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XXI

Mientras tanto en la comisaría.

La pierna de Triana no paraba de moverse de arriba abajo con nerviosismo y desesperación. La habían llamado a declarar, pero no tenía ni la más remota idea del porqué. Ella no había hecho nada malo, o al menos no que ella recordara.

Ella retorcía sus dedos mientras contemplaba a través de la ventana de la oficina cómo el sheriff y los oficiales Andrew y Sandra conversaban con un misterio ridículo.

Mientras tanto, los oficiales se debatían en quién debía interrogarla, pues no se trataba de una simple testigo. Triana Reiner era sospechosa de asesinato.

Las pruebas no eran concretas, pero ella era una pista que la policía ansió encontrar y, ahora que la tenían, no la dejarían ir fácilmente.

Triana era hermana de la segunda víctima de asesinato, Shawn Reiner, el chico que fue hallado lleno de cortes flotando en la piscina de su casa. Se presumía que la causa de su muerte fue una hemorragia, pero luego se concluyó que no fue así. El chico fue envenenado. Era muy sabido que el veneno era un método femenino y, además, ella era su hermana, tenía pleno acceso a las comidas de la víctima y, en cualquier momento, podría haberlo asesinado, aunque los cortes seguían siendo un misterio a descifrar. Además, después de investigar con los vecinos se descubrió que la familia Reiner no era tan perfecta como se deseaba aparentar. Ellos no se llevaban bien. Los vecinos afirmaban haber escuchado terribles discusiones e incluso objetos romperse, por lo que se sabía que la violencia reinaba en aquel lugar, motivo por el cual las razones para cometer un asesinato también podrían estar presentes. Unido a todo ello, la señorita Triana Reiner tenía fama de revoltosa, una chica malota y violenta en su escuela. Los profesores y estudiantes afirmaban que había discutido e incluso agredido a otros estudiantes.

Definitivamente, Triana Reiner no era un blanca paloma. El único testimonio positivo fue dado por Victoria Ryder, su mejor amiga, pero temían que esa amistad conllevara a que mintiera por protegerla.

Por otra parte, a pesar de tener cierta fama de violenta, era un chica extraordinariamente inteligente, lo cual llevaba a pensar que podría ser una gran estratega. Sus calificaciones eran brillantes, pero despuntaba en una asignatura en particular: Química.

Otro detalle importante fue el hecho de que en la habitación del hostal en la que se alojaba el fallecido detective Sebastián Luddington fueron halladas algunas señales de forcejeo y, lo más importante, fotos y documentos de sus investigaciones, entre dichas fotos habían imágenes de Triana Reiner.

Para finalizar, en el cadáver del detective fueron halladas ciertas sustancias que lo conllevaron a la muerte: tiopental sódico, bromuro de pancuronio y cloruro de potasio. Dichas sustancias son utilizadas para administrar lo que se conoce como inyección letal.

Finalmente, los oficiales se decantaron por que la oficial Sandra la interrogara, ya que ambas eran mujeres y tal vez fuera más fácil sacarle información.

Cuando Triana la vio entrar sintió cierto alivio, ya que la agonía de esperar había concluido.

—Buenos días, Triana —emitió la oficial.

—¿Por qué me citaron a declarar? Ya declaré cuando mi hermano murió, no tengo más nada que decir —dijo atropelladamente la chica de una forma casi descortés.

—Tu hermano fue asesinado —replicó la altiva oficial, tomando asiento frente a la joven.

—No necesito que me lo recuerden. Mi madre y yo aún estamos de luto, es por eso que no quiero que nos perturben citándonos a declarar innecesariamente. Lo único que necesito es que dejen de perder el tiempo y encuentren al asesino de mi hermano.

—Tres cosas, jovencita. Primero: deja a un lado la impertinencia, estás dirigiéndote a una autoridad y podría arrestarte por desacato. Segundo: no estás citada aquí de forma innecesaria. Y tercero: ¿por qué dices "asesino"? Podría ser asesina.

—¿Qué? —murmuró la chica.

—Tal como nos pidieron hemos trabajado muy duro en busca del culpable, pero pocos se detienen a pensar que podría ser una culpable.

—¿Hallaron quién fue? —indagó la joven.

—Estamos trabajando en ello. Aún no tenemos pruebas concretas.

—Díganme quién es —exigió saber la chica de lentes y piercings.

—¿Por qué? ¿Planeas agredir a esa persona? —aventuró la oficial.

—¿Qué? —emitió Triana de forma aguda, puesto que no había entendido el comentario.

—Tuviste muchas peleas en el instituto, ¿verdad?

—Pues... —comenzó a articular la chica de cabello castaño, pero, un momento, ¿cómo ella sabía de su historial delictivo en la escuela? ¿Acaso la había investigado?—. ¿Me investigaron? —preguntó con el ceño fruncido.

—Recuerda que aquí las preguntas las hago yo. Responde lo que se te preguntó —exigió la oficial Sandra, autoritaria.

—Tuve peleas, sí.

