XXII
En la comisaría.
El sheriff no dejaba de mirar la gran pizarra que colgaba en la pared intentando analizar por enésima vez las escasas pistas que tenían hasta ahora.
No faltaba demasiado para que el verano concluyera y aún no tenían al culpable y, aunque le doliera admitirlo, ni siquiera estaban cerca de hallarlo.
Aquel hombre no paraba de buscar los puntos comunes entre las víctimas porque debía haber uno, ya que usualmente los asesinos en serie siguen un patrón a la hora de arrebatar vidas, pero por mucho que pensaba no encontraba dicha línea a seguir.
Era de madrugada y en medio de su dolor de cabeza provocado por el estrés y la impotencia sonó el teléfono de la comisaría. Rápidamente se acercó para atender la llamada porque alguien intentando contactar a la policía a estas horas no podía significar nada bueno.
—Comisaría de Morfem —emitió.
Al otro lado se extendió un profundo silencio. El sheriff frunció el entrecejo pensando que era una broma, puesto que desde que habían comenzado los asesinatos en un par de ocasiones ocurrieron escenas semejantes.
—Bosque de Morfem —dijo la persona al otro lado del teléfono. El sheriff no pudo distinguir muy bien la voz, ya que no articuló correctamente, pero le parecía una voz femenina y un tanto... conocida.
—¿Estás en el bosque? ¿Podrías ser más específica, por favor? —pidió el sheriff con voz amable, pero firme.
—Dense prisa —añadió la misteriosa voz y, sin dar mayores explicaciones, colgó.
El sheriff maldijo internamente.
Tal vez la joven había entrado en pánico. Tal vez era una futura víctima. Tal vez había visto algo que no debía. Tal vez estaba siendo perseguida por el asesino. Tal vez había cortado la llamada porque había sido capturada.
Debían darse prisa.
***
El sheriff y los demás fueron lo más rápido posible hasta las cercanías del bosque, solo había un problema: era enorme. Sin una ubicación específica solo Dios sabe cuánto tardarían para hallar a la chica.
El sheriff dio la orden para comenzar la búsqueda de algo que ni siquiera sabían lo que era con seguridad.
Todos los oficiales registraban bajo el manto de la noche el traicionero bosque.
Los árboles de finas ramas, las hojas secas en el suelo, los sonidos nocturnos y la frialdad de la madrugada otorgaban un halo sombrío y escalofriante al lugar. A pesar de que eran muchos, solo la luz de la luna y de las linternas los guiaban en su búsqueda a ciegas.
El oficial Andrew buscaba con ahínco en cada rincón con la esperanza de que la chica acerca de la cual el sheriff le habló no estuviese muerta.
Sus párpados y pies estaban cansados tras la intensa caminata y aún no habían encontrado nada. Algunos bostezaban, otros se quejaban, otros se habían rendido, pero el joven prosiguió con su búsqueda.
Habían pasado algunas horas y ya se encontraban en lo más profundo del bosque. Cuando la incertidumbre comenzaba a consumir a todos los oficiales, se escuchó una potente voz. Todos se giraron buscando su origen.
—¡Encontré algo! —gritaba el oficial mientras el resto corría a socorrerlo.
Andrew sintió cierto alivio al escuchar "algo" y no "a la chica". Tal vez seguía viva, tal vez el sheriff solo exageró.
El alivio y la paz mental del joven se borró al llegar junto con sus compañeros al lugar del hallazgo.
Ciertamente no era una joven lo hallado, era una porción de tierra removida de alrededor de 1 metro de ancho y poco menos de 2 metros de largo: era una tumba.
¿Y si la joven estaba muerta y enterrada? ¿O tal vez vio lo que pasó? ¿Y si el asesino la vio mientras enterraba a esta otra víctima?
—Vamos a desenterrar el cadáver —ordenó el sheriff con voz neutra, después de todo no era la primera vez que veía algo así.
***
Marina.
