me separé un segundo para observar su reacción. No parecía alterado ni molesto, muy por el contrario... Me tomé el atrevimiento de quitarle sus gafas porque eran un estorbo. Luego agarré su rostro con ambas manos de forma delicada y volví a besarlo de forma pausada.
—Déjamelo a mí —jadeé, moviendo sensualmente mis caderas contra su entrepierna provocando que todas sus inseguridades se transformaran en un deseo que se vio reflejado en la dureza que mi intimidad comenzó a sentir.
En medio de las succiones de nuestros labios atrapé su labio inferior con mis dientes y lo mordisqueé con suavidad para luego introducir mi lengua, la cual impactó contra la suya de forma fiera y demandante. A medida que el beso avanzaba, percibí que Zach se entregaba con mayor pasión, ya que sus grandes manos viajaron a mi trasero y lo amasaron posesiva y descaradamente, acercándome aun más a él. Yo, por mi parte, rodeé su cuello mientras una de mis manos tiraba de su alborotado cabello.
Nos separamos por un segundo para recuperar el aliento y ese instante fue aprovechado por Zach para acariciar mis pechos por encima de mi ropa con una de sus manos mientras la otra me tomaba por la cintura y sus labios se estacionaban en mi cuello, provocando que arqueara mi espalda, pero no se contentó con eso, ya que hizo descender mi blusa, la cual no tenía tirantes, y comenzó a succionar mis erguidos pezones, mordiéndolos esporádicamente y provocando que los gemidos abandonaran mi ser mientras clavaba con fuerza mis uñas en sus hombros desnudos.
Mi blusa había descendido hasta mi cintura, así que mis pechos estaban totalmente expuestos al voraz apetito de Zach, el cual los degustaba como si fueran su comida favorita mientras yo me aferraba a su cabello, acercándolo aun más y cerrando mis ojos en una entrega total. La forma en que besaba mis atributos me hacía sentir adorada, venerada, deseada...
Como era habitual en mí traía una falda, bajo la cual solo se encontraba la fina tela de mis bragas que era una de las pocas barreras que me distanciaban de esa firme dureza que decidí probar en ese mismo instante. Tomé el rostro de Zach para que se detuviera en su magistral trabajo.
—Déjame complacerte ahora... —emití, descendiendo de forma lenta y sensual bajo su atenta mirada, la cual no dudé en sostener, hasta que me arrodillé en el suelo frente a él.
Zach permanecía sentado cuando bajé su cremallera para liberar su potente erección. Nada mal...
Después de deleitar mi vista con su virilidad ascendí la mirada, él me observaba, expectante. Lo agarré para luego succionar lentamente su glande mientras sostenía su mirada, percatándome de su fallido intento de contención. Posteriormente escupí su pene erecto y comencé a acariciarlo, concentrándome en un inicio en la zona superior para luego expandir mis movimientos a lo largo de toda su extensión mientras analizaba atentamente la forma en que más le gustaba. Mientras lo masturbaba me acerqué a la base y pasé mi lengua desde esta hasta llegar a su glande para luego introducirlo en mi boca. Rítmicamente me moví acompañada de mi mano, la cual funcionaba como una extensión de mis labios y lengua sobre el falo repleto de venas de Zach. Mi lengua se concentró en trazar círculos mientras admiraba las reacciones de placer de Zach. Posteriormente la saqué para proporcionar un mayor espacio dentro de mi boca e introduje todo su miembro hasta el fondo de mi garganta.
Cuando estaba a punto de sacarlo Zach agarró mi cabello en una firme coleta y comenzó a marcar un nuevo, extenuante y salvaje ritmo.
—Ahora yo voy a guiarte... —anunció.
Su fuerte agarre condujo mis movimientos y provocó que en cada uno de ellos su miembro llegara hasta el fondo de mi garganta sin darme tregua. Sentí humedecerse mis ojos a medida que aceleraba el ritmo y el impacto en mi garganta, pero finalmente se detuvo y tiró de mi cabello para que me colocara a horcajadas sobre él nuevamente y depositó un suave beso en mis labios mientras yo recuperaba el aliento.
—No me diste tregua —me quejé con una sonrisa torcida, la cual él me devolvió—. Ahora me vengaré —aseguré, empujándolo para que cayera acostado en el sofá.
—Inténtalo. Quiero ver qué tan buena eres —me retó y mordí mis labios para contener la sonrisa.
Con su mirada fija en mí me puse en pie sobre el sofá e hice descender lentamente mis bragas, permitiendo que observara a su antojo lo que había bajo mi falda. Luego volví a sentarme sobre él y, esta vez, sí pude sentir nuestras necesitadas intimidades piel con piel.