—¿Enviaste a alguien al hospital alguna vez? —preguntó la mujer de uniforme, sabiendo que la respuesta sería afirmativa.

—Eran unos imbéciles —escupió Triana a modo de defensa.

—Eres una joven violenta —concluyó Sandra.

—¡Esos idiotas molestaban a Victoria! —bramó Triana, poniéndose en pie en un ataque de descontrol.

—Siéntate y cálmate —exigió la uniformada con voz autoritaria.

—Tuve que defenderla —terció Triana, obedeciendo.

—Violenta, descontrolada y no acepta sus errores —emitió la oficial más para sí misma.

—Eso no es cierto —replicó la joven de los piercings.

Ella sabía cuánto autocontrol poseía, ya que había tenido que hacer uso de él en numerables ocasiones, pero Victoria para ella era especial, mucho más de lo que se atrevería a confesar...

—Nunca he dañado a nadie sin un motivo sólido —continuó su defensa.

—O sea, que con un motivo que, para ti, es sólido serías capaz de dañar a quien sea.

—No ponga palabras en mi boca, oficial —le pidió, ceñuda—. ¿Por qué estamos hablando de esto? Pensé que tenían algo sobre la persona que mató a mi hermano.

—Y así es.

—¿Entonces?

—Triana, ¿cómo era la relación con tu hermano?

—Buena —se limitó a responder.

—¿Segura? —cuestionó Sandra, arqueando una ceja.

—Pues claro —replicó Triana.

—¿Nunca discutieron?

—Bueno, sí, pero, ¿qué hermanos no lo hacen?

—¿Cuál era el motivo de las peleas?

—No recuerdo. Cualquier tontería, supongo —respondió, hastiada de tanta pregunta inútil.

—¿Alguna vez llegaron a agredirse?

—¡¿Qué?! —exclamó—. Por supuesto que no, era mi hermano.

—Triana, ¿sabías que tu hermano se drogaba?

La pregunta la tomó un poco por sorpresa, pero sí lo sabía, incluso les robó dinero a su madre y a ella para comprar drogas.

—Sí...

—¿Y nunca hiciste nada por ayudarlo? —la cuestionó.

—Siempre intenté que dejara esa mierda, pero no me hacía caso. Cuando regresó a Morfem este verano parecía que estaba curado, pero no. Incluso llegó a robarnos para comprar esas porquerías que se metía.

—¿Robarles? ¿Shawn les robó a ti y a tu madre para drogarse? —repitió la oficial para cerciorase de que había entendido bien.

—Un par de veces —murmuró Triana, intentando suavizar la verdad, ya que no habían sido "un par de veces". De hecho, ella y su madre habían dicutido fuertemente con Shawn en numerosas ocasiones por ese motivo. Su madre no tenía la certeza del propósito de Shawn con el dinero, pero sospechaba que no era nada bueno. Ella, sin embargo, lo había visto e incluso se había drogado con él en algunas ocasiones, pero lo abandonó. No quería volverse una drogadicta, pero su hermano no corrió con la misma suerte.

—Entonces, ¿Shawn era más bien una molestia para ustedes? ¿Era un ladrón y un drogadicto y por eso vivía con su padre en lugar de con ustedes? ¿Les habría gustado deshacerse de él?

—¡Qué! —la exclamación escandalizada se escapó de los labios de Triana sin que pudiera controlarla—. ¿De qué habla? Nosotras amábamos a Shawn. Seríamos incapaces de hacerle daño. ¿Cómo puede decir algo así?

—Solo formulo teorías en dependencia de lo que me dices —articuló la oficial.

—Acaso... ¿acaso me está acusando? —preguntó Triana, cayendo finalmente en el motivo del interrogatorio. Claro, por eso tantas preguntas sobre ella. Sus peleas, su relación con su hermano, una presunta asesina.

Ella no estaba allí como testigo, sino como sospechosa.

—¿Por qué te alarmas? No se te ha acusado de nada y ya estás sospechosamente nerviosa. ¿Por qué?

—No seguiré declarando en estas condiciones —replicó Triana—. Quiero un abogado.

—Estás en tu derecho —emitió Sandra con un asentimiento—. Puedes retirarte, pero espera un nuevo citatorio. Tengo la impresión de que nos veremos más veces de las que deseas.

Triana ni se inmutó en responder, solo arrastró la silla y se largó dando firmes zancadas sin mirar a nadie siquiera.

La verdad era que estaba llena de rabia por semejante acusación. ¿Cómo podían pensar que sería capaz de matar a su propio hermano? Pero, a la vez, estaba preocupada. La policía llevaba gran parte del verano en busca del asesino sin hallar pistas relevantes y temía que ella fuese lo más cercano a un pista importante. Triana no creía en la justicia. Ella sabía que las personas por salvar su propio pellejo eran capaces de cualquier cosa, incluso de meter a una inocente a la cárcel. Estaba segura de que si encontraban las pruebas suficientes para incriminarla, la culparían de todo con tal de cerrar el caso y librarse de la presión social que tenían.