Mi corazón latía erráticamente. Habían pasado varias horas desde que llamé a la comisaría para avisarles, pero seguía en un ataque de pánico. Había usado un móvil desechable porque no quería ser rastreada, ya que si sabían que la "denuncia" la había hecho yo, me llevarían a declarar y no quería tener nada que ver con todo esto, solo quería vivir mi vida. Me hubiera gustado facilitarles más información, pero entré en pánico porque sentía que el sheriff me reconocería. De cualquier modo, sé que ellos lograrán hallar algo en ese bosque, pero estaba casi amaneciendo y la ansiedad y el miedo aún no me habían dejado dormir. Caminé como una loca por mi habitación, bajé a la cocina, bebí agua y miré mi celular como una demente buscando no sé qué. Finalmente regresé a mi cama y forcé a mis ojos a cerrarse y, a pesar de mi cansancio y miedo, logré dormirme.
***
En la comisaría.
Ya el sol iluminaba las calles de Morfem, pero la luz estaba ausente. Los oficiales habían pasado la madrugada en el bosque con palas desenterrando lo que efectivamente resultó ser un cadáver, para ser más específicos el cadáver de Jace Kretchmer.
Habían delimitado el perímetro y fotografiado la escena del crimen para luego llevarse el cadáver para ser analizado.
A pesar de estar cubierto de tierra sus quemaduras eran notorias. Eran de tercer grado y permitían observar la capa de grasa debajo de la dermis. Tenía pus e infecciones, la piel prácticamente no se veía porque las quemaduras estaban en absolutamente todo su cuerpo, excepto en el rostro, lo que permitió saber quién era rápidamente, no obstante, ya habían llamado a sus familiares y amigos para reconocerlo. El sheriff pensaba que era altamente probable que lo hubieran quemado vivo hasta morir del dolor, pero eso solo el examen forense lo determinaría. Una vez más comprobaban que se enfrentaban a un asesino totalmente despiadado. Morir quemado era una de las formas más dolorosas de asesinato, era una tortura insoportable y Jace Kretchmer parecía haber estado sumido en las llamas durante horas hasta no resistir, lo curioso es que su rostro no había sido afectado, tal vez el asesino se aseguró de que no sufriera quemaduras en esa zona, tal vez su objetivo era que fuera reconocido con rapidez. El asesino cada vez se superaba más en cuanto a su crueldad y creatividad, ya que, además de las quemaduras, le había cortado ambas manos al chico.
El sheriff había llamado a varios testigos para declarar, entre ellos los padres de la víctima los cuales quedaron desgarrados al ver las condiciones en las que había quedado su hijo. Los señores Kretchmer lloraban sin consuelo, ni siquiera podían hablar de forma coherente. Como era lógico no comprendían. Su hijo era un buen chico, no tenía enemigos ni hacía daño a nadie, ¿por qué alguien lo asesinaría y, sobre todo, de aquella forma tan salvaje? Ningún padre podía explicarse esa pregunta porque ningún hijo merecía tan tortuosa muerte.
El señor Hyde entendió perfectamente la situación de los familiares y les dijo que podrían presentarse otro día para declarar. Además, aquellos señores tenían otro problema: su hija menor. ¿Cómo le explicarían a una niña de 7 años que su hermano nunca volvería?
Los testigos desfilaron por la oficina del sheriff. Vecinos, amigos, familiares... Tantas personas y ninguna declaración relevante porque todos decían prácticamente lo mismo: que era un gran chico y no merecía lo que le pasó. Las condolencias no ayudaban en este momento.
El sheriff había llamado a Byron McLaren, uno de los mejores amigos del fallecido, y también a su novia, Emma Evans. Ambos jóvenes esperaban fuera de la oficina el momento de su declaración, pero cuando el sheriff estaba a punto de llamar a la chica hizo acto de presencia el oficial Andrew con un sobre. Esos dichosos sobres...
—Acabó de ser entregado, sheriff... —informó el joven oficial, extendiendo su brazo para entregarlo.
—Ábrelo tú —ordenó el señor Hyde con las dedos cruzados debajo de su mentón y el entrecejo fruncido.
No era la primera vez que en el último instante recibían fotos o información acerca del caso, pero nunca era suficiente como para descrifrarlo. No habían sido pocas las veces que habían investigado en las oficinas de correo para averiguar quién era el que enviaba aquello ni si lo hacía para ayudar o despistar a la policía, pero aún no hallaban rastro alguno del remitente. Parecía que no quería ser encontrado, lo cual era sumamente sospechoso.