—No me desafíes —le advertí, sujetando mis bragas por un extremo mientras el otro se deslizaba sobre su pecho—. No olvides que la maestra del juego soy yo. —Al decir eso, arrojé mis bragas al suelo para guiar su erección a mi entrepierna e introcirla de un golpe.
Al sentir cómo mi feminidad albergaba su verga palpitante, liberó un gruñido de placer. Luego inicié un lento vaivén de caderas bajo su atenta mirada mientras él manoseaba mi trasero y mis pechos. Mi único objetivo era torturarlo, así que me moví muy lentamente, percibiendo en sus facciones las ansias por que acelerara el ritmo.
—¿Te gusta? —pregunté con una sonrisa ladina.
—Eres perversa —replicó, haciéndome sonreír, pero repentinamente se alzó un poco hasta alcanzar la parte trasera de mi cuello y halarme en su dirección hasta que nuestros torsos quedaron unidos. Luego sostuvo mi cintura y comenzó a moverse rápida y salvajemente, provocando incontenibles gemidos en mí—. Puedes continuar —emitió al detenerse y liberarme para que marcase el ritmo nuevamente.
Al escuchar su petición, me alcé y coloqué mis pies a ambos lados de su cuerpo mientras apoyaba mis manos en sus muslos para sostener mi peso. Luego comencé a subir y bajar, acelerando cada vez más el proceso mientras mis gemidos se entremezclaban con los de Zach.
—Marina... voy a... —jadeó a modo de advertencia, provocando que saliera de él para luego tomar su miembro y hacer descender y ascender mi mano hasta que se vino sobre su abdomen en medio de los espasmos. Me incliné hacia delante para pasar mi lengua por su piel mientras contemplaba sus facciones.
Delicioso...
—Nada mal... —emití al concluir.
***
Ya era tarde en la noche, pero tenía insomnio, así que caminé hacia mi ventana para observar el oscuro manto estrellado cuando de repente:
—Edwin —articulé al verlo—. ¿No deberías estar durmiendo? Mañana es tu boda —le recordé.
—Lo sé, lo sé —dijo, sentándose en mi cama mientras se pasaba las manos por su cabello rubio.
—¿O acaso viniste por la despedida de soltero? —pregunté, juguetona, recostándome del ventanal.
Él sonrió ante mi ocurrencia.
—Esta vez no... —aclaró.
—Entonces, ¿qué pasa? —indagué, poniéndome seria al ver su cara de angustia.
—Marina, quiero contarte algo. Siéntate —me pidió, palpando el espacio a su lado.
—¿Qué pasa, Ed? —Ya me estaba preocupando.
—No sé por dónde empezar...
—Calma, solo dilo —lo animé, colocando mi mano sobre la suya.
—Mis abuelos me pidieron que te contara. A mí nunca me pareció importante, pero bueno. En realidad, yo... no soy tu primo.
—¿Qué? —murmuré.
—Soy adoptado. Mi madre me abandonó en un orfanato con días de nacido y cuando era muy pequeño tu familia me adoptó.
—Vaya... —dije en respuesta—. Sí sabes que eso no me interesa, ¿verdad? Tú siempre serás mi primo adorado —aseguré—. Ni siquiera era necesario que me lo dijeras —puntualicé.
—Lo sé, pero mi abuela insistió en que tú supieras todo acerca de tu familia. Dijo que mañana comenzaría una nueva etapa para los Brewster y que no debíamos tener secretos —explicó.
—Edwin... ¿fue por eso que tú... avanzaste conmigo?
—Si realmente tuvieras mi sangre, nunca habría accedido a hacer nada contigo por muy hermosa que seas. Sería repulsivo —opinó y yo simplemente asentí. No era un momento para generar discrepancias con mi libertinaje.
—Pero, ¿viniste a estas horas solo para contarme eso? —cuestioné.
—Tú eres la persona que mejor me conoce, la única que me entiende. Yo... tengo dudas...
—Edwin, tu boda ocurrirá dentro de pocas horas —lo regañé.
—Lo sé —gruñó mientras se sacudía el pelo, frustrado. Yo coloqué mi mano en su hombro para brindarle apoyo. En momentos como este debía decir "lo correcto" y no lo que realmente pensaba.
—Todos tienen dudas en momentos así —dije, arrodillándome frente a él y sosteniendo su rostro, el cual estaba teñido de culpabilidad—, las inseguridades los consumen; pero debes pensar que si elegiste a esa persona, fue por algo: porque la amas. No tengas miedo. Alix te hará feliz —aseguré.
—No sé... —dudó—. Yo...
—Tú, nada —lo corté, poniéndome en pie—. Edwin, ¿por qué decidiste casarte con Alix?