Sus pensamientos sobre el vejado mundo de la justicia fueron reforzados cuando conoció a otra de las víctimas: Sebastián Luddington.

Ese hombre llegó a su vida repentinamente y ella no dudó en aprovecharlo...

En ocasiones, después de concluir con el trabajo bajo las sábanas él le hablaba de su mundo, aunque no concretamente de sus casos, pues era un apasionado de su trabajo.

En algunas ocasiones él le tomaba fotos, pues alegaba que poseía una belleza exótica. Triana nunca vio inconveniente en ello, de hecho, fue así como él la vio por primera vez, a través del lente de su cámara mientras hacía fotografías para una investigación y ella casualmente pasó.

Tristemente no pasó tanto tiempo con él como hubiese querido, ya que él había venido por trabajo y pronto se marcharía, pero los planes de la vida fueron otros porque fue asesinado.

Y si... ¿y si la policía quería inculparla también de su muerte?

Definitivamente, no podía confiar en ellos porque necesitaban sacrificar un pieza en este juego y, en este tablero de ajedrez, ella era un simple peón.

***

Marina.

Finalmente llegué a casa, perturbada y con la preocupación de aquel mensaje, uno de los tantos que me habían enviado y otro que tenía un significado tenebroso.

Intentaba no pensar en ello, pero todo me llevaba a creer que quien me los enviaba tenía que ver con los asesinatos en Morfem.

Y si era... ¿y si era...?

—Marina.

—Qué susto, abuela —emití, sobresaltada, llevando las manos a mi corazón.

—Perdona, mi niña. No era mi intención —se disculpó con su habitual dulzura.

—Descuida. ¿Qué pasa? No me digas que la pesada de mi madre llamó otra vez —dije, dirigiéndome a la cocina.

—No hables así de ella —me regañó con suavidad, siguiéndome de cerca.

—Abuela, no la defiendas. Ella no los soporta. Casi tuve que llorar para que me dejara venir a verlos —le recordé, apoyando mis manos en la isla de la cocina.

—Bueno... no era eso de lo que iba a hablarte. Necesito que le lleves esto a la abuela de Tyler —me pidió, tomando algo del refrigerador. Seguramente algún postre que había preparado.

La señora Tania, la abuela de Tyler, y mi abuela eran grandes amigas. Ella hace no mucho sufrió un accidente, así que entendía que mi abuela quisiera ser solidaria.

—¿Ella está mejor? —indagué, preocupada. Esa señora no era solo amiga de mi abuela, sino también lo único valioso que Tyler tenía en el mundo.

—Pues sí, pero me gustaría darle algo para que sepa que no nos hemos olvidado de su caída. Me gustaría llevárselo personalmente, pero debo salir dentro de poco —explicó.

—No hay problema, abuela. Yo puedo ir a visitarla y así veo cómo está.

—Gracias, mi niña. Si pudiera, te acompañaría.

—No hay problema, abuela. Voy con gusto.

***

Después de una caminata considerable se alzaba ante mí la casa de Tyler.

Mientras tocaba el timbre escuché el sonido de una notificación, pero no le presté atención porque justo cuando iba a tomar mi celular abrió la puerta una tierna anciana que se abalanzó sobre mí.

—Marina, pero qué hermosa estás.

—Gracias, señora Tania —logré articular mientras me quedaba sin aire por su abrazo de oso. Para ser tan pequeña tenía fuerza la vieja.

—Pero pasa, pasa —se apresuró a decir.

—Mi abuela le envió esto —le informé, entregándoselo.

—No tenía que haberse molestado, pero ya que lo hizo... No podemos despreciar. Lo que te den, tómalo.

Muy bien dicho, incluso lo que no me dan, lo tomo.

—¿Y cómo ha seguido? —le pregunté alzando la voz, puesto que se había dirigido a la cocina a guardar su postre.

—Mucho mejor, querida. Soy un roble, se necesitarán muchas caídas para matarme —bromeó, haciéndome sonreír con sus ocurrencias mientras tomaba asiento en el sofá.

—Abuela, ¿qué haces despierta? Te dije que debías guardar reposo —escuché una voz a mis espaldas: Tyler—. Ve a dormir.

—¿Quién te crees que eres para darme órdenes, mocoso? Recuerda que yo te limpié el trasero cuando tú no sabías hacerlo. —Me encantaban los comentarios de aquella señora. Desde niña siempre me hacía reír.

—Y precisamente por eso quiero cuidarte. No quiero perderte. —Tyler sonaba tan tierno en su pose de nieto protector.

—El timbre sonaba y tú no abrías, ¿qué querías que hiciera? —replicó la abuela.

—Lo siento, estaba tomando una ducha en mi cuarto. Justo ahora venía a abrir.

—Si hubiese sido por ti, la visita ya se habría marchado —lo regañó.

—¿Y dónde está la visita? —indagó el nieto.

—Aquí estoy, Tyler —emití, saliendo de mi escondite en el sofá y, justo cuando mis pupilas cayeron sobre Tyler, me quedé en plan: oh la la.