Finalmente Andrew sacó al sheriff de su ensimismamiento mostrándole las fotos. De hecho, eran fotos de una cámara de seguridad. Él reconocía ese sitio, lo había visitado en un par de ocasiones. Era la cafetería Angie's. Las imágenes mostraban al difunto Jace Kretchmer junto a sus amigos Byron McLaren y Cole Sherwood (al cual ya habían citado a declarar, pero aún no se había presentado) conversando animadamente, pero lo curioso era quien los acompañaba: Marina Brewster.
Eso no sorprendió al sheriff porque Marina era bastante sociable y popular, se llevó bien con todos desde el colegio. Además ellos estudiaron en la misma escuela cuando la pelirroja aún vivía en Morfem, así que debían conocerse, pero aun así el señor Hyde no pudo evitar preocuparse.
Una vez más Marina estaba vinculada con una víctima de asesinato.
¿Por qué...?
—Llama a Emma Evans —dijo el sheriff de repente.
—Sheriff, la chica de las fotos es Marina, ¿cierto? —indagó el oficial Andrew al ver que su jefe evadía el asunto.
—Hablaremos sobre eso cuando termine de interrogar a los testigos —zanjó el señor Hyde con voz firme.
—Sí, señor —pronunció el joven con la cabeza baja, sintiéndose ligeramente avergonzado por su impertinencia—. Haré pasar a la chica —informó, dirigiéndose a la puerta.
—Andrew —llamó su atención el sheriff—, cita a Angie Harrelson a declarar.
—¿La chica que trabaja en la cafetería? —preguntó el joven oficial para cerciorarse.
—La misma. Necesito su declaración.
Andrew se retiró para acatar la orden de su superior, haciendo pasar a Emma Evans en el trayecto.
—Toma asiento, Emma —dijo el sheriff con voz cordial, contemplando los ojos vidriosos de la hermosa joven.
—Esto no tenía que pasar... —murmuró—. Nunca quise que pasara... —lloriqueó, limpiando sus lágrimas imparables.
—Si no estás en condiciones, puedes declarar otro día.
—No, quiero acabar con esto lo antes posible —aclaró la pelinegra—. No quiero volver a pisar este sitio.
—Entiendo perfectamente tu aflicción, Emma. Supongo que querías mucho a Jace como es lógico. Por lo que tengo entendido, era tu novio.
—No... —musitó la chica de ojos tristes—. Jace y yo terminamos...
—¿Terminaron? —repitió el sheriff y ella asintió—. ¿Hace mucho? Sus padres no mencionaron nada al respecto... —comentó el señor Hyde, suspicaz. Ciertamente los padres de la víctima no tuvieron tiempo ni disposición para dar esos detalles debido a su estado anímico, pero eso ella no lo sabía y era algo que el sheriff podía usar a favor de la investigación.
—Fue hace poco, tal vez no le dijo nada a sus padres. Ellos estaban muy felices con nuestra relación —explicó sin más. El sheriff se percató de un ligero cambio en el tono de voz de la joven, como si de repente ya no le importara la muerte del chico al que en algún momento amó... o tal vez no...
—¿Cuál fue la causa de la ruptura? —Emma frunció el entrecejo ante la impertinente interrogante del viejo sheriff—. Cualquier detalle podría ser crucial —terció él ante la mala cara de la chica.
—Se acostó con otra —escupió ella, desviando la mirada mientras tensaba la mandíbula.
—Entiendo... —murmuró el señor uniformado, percatándose de la rabia en la mirada y el asco en la voz de la delicada chica.
Segundos atrás lloraba desconsoladamente y, de repente, todo rastro de melancolía se esfumó. Era comprensible el dolor por la traición, pero Jace Kretchmer ya estaba muerto, ¿qué sentido tenía seguirle guardando rencor? ¿Acaso para Emma Evans su orgullo herido era más importante que la vida de Jace?
—Emma —llamó su atención el sheriff, ya que la chica contemplaba la mesa como si en cualquier momento fueran a salir rayos láser de sus ojos y fuera a partirla en dos—, sé que es una situación delicada, pero, ¿podrías contarme más al respecto?