—Porque... —murmuró y luego una sonrisa se extendió en su rostro, parecía estar recordando algo—. Porque la amo —concluyó.
—No dejes que ninguna duda estúpida te nuble la razón —le pedí, él respondió con un asentimiento y luego se puso en pie para abrazarme.
—Gracias —murmuró—. Voy a dormir. Tengo que estar presentable para mi boda —agregó, separándose de mí con una sonrisa.
—Edwin —lo llamé cuando estaba a punto de salir—, mañana será un gran día —aseguré.
—Mañana será un gran día —repitió, convenciéndose de ello.
***
Estaba durmiendo plácidamente hasta que mis ojos se abrieron y contemplé el reloj: 3:27 a.m.
Últimamente me despertaba sin motivos por la madrugada, tenía insomnio y me costaba reconciliar el sueño.
Toda la situación que afectaba Morfem, por mucho que intenté mantenerme ajena, acabó afectándome también.
Mi piel estaba erizada, ya que estaba durmiendo desnuda y dentro de mi habitación batía la fría brisa de la madrugada.
¿Yo no había cerrado la ventana cuando Edwin se marchó?
Tal vez lo olvidé.
Me puse en pie para ir a cerrarla y poder dormir, ya que, aunque yo no era la novia, debía estar presentable porque la boda sería en unas cuantas horas y yo sería una de las damas de honor.
En mi trayecto hacia el ventanal pisé algo que emitió un leve ruido. Al dirigir la mirada hacia el suelo, contemplé un avión de papel.
Pero, ¿qué...?
Me agaché para recogerlo y luego me acerqué a la ventana para auxiliarme de la luz lunar.
Deshice el origami al percatarme de que tenía algo escrito: eran letras recortadas de revistas y periódicos que conformaban una frase vistosa y un tanto desordenada, pero perfectamente comprensible.
Mañana será un gran día.
***
Finalmente había llegado el gran momento de mi primo. Todos lucían trajes elegantes o vestidos fabulosos. Claro que ninguna superaba a la novia, a la cual había visto antes de venir a la iglesia, aunque aún no se había terminado de alistar cuando me marché.
Mis abuelos amaban la idea de que finalmente su nieto formaría una familia y tendría un hogar.
Mis amigos y sus familias estaban sentados en la primera fila. De hecho, prácticamente todos nuestros conocidos estaban en la iglesia. Algunos de ellos no tenían la mejor de las caras (entre ellos, Elle), ya que habían perdido a sus familiares.
Realmente esta boda y la alegría que significa una unión contrastaba con el momento que vivía Morfem.
Yo, por mi parte, caminaba de un lado a otro intentando no parecer desquiciada porque llevábamos casi toda la mañana allí y tenía dos grandes problemas.
Primero: la nota que había recibido en la madrugada. Otra de esas malditas notas que estaban atormentando mi existencia. ¿Qué rayos pretendía el hijo de puta que me las mandaba?
Por otro lado, la novia había llamado avisando que estaba a punto de llegar con su padre y teníamos un pequeñito contratiempo: Edwin no aparecía.
Todos los invitados hacían comentarios al respecto. ¿Dónde se ha visto que sea el novio quien se retrase?
—¿Dónde está tu primo? Alix ya está llegando —emitió Nina, la cual era madrina de la novia.
—No debe tardar —mentí, cruzada de brazos, intentando disimular mi angustia porque la verdad era que no tenía la más remota idea de dónde estaba.
—Eso espero —dijo, afligida.
—Mataré a ese muchacho —escuché mascullar a mi abuelo unos minutos después.
—Calma, querido —intentó tranquilizarlo mi abuela mientras yo me acercaba a ellos en el altar.
—¿Cómo quieres que me calme? ¿Cómo va a ser tan irresponsable justo el día de su boda? —se quejó—. Tú no lo estarás encubriendo, ¿verdad? —me gruñó, enfocándome con el entrecejo hundido.
—¡Claro que no, abuelo! —me defendí—. Pero no te preocupes. Debe estar a punto de llegar —opiné.
Ojalá sea así.
Pasados unos pocos minutos resonó la marcha nupcial y todos los invitados se pusieron de pie para recibir a la novia, la cual hacía entrada del brazo de su padre con un hermoso vestido de manga corta que tenía una abertura en la espalda y estaba cubierto de encajes. Su cabello suelto era adornado por una sencilla corona de flores que le daban un toque delicado a su hermoso atuendo acompañado por el ramo de flores que portaba. Su maquillaje era muy sencillo, pero igualmente bello.
Alix estaba preciosa.
Una pena que Edwin no estaba aquí para verla.