Estaba en calzoncillos. Sabía que Tyler estaba bien, pero no tan bien...

La pequeña prenda dejaba ver sus trabajadas y tonificadas piernas, así como su abdomen perfectamente definido y aquel par de brazos tan robustos. Por otra parte, la tela azul marino no impedía que se notara lo muy bien dotado que estaba el chico. Sinceramente, Tyler no aparentaba sus 18 años con aquella musculatura tan sexy que me daban ganas de morder ahora mismo si no fuera por la presencia de su abuela.

—Marina, eras tú —emitió Tyler. No sabría distinguir si sus facciones denotaban cierto toque de vergüenza por las pintas en que lo vi.

—Pues sí —dije, acercándome a ellos.

—Veo que estás en buenas manos, abuela, así que voy a subir.

—Pensé que me habías dicho que debía dormir, niño —replicó la abuela.

—Pues... —balbuceó Tyler.

—Iré a descansar como me pediste. No te importa, ¿verdad, Marina?

—Claro que no, señora Tania. Volveré otro día cuando esté totalmente recuperada.

—Me gustaría mucho. Siempre quise una nieta, pero Tyler me salió con cosita.

—No se preocupe. Volveré pronto —dije, sonriente ante la forma en que Tyler rodó los ojos por el comentario desubicado de su abuela.

Después de darme otro abrazo de oso, se dirigió a su habitación a descansar.

—Tienes una abuela excepcional —comenté al quedarme sola con Tyler.

—Lo sé. Por eso la cuido tanto.

—Haces bien. Bueno, ahora me voy para que sigas con lo que hacías.

—De acuerdo. Cierra la puerta cuando salgas —me pidió cuando iba por el tercer escalón, rumbo a su habitación.

—¿No me llevas a la puerta? —pregunté, fingidamente ofendida.

—Tú no eres considerada visita —respondió ya en el segundo piso.

Esperé unos segundos y luego me asomé en las escaleras. Al parecer, ya había entrado a su habitación. La señora Tania parecía haberse dormido también, así que me aventuré rumbo al segundo piso.

No recordaba muy bien cuál era la habitación de Tyler, pero el sonido de la ducha iluminó mi memoria. Con sumo cuidado abrí la puerta sin hacer ruido. Tal como recordaba su habitación era un desastre. La ropa estaba regada por todas partes, había revistas pornográficas encima de la cama y trofeos deportivos en una estantería. Ignorando lo "Tyler" del lugar me desplacé hasta la puerta tras la cual se escuchaba el sonido de la ducha. Comencé a despojarme de mi ropa, zapatos y accesorios y luego entré.

Por suerte, la puerta no hizo ruido cuando me introduje en el baño. La colorida cortina me impedía ver aquella figura esculpida, pero justo sobre el lavamanos estaba la pequeña prenda azul marino que traía hace unos minutos. Ahora podría ver cada milímetro de su ser...

Con pasos lentos y callados me aproximé hasta la cortina y con un rápido movimiento la abrí para entrar.

Tyler se giró rápidamente y se sobresaltó al verme totalmente desnuda.

—Pero... ¡¿qué haces aquí?! —exclamó con voz chillona.

Descaradamente recorrí con la mirada todo su cuerpo, ahora era momento de recorrerlo con las manos.

—¿No es obvio? —pregunté, rodeando su cuello.

—No, Marina, ¿qué haces? —Me detuvo reteniendo mis muñecas.

—Quiero follar contigo —expliqué sin rodeos.

—¿Qué? No... no puedes... no podemos... —balbuceó, impactado.

—Siempre me dijiste que querías tener algo conmigo y sé perfectamente que no era tan en broma como lo querías hacer ver.

—Sí... pero... Tú siempre decías... —prosiguió su balbuceo, descolocado.

—Finalmente llegó tu oportunidad y, ¿me dices que no puedes aprovecharla porque...? —dejé suspendida la frase para que explicara su extraña reacción.

—Somos amigos...

Bufé ante su respuesta. Esa excusa entraba en el top de las 10 más ridículas.

—Cuando follemos nos llevaremos incluso mejor, créeme. Además, nunca fuimos íntimos confidentes. No te entiendo —rebatí mientras veía que su mirada y firmeza titubeaban.

—Es más —añadí, llamando la atención de sus ojos avellana—, hagamos un trato. Si logro ponértela dura, follamos. Si no, me retiro.

—Eso es absurdo —replicó.

—Absurda es tu excusa —rebatí, liberando con suavidad mis muñecas de su agarre—. Eso de "te veo como amigo" es una ridiculez para mí. Si me gusta, me lo follo, sea quien sea —le aclaré, colocando una de mis manos sobre sus pectorales mientras la otra se deslizaba por su piel mojada hasta su miembro que pronto sería víctima de uno de mis más grandes talentos.

Mi mirada sostuvo la suya en todo momento, por lo que pude percatarme de cómo tensó su mandíbula y cerró sus ojos cuando comencé a mover mi mano sobre su polla.

—Basta... —gruñó con la mandíbula tensa.