—¿Qué quiere que le diga, sheriff? ¿Que ese hijo de puta se folló a otra en mis narices? Yo siempre lo amé y fui incondicional con él, pero a la primera oportunidad que tuvo me traicionó —gruñó Emma, apretando sus manos hasta que sus nudillos se tornaron blancos—. Jace merece lo que le pasó, ¿sabe? No merece que derrame una lágrima por él. Ahora solo espero que la perra de Marina se vaya al infierno junto con él y que follen felices allí. Los odio a los dos.
Los ojos de Emma estaban cegados por la ira y sus palabras no eran ajenas a dicho sentimiento. El sheriff se mantuvo sereno mientras escuchaba, pero una parte de su cerebro se alarmó por dos razones: el odio de Emma hacia su difunto novio era inquietante, ¿hasta dónde sería capaz de llegar en nombre de ese rencor? Y lo segundo: Marina. ¿La Marina de la que hablaba era la misma que él conocía? ¿Ella tuvo algún vínculo con Jace Kretchemer antes de que muriera?
—¿La Marina de la que estás hablando es...?
—Su consentida, sheriff —lo interrumpió con una mezcla de burla y amargura—. La mayor puta que ha pisado Morfem, Marina Brewster. Ojalá nunca hubiera regresado —masculló.
Marina Brewster...
Su Marina.
Otra vez...
Otro crimen en el que Marina acababa envuelta.
¿Por qué?
¿Qué tenía que ver ella con todo esto?
—Veo que Marina no es de tu simpatía —puntualizó el sheriff.
—¿De mi simpatía? —bufó Emma—. No mencionaré lo que deseo que le pase por respeto a usted.
—O sea que le deseas lo peor... al igual que a Jace Kretchmer... —aventuró.
—¿Cómo dice? —murmuró ella.
—¿Serías capaz de provocarle algún daño a Jace Kretchmer para vengarte por su traición? —cuestionó el sheriff, inclinándose hacia delante.
—¡¿Qué?! —chilló Emma—. ¿Ahora piensa que soy la asesina de Jace? Claro, menciono a su niñita querida y se vuelve contra mí. Sea imparcial, sheriff, y haga bien su trabajo.
—Exijo respeto, Emma —dijo con firmeza.
—No se deje cegar como el resto de los hombres de este pueblo, sheriff. Esa Marina es como los cantos de sirena. Todos están cayendo uno por uno.
—¿Insinúas que Marina Brewster tiene que ver con los asesinatos? —indagó, suspicaz.
Emma se mantuvo en silencio.
—¿Qué sabes de ella, Emma? —presionó el sheriff.
—No sé nada. Ojalá supiera. No dudaría dos segundos en hundirla en la mierda, pero escuche lo que le digo. Marina es la causa de las desgracias de Morfem.
—¿Cómo sé que tus palabras no son solo fruto del odio? Ni siquiera respondiste lo que te pregunté. Esto podría ser un truco, una manipulación para que fuera tras Marina y tú quedar libre de sospechas.
—No puede saberlo, sheriff...
El señor Hyde se quedó en silencio mientras la chica lo observaba con mucha convicción. Esto sin dudas podría ser solo un truco de una joven herida por la traición, la cual pudo haber llegado mucho más lejos de lo que pensaban en nombre de la venganza, pero de algo estaba seguro: Marina estaba mucho más implicada en los asesinatos de lo que jamás admitiría.
—Si ya acabó, sheriff, me gustaría irme. Mi novio me está esperando —soltó Emma de pronto.
—¿Tu novio? —repitió el señor Hyde para asegurarse de que había escuchado bien. Al parecer, Emma Evans se había recuperado de la traición bastante rápido, pero eso no era algo que pudiera incriminarla, además los jóvenes hoy en día eran muy volubles.
—Byron —respondió ella.
—¿Tu nuevo novio es... Byron McLaren, el mejor amigo de Jace Kretchmer? —articuló lentamente el sheriff, manteniendo la serenidad, pero un poco inquieto en el fondo. Le parecía antiético el hecho de haber estado con los dos amigos.
—Pues sí, ¿qué tiene? ¿Le parezco una puta por haberme follado a los dos amigos? Créame, su Marina querida es mucho peor que yo —escupió, venenosa.
Era evidente que Emma Evans odiaba a Marina. ¿Qué sería capaz de hacer por esa ira?
—No tengo más preguntas, Emma. Puedes retirarte —emitió el señor Hyde. No lograría nada hablando con ella, al menos no por ahora.