Lo que le daba el toque final a su belleza era su amplia sonrisa, la cual se desvaneció automáticamente al contemplar el altar y no ver a su novio esperándola.
No la conocía demasiado, pero, a juzgar por su expresión, el mundo se le había ido abajo. Alix se liberó del brazo de su padre, el cual tenía el entrecejo fruncido en señal de molestia y confusión, para aproximarse al altar lo más rápido que su vestido de larga cola le permitió.
—¿Dónde está Edwin? —preguntó con los ojos vidriosos.
Los invitados la miraban con lástima.
—Calma, hija mía —emitió el padre de la iglesia.
—Mi novio me abandonó, padre. ¿Dónde busco calma en este momento? —rompió en llanto, dejando caer su ramo al suelo para cubrir su rostro.
—No llores, Alix —le pedí, sosteniendo sus hombros—. No sabemos qué pasó. Edwin no te haría algo así. Él te ama —aseguré, enjugando sus lágrimas.
—Pero debería haber llegado hace horas —replicó una de las otras damas de honor justo cuando Alix estaba logrando tranquilizarse, lo cual hizo que rompiera a llorar otra vez.
Pasaba el tiempo de espera y los invitados solo murmuraban. Algunos pocos se marcharon, otros le dijeron que lo sentían. Definitivamente no estaban ayudando.
—Hija mía, acompáñame a la sacristía. Allí podrás esperar a tu novio —le pidió el padre.
—No, padre —se negó—. Esperaré aquí.
De pronto, alguien se paró en la entrada de la iglesia. La expresión esperanzada de la novia hizo que todos voltearan a ver, pero tristemente no era Edwin. Era una persona encapuchada que vestía de negro, la cual traía una enorma caja envuelta en papel de regalo que depositó en la entrada y luego salió corriendo.
WTF?!
Muchos se quedaron con expresión confundida, otros fruncían el entrecejo extrañados, otros contenían la risa por lo absurdo de la situación.
A mí esto no me daba buena espina.
Uno de los invitados del fondo tomó la caja y se aproximó lentamente.
—Dice "para la novia" —informó al llegar.
—¿Un regalo en este momento? —emitió la madre de Alix cuando la caja estuvo frente a su hija.
—¿Será una broma de mal gusto? —dijo el padre de la novia.
—Qué más da —habló Alix con su maquillaje corrido y expresión de resignación—. Ya mi novio me dejó plantada en el altar. Me merezco un regalo, ¿no creen? —emitió con una sonrisa que la hizo parecer una novia psicópata.
Alix se agachó en medio del altar para tomar su regalo. Retiró el moño rojo que lo adornaba y rasgó la envoltura con cierta dificultad.
—Déjame ayudarte —dijo su padre, sujetando la caja para que Alix la abriera.
Ambos estaban bajo la atenta mirada de los invitados.
Chismosos.
Alix retiró la tapa del regalo y una expresión de horror se dibujó en su rostro mientras abría sus ojos de forma exagerada, los cuales se volvieron a llenar de lágrimas mientras retrocedía unos pocos pasos negando ligeramente con la cabeza.
—¿Qué pasa, mi cielo? —preguntó su padre, el cual sostenía aún la caja, pero sin ver su contenido, ya que estaba enfocado en su hija, la cual estaba en shock.
Cuando el padre de Alix bajó la mirada para observar la caja, al igual que los de su hija, sus ojos se desorbitaron y, como un acto reflejo, como si el regalo quemara, lanzó la caja al suelo y esta cayó vaciando su contenido, permientiéndonos conocer finalmente qué era.
"El obsequio" rodó unos cuantos centímetros hasta tocar el pie de una de las invitadas que estaban más cerca del altar, la cual liberó un grito ensordecedor al ver aquello.
A mí lado vi a una de las damas de honor desmayarse. Escuché gritos ahogados, comentarios, vi gente llorando, expresiones espantadas, ataques de pánico. Algunos tapaban su boca con asombro, otros grababan y fotografiaban la escena, otros tuvieron que tomar asiento debido a la impresión, incluso vi a una chica vomitar.
—¡Que nadie lo toque! —se alzó una voz en medio de los invitados: el sheriff, el cual comenzó a llamar a su equipo observando lo que había en el suelo.
Edwin...
O, mejor dicho, parte de Edwin.
Era solo su cabeza.
Lo habían decapitado.
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Weeenas, apreciadas nefronitas de mi riñón!! :D
Qué les pareció el cap? :)
Extenso y con el final potente :v
Leo comentarios :))))
Quién será la persona que se esconde detrás de todo esto?
Pronto lo sabremos ;)
Espero que lo hayan disfrutado :)
Hasta el siguiente cap.
See you.
(^.^)/
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