—Tu polla se está poniendo dura, así que no me pidas algo que en realidad no quieres —tercié con voz aterciopelada mientras me ponía de puntillas para lamer su cuello, el cual tenía un olor exquisito.

—No sigas con esto... —volvió a gruñir—. No me hago responsable de las consecuencias...

—Olvida las consecuencias —le susurré al oído mientras sentía como su dureza estaba en el punto máximo.

Amaba sentir sobre los hombres ese poder de que no podían escapar de mí por mucho que lo quisieran. Sus cuerpos siempre reaccionaban.

—Uy, mira —emití con fingida inocencia, mirando su erección repleta de venas—. Logré ponértela dura y un trato es un trato —canturreé.

—Tú lo quisiste —me advirtió y luego se abalanzó sobre mí, sosteniendo mi rostro firmemente mientras estampaba mi cuerpo contra la pared y sus labios contra los míos en un beso fiero y demandante.

En pleno combate de lamidas, mordidas y succiones, salté para enrollar mis piernas en su cintura y él sostuvo mis muslos para evitar que cayera mientras continuaba aprisionándome contra la pared.

Mis manos recorrieron su espalda mojada y clavé mis uñas en ella al sentir su olfateo en mi sensible cuello, el cual fue sucedido por su trayecto de besos y lamidas que desembocaron en mi oído, haciéndome erizar completamente.

—No puedo creer que hagas esto... —susurró en mi oído.

—Siempre bromeaste con que querías follarme —contraataqué, recorriendo su definida espalda con mis uñas. Me encantaba sentirme tan ligera y maleable en sus fornidos brazos.

—No eran bromas... —aclaró con voz ronca lo que estaba cansada de saber.

—Por eso no dudé un segundo en subir aquí. Siempre supe perfectamente que querías follarme.

—Siempre quise que fueras mía —añadió.

La frase "eres mía" me parecía absurda y hasta graciosa, yo no soy de nadie, o bueno, se podría decir que soy de todos, pero a la vez ninguno es mi dueño.

—Es lo que está a punto de pasar —lo incité, rodeando su cuello con uno de mis brazos mientras mi mano libre descendía por su definido torso trazando líneas con las yemas de mis dedos y mis ojos azules se clavaban en sus iris avellanas a la par que su mandíbula se tensaba.

Tyler interrumpió el contacto visual y mi lento y sensual jugueteo, abalanzándose sobre mí nuevamente, pero esta vez atacó mis rosados pezones provocando que estos se irguieran ante sus salvajes succiones.

Luego me depositó en el suelo y comenzó a arrodillarse lentamente frente a mí para hundir su cabeza entre mis piernas, provocando que arqueara mi espalda ante los movimientos de su invasiva lengua. Tyler clavó sus dedos en la parte posterior de mis muslos mientras yo clavaba los míos en su despeinado y mojado cabello, cerraba los ojos y entreabría los labios, gimiendo de placer.

Agarré su cabello con firmeza para obligarlo a subir porque ya mi entrepierna palpitaba, deseosa de ser penetrada.

—Fóllame de una puta vez —le ordené.

Una sonrisa pícara de satisfacción surcó sus labios ante mis palabras y luego agarró mi hombro para obligarme a girarme, presionando mi pecho desnudo contra la fría y mojada pared mientras él se posicionaba justo detrás haciéndome sentir su firme erección contra mi espalda y su cálido aliento contra mi cuello. Mi corazón latía erráticamente, me sentía como si estuviera a punto de ser devorada... y lo adoraba.

—Te ves tan indefensa —susurró en mi oído mientras una de sus manos apartaba mi cabello para tener pleno acceso a mi cuello y la otra descendía por mi espalda hasta llegar a mis nalgas y manosearlas como si fueran de su propiedad—. Estás a mi merced —dijo con voz ronca.

—¿Y qué vas a hacer al respecto? —lo provoqué, pegando mi trasero a su entrepierna y restregándolo descaradamente mientras suprimía mi sonrisa con los dientes.

En un rápido movimiento agarró mis piernas e instinitvamente salté para que en la posición que me encontraba, de espaldas a él, enrollara mis piernas en su cintura mientras extendía mis brazos en la pared en busca de soporte.

—Lo que he querido desde que me di cuenta de lo deliciosa que estás —fue su respuesta, a la cual le sucedió una rápida y firme penetración que me hizo liberar un gemido.

Mi espalda se arqueaba más y más a cada embestida animal de Tyler. Sus dedos se clavaron en mis muslos para sostenerme y yo continuaba con el pecho contra la pared, sosteniéndome como podía ante la rápida y despiadada forma que tenía ese fornido y alto chico de follarme. Mis pies se cruzaron por detrás de Tyler de forma instintiva mientras sus guturales gemidos resonaban en aquel baño. Eché mi cabeza hacia atrás acompañándolo con los sonidos de placer que salían de mi pequeño y delicado cuerpo, el cual parecía estar a punto de quebrarse en las manos de aquella fiera.