—Al fin —gruñó, torciendo los ojos sin ningún tipo de disimulo.
—Pídele a tu novio que pase —emitió el sheriff cuando la chica agarró la manija de la puerta y salió dando grandes zancadas. Inmediatamente después entró el oficial Andrew y se quedó mirando hacia atrás.
—Qué mal carácter —comentó con respecto a la joven y el sheriff se encogió de hombros.
—¿Qué tienes para mí? —preguntó.
—Traje a Angie Harrelson. Está dispuesta a dar su declaración.
—Perfecto. Que pase después de Byron McLaren.
—Sí, señor.
Dicho eso, Andrew se retiró y posteriormente hizo acto de presencia el joven de piel bronceada, Byron McLaren.
Su caminar era muy despreocupado y perezoso. Traía las manos en los bolsillos, la mirada perdida y una expresión de hastío indisimulable, como si estar aquí fuera el mayor de los tedios. El chico tomó asiento sin que el sheriff se lo ofreciera siquiera y plantó su mirada en el señor Hyde, inclinando la cabeza en plan "di lo que vas a decir, no tengo todo el día". El joven no se veía muy triste por la muerte de su amigo.
—Byron McLaren...
—Ya sé cómo me llamo, sheriff. ¿Podríamos terminar rápido? Mi chica quiere irse a casa.
—Tu chica, ¿eh? —comentó el señor Hyde en un canturreo, ignorando la impertinencia del muchacho—. Escuché que antes de ser "tu chica" era la chica de la víctima —terció.
—¿Y qué? Él ya está muerto. No me voy a frenar por alguien a quien están a punto de comerse los gusanos —rebatió con total indiferencia ante la muerte de su supuesto amigo.
—Emma Evans y tú comenzaron a salir antes de que Jace Kretchmer muriera, ¿o me equivoco?
—Veo que está muy informado sobre los chismes del pueblo, sheriff —replicó Byron, burlón.
—Una impertinencia más y me veré obligado a tomar medidas, muchacho —dijo con firmeza el sheriff.
—De acuerdo, de acuerdo —emitió, subiendo los brazos en señal de rendición—. Seré más cortés —aseguró, forzando una sonrisa.
—Responde a mi pregunta, muchacho.
—Empecé a salir con Emma hace muy poco, prácticamente después de que terminara con Jace —explicó.
—Jace y tú siempre fueron grandes amigos. Recuerdo que cuando niños siempre jugaban juntos. No te veo muy dolido por su muerte —puntualizó el señor Hyde.
—Oh, créame, estoy destrozado —dijo con un sarcasmo evidente.
—Supongo que ese mismo "dolor" te llevó a acercarte a Emma Evans bastante rápido...
—Sheriff, ¿mi relación aporta algo a esta investigación? No quiero seguir hablando de esto. Es una pena que Jace muriera, pero no tengo que ver con eso y Emma tampoco. Solo quiero ser feliz con ella y no renunciaré a eso ni por Jace ni por nadie.
Su reacción le pareció un poco extraña y exagerada al sheriff, pero lo comprendía. No tenía derecho a hurgar en su vida privada si él no estaba dispuesto a cooperar, pero su evasiva le parecía sospechosa.
—¿Qué relación tiene tu novia con Marina Brewster?
—¿Con Marina Brewster? —repitió el joven.
—No irás a decirme que no sabes quién es, ¿verdad? —terció el sheriff, arqueando una ceja.
—Sé perfectamente quién es Marina Brewster... pero no tengo nada que decir. Hasta donde sé Emma y ella no son amigas.
—¿Jace alguna vez te habló de Marina?
—Pues no, su confidente siempre fue Cole. A mí no me hablaba demasiado sobre sus conquistas —respondió, encogiéndose de hombros.
—O sea, ¿que tu no sabías que Jace traicionó a Emma con Marina y ese fue el motivo de la ruptura?
—No tengo nada que ver con eso, sheriff. Nunca opiné sobre las calenturas de Jace. Él ya estaba grande para yo decirle lo que debía o no hacer.
—Entiendo... Tú no sabías...
—Pues no —contestó, encogiéndose de hombros nuevamente.
—Puedes retirarte, Byron —emitió el sheriff y el chico así lo hizo.
—¿Descubrió algo, sheriff? —indagó el oficial Andrew, haciendo acto de presencia en la oficina.
—Está mintiendo —afirmó.
—¿Quién?
—El chico, Byron. Sabe mucho más de lo que dice. Algo me dice que oculta información —aseguró el sheriff, siguiendo su instinto.
—¿Quiere que lo siga? —indagó el joven oficial.
—No, por ahora no, pero esos dos no me parecen simples testigos... Haz pasar a Angie Harrelson —ordenó.
—Buenos días, sheriff —emitió la joven al entrar.
—Buenos días, Angie. Toma asiento, por favor.
—Sheriff... la verdad es que no entiendo por qué estoy aquí. No le debo nada a la justicia —dijo atropelladamente.
—Tranquila, Angie. Estás aquí como testigo por la muerte de Jace Kretchmer —le informó.
—El oficial Andrew me lo dijo, pero es que no entiendo. Yo no conocía a ese chico, ¿por qué sería testigo? —preguntó, confundida.
Ante la interrogante el sheriff buscó el sobre que había recibido hace poco con las fotos de Jace, Byron, Cole y Marina juntos en Angie's.
Al verlas sobre la mesa, Angie tragó en seco apretando la mandíbula.
—¿Las reconoces?
—No —respondió ella tras varios segundos de silencio.
El sheriff lo percibió enseguida: Angie estaba mintiendo.
—¿Estás segura? —insistió con la esperanza de equivocarse.
—Completamente. Jamás vi esas fotos antes.
Mentía.
¿Por qué estaba mintiendo?
—¿Reconoces el lugar al menos?
—Se parece un poco a... —murmuró.
—Se parece no, es Angie's —la interrumpió, haciendo énfasis en la palabra "es", ya que estaba totalmente seguro.
—Supongo —cedió ella, depositando la mirada en la mesa, esquiva.
¿Por qué seguía mintiendo? ¿Qué estaba ocultando?
—Estas fotos fueron tomadas por una cámara de seguridad, una que está dentro de la cafetería en la que trabajas, o sea, que solo alguien de dentro pudo haberlas enviado.
—¿De qué me acusa, sheriff? Yo soy una ciudadana honesta, me gano la vida honradamente, no tengo líos con la ley —dijo de forma atropellada. En ella había una mezcla de nervios y ligera desesperación. Era más que evidente: estaba mintiendo.
—No te acuso, Angie. Te conozco. Sé que eres honesta, pero no me puedes negar que el lugar de la foto es Angie's y que la cámara que las tomó es una cámara de seguridad que está dentro del local.
Ante sus palabras, ella se mantuvo en silencio y esquivando la mirada del sheriff.
—Las fotos muestran a la víctima y las recibimos justamente hoy que encontramos su cuerpo. No me negarás que es sospechoso. Y si las fotos muestran Angie's, todo apunta hacia ti.
—Sheriff... —murmuró, inclinándose hacia delante y tomando sus manos—, yo no hice nada... Lo juro. Nunca le he hecho daño a nadie. Yo no maté a Jace. No he matado a nadie —aseguró con desesperación, clavando sus uñas en el dorso de las manos del sheriff. Se estaba descontrolando.
—Angie, calma. No te acuso de haber matado a nadie —explicó, tomando sus manos para frotarlas—. Solo quiero que me digas quién crees que pudo haber tomado esas fotos para enviarlas aquí.
—Yo... —balbuceó, temblorosa.
—Angie —llamó su atención, agarrando sus manos con firmeza para que dejaran de temblar—, quién envió esas fotos puede ser alguien que quiere ayudarnos permaneciando en el anonimato, pero... también podría ser el asesino.
Ante esa cruda posibilidad, Angie tragó en seco intentando contener las incipientes lágrimas que se formaban en sus ojos.
—Necesito que seas sincera. Dime lo que sabes —pidió con voz suave al percatarse de algo: la chica mentía, sí, pero era por miedo.
Angie estaba aterrada. Sabía más de lo que aseguraba, pero no quería hablar por el terror que sentía. ¿Estaría siendo amenazada?
—Yo... no sé nada... —musitó, sorbiendo por la nariz mientras miraba sus muslos.