—Me encantas, Marina... —articuló en medio de todo el ruido que hacíamos y, segundos después, me advirtió—: Estoy a punto de venirme...

Ante sus palabras salió de mí y luego sentí la cálida sustancia en la parte baja de mi espalda.

Luego nos colocamos, totalmente exhaustos, bajo la ducha para despojarnos del sudor. Su frente descansaba sobre la mía mientras sus manos masajeaban suavemente mis hombros. Su gesto actual hacía un contraste total con la forma en la que me había follado recientemente, motivo por el cual me quedé observándolo mientras me preguntaba cómo dos facetas tan opuestas podían estar en una misma persona.

—Quiero ver cómo te corres —soltó de repente mientras sus manos ascendían desde mis hombros hasta mi cuello y rodeaban a este último como si me fuera a estrangular, pero sin aplicar presión. Desde su altura sus ojos avellana atravesaron los míos en medio de esa acción, pero en ellos no había súplica, sino mandato. Sus labios entreabiertos, su cabello mojado y el agua corriendo por los definidos músculos de su cuerpo le daban un aspecto que no pude apreciar anteriormente, ya que se posicionó detrás de mí.

Se veía condenadamente sexy.

Poniéndome de puntillas y colocando mi mano izquierda en su hombro derecho en busca de apoyo, susurré en su oído:

—¿Quieres que lo haga yo misma o prefieres hacerme correr tú?

En el momento que la última palabra salió de mi boca, Tyler agarró mi cabello con fuerza obligándome a echar la cabeza hacia atrás mientras mis ojos azules hacían contacto con los suyos. Me resultó inevitable sonreír. Adoraba esto.

Su boca asaltó la mía una vez más mientras su mano descendía hasta llegar a mi entrepierna. Allí comenzó a juguetear con mi punto más sensible a su antojo mientras sus labios se estacionaban en mi cuello. De un momento a otro me estampó contra la pared, acelerando los invasivos movimientos de sus dedos en mi entrepierna, los cuales ya comenzaban a provocar que mi cuerpo temblara y se retorciera. Luego su boca descendió hasta mis senos para degustarlos con hambre y necesidad. Mis brazos lo envolvieron en busca de sostén y mis uñas marcaron su espalda como muestra del placer que me producían sus magníficas habilidades manuales, que produjeron que llegara un punto en que sentía que mis piernas no podían sostener mi peso y poco después llegó, acompañada de un sonoro gemido final, mi sensación favorita en esta vida.

La sonrisa de satisfacción de Tyler era indisimulable mientras sus dedos abandonaban mi intimidad y los llevaba justo delante de mis labios. Autómaticamente abrí la boca ligeramente y él me hizo chupar sus dedos para saborearme y luego probar dicho sabor directamente de mi boca.

Este último contacto entre nuestros labios fue más suave. No diría que fue romántico, pero si sentía algo diferente en él, como si algo lo hubiese sacado de la atmósfera que teníamos. El hecho de que se quedara mirando la pared justo al terminar el beso solo reafirmó mi idea.

—¿Tyler? —emití ante su expresión ensimismada.

Parecía que analizaba algo, pero no entendía qué tanto pensaba. Solo habíamos follado, tampoco era algo del otro mundo.

—¿Qué? —balbuceó, regresando a la realidad.

—Nada, solo que iniciaste un viaje astral justo cuando hiciste correr a una chica con tus dedos. Sin ánimos de juzgar, pero, ¿sueles hacer eso? Mi consejo: no lo hagas, da mala impresión —expliqué sarcásticamente.

Él ni siquiera se inmutó. No sonrió ni se se molestó, se mantuvo con la expresión neutra.

—¿Qué te está atormentando? —insistí en saber.

—¿No estás arrepentida? —dijo finalmente.

No puedo creer que esa sea su mayor preocupación.

—Claro que no —respondí con sinceridad—. ¿Por qué habría de estarlo?

Se mantuvo en silencio ante mi interrogante.

—¿Tú lo estás? —pregunté, intentando entender a dónde quería llegar, o mejor dicho, dónde estaba su mente.

—Creo que... no debimos...

—Tarde, mi querido Tyler. Ya lo hicimos —repliqué sin más. Al parecer, era un arrepentimiento ridículo lo que atravesaba sus pensamientos, lo cual, sinceramente, no me importaba ni un poquito.

—Sí, pero... No quiero que esto tenga consecuencias y todo se arruine... —explicó.

—¿De qué rayos hablas, Tyler? —pregunté sin comprender su preocupación—. ¿Crees que vamos a dejar de ser amigos o algo así? —intenté adivinar.

Mi respuesta fue silencio.

Comencé a salir de la ducha y tomé una toalla para secar mi cuerpo.

—¿Tienes idea de cuántos amigos se follan por ahí? Para mí eso solo hace que la amistad se profundice, creéme. Poner como excusa la amistad para no follar me parece absurdo. Relájate, por mí todo seguirá igual que antes —le aclaré.

Él mantuvo la vista en el suelo.