—Si alguien te está amenazando, nosotros te protegeremos —aseguró el sheriff, lo cual llamó la atención de Angie, ya que subió la mirada inmediatamente.
—¿Protegerme? —murmuró.
—Sí, y también a tu hermanita. Sé que tienes una hermana pequeña por la que harías cualquier cosa, incluso mentirle a la policía... Nosotros no dejaremos que nada les pase —prometió y ella se quedó en silencio, meditando la oferta.
—Yo... yo... lo siento, sheriff —retiró sus manos de las del sheriff como si estas quemaran—, no sé nada. No hablaré. Me quiero ir a casa.
—Angie...
—¡Ya dije que no sé nada! ¡No sé de dónde salieron esas fotos! ¡No sé quién las envió! ¡No sé quién es el asesino! ¡No sé nada! —gritó descontroladamente, poniéndose en pie y caminando de un lado a otro.
—Angie, sé que tienes miedo. Estar bajo amenaza no ha de ser fácil, pero te prometo, te garantizo que la policía no dejaré que les pase nada ni a ti ni a tu hermana —aseguró con mucha convicción desde su asiento.
—Llevan todo el verano buscando al asesino y hasta hoy, nada. No me arriesgaré, sheriff. Están luchando contra algo más fuerte que ustedes —opinó con resignación.
El sheriff la observó con tristeza y desesperanza. Se odiaba a sí mismo por haber permitido que su pueblo perdiera la fe de esa forma.
—¿Puedo irme?
—Sí, Angie —respondió, desganado.
—Les deseo suerte, sheriff. La van a necesitar... —dijo al cerrar la puerta.
El señor Hyde llevó sus manos a su rostro y las deslizó por su pelo. Se sentía al borde del abismo, como si observara la oscuridad sabiendo que no podía hacer nada contra ella y ella se riera en su cara porque sabía que era invencible, que ningún rayo de luz podría contra ella. El sheriff se puso en pie y agarró su placa para observarla con detenimiento. ¿Acaso era digno de ella? Su pueblo estaba aterrado y sin esperanzas y él no había logrado prácticamente nada.
—¡Sheriff! —lo sacó de su tortuoso ensimismamiento una desesperada voz femenina.
Él tuvo la esperanza de que fuera Angie Harrelson que regresaba arrepentida a contarle lo que ocultaba, pero su ánimo regresó al suelo al ver a una mujer pelirroja con las lágrimas surcando su rostro.
—Sheriff, sheriff, sheriff —se acercó la mujer a él y agarró sus manos. El sheriff la observó, confundido.
—Cariño, calma —dijo un señor que entró repentinamente, rodeando por los hombros a la desconsolada mujer.
El sheriff conocía a aquella pareja de pelirrojos: eran los padres de Cole Sherwood.
—Cálmense, por favor —pidió el sheriff, guiándolos al asiento.
—¡No me pida calma, sheriff! —exclamó, desesperada, agarrando al sheriff por el cuello de su uniforme.
—Querida, cálmate —pidió el marido.
—¡¿Cómo rayos quieres que me calme?! —gritó mientras las lágrimas descendían—. ¿Cómo pueden pedirme calma...? —murmuró, debilitando su agarre mientras sus piernas se doblaban lentamente, pero el sheriff y su marido impidieron que cayera al suelo—. ¿Cómo puedo calmarme si mi hijito, mi bebé...? —se cortó su voz mientras llevaba su mano de perfecto manicure a su rostro, intentando contenerse.
—Sheriff, lo que mi esposa intenta decir es... que nuestro hijo... Cole... él... está desaparecido.
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Wenasss, nefronitas :")
Lo sé, lo sé, estaba perdida :")
Pero adivinen quién ya está de vacaciones.
Muajajajajjajajajaja
Ahora se van a hartar de mí :v
Bueno, qué les pareció el cap? :D
Marina prácticamente ni asomó la nariz, quería escribir algo sobre ella, pero pensé que el cap quedaría demasiado extenso, así que lo dividí.
Este cap fue exclusivamente de la comisaría, pero es que son cuestiones necesarias, recuerden que estamos en busca del asesino :)
Espero que les haya gustado. Ya estoy de regreso para joder. Muajajajajjajaja.
Nos vemos en el siguiente cap :D
Chau, chau.
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