—De acuerdo. Me tranquilizan tus palabras.

El arrepentimiento muchas veces no servía para nada. La vida imponía dar la cara al asunto y enfrentar las consecuencias. Si en el momento hiciste lo que hiciste, por algo fue.

***

Justo cuando atravesé la puerta de mi casa saqué mi móvil para ver el mensaje que había recibido cuando estaba en la entrada de la casa de Tyler.

Eran unas coordenadas.

No había explicación alguna, simplemente eran las coordenadas.

Nunca le di importancia a lo que pasaba a mi alrededor, pero últimamente todo me estaba manchando y eso me hacía sentir en la necesidad, prácticamente en la obligación de investigar y resolver las preguntas que resonaban en mi cabeza.

¿Quién? ¿Por qué? ¿Qué quiere?

Opté por buscar las coordenadas, pero justo en ese momento alguien me interrumpió.

—Hola, Marina —dijo una alegre Alix.

—Hola —mi voz no reflejó la misma emoción.

—Tus abuelos acompañaron a Edwin a hacerle los últimos retoques a su traje —explicó con un destello en los ojos—. Iban a esperarte, pero tu abuela dijo que demorabas más de lo previsto.

Será mejor que no sepa por qué.

—Te noto muy emocionada —comenté ante su cara de cumpleaños.

—Por supuesto que estoy emocionada. ¡Falta muy poco para mi boda! —chilló, entusiasmada, lo cual no tuvo el menor sentido para mí, pero debo aceptar que no todas las mujeres (de hecho, casi ninguna) piensan como yo.

—Lo sé, lo sé, es solo que nunca lo entenderé... —comenté, mirando el suelo, desganada, mientras caminaba en dirección a la cocina para tomar agua.

—¿Qué no entiendes? —preguntó, siguiéndome de cerca.

—La desesperación de todas las mujeres por condenarse a una vida de infelicidad —repliqué, encarándola.

—¿Infelicidad? —Su angelical rostro esbozó una expresión confudida—. Estaré junto al hombre que amo, ¿de qué infelicidad hablas?

—No te daré mis argumentos, nos los entenderías —rebatí, hastiada—. Al menos tendrás despedida de soltera, ¿verdad? —Esbocé una sonrisa pícara.

—La verdad es que no. No lo veo necesario.

—Alix, es muy necesario —repliqué, acercándome a ella—. De hecho, la despedida de soltera no tiene por qué durar un solo día... —Sus ojos reflejaron confusión ante mis palabras una vez más, parecía que no hablábamos el mismo idioma—. Alix, tienes que concientizar que mereces un premio antes de someterte a semejante castigo o, mejor dicho, deberías hacer cosas malas para ser castigada...

—Marina... no entiendo a qué te refieres —balbuceó ante mi inusual y excesiva cercanía.

—Seguro Edwin te dice todo el tiempo lo hermosa que eres... —comenté con una mano en su brazo y la otra acariciando su delicado rostro.

—A veces... —balbuceó nuevamente sin abandonar su expresión descolocada.

—Sabes que él tiene mucha suerte, ¿verdad? —dije, colocando un mechón de su cabello detrás de su oreja. Ella me miraba con ojos muy abiertos—. Tus ojos son preciosos. Siento que puedo ver hasta tu alma y se ve tan limpia y pura. Eres como un lienzo en blanco, Alix, y a los que amamos la pintura nos dan ganas de mancharte hasta que no quede una sola parte limpia...

A este punto de la conversación mi rostro estaba a centímetros del suyo, estaba a un suspiro, a un anhelado suspiro... que no dudé en aprovechar...

Finalmente pude sentir los labios de Alix, eran tan suaves y delicados como se veían. Toda ella destilaba una inocencia excitante, daba muchas ganas de pervertirla.

No podría definir la duración del contacto entre nuestros labios porque casi en el momento que la besé me apartó de forma brusca con los ojos desorbitados, como si yo fuera una aberración.

—Hola, chicas —escuché una voz masculina.

—Edwin —chilló ella, dando un notable respingo.

Yo como siempre me mantuve impasible contemplando a mi querido primito en el marco de la puerta de la cocina mientras escuchaba a mis abuelos discutir en la sala por algo relacionado con el traje.

—¿Hace cuánto estás ahí? —preguntó Alix, asustada de lo que pudiese haber visto su prometido. Yo me mantuve en silencio, cauta.

—Acabamos de llegar —respondió, caminando hacia el refrigerador.

—Entonces, no viste nada... —murmuró Alix, de forma tal que solo yo pude escucharla, con una expresión que denotaba alivio—. Voy a nuestra habitación. Después me cuentas cómo te fue. —Al decir eso, salió disparada como un rayo. Estaba huyendo, era más que obvio.

—Te lo dije —llamó mi atención la voz del chico rubio de ojos azules que compartía mi sangre.

—¿Perdona? —emití, encarándolo mientras lo veía beber su agua.

—Te dije que Alix no estaría de acuerdo. Te vi besarla y la forma en que te empujó.

—Ni siquiere me dio tiempo preguntarle nada. Enseguida tuvo una mala reacción —expliqué.

—Aunque duró muy poco, debo admitir que fue excitante —comentó con una sonrisa traviesa—, pero ya te lo dije: Alix no es así. Ella fue criada en una familia muy conservadora, no sabe nada del mundo. El único chico con el que ha estado he sido yo.

—¿Y aun así piensa casarse? —lo interrumpí, escéptica.

—Ese no es el punto. El punto es que para ella dos chicas besándose o cualquier otra cosa que hoy en día es perfectamente normal, para ella es algo de otro mundo. En su mente es extraño y ajeno, casi inaceptable. La educación que le dieron fue diferente. Ella no es como nosotros.

—Esa chica va a acabar con su vida aceptando casarse. Sin ofender, primo, pero lo mejor que podría pasarle a Alix es que no se consumara esa boda —opiné.

***

Al caer la noche, subí a mi habitación y tomé un largo baño en el que reflexioné acerca del hecho de que en este mundo, en esta sociedad machista y obsoleta habían tantas chicas como Alix que no disfrutaban su sexualidad, que ni siquiera conocían su cuerpo y ya decidían condenarse a estar con un mismo hombre.

Yo siento que ningún hombre me merece, ninguno merece que haga semejante sacrificio por él, pero entiendo que algunas anhelen el matrimonio y los hijos, pero al menos deberían disfrutar la vida antes. Cuando se es madre de tres niños y llevas años con un hombre que jamás fue capaz de satisfacerte sexualmente ya resulta un poco más difícil salir en busca de nuevos amantes, es por ello que se debe disfrutar la juventud y la sexualidad y, en caso de que no quieras hacerlo, que sea porque no lo quieres, no por lo que impone una sociedad que ve bien que los hombres vean porno y hablen de cuántas mujeres se follan mientras que se considera una aberración una chica masturbándose. Malditos hipócritas, me dan tanto asco; critican y llaman puta y asquerosa a una chica que se arrodilla para chupárselas, pero bien que les gusta cuando lo hacen.

Al salir del baño, fui en busca de las fotos que había impreso en la casa de Crystal, las fotos que Byron me había enviado (o tal vez no había sido él por lo que me contó en la cafetería).

Ya había comenzado a armar lo que suponía que era un rompecabezas, pero no había avanzado demasiado, así que me esforcé más que nunca. Debía descubrir qué rayos quería que viera la persona que montó este circo.

Había pasado un buen tiempo. Ya mis ojos se sentían cansados y no paraba de bostezar. Quería irme a la cama, pero no podía, me negaba a hacerlo.

Me faltaban tres fotos para terminar y finalmente, después de muchos desaciertos y combinaciones erróneas, lo logré... pero deseé no haberlo hecho...

Contemplé con ojos desorbitados la imagen que había resultado de todo mi esfuerzo, intentando hacer descender el nudo en mi garganta.

La foto continuaba oscura, pero esta vez sí se entendía.

En ese instante mi cerebro recordó las coordenadas y enseguida las telcleé para buscar el sitio específico que enmarcaban.

Mis sospechas eran correctas.

Las coordenadas eran un lugar de Morfem, eran el bosque que rodeaba nuestro pueblo, ese en que se encontraba el río que amaba visitar.

La foto que había acabado de armar mostraba el suelo lleno de hojas y tierra de ese bosque. Lo conocía muy bien porque lo había recorrido muchas veces desde que era una niña.

Justo esa foto, en ese bosque, en ese suelo, mostraba a alguien que llevaba tiempo deseando ver y justo ahora tenía el motivo por el que no había podido ocurrir: la foto mostraba a Jace... y estaba muerto.

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Hola, hola, nefronitas!! :D
Cómo han estado? Espero que bien.
Quiero disculparme por la tardanza, pero no sé si les he mencionado que estudio medicina y casi no tengo tiempo para nada, espero que puedan comprenderme :(((
No obstante, intentaré actualizar lo más rápido que mis estudios, seminarios, evaluaciones y pruebas intersemestrales me lo permitan :")
Dejando de lado mi miserable vida... :'v
Qué les pareció el cap? :D
Fue bastante extenso :)
Qué creen de los sucesos en la comisaría? Qué piensan del tema Triana? Tendrá algo que ver en todo el asunto? :) Y al parecer el detective Luddington tuvo más roce del que pensábamos antes de irse para el otro lado :)
Y Marina se echó a Tyler :v
Y casi le salta encima a Alix :) Qué opinan de la escena?
Y el final 0_0
Adiós, Jace :")
Espero que hayan disfrutado mucho el cap :)
Por cierto, ya no quedan demasiados capítulos para terminar. Creo que no llegaré a los 30 capítulos. Ya tengo toda la estructura de la historia, ya sé qué va a pasar de aquí en adeltante, el problema es que no tengo casi tiempo como ya les dije, pero voy a concluir la historia lo antes posible ;)
Sin más que añadir, gracias por todo el apoyo.
Cuídense mucho, chau chau :D

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